De regreso a casa, escuché en Radio Cooperativa las declaraciones de Miguel Lawner, uno de los arquitectos que proyectó y construyó el edificio de la UNCTAD. Iván Valenzuela hizo bromas sobre el desconocimiento que tenÃa acerca de lo que Lawner relató. En efecto, no recordaba lo que habÃa significado para la ciudadanÃa, el funcionamiento de ese edificio en su diseño original. Lawner hablóde la transparencia y de la flexibilidad del edificio, de sus accesos y de los trayectos que permitÃa entre la Alameda y Villavicencio, sin dejar de mencionar que desde la vereda se veÃa el interior el casino autoservicio abierto a todo público. Ese solo relato bastaba para señalar el aporte simbólico que dicho edificio tenÃa en la construcción del espacio público durante ese perÃodo.Justamente, por eso mismo, la dictadura lo clausuró como emblema de uno de los triunfos diplomáticos de Allende, que pudo realizar aquÃ, la conferencia para el comercio y el desarrollo. Era, entonces, una construcción realizada contra el tiempo y que fue recibida como un aporte en perspectiva. Dicho edificio serÃa destinado a acoger un gran centro cultural. Que curioso que Lagos no haya re-construido un centro cultural en este sitio. Hubiera sido mucho. No ha habido fuerza polÃtica para recuperar el edificio que, originalmente, llevó el nombre de Gabriela Mistral. Ni la democracia pudo re/nombrar el edificio, porque tampoco era necesario levantar la imagen monumental de un Allende histórico, con todas sus contradicciones.
De verdad, el relato de Lawner rescató una migaja sobrante de historia que ha sido mantenida en la omisión. Ese lugar era un espacio ciudadano. Fue convertido en un bunker. La democracia concertacionista no lo desbunkerizó. No le convenÃa. Por eso, el comentario del Ministro Ravinet es patético: no habÃa presupuesto de mantención. Jorge Sepúlveda T., curador del proyecto “Movilidad Social“, me puso en la perspectiva justa. El edificio de la UNCTAD se habÃa mantenido demasiado en la memoria, como un espacio público disponible para su derrumbe.
Ahora bien: la falta de credibilidad en nuestras autoridades nos hace pensar que el origen del incendio no haya sido casual. Pero no tenemos pruebas. Jamás habrá pruebas. De todos modos, la noción misma de mantención ha sido puesta en crisis. Ya no se trata del viejo edificio de la UNCTAD. Sino del estado de nuestros establecimientos escolares. Esta conexión es de rigor, en estos dÃas. ¿Podemos, los ciudadanos, vivir confiados con que la noción de mantención edificatoria del Estado se sostiene?.
Hagamos ficciones: el incendio “tiene que haber sido” intencional. Es decir, vocacional. El mismo dÃa que Pablo RodrÃguez reclama porque los supuestos delitos de Pinochet ya estarÃan prescritos. No se pregunta por el estatuto del delito, sino que apela a su prescripción. Por lo tanto, no procede siquiera hablar de eso. Aunque, este centro de convenciones puede ser un emblema de la vieja memoria allendista, entonces, en el momento de la Transmisión del Mando, resulta coherente arruinar la “memoria arcaica” de la propia presidenta y hacerle un regalito con nombre y apellido, desde quienes han sido abandonados por los poderes fácticos que clamaron por su histórica intervención. ¡Que maldad!.
O bien, pensar que este incidente tiene lugar en el aniversario de la muerte de Gladys MarÃn. Lo cual nos lleva a retomar las palabras del Ministro Ravinet: problemas de mantención de las instituciones. Justamente, en el momento del traspaso de poderes, la cuestión de la mantención del modelo de referencia es lo que impone su lógica.
El derrumbe de esa parte del edificio de la UNCTAD es directamente proporcional al entierro del “significante mecánico”asignado con el nombre Renoleta/Citroneta. El nombre UNCTAD hace triangulo con los otros dos, ya que fue sepultado como ruina de un modelo edificatorio de socialidad y corrió la misma suerte que los motores de los vehÃculos que se desentierran en Villa Baviera.