Fernando Prats habÃa descendido a la cueva de Ignacio de Loyola para (en)cubrirla con papel de envolver, por dentro. Al cabo de un tiempo, descendió a un pique de Lota para frotar papel canson sobre los muros de carbón. No puedo dejar de pensar en las bolsas de papel para rebajar la hiperventilación de la espiritualidad jesuÃtica. Por la misma vÃa, los papeles frotados no hacen más que recopilar los indicios de una espiritualidad depresiva, que corresponde con las estadÃsticas de la primera ruinificación de la conciencia obrera en la zona de Concepción, ejecutada por el primer Touraine; es decir, de cuando era un simple “chercheurâ€Â  in partibus infidelium.
La fuerza significativa del gesto gráfico de Prats determina la plasticidad de un materialismo que debe pasar a ser inicialmente percibido como un giro interpretativo en la cuenca semántica de los sacramentos de la Iglesia.
El trabajo de Lota se combina con el trabajo de Chaitén, en sus condiciones de inversión material. En Lota, el carbón frotado deja su huella en el papel de artista; en Chaitén, la fotografÃa de los restos de la catástrofe reproduce los indicios de los últimos gestos de quienes tuvieron que ser desplazados.
Para los lectores no chilenos, es preciso señalar que Lota es el nombre de una mina de carbón desafectada, que queda en la mitad del paÃs, a quinientos kilómetros de Santiago. Sus galerÃas son profundas y penetran bajo la capa del fondo marino. Chaitén, en cambio, está en el sur Chile, a más de mil kilómetros de la capital. En Chaitén, la fumarola del volcán formó una columna de diez mil metros de altura. Una lluvia de cenizas cubrió la ciudad, que para colmo de males, fue arrasada por un rÃo. Toda la población debió ser evacuada, con el consiguiente problema social que implica un desplazamiento de esta envergadura. Volviendo a Lota, cuando digo que es una mina de carbón desafectada empleo un eufemismo para referirme a un cierre efectivo que significó el inicio de un proceso de reconversión laboral que ha sido un completo fracaso. Por otro lado, el desplazamiento de la población de Chaitén ha significado, prácticamente, una deportación. El pueblo nuevo comenzará a ser construido en un sitio cercano al de la tragedia.
En su trabajo para Terremoto de Chile –Trienal de Chile-, Fernando Prats toma el eje de Chaitén y de Lota como si fuese una misma lÃnea de desactivación energética, conectando la petrificación con la suspensión de material piroplástico, como dos estados de una materia que provienen de profundidades que hasta el momento, solamente el poder evocador de la pintura de Roberto Matta habÃa logrado poner en escena. Ciertamente, estos estados de la materia hacen referencia a estados de conciencia social especÃfica.
Ya sabemos: no hay que confiarse en el efecto que tiene la fisiognómica fÃsica en la formación del carácter de los pueblos, ¡pero funciona! Los estados de conciencia social, sin embargo, no reproducen una imagen del espÃritu del pueblo, sino del desmantelamiento de la noción de ciudadanÃa. Los habitantes de estas dos ciudades saben que su condición es la de unos sujetos congelados en una pose interrumpida en el “instante decisivoâ€.
El trabajo de Fernando Prats en Lota se relaciona con la pintura de Matta que está en el Museo nacional de Bellas Artes. Me refiero a la pequeña pintura de 1942 (aprox.) que lleva el   El dÃa es un atentado. Esta pintura es prima de la que está en el MOMA, El vértigo de Eros. Por medio de la pintura de referencia, Prats combate el catastrofismo fotogénico y busca las bases originarias de su inversión metodológica, para instalar su trabajo de larga duración en la representación de la decepción.
Los administradores públicos y los funcionarios declaran su victoria frente a las expectativas de manejo del dolor diferido por las cámaras de los telediarios que acompañan las visitas de las autoridades a las zonas de emergencia. Fernando Prats viene a Chaitén cuando ya los medios han dejado de venir; cuando ha habido un tiempo de sedimentación que acelera la pompeyización de los restos. En este sentido, revierte el flujo de la construcción de la noticia, desmantelando la idea que se puede tener de un acontecimiento, estirando al máximo las precarias formas de registro. La ceniza solidificada actúa como un fijador de los distintos momentos de desmantelamiento de los interiores de las viviendas. De este modo, si el derrumbe del paisaje está ligado a la abrupta puesta en evidencia del territorio, el desplome de la familiaridad está directamente vinculado al desarme de la vivienda.