Relatos de Archivo

En 1991 tuve que ir a Nueva York para enterarme del alcance epistemológico de la obra que Gordon Matta-Clark había realizado en 1971 en el Museo Nacional de Bellas Artes. Ese año, Roberto Matta visitó Chile y realizó en el mismo museo unas pinturas que luego no volvió a repetir. Se trata de cuatro pinturas en barro, paja y yeso sobre arpillera que quedaron en Santiago. Dos de ellas pertenecen al acervo del museo y las otras dos las pude apreciar en casa de un coleccionista. Las dos primeras las pude incluir en la selección de Matta que traje a la primera Bienal del Artes Visuales del Mercosur, en 1997. Era primera vez que salían del país e iniciaban su reconocimiento internacional.

El relato de la obra de Gordon Matta-Clark me fue entregado, primero, por Juan Downey, y luego, por Jeffrey Lew, quien acompañó a Gordon Matta-Clark en su viaje a Chile. Padre e hijo estuvieron ese año en Chile, y no se encontraron. Hoy día, el Museo de Arte de San Diego (EEUU) proyecta una exposición Matta/Matta-Clark, que será inaugurada a medidos del 2006. Mi hipótesis consiste en que hay que salir a buscar indicios fuera del país para sostener el deseo institucional de una política de archivo. En Santiago no existe documento alguno que sancione la intervención de Gordon Matta-Clark en el Museo Nacional de Bellas Artes.

Cuando Corinne Diserens organizó la retrospectiva de Matta-Clark en el IVAM a mediados de los Noventa, esta fue la única intervención de la que no pudo ser exhibido registro alguno. Este es un punto a pensar: ¿cómo explicar la ausencia de registrabilidad antes de 1973 y la aceleración editorial post-73?

En 2002 se organizó en Santiago el Simposio de Teoría, Curatoría y Crítica. La invitación extendida a Corienne Diserens le permitió venir a confirmar una hipótesis. Entre tanto, la viuda de Matta-Clark había encontrado los negativos de lo que podría haber sido dicha intervención. Corinne Diserens pudo comparar las imágenes con las instalaciones del museo. Fue lo más cercano que se pudo obtener de dicho acontecimiento. Pero era indesmentible. Matta-Clark había realizado esas tomas.

En Rosario, en marzo de este año, pude visitar el archivo de la artista Graciela Carnevale, una de las figuras históricas de la Semana de Arte de Vanguardia, en el 68 rosarino. Como ya lo he mencionado en otras ocasiones, Graciela Carnevale asistió en mayo de 1973 al encuentro de artistas del cono sur que organizó el Instituto de Arte Latinoamericano en Santiago. Posee amplia información sobre los debates que tuvieron lugar. Un material que no está en Chile. Hay que ir a Rosario para reconocer yacimientos de archivo.

Para la primera Bienal del Mercosur presentamos en los Cuadernos de la Escuela de Arte (PUC) la transcripción de uno de los debates del encuentro antes mencionado. Esta había sido realizada por Gaspar Galaz. No se ha dimensionado el rol que este profesor histórico posee como registrador maníaco de la historia del arte local. La debilidad de su empresa reside en las condiciones de montaje discursivo de su voracidad iconográfica. A falta de dominar las obras, las registra. Todo un tema. Como lo es, además, el hecho de que la edición del tercer cuaderno tuvo solo una eficacia externa. Recuerdo que la edición apenas circulo en el espacio interno. No hay que imputarlo a una deficiente distribución, sino a la decisión de limitar su conocimiento. En el Chile de 1997 resultaba inconveniente hacer circular el discurso de arte que algunos agentes de la escena sostenían en 1973. Esta era una manera de hacer desaparecer las “textualidades orales” de esa coyuntura. Pero como uno de los homenajes de la bienal estaba destinado a Mario Pedrosa, esta situación promovió la iniciativa de reponer en circulación vigilada la palabra de la época. En Rosario hay documentos que sería necesario recuperar por medios electrónicos.

Ahora bien: en la 5ta Bienal del Mercosur, en el envío mexicano está presente la obra de Ulises Carrión, uno de los “precursores” del libro de artista. Respecto de esto, Felipe Ehrenberg, curador del envío mexicano, me recordó el relato que ya me había hecho en nuestra primera reunión de curadores de la bienal, acerca de su rol en la editora Beau Geste, instalada en el Londres de 1974, que fue quien editó el libro de Cecilia Vicuña, “Sabor a Mí”. De este libro Cecilia Vicuña ya me había hablado en varias ocasiones. Tuve entre mis manos un ejemplar. Ello me condujo a recuperar la “pieza de hilo” que monté en la exposición del 2000, en el marco de “Historias de Transferencia y Densidad”. Una de las cuestiones decisiva de esta exposición fue la instalación orgánica del deseo de archivo.

Septiembre 2005

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