Un Modelo de Comentario

Algunos contradictores me acusan de militarismo analítico porque empleo mucho las palabras estrategia y táctica, en el análisis. En verdad, podría decir que se trata de una determinación deportiva. Ya he señalado que no voy al estadio y que prefiero escuchar los programas de comentario. Así, no voy a las inauguraciones, sino que prefiero que me las cuenten. El comentario deportivo tiene la ventaja de que su objeto es visiblemente delimitado: se trata de un análisis de juego, y luego, de la interpretación de todos los gestos y acciones de la gente que se ocupa del fútbol, en este caso.

Mi programa preferido es “Al aire libre” de Radio Cooperativa. Una vez que regresaba hacia Providencia después de hacer clases en el SEK, puse la radio en este programa. Uno de los comentaristas, para referirse a un partido jugado ese fin de semana anterior, dijo que éste había sido más aburrido que una película de Raúl Ruiz.

¿Qué te pasa con Raúl Ruiz, dijo Schiappacasse? Y se armó la grande. Todo consistió entonces en una gran discusión para precisar el estatuto de lo aburrido en el juego, y de paso, la validez formal de la estructura de las obras de Ruiz, para regresar, a instalar la idea de las estructuras de juego, en cada partido, como obras de diseño. Lo que resultó irruptor, en ese medio radial, fue que los comentaristas pasaban sin transición del análisis del juego al análisis de las películas de Ruiz, manteniendo un rigor ejemplar. Ahí me dije que nuestros trabajos se emparentaban; en el arte, no soy más que un comentarista deportivo, como los de Cooperativa. Que por lo demás, mantiene en su nómina, a don Sergio Brodtfeld, que fue compañero de colegio de mi padre, en el Liceo Amunátegui.

Hay que imaginar lo que sería un programa de arte como si fuera uno de estos programas deportivos. Habría cuatro comentaristas y algunos periodistas en terreno. Cada exposición santiaguina sería analizada, tomando en cuenta las obras, la trayectoria del artista, su posición actual en la escena, el monto de ventas, el espacio de la galería, etc. Los periodistas de terreno irían a los talleres a comentar los dichos de la crítica y recogerían directamente las impresiones de los involucrados. Se seguiría la carrera de cada artista, sus contratos, sus exposiciones en el extranjero, comentarios de la crítica internacional, etc. Esto permitiría redimensionar completamente los relatos de los viajes de artistas y las condiciones de sus regresos, porque la comunidad del arte estaría al tanto de todas las actividades.

Esto motivaría rigurosa investigaciones periodísticas sobre temas que en estado actual de las cosas, el periodismo cultural no logra comprender, porque le falta la sabiduría del análisis de coyuntura; es decir, el análisis de las condiciones para-operales de las obras. De ahí que repiten mal lo que escuchan.

Por el contrario, un buen analista de un partido habla de estructuras de juego, de ordenamientos tácticos, de momentos fuertes y momentos débiles en la neutralización del juego del adversario, al punto que, un buen programa deportivo resulta ser una gran clase de retórica; al menos, de construcción de discurso. Las autoridades educacionales debieran incluir estos programas radiales en los planes de estudio del área humanística. Es así como los jóvenes podrían aprender a delimitar sus campos de relato, a concebir los espacios sociales como complejos de expresión de fuerzas, a describir acciones de acuerdo al reconocimiento de jerarquías actanciales, etc.

Tendría que ser un espacio muy ágil, donde el análisis de los precios, la exportabilidad del arte chileno, la endogamia enfermiza de la academia de la instalación, el chanterío de algunos gestores, la sabiduría de menos cultores, los escándalos del Fondart, el ocultamiento de información sobre la construcción del Centro Cultural Palacio La Moneda, la crítica de las decisiones arbitrarias y desinformadas de su nueva directora, la presencia de seis galerías chilenas en la última feria de arte de Buenos Aires (ArteBA), la otra presencia de artistas chilenos en la Bienal del MERCOSUR, el mal chiste de Gonzalo Díaz sobre Rembrant; en fin, todo, para abrir el terreno a la reflexión y fortalecer la imagen que la escena plástica podría tener de sí.

Sin embargo, ¿cuál sería la ventaja de que la tal escena tuviese una imagen de sí? En primer lugar, reconocerse como productora de valor; en segundo lugar, instalarse como productora de insumos para el mercado de la enseñanza superior de arte y el trabajo historiográfico, que debiera tener efectos en la vigilancia teórica y aumento del rigor analítico de la prensa acerca del fenómeno; para finalmente, en tercer lugar, asumirse como un espacio productivo complejo y múltiple en el terreno de los seguros, la manufactura de embalajes, la gestión aduanera, el transporte nacional e internacional, las agencias de viaje, la hotelería, la producción editorial, el diseño de catálogos, el comercio de la presentación de catálogos, la industria de impresión, la distribución, el manejo de los medios, por mencionar algunos.

No comparemos la situación de la escena plástica con la de la escena del fútbol. Sin embargo, si se comienza a sumar una cosa con otra, un gasto con otro, un insumo con otro, nos daremos cuenta que la escena de arte mueve millones de pesos. No será una industria, `pero su configuración compleja la coloca en una posición que no habría que desestimar a la hora de sacar algunos cálculos. Solo se me ocurre compartir esta pregunta idiota: ¿cuánto vale producir la edición de una novela de 1000 ejemplares y colocarla en el mercado? La pregunta idiota, en verdad, es la que viene: ¿en cuánto puede ser vendido un cuadro de Matta, de fines de los cincuenta? ¿Y otro de fines de los noventa? Por decir. ¿Cuánto puede mover en plata una exitosa exposición en una galería de Alonso de Córdoba? Estoy seguro que una exposición mueve más dinero que una edición normal de un escritor nacional. Sin embargo, la escena plástica no es “industria”. Las ediciones exitosas son realizadas por editoriales de capitales extranjeros. No es por nada, pero saquemos las cuentas: ¿cuántas exposiciones tienen lugar en Santiago, en un año? ¿Cuántas ediciones realizadas por empresas de capitales nacionales tienen lugar en un año? ¿Cuántas ediciones de autores chilenos realizan las editoriales con capitales extranjeros, en ese mismo lapso de tiempo? No sería una mala idea formar un Consejo Nacional de Exposiciones, para respetar la determinación de los formatos. Si hablamos de libro como soporte editorial, hablemos del apoyo a la producción de exposiciones, como formato de exhibición, análogo a la editorialidad del libro.

Bueno: de todo eso se podría discutir en un programa radial, similar a lo que se hace “Al aire libre” de Radio Cooperativa.

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