La difícil situación del arte contemporáneo en regiones (1).

A partir del texto que publiqué sobre las relaciones entre políticas curriculares y plástica regional, la operatividad del triángulo metodológico que he puesto a operar ha rendido ya algunos resultados.

El triángulo universidad / trama política / medios de prensa verifica su utilidad en el estudio de las escenas locales y sus mecanismos de reprducción regresiva. No hay futuro para el arte contemporáneo en regiones, si no se modifican las condiciones de poder local que impiden su desarrollo. Es decir, en regiones hay (mucho) arte; lo que no hay es (suficiente) arte contemporáneo. El coleccionismo local (cuando lo hay) sostiene a los elementos residuales de la pintura chilena de la primera mitad del siglo XX y de sus continuadres locales, deudores de la llamada Generación del 40. Este fenómeno se explic por una sola razón: el triunfo politico-académico de la pintura contemporánea en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Chile, durante la década del sesenta, en que desde 1965 en adelante se desplaza de la escena a la “generación de recambio” que debía ser la natural heredera funcionaria de la Generación del 40. A esta generación de recambio frustrado no le queda otra alternativa que refugiarse en regiones, ya sea mediante el regreso de artistas a sus tierras de origen, como de la emigración hacia regiones de artistas de la zona central.

El caso es que hoy día, en regiones, la enseñanza superior de arte no satisface standards mínimos de contemporaneidad. Más bien, el espacio universitario se plantea casi como un lugar de resistencia o de retraso concertado. Hay otras regiones en que los héroes pictóricos locales ejercen una influencia social que impide la “renovación del gusto”. A esto se agrega el hecho de que a regiones ha regresado un contingente de artistas recientemente egresados, que carecen de poder local para instalarse como referentes y articular un polo de desarrollo. Justamente, porque desestiman la necesidad de producir una plataforma de defensa, salvo el caso de los artistas de Talca, que han desarrollado políticas de conexión transversal con artistas de otras regiones que sostienen posiciones similares. Pero no se puede decir que esto corresponda a un movimiento mayoritario. Y en esa perspectiva, la experiencia de algunos artistas de Valparaiso resulta ejemplar, en cuanto a demostrar que alianzas locales entre artistas emergentes y práctica curatorial local produce, al cabo de un período, un efecto consistente de reconocimiento. Pero finalmente, no esla región la que avanza, en términos estrictos, sino solo se ha demostrado que un grupo de artistas ha resistido a la “nivelación por abajo” y se han traspasado el circulo de la endogamia local. Ya señalaré cómo. Por el momento, permítaseme afirmar que la distancia formal entre el desarrollo del arte contemporáneo en Santiago y la resistencia de regiones no haya hecho sino acrecentarse.

Proximamente, el 4 y 5 de diciembre, en Concepción, tendrá lugar un evento oficial que convocará a diversos agentes culturales, incluído el Ministro Weinstein. Desde ya, preparo mi intervención, haciendo mención a un ensayo que escribí hace más de dos años, sobre la escena penquista, y que a la fecha no ha sido recogido por los agentes directamente señalados. Por lo tanto, no ha habido debate. Pudo haber habido debate, hace un año, cuando se expuso en la Pinacoteca la obra de Osvaldo Salerno. Pero las autoridades invitaron a Mario Toral, justamente, para ahogar cualquier debate sobre arte contemporáneo. Lo que hizo este señor fue hablar de banalidades y anécdotas salpicadas de menciones a la filosofía zen. Fue una manera inteligente que las autoridades locales tienen para evitar que se discuta de los problemas efectivos de la reproducción del conocimiento sobre arte. Más aún, bajo el imperativo de analizar objetivamente la coyuntura penquista. Hoy día, los términos del debate no realizado todavía, siguen en pie. Los he planteado en este texto que lleva por título “La novela penquista del arte” y aparece publicado en las Ediciones del Instituto de Arte de la Universidad Católica de Valparaiso, en un vlumen destinado a tratar, justamente, las escenas locales.

En el texto mencionado apelo a la ficción que una comunidad debe montar para dar una explicación a su formación como poder local del arte. Pensando en esta escena de Concepción, cuya historia ha tenido que resolver su malestar de origen apelando a la mitología del “color local”, la situación analítica impide entrar a formular unas hipótesis que permitan dar cuenta del comportamiento orgánico regresivo de sus dos instituticones fundamentales: una escuela y una pinacoteca. Ambas, universitarias.

Hay que preguntarse, hoy, si es posible depositar alguna esperanza en estas instituciones, a la hora de pensar en la renovación de la escena plástica lcal. En este terreno, la politica de discriminación positiva positiva promovida por el MINEDUC (Fondart, Gabriela Mistral) en regiones, no ha hecho más que reproducir la aptitud de los poderes locales que retienen la renovación, bajo una politica de difusión que no implica mayor compromiso a dichos poderes, de modo que cuando las “misiones” regresan a Santiago, los días lunes de provincia pasan a ser momentos celebratorios de la perversidad funcionaria regional. Para desarrollar una politica exitosa, el MINEDUC debiera contar con aliados locales y estar dispuesto a conducir una politica de consolidación orgánica de la contemporanaeidad. Organizar encuentros en provincia resulta apenas ser un gesto corporativo que no puede más que instalar, en el momento de formación de la estructura del Consejo Nacional de Cultura, una ficción sobre el peso de la División de Cultura a nivel regional. Comprensible gesto, pero tardío. Hoy, ese trabajo le corresponde al Consejo a través de sus estructuras regionales- y no al MINEDUC. Pero nuevamente, dada la consolidación de los poderes locales en cultura y la actitud “espectacularizante” que sostienen respecto del desarrollo de un área plástica, la constitución de Consejos Regionales no da garantía alguna alguna de que la situación no vaya a repetirse. Pero habrá que dar crédito a que las cosas vayan a ser de otra manera. ¿Por qué no?

Noviembre 2003

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