Ayuda-Memoria

 

Recibí hace unos días la invitación electrónica a la inauguración de la exposición Narciso, de Angela Ramírez. Esta tendrá lugar el 15 de febrero, en el Hall Central del edificio del Consejo Nacional de Cultura y de las Artes en Valparaíso.

La invitación reproduce la fotografía de la mano izquierda de la artista, sosteniendo entre sus dedos pulgar e índice un documento gráfico. Este gesto repite aquel que se suele ejecutar cuando, faltos de pinzas, frente a las cubetas en el laboratorio de fotografía, se intenta apurar inútilmente el revelado de una copia.

 

La otra asociación que se me plantea es la de la manufactura de un torpedo; es decir, esa construcción gráfica realizada para cumplir tareas de recordación bajo situaciones de excepción, como podía serlo, por ejemplo, una prueba escrita en el colegio.

Estas dos asociaciones me resultan de gran utilidad para introducir lo que deseo plantear. En efecto, lo que Angela Ramírez manipula es algo que nos va a revelar y cuyos indicios aparecen reproducidos en la imagen-documento. A esto se agrega el carácter del torpedo, ya que el documento en cuestión debe actuar como una “ayuda memoria”.

Al mismo tiempo que recibo esta invitación, escribo el primero de una serie de entregas SOBRE LAS DIFICILES Y COMPLEJAS RELACIONES ENTRE LOS CENTROS DE ARTE Y EL APARATO ESTATAL. La sede del CNCA no es un “centro de arte”, sin embargo una práctica de decoración del interior de las sedes ministeriales “le lleva” convertir los espacios de ingreso en “salas de exhibición”. Resulta más que probable que altos funcionarios del servicio consideren que no puede haber un espacio sin llenar. Se ha impedido una vez más que el público pueda apreciar la importancia de los espacios monumentales sin tener que recurrir al relleno. Eso se llama “horror al vacío”.

El caso es que se dispone de un hall que puede ser tomado como sala de exhibición. Ni el teatro ni la música pueden ser acomodables en los espacios de ingreso. A menos que sean intervenciones temporales. En el CNCA la presencia de las artes visuales es tratada como “invitada temporal”. No son susceptibles de ingreso por corte de boletos.

Todo lo que se exponga en un espacio de acceso, será siempre temporal y accesorio, porque la noción de accesibilidad domina sobre la de exhibición. Los usuarios del servicio deben salir de allí con la impresión de que es un edificio destinado a “cosas culturales”. Eso está muy bien. Da para escribir sobre el nuevo interiorismo estatal.

El tema es que Angela Ramírez acepta estar en ese lugar, para colocar en el propio acceso ministerial, su obra, como “ayuda memoria”. Este debiera ser el verdadero título de la exposición.

Ahora bien: ¿de qué “memoria” se trata”? La respuesta no se hace esperar: la memoria de un procedimiento de censura. Sin embargo, como intentaré demostrar, se trata de algo mucho más grave que una simple censura. ¿Qué puede haber más grave que una censura? La impunidad que le va aparejada, teniendo como cómplice al propio aparataje de la administración del Estado.

Escribí la palabra aparataje, para señalar su diferencia con el aparato. Diré que el aparataje es el suplemento activo que todo aparato produce para encubrir su práctica de obstrucción concertada.

El aparataje vendría a ser aquella estructura de justificación a finish de un acto de ineptitud de un servicio. Y como en toda administración, la responsabilidad que le cabe a un jefe pasa por producir la justificación de lo injustificable.

¿Qué tiene que ver todo esto con la obra que Angela Ramírez está montando en el hall del servicio cultural más importante del país? Angela Ramírez ganó un concurso en el que un jurado soberano le adjudicó la producción de una obra de arte que debía ser instalada en el Centro de Justicia de Santiago. El Ministro de Justicia consideró que la obra no reflejaba el espíritu de la nueva reforma judicial penal. Mandante de la obra, se negó a aceptar

el veredicto del jurado. El Ministro de Obras Públicas apoyó a su colega, arguyendo que si no le gustaba la obra éste tenía todo el derecho a desistirse del compromiso de ejecutarla. Requerido el presidente del CNCA ante esta situación, no tuvo mejor iniciativa que dilatar toda iniciativa hasta entregar su cargo.

En el hall central de la sede porteña Angela Ramírez expone su “Ayuda Memoria”, como una operación de auto-reparación mínima, en la medida que el propio CNCA carece de poder efectivo para resolver esta situación de más-que-censura.

 

 

 

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