Efecto Kulechov

La primera bienal de arte joven del Museo Nacional de Bellas Artes fue comisariada por Machuca. Era en 1996. En diciembre. Se llamó “Arte Joven de Chile”. A Nury González no le gustó el título. Con el poder delegado de que disponía en ese entonces, la re-bautizó “Campos de hielo”. Hasta organizó un coloquio de cierre. O sea, se tomó la exposición y desplazó a Machuca. Pero Machuca no dijo nada. En esa ocasión habló Gonzalo Díaz. Es decir, organizó el coloquio para que fuera a hablar. Dijo que el único artista que le interesaba y en el que depositaba alguna esperanza de futuro era Mario Navarro.

Entre “Arte Joven de Chile” y “Campos de Hielo” había una estrategia nominalista magistral. Se suponía que esa exposición delimitaba el campo del arte chileno de los “noventa”. En parte, era efectivo, pero no por las mismas razones. Con Mario Navarro habíamos armado la exposición “Estéticas de la Dificultad”, en el CAYC de Buenos Aires, en 1995. En junio próximo, exponemos nuevamente en la misma ciudad, junto a Juan Downey, Adriana Bustos, Claudia Casarino, Fredy Casco e Ingrid Wildi. Se trata de “Efecto Downey”, en Telefónica, frente a la Plaza Vicente López. Y Mario Navarro, estará en la misma época en la Bienal de Pontevedra, en un proyecto asesorado por Cecilia Brunson. Del que me retiré para no tener que compartir con artistas u curadores cuyas políticas de carrera me des/califican.

Más o menos en la misma época expondrá en la Telefónica de acá, Jaar. En la misma sala en que ya lo hizo Muñoz Vera. Lo genial de este asunto es que Downey es quien le permite a Mario Navarro organizar una mirada flexible sobre la “escena de avanzada” y diluir su política de castración. Con estos datos se entenderá por qué le dedico a Juan Downey el ensayo para el libro de Gerardo Mosquera.

Alberto Madrid está preocupado porque este libro podría ser tomado por una producción historiográfica sustituta. En parte, lo es. Toda la historia que se produce en Chile es de reemplazo. Otro habla por ella. En ella. Pero sobre todo, ese libro, en su sola concepción, sella el fracaso de la política internacional de una galería. Andreu, después de la derrota de Piñera, busca objetivamente recomponer su posición interna a través de una iniciativa editorial. Nada más que eso. La edición como táctica reparatoria de un fracaso inscriptivo como galería real.

Un libro como éste produce una gran ansiedad en los artistas. Es un síntoma provinciano depositar tanta esperanza en un libro. Es tan solo un libro. No es la biblia. Hay datos que son más preocupantes. Por ejemplo, ya el solo hecho de hacer comparecer a Valdés, Richard y Mellado, por mencionar a algunos, en un mismo soporte, es una apuesta editorial peligrosa.  Valdés infla a Richard en proporción directa a mi des/certificación. Vale la pena estar allí. Yo me ocupo de la escena de los noventa y centro mi análisis en el diagrama de trabajo de Mario Navarro. Por ahí se puede explicar la hipótesis de Alberto Madrid en su columna del domingo 12 de febrero, por la cual, los hermanos en cuestión condicionan su sistema de trabajo a las características de los circuitos. Hubiese sido más simple afirmar que se trata de los circuitos por donde circula Justo Pastor Mellado. Como dije, una escritura devela su búsqueda de nuevas alianzas cuando su retaguardia analítica flaquea.

El caso es que dedico mi artículo a Juan Downey, porque  es el sustento diagramático de la hipótesis que sostengo sobre el trabajo de la Sociedad Jimmy Button Inc, desde 1995 en adelante. No hay que olvidar que Mario Navarro y Mónica Bengoa, presentes hoy en ARCO, formaban parte de esta sociedad. No es por nada.  Por eso organizo esta exposición en Buenos Aires, usando un término que proviene de la teoría del montaje: “efecto Kulechov”. Aunque este era el título que le tenía reservado a la segunda novela textual (inédita) que viene después de “Primera Línea” (1981), publicada en el 2005 por Reinaldo Moya.

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