FICCIÓN Y NO-FICCIÓN

En un texto anterior sostuve que la novela era un refugio. Pensé en la necesaria distinción entre un texto literario y un texto no literario, que va asociada a la otra necesidad de declarar lo que corresponde a la diferencia entre ficción y no ficción. De este modo, edifiqué una plataforma formal de sustitución destinada a tratar una tercera separación, esta vez, entre un objeto de análisis proveniente del campo de las artes visuales y un objeto de análisis propio de las ciencias humanas; en particular, el espacio de la crónica política como un género de nuevo tipo que se ha instalado en el debate mediático. De ahí que bajo la fórmula de un análisis político encubierto busqué la manera de abordar el desplazamiento de los términos que anclan una obra, en un espacio que considero particularmente depreciado.

La novela puede ser un espacio de encubrimiento crítico trabajado en la frontera de la verosimilitud por derivación metonímica. En un proyecto literario concebido a fines de los ochenta, la matriz generativa del espacio narrativo se localizaba en el primer párrafo de la obra de Marx, “El dieciocho brumario de Luis Bonaparte”. En el proyecto de encubrimiento literario en la actual coyuntura, la matriz expansiva se ubica en el capítulo quince de “El Príncipe”, de Maquiavelo, cuando se refiere a la verita effetuale. Esto que podría ser una plataforma de análisis de fuerzas del cuadro político, es empleado en la descripción de masas textuales que dan origen a transformaciones lexicales impensadas, todas provenientes de características textuales de superficie organizadas a partir de una palabra clave, como por ejemplo, sería el caso de la palabra “recadero”, que remite a la de “parásito”, y luego a la de “operador interministerial”, “jefe de gabinete”, “vocero”, “sub-secretaría”, “secretaría”, como factores generativos de circulación de síntomas variables de manejo organizacional, en un espacio en que las burocracias imponen sus narrativas de autoprotección para convertirse en “clase dominante”.

Asociada a la estructura descrita, la imagen del topo puede ser de gran utilidad para situar a los portadores de relatos. No se trata, sin embargo, del “viejo topo” de la historia del que hablaba Rosa Luxemburgo, sino del topo en su acepción “gaullista”, como un recadero de segundo orden, que guarda la información para sí, ya que interpretan la lengua de sus mandantes y los despojan de sus propias autonomías, cumpliendo literalmente sus mandatos allí donde la autoridad les exigía un poco de ficción proyectual. Incapaces de concebir y de construir hipótesis de grandeza, se afirman en la sombra y en el seudo-anonimato, cavando las galerías y acondicionando trampas en el suelo, de manera que su propio mandante se tropiece. Pero finalmente, es la lógica de los recaderos la que establece los traslados de sentido entre la lengua de origen (de la autoridad) y la lengua de arribo (del funcionario). Aunque se me dirá que la autoridad concibe su modelo de manejo suponiendo que el recadero va a establecer esta distancia literal, porque debe otorgarle el beneficio suplementario de la ganancia sectorial. Al final de la serie será posible encontrar la certeza de que hasta la propia autoridad depende de un recadero intermediario de grado superior, que desde fuera de su dominio, la legitima.

En virtud de lo anterior, estableciendo la distinción entre estas dos matrices generativas, resulta complejo deslizar el argumento de que la no-ficción es un procedimiento de encubrimiento de unas ficciones que no alcanzan a ser sostenidas, faltas de escenas narrables como de agentes articuladores de relatos. Solo me basta con disponer de grandes masas textuales destinadas a encausar combinaciones previsibles desde situaciones fónicas que realizan funciones de inducción, como es el caso con “secretario”, “secretaría”, “secretaria general”, “secretariado”, “secreto”, etc., que son palabras que remiten a la circulación regulada de un tipo de discurso (Informe Político) sobre cuya estructura se sostiene la novela política chilena; que no alcanza a encubrir los procedimientos literarios de la novela chilena de la política.

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