Imaginarios Locales (1)

El viernes 9 de octubre, la noche anterior a la apertura del Seminario sobre Identidad Local que organizó el Consejo Regional de Cultura de la Octava Región (Concepción), Arturo Duclos inauguró en la Pinacoteca de la Universidad de Concepción, una instalación que tituló PICNIC. Hay que juntar estas dos cosas: identidad local y pinacoteca. Hace menos de un mes se celebró en Concepción los cuarenta años de la ejecución del mural de González Camarena, con asistencia de los artistas que participaron en dicha faena, entre los que se encontraba Albino Echeverría, actual director de la Pinacoteca y Premio Regional de Artes. No cabe duda que dicho mural, pero más que nada, la edificación de la pinacoteca, ha delimitado la tolerancia formal de un imaginario local específico. A esto hay que agregar que la edificación de la “casa del arte” se realiza a partir de las ruinas recuperadas de la Escuela Dental. O sea, la universidad de comienzos de los sesenta Es capaz de levantar un proyecto desde dos catástrofes: un incendio y un terremoto. Es decir, lo universitario en esa coyuntura construye una representación de las relaciones entre arte, política y cultura en la escena local. Esto debe ser puesto “en línea” con el mural de Gregorio de la Fuente en la Estación (1948/49) y el mural de Julio Escámez en la Farmacia Maluje (1957). La pinacoteca es un momento fuerte en la edificación de una identidad local, definida simplemente como un momento de articulación institucional que se sostiene en una narrativa nerudiana de base. A no desestimar: el rol que juega el propio arquitecto de la pinacoteca, Osvaldo Cáceres en la construcción del imaginario local.

Pues bien. En las movilizaciones contra la política universitaria del Ministro Bitar este último año, los estudiantes de arte de Concepción fueron los únicos que montaron su protesta enunciativa de un modo que era específico de los estudiantes de arte. Tomaron el edificio de la pinacoteca y lo cubrieron “copevamente” con miles de sacos de plástico de supermercado, pegados unos con otros con cinta de embalaje café, formando un tapiz de proporciones gigantescas, que permitió cubrir efectivamente la totalidad de la fachada del edificio. Lo que los estudiantes hicieron fue enviar un mensaje al ministro, embalando el edificio representativo de su Alma Mater. Al embalarlo de ese modo asociaron la política del ministro al fraude de las casas Copeva. Y luego, definieron esa política universitaria como un ofertón de supermercado. Dos imágenes simples que demuelen el autoritarismo ministerial de turno. Al menos, en el terreno de la metáfora. Y por otro lado, los estudiantes se desmarcaban de la enseñanza de la escuela, objetualizando el edificio referencial del arte penquista. El embalaje fue una operación paródica destinada a convertirlo en objeto de consumo historiográfico.

¿Cuál fue el título de esta intervención? O-Mito. Para ser leída como “¡Oh! ¡(que) Mito!”. Cristian Muñoz, joven crítico penquista, escribe en el primer número de revista OVERLOCK, recientemente presentada en Concepción: “O-Mito evidencia el carácter mítico del habla-objeto Pinacoteca y con ello instala la interrogación siguiente: ¿Cuáles son las condiciones que en el medio local alimentan el carácter mítico de los discursos y el habla en torno a la cultura?”.

En esta misma pinacoteca, unos meses después, Arturo Duclos expone PICNIC, que resulta ser un Homenaje a Jorge Matute Johns. No ha habido obras de artistas penquista que hayan abordado en forma pública semejante trama. La extrema cercanía con el proceso de investigación y la intoxicación de inteligencia policial, hizo que los ciudadanos se enteraran en demasía que la falta de pruebas resulta ser una construcción compleja de omisión. Esto hizo que el arte local no se hiciera cargo de manera directa de la abyección “irrepresentable” del sistema de justicia local. El Caso Matute no es un “tema” para el arte, sino un espacio de reivindicación procesual, que pone en discusión el propio valor del procedimiento en la escena de arte. Duclos sabe que trabaja sobre un terreno minado y produce con materiales que han sido clásicos en sus producciones de “arte público”, un relato sobre la “omisión”. En la Pinacoteca, desde “O-Mito” a “Omitido”, PICNIC repone en escena la memoria de los cuerpos.

Justo Pastor Mellado
Octubre 2005

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