EL REGISTRO DE LA SOMBRA.

La trienal no se realiza en octubre. En verdad, ya está teniendo lugar, ahora mismo, porque ha sido pensada como un dispositivo de articulación de procesos. Esa es la gran utilidad metodológica y ética del trabajo de campo que significa producir el Taller Aiwin., en tres lugares estratégicos, empleando para ello 45 cámaras digitales, con pilas recargables y tarjeta con capacidad suficiente para mil fotografías, en San Juan de la Costa, Cerro Navia y Temuco.

Aiwin, en mapudungun, quiere decir el registro de la sombra mortuoria, del caído.

Al momento de concebir este taller de fotografía destinado a la formación de reporteros mapuches, no se pensaba en que se convertiría en un momento privilegiado de producción de archivo, en relación directa, desde un espacio no artístico, con un espacio artístico formal, como es el caso de la formación del Bloque de Archivos que será exhibida en Valparaíso y Santiago.

Sin embargo, en lo relativo al espacio de arte, los documentos están; solo que no han sido puestos en situación de visibilidad. En el caso de los talleres de fotografía, en cambio, la producción de archivo tiene que ver con la recuperación de la prueba. No hay mejor manera de describir en qué consiste esta situación que la que se plantea en uno de los talleres, cuando una de las asistentes saca de su mochila un titulo de dominio familiar fechado en 1907. Ella lo porta consigo, junto al cuerpo, porque teme que en un allanamiento le sustraigan la prueba documentaria. Cuerpo y documento como línea de resistencia básica en la “conservación preventiva” de los derechos.

El programa del taller adquiere una aceleración particular, cuando quien conduce termina pasa a enseñar cómo se debe fotografiar documentos con luz natural. Ha habido demasiados documentos perdidos en allanamientos. Demasiados documentos quemados en  los antiguos juzgados.  De ahí, la necesidad que las comunidades tengan de registrar sus propios documentos; es decir,  fijar la sombra acarreada de la letra muerta. En suma, producir sus propios archivos, para dotar de referencialidad documentaria a las movilizaciones en curso.

El taller, inicialmente planteado para formar reporteros militantes, clasificaba las producciones en fotos de movilizaciones (violencia de la fuerza policial) y fotos de paisajes perdidos (devaluación del territorio).  Siendo ésta, una clasificación primera, de carácter “empírico”. Sin embargo, partiendo de las movilizaciones y los paisajes terminaron haciendo fotos de papeles, que luego traspasaron a digital y fueron proyectadas en data, en imágenes de dos metros por dos metros. Eso es lo que se llama densidad corporal de la letra.

En términos más estratégicos aún, se puede decir que estamos en los prolegómenos y que el proyecto de producción de archivo recién comienza en octubre. Lo que ha tenido lugar, en este proceso, ha sido el montaje de oficinas de producción que, una vez inaugurada la trienal, debieran tener la suficiente fortaleza orgánica y autonomía para que sus acciones persistan en un tiempo largo.

Una vez más, la trienal se trabaja, se produce,  en el-mas-allá-de-la-trienal.  Esto quiere decir que en el mes de julio participa en los talleres, Nelson Garrido,  el artista y fotógrafo venezolano, que ha sido invitado como artista-editor-de-campo. Su tarea es, justamente, darle cuerpo a la enseñanza de la edición; habiendo sido asegurada la etapa de formación básica para la obtención de un fondo de imágenes propias, que resume el carácter del taller; a saber, devolver la imagen. Es decir, pasar a ejercer la autonomía productiva de las imágenes-de-si.

Por eso hay que insistir en la noción de editorialidad, ya que su ejercicio es lo  lo que garantiza la permanencia de las iniciativas y su conversión en práctica específica de reportaje. Espero que se entienda, finalmente, por qué insistí desde un comienzo en hablar del curador como editor, ya que esta es la manera de afirmar la especificidad de la trienal, aún en los momentos en que el fantasma de su inviabilidad acecha. La realización del Taller Aiwin hace viable la intervención de la trienal como proceso actualizado, en el aquí y en el ahora de su enunciación autorepresentativa.

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