En Nueva Imperial, camino hacia Carahue, me crucé con una camioneta que acarreaba un acoplado sobre cuya plataforma habÃa una jaula con leones africanos. Imagen epifánica, totalmente joyciana, que me puso en relación con el verso de Sybil Brintrup, convertido en diagrama de su trabajo visual: “Ella vio pasar un camión con fardos de paja”. Mientras pedaleaba hacia Carahue, en los predios de los costados del camino, los fardos de paja habÃan sido ordenados como si fuesen rigurosas intervenciones de artistas santiaguinos emergentes. Sybil posee una residencia para artistas cerca de Fresia. Más al sur. Pero en estas rutas, el arte contemporáneo “encontrado” solo es perceptible a partir del código de un agente foráneo, como quien escribe.
Mientras pedaleaba escuchando con atención la diversidad de regÃmenes de motores que emergÃan por mi costado izquierdo, la imagen de los leones famélicos bajo el sol de una tarde de febrero me conducÃa a comparar su institución de proveniencia, con nuestra propia escena artÃstica: un circo pobre. El curador como señor Corales. Por lo menos. Aunque debo reconocer que los circos pobres ya no son objeto de pintura. Son demasiado pobres para ser pintorescos. Quedan fuera de la industria de recuperación de las “basuritas de la infancia”.
El asunto se complicó cuando ya en Carahue, esta vez en dirección a Puerto Saavedra, en cada una de las bases del puente colgante, me encandiló la monumentalidad conmemorativa de cuatro leones de bronce verde. No estoy seguro que fueran de bronce, pero me calza con el verso de no recuerdo que poeta francés: “sous son manteau de bronce vert, le lion de Denfert tremble” (Bajo su manto de bronce verde, el león de Denfert tiembla). AquÃ, en verdad, nada de bronce. Aunque lo que tiembla no son los leones sino la tierra. Ahora si que fue una colaboración de Codelco. Los leones de Carahue son de cobre. En cada base, hay una palabra como si estuviera sacada de una instalación de Gonzalo DÃaz, escrita en tipografÃa times roman. Cada palabra corresponde a una de las virtudes cardinales: Fortaleza, Templanza, Prudencia, Justicia. Este si que es el verdadero arte público, que nace del gusto directo de la clase polÃtica local.
Arte polÃtico, en definitiva, destinado a celebrar el colonialismo católico de rigor. Cuestión que se plantea, simplemente, en estos dÃas, cuando se sabe que los capuchinos dejan la región. Ya no hay suficientes vocaciones sacerdotales para asegurar la diseminación de la Palabra.
Hay un dato: los leones cardinales del puente colgante son similares a los que habÃa en avenida Los Leones, frente al viejo Hospital Militar. Esos eran ejemplares traÃdos desde el Perú como botÃn de guerra. Entonces, ¿de que guerra serán botÃn estos otros leones? De una guerra colonial sobre cuyos efectos no hay que dejar pasar algunas menciones.
En Nehuentue, almorzando en una cocinerÃa, escuché hablar a una pareja. Ella dijo “nunca le van a poner Pascual Coña a una calle de por aquÔ. Cierto. Pero en Carahue engalanan un monumento de la modernización del Estado con cuatro leones que representan las virtudes morales del ciudadano falangista que era ministro de obras públicas cuando se inició la construcción del puente colgante en 1946. ¿Era don Eduardo Frei Montalva!
El puente se convirtió en el escudo de armas de la municipalidad, desplazando la silueta de los locomóviles que como ballenas varadas, se alinean para celebrar la epopeya de la intervención termodinámica del paisaje de comienzos del siglo XX. Eduardo Frei mereció, a su vez, una estatua. Pero hubo una crecida, hace años, y se la llevó. Salió la estatua a navegar por el rÃo Imperial y llegó hasta Nehuentue. Alli está todavÃa, a merced del movimiento de las mareas. La vi con mis propios ojos por la ventana de la cocinerÃa donde pedà un plato de choritos al vapor. Y me resonaba el comentario de la joven pareja, al recordar que estaba a un balseo de distancia de Puerto Saavedra. Lo que hizo pensar que si alguien ya está pensando en Pascual Coña para una calle de un pueblo de la AraucanÃa, es muy probable que muchos ya se hayan hecho la pregunta sobre la pertinencia agresiva del nombre Saavedra para la memoria mapuche. Cornelio Saavedra fue el “pacificador” de la AraucanÃa. Mientras tanto, el monumento flotante de Frei va de un lado para otro, lejos ya de sus plintos cardinales.