El alcalde de San Pedro de la Paz, Jaime Soto, planteó dos problemas cruciales en el Seminario sobre Identidad Local, el 7 de octubre en Concepción. Primero, instaló un debate sobre las definiciones territoriales al interior del tema de las divisiones administrativas de la regionalidad. Por otra parte, señaló la cuestión del tamaño de las comunas para fomentar la gobernabilidad. Dos cuestiones que, en verdad, ya se han venido instalando en esta región, pero que no habÃan sido reivindicadas como elementos significativos en la definición de una identidad local especÃfica. Finalmente, el territorio y su modalidad de intervención es lo que define un imaginario local.
Según el alcalde Soto, da para preguntarse porqué las poblaciones cercanas al rÃo Itata no se sienten acogidas en un concepto de regionalidad definido por las poblaciones que bordean la cuenca del Bio-Bio. Del mismo modo, las poblaciones de Tirúa y cercanÃas se identifican más bien con el imaginario de la Novena Región. Todo eso resulta crucial en este debate. E introduce el valor de las cuencas como determinantes de imaginarios territoriales, porque una cuenca hidrográfica se construye como una cuenca semántica especÃfica. ¡Y cómo no! Si Concepción se levanta sobre la amenaza apocalÃptica de la juntura de dos inundaciones que deben combinarse para hacer desaparecer la ciudad. En verdad, la amenaza arcaica no proviene desde el borde costero, con el maremoto como vehÃculo portador de la tragedia, sino del secano costero como espacio de acogida de la fluvialidad. Lo que se espera (y se desea) es un Gran Aluvión que continúe en lÃnea recta ocupando las marismas sobre las que se levantó Carriel Sur y se junten el Bio-Bio y el Andalién cubriendolo absolutamente todo, de modo que tenga lugar un corrimiento de la propia desembocadura del Bio-Bio. La nueva carretera Interportuaria ha dibujado la lÃnea sobre la que el Mito Final interpondrá su Decurso.
Lo cierto es que Concepción flota sobre un imaginario de napas inestables, sobre la memoria retroversiva de ojos de agua, sobre la precariedad institucional de una ruina social banalizada, sobre los efectos ambientales de las recomposiciones industriales, entre otras. Las historias del clima se combinan con las historias de catástrofes polÃticas que designan los diversos regÃmenes de malestar de la corporalidad. En la semana anterior al seminario, desaparecieron dos pescadores de Coliumo. Salieron a pescar sin la autorización debida. No podÃan esperar más. La pesca industrial ha hecho naufragar la actividad de las caletas artesanales. Pero esta realidad parece adquirir solo un valor literario de exportación: entre Baldomero Lillo y José Donoso. Pasando por la epopeya del enclave oligarca del Parque de Lota, en el mismo momento en que Pedro del RÃo Zañartu “modela” un parque de flora nativa.
En las librerÃas de la zona central se conocerá el cementerio sin muertos por “El Mocho”. Sin embargo, se trata de una práctica distintiva que define, fuera del arte, el trato con la corporalidad, los objetos y el vestuario, en la escena local. La pintura solo vino a encubrir el dolor efectivo de la objetualidad pre-institucional. Apareció en la ciudad para conservar la omisión como polÃtica gremial universitaria. El resto lo hizo el comercio de antiques, cuando exportá a Santiago las lámparas de carburo, que venÃan de ser reemplazadas por un dispositivo más moderno.
De este modo, no resulta plausible reconstruir la historia de la escena plástica como si ésta estuviera marcada, hoy, por el abandono de la pintura en provecho de la objetualidad. En términos estrictos, las operaciones actuales no hacen sino inscribir en la escena de arte un trato con lo objetual que habÃa sido omitido por una tradición pictórica transplantada por la pintura académica. La pintura mural de la coyuntura del 1957 al 1964 fue desplazada por la “pintura de caballete” instalada en los Setenta. Esta pintura reprimió en el imaginario local el “efecto Hualpén”; esto es, un imaginario que se habÃa forjado en la consideración de la prueba. Pero, más que una prueba, lo que define esa anticipación reprimida es la construcción de un “gabinete de curiosidades” como cristalización del trabajo del duelo. Eso ya estaba. Y fue repirmido por la pintura académica universitaria. La objetualidad regresa, pero esta vez, recuperada por operaciones de transfiguración de los lugares comunes que señalan la pertenencia a un sustrato simbólico “regresado” para satisfacer una “novela local” de Origen, como Ficción Reparatoria de la Representación del Territorio.
Justo Pastor Mellado
Octubre 2005