Una bienal sirve para constatar la producción estilÃstica de las instituciones. El Consejo Nacional de Cultura destinó tres pasajes para que artistas chilenos pudieran asistir al montaje de sus obras. La ChancillerÃa solo pudo destinar un pasaje, para que Matilde Pérez pudiera estar en el montaje y la inauguración. Se lo merecÃa. Todos se lo merecÃan. Pero no se pudo obtener más apoyo. Se me hizo entender que era complicado que el Estado se involucrara en esta bienal, porque “ellos” no definÃan al curador. Curioso argumento. No se trata de privilegiar a un curador sino una polÃtica de inserción internacional. Pero bueno. Que le vamos a hacer. Los argentinos no pensaron igual y destinaron pasajes para todos los artistas. Y no solo eso. La encargada de cultura de la ChancillerÃa asistió a la inauguración para estar con los artistas. El cónsul argentino en Porto Alegre organizó una recepción en homenaje a sus artistas. En momento alguno mostraron incompatibilidad entre nombramiento de curador y apoyo a la difusión general del arte argentino.
A esto se agrega el hecho que el presidente de la Fundación ArteBA, Mauro Herlitzka se movilizó personalmente, acompañado de otros coleccionistas, para apoyar a los artistas argentinos. Y finalmente, estuvieron presentes corresponsales de cultura de los principales medios de Buenos Aires. ¡Ah! HabÃa también, algunos galeristas. En el caso de los mexicanos, la propia embajadora de México en el Brasil viajó a Porto Alegre para estar en la inauguración. Y por cierto, sin poner en duda el que el curador no hubiera sido nombrado por “ellos”, México financió los pasajes de todos los artistas invitados, algunos de los cuales trajo desde Europa y de los Estados Unidos. No hará más comentarios. Solo que en el dÃa de la inauguración me enteró que cuatro artistas argentinos habÃan recibido ofertas de compra de sus obras, por parte de los coleccionistas que se habÃan desplazado hasta Porto Alegre.
Como digo, esta es una situación que excede el nombre del curador. Las polÃticas inscriptivas son mucho más amplias y generan un cuadro de relaciones que deben configurar plataformas de consolidación de los nombres de artistas en el circuito internacional. Pero como en Chile “ellos” se las saben todas, ya que siguen pensando que la mejor polÃtica es someterse a las presiones de patio chico para defender sus esferas de influencia administrativa. No hay visión más allá de los lÃmites de sus oficinas. Eso parece no revestir gravedad alguna frente a los pronósticos de las encuestas electorales.
El problema es otro. PolÃtico. Pero de polÃtica pequeña. De aquella que toma al arte y la cultura como ilustración banal de una plataforma de corto alcance. El ministro de cultura viaja a Haità y se hace acompañar por artistas que terminan pintando un mural. Todo está bien. Haità es el “concepto” que nuestro gobierno produce para conquistar influencia en la zona del Caribe. Dicha zona es una plataforma de negocios (diplomáticos, polÃticos, económicos). Todo debe ser invertido para apoyar esta iniciativa de ficción exterior. Resulta más que probable que esto se vincule con el fortalecimiento de la legitimidad de Insulza en la OEA. La cultura debe servir para este negocio inmediato, junto con el esfuerzo de formación policial de nuestros carabineros.
Lo que hay que entender es que en Porto Alegre no hay nada que jugarse desde una polÃtica de gobierno. Más aún cuando el nombre de la ciudad está ligada al Foro Social. No es bueno para la imagen de un gobierno como el nuestro. Lagos no es Lula. Es decir, decepciona menos. Sin embargo, no era posible que el gobierno invirtiera en la bienal del MERCOSUR. Por la simple razón de que a los brasileros no se les puede manejar. Entonces, nos hacemos fuertes en HaitÃ. De ahà que los esfuerzos para inscribir la autonomÃa del arte chileno no está en el horizonte de las preocupaciones del ministerio de cultura. El gasto del desplazamiento a Haità podrÃa haber cubierto el gasto del envÃo chileno a Porto Alegre. Ciertamente no son objetivos comparables en el marco de una polÃtica “neo-colonial” chilena. A fin de cuentas, podemos jugar en Haità nuestra ficción de “hermano mayor” de alguien. Para la bienal, en cambio, nuestras autoridades de cultura nos hacen el trabajo de presentarnos como “hermanos menores”. Esta posición no es el efecto de un descuido, sino un acto de elaborada eficacia destinado a mantener con el arte una relación punitiva, que le impida levantarse como conciencia crÃtica de la cultura.
Justo Pastor Mellado
Octubre 2005