TRIENAL DE SANTIAGO – Informe de localización

INTRODUCCIÓN

La Trienal de Santiago es un dispositivo de producción de ciudadanía que interviene en el campo social desde la puesta en escena de unas prácticas determinadas de arte contemporáneo. Desde su primer planteo se definió como un aparato de intervención de la vida cotidiana. De este modo, opera en el centro mismo de la crisis actual del espacio público como un vector de resistencia y busca modificar esta situación a través de la acción de los ciudadanos. Esto quiere decir que la regulación de los procesos y desajustes que se derivan de la urbanización es el efecto de acciones llevadas a cabo por sujetos sociales en posesión de intereses diversos, que elaboran procedimientos de negociación y de conflicto que intervienen en la construcción y gestión de la ciudad. En otras palabras, el ciudadano es el sujeto que practica su derecho al conflicto urbano convirtiendo los espacios públicos en instancias de participación política. Esto implica una acción colectiva caracterizada por la capacidad de enunciar unas demandas que contravienen el orden establecido, en términos de Castells, a partir de las contradicciones específicas de la problemática urbana; contradicciones que expresan la incapacidad de los modos de urbanización actuales para satisfacer las demandas de los habitantes. El propio Castells distingue entre movimientos urbanos y movimientos sociales urbanos, donde los primeros remiten a movilizaciones relativas a reivindicaciones urbanas que reaccionan ante formas estructuralmente agotadas, y los segundos producen de manera autónoma valores sociales cualitativamente nuevos. Nos referimos entonces a aquellas acciones colectivas de reivindicación y de defensa de ciertos modos de vida ligados a espacios urbanos simbolizados y significados por sus habitantes.

Lo que presento a continuación es el ensayo de localización de potenciales residencias de artistas, en el marco de la Trienal, entendida como un “monumento público” de nuevo tipo. Es en este sentido que se juega por habilitar un modelo de trabajo que contempla la relación de un artista con una comunidad determinada de actores sociales. Hemos escogido un proyecto de revalorización urbana (Anillo Interior), pero teniendo claro que las prácticas artísticas que definen la Trienal no están destinadas a configurar un nuevo tipo de estética burocrática, solidaria del exhibicionismo institucional de la decoración urbana neoliberal. Por el contrario, la Trienal es promotora de un arte público  que gestiona en el seno mismo de las instituciones  una transformación crítica de la cultura. Esto significa elevar el nivel de conciencia frente a la experiencia urbana, con la convicción de que todavía es posible establecer un diálogo con la “arquitectura del cotidiano” y los “lugares de memoria”. Las prácticas artísticas poseen una materialidad simbólica, un gran capital analítico, que toma prestados los procedimientos de legitimación de otras disciplinas pero que no se subordina a ellas, porque cuando éstas pretenden reducirlo a su campo de intervención, estos ya se han desplazado hacia nuevas formas de ficción. La arquitectura del cotidiano a la que me refiero está directamente ligada a la existencia de comunidades vulnerables que deben poner en función un plus de energía para impedir ser arrasadas por la “decretalidad” de la autoridad de gestión urbana. Incluso, uno de los propósitos de este Informe es fijar los límites a la “decretalidad” del arte contemporáneo, en que muchas prácticas adquieren un gran estatuto discursivo en el debate actual sobre arte y política, pero que en términos estrictos  forman parte de nuevas estrategias de decoración institucional. Este es un fenómeno que permite desarrollar, sin embargo, proyectos críticos en el seno de las instituciones, como condición de existencia de éstas mismas. 1.- VILLA PORTALES La Villa Portales está ubicada entre las  avenidas Portales y  General Velásquez, en las proximidades de la Estación Central. Si bien no está directamente situada en el trayecto del Proyecto Anillo Interior, ocupa una zona fronteriza, ya que coincide con uno de los extremos de la Quinta Normal. Junto a otros proyectos de vivienda realizados entre los comienzos de los años sesenta y comienzos de los años setenta, como la Remodelación San Borja y la Villa Frei, la Villa Portales presenta características inéditas, que la han convertido en el síntoma de una “modernidad prematuramente arruinada”. Villa Portales es un proyecto urbano que posee un correlato con un proyecto  de sociedad cuya filiación proviene del urbanismo europeo de la re-construcción de post-guerra,  en estrecha relación con un modelo de Estado de Bienestar. Este hecho es de crucial importancia para comprender tanto su  propuesta socio-espacial como su modelo de gestión criolla, sobre todo en relación al tipo de  crisis a la que ingresa por efecto de  las mutaciones de la historia social chilena de mediados de los setenta. El derrumbe del Estado anterior a 1973 resulta clave en esta crisis puesto que el proyecto urbano de la Unidad Vecinal Portales, tiene necesariamente su correlato en una concepción negociación entre demandas de vivienda y posicionamiento ascendente de sectores medios, propios de la coyuntura de comienzos de los sesenta. Se trata, no tanto de vivienda social básica, sino de un concepto de inscripción simbólica de nuevas capas medias profesionales que, después de los años setenta quedan en total estado de indefensión. Su implantación como proyecto significó una brusca ruptura contextual en un enorme paño urbano de  trama ortogonal y fachada continua: Santiago Poniente y Quinta Normal. Según  Fernando Castillo, uno de los arquitectos responsables del proyecto, la Villa Portales diseñó a partir de tres postulados básicos. El primero consistió en un monumental cambio de escala en las estructuras del espacio cotidiano  “cuyas medidas se determinaban por el bloque haciendo abstracción de los anhelos, vida y relaciones  humanas de la gente que habitaría en él”.  El segundo principio fue la ocupación del espacio verde como un capital social, en oposición a la figura  del loteo, que lo privatiza (ante jardín y patio trasero). La cuestión del paisaje fue un elemento clave: por una parte,  en relación al paisaje del valle de Santiago que experimentaría el enmarcado de los bloques de mayor altura; por otra parte, un paisaje en diálogo con el entorno de la  Quinta Normal orientado por los bloques de cuatro pisos; y finalmente, el verde del encuentro en la vida  cotidiana, enmarcado por viviendas unifamiliares de dos pisos. Y el tercer principio general al que apela Fernando Castillo consiste en el acceso controlado del automóvil. En cuanto a la vivienda, el proyecto se proponía ofrecer departamentos de dos pisos bien  equipados y de gran tamaño, buscando montar un espacio residencial de calidad. La novedad del proyecto despertó un gran interés en los medios de arquitectos de ese entonces que no trepidaron en tildarlo de vanguardista, mereciendo la portada de un número de Architecture d´aujourdhui. Sin embargo, la unidad vecinal experimentó desde mediados de los años setenta un deterioro importante de sus condiciones de habitabilidad, que la convirtieron durante los ochenta y los noventa en un lugar estigmatizado. En los últimos años, la Villa Portales se ha convertido en el objeto de estudio de numerosas iniciativas académicas y de arquitectos independientes, que buscan reconstruir las condiciones de un deterioro que alcanzó rasgos preocupantes. De este modo, sus moradores han sido puestos una vez más bajo la “mirada vigilante”, esta vez desde iniciativas que buscan regenerar los lazos de vida comunitaria. Colectivos de arquitectos y artistas reunidos por las iniciativas de la revista Spam_arq y Aparición Pública, han tomado la Villa Portales como un objeto paradigmático en una estrategia de recuperación de identidad arquitectónica y social. Al mismo tiempo, Villa Portales ha sido incorporada a un programa especial de recuperación de barrio, gestionado por el Ministerio de la Vivienda. Estas tres menciones anteriores hacen de Villa Portales un lugar de intervención posible en el marco de la Trienal. Existe, por un lado, la necesidad de reconstruir la historia de las  incongruencias entre el proyecto y su realidad. Sin embargo, las reconstrucciones son planteadas desde modelos de habitabilidad que no contemplan la especificidad generativa del proyecto original, que funcionaba en el seno de otra episteme de la ciudad. Resulta fácil en el día de hoy recurrir a las proporciones de la operación,  que la hacen difícilmente controlable o apropiable por parte de sus habitantes.  En una superficie de  terreno de 31 has., ocupada sólo en un 20% por la edificación de 1890 viviendas, sus 11.000 habitantes no  logran organizarse para asegurar condiciones mínimas de administración, haciendo  con ello abandono del espacio público. Por lo demás, no era posible prever   el cambio de modelo de gestión urbana del Estado en el Chile de comienzos de los años sesenta. Como todos los estudiosos señalan, el supuesto que asignaba la administración de este tipo de conjuntos habitacionales de gran tamaño a las instituciones  públicas, en el contexto del estado benefactor, pasará en 1973  a ser cuestionado y abandonado,  transfiriéndola a sus propietarios sin mediar estrategias realistas que la hicieran efectiva. Si bien la Villa Portales sigue  siendo vista por los jóvenes arquitectos y urbanistas  como un emblema de “arquitectura moderna adecuada”, desde los relatos de sus propios habitantes  es percibida y vivenciada como un lugar estigmatizado. Las razones van desde una cierta inadaptación social al  proyecto por la  referencia campesina de su población original, hasta la inmovilidad social profundizada por  la dictadura, hasta el envejecimiento y deterioro de la situación económica de su  población. Todo esto permite concebir una creciente disociación y contraste crecientes entre los progresos del entorno y el deterioro de las  condiciones de vida en su interior. No cabe duda que el proyecto de sociedad que sustentaba su viabilidad como proyecto fue profunda y drástica modificado a mediados de los años setenta. Muchos estudios coinciden en que Villa Portales no es ajena a todo lo anterior. Ni siquiera se puede sostener  que se trata de un “hermano pequeño” de lo que fueron sus  grandes referencias en la arquitectura internacional. Por el contrario, en el contexto de su deterioro social, verificable a nivel de la vida cotidiana, la edificación ha resistido dignamente y puede ser reivindicada todavía como una de las mejores expresiones de la arquitectura chilena. Sin embargo, en la actualidad, el habitante, frente al  abandono del  Estado e incapaz de identificarse al lugar, resiste  y construye  espacios intermedios apropiables para producir lugares. Este es el gran potencial para un programa de residencia de la Trienal. No tanto la Villa Portales como un emblema de modernidad frustrada, sino como espacio de reconstrucción de ciudadanía. Aquí se encuentra una clave  de gran valor: las estrategias que desarrollan los  vecinos para activar lugares de vida  dentro de este universo deteriorado. Las primeras observaciones, levantamientos y entrevistas de terreno que han realizado numerosos investigadores (arquitectos, urbanistas, antropólogos) sugieren  la existencia de micro-estrategias organizativas y de acondicionamiento del espacio, que se alojan en  sus intersticios dando forma y estructura a las relaciones entre lo público, lo colectivo y lo privado en  la micro-escala de proximidad. 2.- BARRIO YUNGAY En la actualidad, el Barrio Yungay se inscribe; por el norte en La Avenida San Pablo, por el sur en la Alameda Bernardo O´Higgins, por el este, la Avenida Ricardo Cumming y por el oeste, la Avenida Matucana. El Barrio Yungay incluye el Parque Quinta Normal que se encuentra al Poniente de la Avenida Matucana que es el espacio público más importante, no sólo del barrio, sino de todo el sector poniente de la ciudad. Este barrio puede ser considerado como un espacio pericentral de Santiago, concepto que refiere a las zonas que se despliegan  alrededor de “centro céntrico” y que configuran espacios de transición entre aquel y la periferia urbana [1]. Su surgimiento en el año 1841, es producto de la iniciativa del Presidente de la República de la época, quien la erigió como una nueva población en el centro poniente de Santiago y cuya denominación se da en conmemoración de una célebre batalla contra la confederación Perú-Boliviana. Es uno de los más antiguos barrios de Santiago y constituye la primera instalación humana planificada, después de la creación del Barrio Cívico de la Ciudad de Santiago. Junto con las calles y casas se construyó un ágora en el centro del barrio, conocida como Plaza Portales. En 1888 se inauguró en el centro del ágora una figura esculpida por Virginio Arias, a la que se llamó “El defensor de la Patria”, pero años más tarde fue bautizada como El roto chileno, en honor a los soldados chilenos que pelearon en la guerra de 1839. Desde un comienzo esta plaza fue un centro de reunión vecinal, donde las señoras y caballeros salían a pasear durante las tardes o para discutir sobre la actividad política. A partir de esto, comenzó a expandirse el sector, hasta llegar a los límites actuales. Las familias más acomodadas de la época instalaron allí grandes casonas, algunas de las cuales aún siguen en pie, otras sucumbieron a la “modernidad” representada en grandes edificios que rompen con la tradición arquitectónica del lugar. Incluso en la época de mayor auge del sector tuvo su estación de tren. Posteriormente, el sector fue habitado por la clase media y familias de escasos recursos, quienes originaron alrededor de 65 cités. En palabras de Miguel Laborde se trata de un barrio con  “una historia particular (…) Campesinos, vino tinto y casas de remolienda crearon todo un ambiente al exaltar las tradiciones y costumbres criollas propias del bajo pueblo, de cultura bohemia, pintoresca y repleta de diversidad. En torno a esto se creó una personalidad propia con fuertes raíces nacionalistas, contrastando con el Santiago oligárquico y arribista que habitaba en los alrededores del centro, al que sólo le interesaba transformarse en un pequeño París y en donde lo proveniente de Europa era considerado de culto y digno de imitación. Este ambiente atrajo a varios artistas e intelectuales que encontraron aquí el escenario perfecto para las aventuras de sus personajes literarios, la inspiración para su poesía y los paisajes para sus pinturas”. Muchos extranjeros se enamoraron de este lugar y permanecieron aquí durante su estadía en Chile o hasta su muerte. El intelectual argentino Domingo Faustino Sarmiento -quien se refirió al barrio Yungay como un “pueblito de las afueras de Santiago”-, el científico polaco Ignacio Domeyko, el poeta y creador del himno nacional Eusebio Lillo, son sólo algunos de tantos que hallaron el lugar ideal para las interminables tertulias con sabor a vino tinto que se realizaban cada noche en alguna casa de puertas abiertas. Este pluralismo y la heterogénea mezcla de gente, razas y credos, logró respetar la libertad de religión entre católicos y grupos laicos, estos últimos menospreciados por la aristocracia terrateniente, por lo que Yungay se llenó de Iglesias, conventos y casas de acogida, muchas de las cuales eran subvencionadas por vecinos para que a nadie le faltara comida y un lugar donde dormir [2]. Su importancia y desarrollo se debe a varios factores, entre ellos su vecindad con el camino Real –hoy calle San Pablo- y el gran tráfico hacia el puerto de Valparaíso, la subdivisión de terrenos y su incorporación a la creciente demanda inmobiliaria de la ciudad capital, la creación de la Quinta Normal [3], como campo de experimentación agrícola y, entre otras, la instalación en el nuevo barrio de parte de la aristocracia de la época y algunos intelectuales contratados por el gobierno para ayudar al desarrollo cultural y científico de la república.  Recordamos que la Quinta Normal albergó al Museo de Bellas Artes antes de  su traslado a su actual ubicación en el Parque Forestal. El barrio también empezó a experimentar un fuerte crecimiento demográfico, es así como a las pocas décadas de su creación ya superaba las 6.000 personas consolidando su función residencial, la que va apoyada por la creación de varios servicios, como iglesias, hospederías, establecimientos educacionales y otros. Sin embargo en muchos rubros continuaba dependiendo del abastecimiento desde el centro cívico y el entorno de la Plaza de Armas. La década de 1930, marca el término del auge del Barrio Yungay, cuando las familias ahí establecidas lo abandonan en busca de mejores condiciones medio ambientales. Sectores de las actuales comunas de Ñuñoa y Providencia emergen bajo el lema de ciudad jardín, y ofrecen mejor equipamiento, clubes deportivos y parques tales como el Parque Bustamante y el Japonés. A partir de ese momento, el Barrio Yungay y todo el sector poniente de Santiago comienza un paulatino proceso de deterioro. Las familias de clase media y posteriormente las más modestas comienzan a ocupar las residencias que son dejadas por los grupos de mayores ingresos que emigran. De esta forma se descuida la mantención de las viviendas, se les subdivide y se transforman ignorando el valor patrimonial de muchas de ellas. Esto ocasiona una disminución de las inversiones, desvalorización de las viviendas, el precio del suelo y la instalación de numerosas pequeñas empresas del tipo productivo. En un estudio de Jaime Aymerich Hegnauer [4], de la Universidad Bolivariana –la que ha hecho varios aportes investigativos respecto del sector-, señala que del total de edificaciones del barrio, el 70% corresponde  a una función principalmente residencial y tiene equipamiento micro comercial muy bien evaluado por los vecinos. Sin embargo, combina esta característica con comercial e industrial que alcanza el restante 30%, más algunas instalaciones que sin ser mayoritarias en número, instalan una población flotante diaria, de relevancia para el paisaje urbano, como es el caso de las universidades privadas que hace un par de décadas se ubican en el  sector.  Esta distinción en cuanto a las funciones de las edificaciones, también tienen una distribución espacial; en el norte del barrio el 83% es residencial y en el sur en cambio, es sólo un 63%.  En el sub-barrio Estación, se ubican la mayor cantidad de edificaciones destinadas a actividad económica. La forma de hábitat urbano  en el barrio es una textura  compuesta por un sector antiguo predominante, con casas pareadas de uno a tres pisos, de variada antigüedad y estado de conservación. Su valor urbanístico radica en que hay zonas donde las construcciones del XIX aún se conservan muy bien. En la actualidad hay construcciones más modernas de no mucha altura y no se puede hablar de una sola que no mixture arquitectura de época y estilos variados (“estructura heterogénea y abigarrada”). Según informes de expertos, en las edificaciones  del sector sur poniente, existe un estado de conservación aceptable, salvo en la zona norte (San Pablo) donde el deterioro de las casas antiguas es visible y es justamente una de las zonas de mayor inversión inmobiliaria reciente. Entre las áreas verdes y además de la ya mencionada Quinta Normal y la plaza Yungay, se encuentran pequeñas plazas: Chacabuco, Rozas, Maipú, Cueto, San Pablo y Cautín. El aniversario del Barrio, en homenaje a la victoria sobre la Confederación Perú – Boliviana, se celebra el día 20 de Enero en la Plaza Yungay, donde históricamente se han realizado fiestas populares, bailes y ventas de comidas típicas. Todos los años, se reúnen en torno a la Plaza, celebrar esta fecha histórica, un grupo de hombres llamados los “Amigos de la Plaza Yungay”, quienes se caracterizan porque en alguna etapa de sus vidas vivieron en el barrio. La Quinta Normal alberga en su interior al Museo Nacional de Historia Natural En Compañía 2799, está la Peluquería Francesa, icono del sector y lugar de culto de todo aquel que sienta que el corte de barba con navaja en sillas del siglo XIX en manos de Don Manuel, su dueño, es una experiencia inolvidable en el siglo XXI. Está ubicada ahí desde 1925, anteriormente se encontraba en Santo Domingo pero un incendio a principios del 1900 destruyó totalmente sus instalaciones, por lo que Don Emilio Lavaud Lamothe (1896-1988) la trasladó a su ubicación actual. Ahí hay fotos de grupos como La Ley, Pánico y Los tres [5], artistas que en sus comienzos eran asiduos clientes del lugar, el que tiene público de todas las edades y en donde damas y caballeros están en sectores separados, porque antiguamente no era bien visto que estuvieran juntos en una misma habitación [6]. Un poco más arriba, hacia el oriente, se encuentra el Teatro Novedades. Este lugar nació a comienzos de siglo como cine en donde se proyectaban películas mudas acompañadas por un pianista que amenizaba el silencio de las imágenes. Luego de la gloria de los primeros años vino el abandono que durante décadas se apoderó del mítico Novedades. En 1993, la Municipalidad de Santiago tomó el compromiso de su restauración y puso nuevamente en marcha su historia. Desde entonces funciona como Corporación Cultural y está dispuesto para todo aquel que tenga algún proyecto que mostrar por alrededor de $100.000 pesos diarios [7]. Durante el año diversos espectáculos le devuelven una y otra vez la vida al teatro. Por ejemplo los domingos se han dado clases de Tango gratis, o los sábados un grupo de fanáticos proyectaba originales películas de animación japonesa y se venden todo tipo de accesorios. Así, adecuándose a los cambios generacionales, a los gustos y las exigencias de nuevos tiempos, el Novedades continúa siendo parte de la historia vigente de Yungay. Un barrio como este no puede estar exento de las típicas “picadas”. En calle Esperanza n° 33 está “El Huaso Carlos“, en donde la comida chilena es la reina y el pipeño [8] ocupa el trono de honor por una módica suma que alcanza para cualquier bolsillo. Muy recomendable para quienes realicen un “Yungay Tur” en esta fecha. En el sector, se han ido instalando oficinas, universidades, el Museo de Arte Popular Americano, que funciona en calle Compañía 2691, en donde se exhiben expresiones plásticas que realizan personas que carecen de formación artística y que usan materiales propios del lugar de origen. El Barrio Yungay cuenta con una parte importante del patrimonio arquitectónico y urbanístico de la ciudad de Santiago y en mayor medida este patrimonio pertenece a épocas recientes, conservándose incluso algunos inmuebles del pasado colonial; el actual Museo Salvador Allende, varias iglesias de gran valor arquitectónico e histórico, como por ejemplo la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, la Iglesia de Los Capuchinos ubicada en Catedral 2345 que es de construcción de estilo barroco. Por ello, este barrio, que ha sido motivo de preocupación de las autoridades durante varias décadas y empieza a transformarse en un gran recurso y potencial de atracción de nuevos sectores sociales, económicos y culturales. La tranquilidad de sus calles, la belleza de sus edificios patrimoniales, la llegada de modernos sistemas de transporte –metros y ciclovías- y su inserción en el corazón de la ciudad lo han transformado en los últimos años en objeto de interés tanto para vivir en él, como para estimular flujos turísticos desde otras comunas y particularmente de extranjeros. En el libro “Geografía del Barrio Yungay”, su autor Oscar Roberto Liendo Palma de la Universidad Bolivariana señala que el barrio, es un territorio donde se produce interacción entre las personas y su medio y se ha constituido en un espacio geográfico de formación docente y de investigación producto de la instalación de varias sedes universitarias que se han comprometido con el sector. El Barrio, de igual forma ha permitido realizar actividades en conjunto con instituciones como la Municipalidad de Santiago, SERNATUR, el Instituto Geográfico Militar y en forma particular el Comité de Adelanto del Barrio Yungay. Gracias a este acercamiento académico, se han podido definir Zonas y Circuitos Turísticos a partir de los atributos históricos, patrimoniales, urbanísticos, sociales y territoriales, que le puedan dar a los habitantes del barrio sustento, capacidad y gestión económica. En este sentido el libro determina cuatro zonas para realizar circuitos turísticos mediante visitas guiadas por los atractivos del Barrio Yungay: Zona Turística I: Quinta Normal. Corresponde al territorio ocupado por la Quinta Normal cuyo cuadrante tiene 2 manzanas con los siguientes límites: calle Santo Domingo por el norte; Avenida Portales por el sur, calle Matucana por el oriente y Las acacias por el poniente. La zona turística dispone de interesantes atributos turísticos que se pueden visitar y disfrutar. En la Zona se encuentran plazas y parques, museos y establecimientos educacionales de tradición. Zona Turística II: San Juan de Dios. Corresponde al cuadrante de 34 manzanas cuyos límites son: San Pablo por el norte calle; Agustinas por el sur; calle Libertad por el oriente y Avenida Matucana por el poniente. En la zona se encuentran una gran variedad de atractivos turísticos entre los que se destacan Sector y Casas de Conservación Histórico, Monumentos Nacionales, hospitales, establecimientos educacionales, pasajes y cités famosos, museos e industrias con valor histórico. Zona Turística III: Plaza Yungay. Corresponde al cuadrante de 32 manzanas cuyos límites son: calle San Pablo por el Norte; calle Agustinas por el Sur; Ricardo Cumming por el oriente y Calle Esperanza por el Poniente. En la Zona se ubican y se pueden visitar importantes atractivos turísticos como plazas y parques, Inmuebles de personajes famosos, inmuebles de conservación histórico, iglesias. Zona Turística IV: Chacabuco. Corresponde al cuadrante de 37 manzanas cuyos límites son: calle Agustinas por el norte; Alameda Bernardo O’Higgins por el sur; Ricardo Cumming por el oriente y Avenida Matucana por el poniente. En la zona tienen existencia muchos atractivos turísticos que se pueden visitar, entre los que se pueden señalar; colegios, centros culturales, bibliotecas, iglesias, universidades, entre otras. En medio de este renacer del barrio, se debe mencionar la importante e irruptiva  inversión inmobiliaria que ha comenzado a instalar edificios de altura y que implican la destrucción de importantes edificaciones del patrimonio arquitectónico, aún cuando producto de la pauperización del sector, muchos de éstos se encontraban en muy mal estado de conservación. Este es un tema muy sensible y en la actualidad vecinos del sector se han organizado y realizan múltiples gestiones y actividades para resistir a esta tendencia que señalan atenta contra la historia, patrimonio y forma de vida tradicional del barrio. En las últimas décadas, el Barrio Yungay -como el resto de la comuna de Santiago-, había visto reducida su población debido a los factores indicados anteriormente. En efecto, entre 1992 y 2002 la población de la comuna de Santiago pasó de 230.000 a 200.000 habitantes, una reducción del 15% aproximadamente. En el caso del Barrio Yungay, según estimaciones preliminares, la población habría bajado desde 23.000 habitantes a cerca de 19.000 en esos mismos años. Sin embargo, la tendencia es a que este proceso se revierta con la densificación que suponen los edificios de altura. Como ya hemos mencionado, la función residencial dominante determina que los servicios de comercio minorista de alimentación o uso cotidiano (bazares, cordonerías, paqueterías, reparadoras de zapatos y otros) se mantengan y con la densificación es posible advertir que aumenten. Este comercio de barrio, favorece las relaciones informales “cara a cara”. Los servicios de transporte acá son determinantes porque pocos de los vecinos cuentan con movilización propia. En un estudio del año 2001, se reconocía que predominaba un nivel de satisfacción de los vecinos respecto de estos servicios públicos. Asimismo y a pesar del alto tráfico de la zona, sólo el 23% de los vecinos del barrio, mayores de 18 años, dispone de movilización propia. Por ello, el transporte es colectivo y por el sur, es en buses, colectivo y metro y por el norte, sólo buses. Además de todo lo anteriormente nombrado el Barrio presenta algunas características interesantes:

  • Existe aquí, aproximadamente un 10% de población venida de países vecinos, principalmente de Perú, así lo indican las matrículas de los niños en los colegios del sector.
  • En los últimos años se ha producido un creciente interés de sectores profesionales, intelectuales y vinculados al arte y la cultura por trasladarse a un Barrio que les ofrece particulares características.
  • Debido a que la mayoría de quienes deciden vivir en el sector son jóvenes profesionales, estudiantes e inmigrantes, en el Barrio Yungay el número de niños aparece ligeramente inferior a la existente en otros sectores de la ciudad, acentuando su carácter de barrio viejo.
  • También esto se ve apoyado por la existencia de numerosas viviendas ocupadas por gente de edad, muchos de los cuales vieron partir a sus hijos a otros barrios y comunas de Santiago que viven fuertes procesos de expansión –Puente Alto, Maipú, etc.-.

Esto último podría impulsar un cambio significativo de los patrones demográficos y socio-económicos en los próximos años. Sitios que se pueden visitar para ver fotos: http://www.gestartecultura.cl/segundo_recorrido_yungay.htm http://www.elsitiodeyungay.cl/ http://www.mibalcon.cl/reg-met/tur120.htm 3.- REPÚBLICA – MEIGGS. El Museo Allende ocupa una gran mansión que fuera construida a comienzos del siglo XX por la familia Heiremans. Actualmente, Eugenio Heiremans, hijo de la primera familia que habitó esta casa es  un importante empresario que siempre estuvo dedicado a cuestiones de seguridad en el trabajo, al punto de haber montado con gran éxitola Asociación Chilena de Seguridad, que posee hospitales y clínicas para trabajadores a lo largo del país. Durante la Unidad Popular, en un concurso de murales para decorar el interior de la sede principal del Hospital del Trabajador de Santiago, fue miembro del jurado que aceptó el proyecto entregado por la Brigada Ramona Parra. Cuando ocurrió el golpe militar fue el principal defensor del mural, negándose a que fuese objeto de la menor modificación. Su relación desde el mundo empresarial con los trabajadores lo condujo a sostener una curiosa y no menos exitosa gestión al frente de la mencionada Asociación. No hay clínica ni centro de atención de esta Asociación que no ostente en alguno de sus muros un mural, financiado por ella y realizado por un artista nacional. Vale haberse dado una vuelta por este relato, para señalar que en el 2006, el día de la inauguración del Museo de la Solidaridad Salvador Allende en la nueva sede, en calle República, en lo que fue la casa natal de Eugenio Heiremans, éste se encontraba en la ceremonia. Opositor de Allende, ello no le impidió estar ese día, acompañando, si se puede decir de algún modo, a un artista que conoce bien,  José Balmes, director actual del museo. Durante la ceremonia se negó discretamente a  ser fotografiado, porque al día siguiente, de seguro, sus amigos empresarios le reprocharían el haber asistido a esta ceremonia. Esta anécdota indica el nivel de la animosidad que existe contra Allende y lo que su figura representa en medios empresariales chilenos. Lo anterior contrasta con la actitud de los empresarios brasileros del Estado de Sao Paulo, que financiaron la primera gran muestra de la colección del museo en la sala del SESI, de dicha ciudad. Los empresarios chilenos mostraron su disconformidad ante este gesto brasilero, que culminó con el traslado de dicha exposición al Museo Oscar Niemeyer de Curitiba. Deseo señalar, pues, que en medio de este malestar expresado por el empresariado chileno,  es el empresariado brasilero el que hace posible que el museo pueda aspirar a un reconocimiento internacional, como museo, asiento de una colección significativa del arte internacional de los años setenta. Un dato a considerar: el empresariado chileno, para afirmar su vanidad, no colecciona arte contemporáneo, sino que destina sus recursos a proyectos de desarrollo y de educación. En gran parte, porque no está dispuesto a pasar por otro “gran miedo” social que significó para sí el período de la Unidad Popular. El Museo Allende es, pues, un museo de la coyuntura, no solo política, sino artística. ¿Qué hace que un museo de estas características sea tan desconocido?  Más bien, que no esté en el mapa de los museos latinoamericanos con colecciones importantes y  significativamente reconocidas. La principal razón reside en el modelo de gestión que lo ha “manejado” desde el ingreso de la segunda recolección de obras, bajo el nombre de Museo de la Resistencia, entre 1975 y 1982, y su juntura con la colección recuperada, que corresponde a la primera recolección, realizada durante la Unidad Popular, en 1971; modelo que corresponde a una subordinación institucional del Museo respecto de la Fundación Allende, pero que legitima sobre todo un estilo de conducción que cancela la colección en 1971 e impide su desarrollo, como colección, y hace naufragar cualquier intento de convertir al Museo en una entidad activa con incidencia en el contexto de los museos chilenos y regionales, al menos. El traslado e instalación del museo en la sede de calle República colaboró a que hubiese un cambio en la noción de conducción del museo. La presencia de José Balmes a la cabeza ha significado abrir la colección, postulando su ampliación bajo nuevas condiciones de solidaridad. Esto ha significado  la generación de proyectos que permitirán la itinerancia de selecciones de la colección a Turín y a Barcelona, en el curso del 2008 y del 2009. Un asunto complejo tiene que ver con  la propia tradición de la izquierda chilena y su trato con la visualidad. Se trata de una tradición que no asume a cabalidad los avances formales del arte contemporáneo, permaneciendo en la demanda de una posición ilustrativa.  Por otra parte, un gran sector de la izquierda sostiene con el museo una relación de culto, desfavoreciendo el valor de la colección en provecho de la condición memorialista del sitio. Esto, porque no hay un conocimiento acabado de las condiciones de formación de la colección. Actualmente, el museo depende de una corporación en la que participan la Fundación Salvador Allende (la familia, en sentido estricto) y la DIBAM (Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, dependiente del Ministerio de Educación). Pues bien: una vez iniciada la Transición Democrática, el museo tuvo su sede en una casa inadecuada, para conseguir su traslado a un edificio histórico, en que alguna vez funcionó la Escuela Normal de Institutrices. Sin embargo, la Fundación Allende adquirió la casa Heiremans, a fines de los noventa, para albergar de modo definitivo el museo y la sede de la propia Fundación. Esto significó instalarse en un barrio en plena recomposición social. Aunque en un principio, la memoria de la casa Heiremans había sido cubierta por diversos usos y destinos. Después de ser casa familiar fue sucesivamente Embajada de España (Franco) y asiento de una institución universitaria hasta el año 1976, en que fue ocupada como sede del comando de  la Central Nacional de Informaciones. En el momento que  la Fundación Allende ocupó la casa, el arquitecto encargado de la restauración encontró en un subterráneo, restos de lo que había sido una gran central de escuchas telefónicas. En verdad, era una planta telefónica que con toda certeza había sido montada allí por técnicos que emplearon una tecnología que en ese momento no estaba en uso en el país. Las escuchas telefónicas  fueron de gran envergadura y probablemente continuaron durante los primeros años de la Transición. De hecho, el propio comando siguió en funciones hasta que fue desmantelado y sus agentes practicaron la política de tierra arrasada, convirtiendo la mansión en una ruina. Pero cual no sería la sorpresa de los restauradores de la mansión cuando al  remover unos tabiques en un entretecho, los operarios vieron cómo caer centenares de paquetes conteniendo documentación administrativa sobre la rutina institucional de los servicios de represión. Estos  fueron de inmediato remitidos a la Justicia. Lo interesante es que a partir de  estos documentos, el juez encargado de varias causas por DDHH, pudo reconstruir el organigrama del servicio y, a la vez, establecer una lista de miembros, que hasta ese momento habían sido negados por el Ejército. Eran documentos de servicio básico, donde había formularios de prestaciones médicas, de honorarios, de horas extraordinarias, de destinos, etc. En suma, el día a día del servicio. El proyecto de restauración de la mansión contempló desde un comienzo la idea de albergar tres espacios fuertemente connotados: un museo de sitio de la represión, un memorial y una colección de arte contemporáneo. Esta es una articulación compleja que plantea un problema a la musealidad del arte contemporáneo en su relación con la memoria histórica. Se ingresa al museo atravesando la zona del memorial a Salvador Allende, que consiste en una gran “instalación” sonora, un muro de vidrio con orificios del tamaño de pequeños parlantes por los que se escucha la voz de Allende en discursos y declaraciones a la prensa, registradas principalmente durante el período 1970-1973. Pocos en el mundo del arte conocen la historia de la colección. Esto la convierte en un caso único en la historia del arte contemporáneo, en que los artistas se levantan contra el imperialismo de los medios de prensa que en ese momento, coordinados por el Departamento de Estado, instalan un gran cerco informativo en contra del gobierno de Allende. En un gesto político que es común de la época, el gobierno invita a un grupo de connotados artistas e intelectuales europeos y estadounidenses a recorrer el país con el objeto de ponerlos en contacto directo con la realidad del proceso social que se está viviendo en Chile. Estos artistas e intelectuales debían informar a su vez, a los ciudadanos de sus países de origen, sobre la envergadura del boicot informativo. Sin embargo, estos deciden algo más y en ese afán fundan un museo. Es de decir, los artistas se oponen a los monopolios de la prensa montando un museo. En el momento en que la musealidad está siendo puesta en duda por las nuevas formas y las nuevas actitudes del arte contemporáneo, en este caso la formación de un museo adquiere un tono radical, en un país cuyas colecciones de arte internacional es absolutamente deficitaria. El museo es un signo de la distinción entre arte y cultura medial. Es un momento de la acción del arte contra las comunicaciones. Sin embargo, ese es un carácter que no se levanta con fuerza frente a la reproducción de un concepto nostálgico de solidaridad política, en un momento en que el nombre Allende tiene a ser impronunciado por el propio conglomerado que sostiene al gobierno. Allende es una figura mítica que por su sola existencia discursiva e imaginaria plantea un problema “ético” a la actual coalición. El museo está enclavado en un barrio que ha experimentado una fuerte transformación inmobiliaria, a raíz de su ocupación por edificaciones que se han convertido en sedes universitarias. Se encuentra a unas cuadras del Barrio Meiggs y del barrio Club Hípico. Esto puede significar algo en relación a los ejes ECONOMÍAS y HORAS LIBRES. Pero es una institución que apenas es reconocida por la población de estudiantes que se desplaza hasta el barrio, diariamente. Las autoridades del museo estiman que no han desarrollado una política de validación del museo en el contexto del barrio. Es muy probable que el museo no se haya validado, todavía, no solo en el barrio, sino en la “política”, como un lugar de “densidad histórica”. Esta es la historia de un desplazamiento específico del uso de una edificación en el seno de un barrio en plena transformación. En la cercanía de la casa Heiremans restaurada se ubica el Palacio Piwonka, magnífica mansión de comienzos del siglo XX que hoy es sede del rectorado de la Universidad Diego Portales. El rector de esta universidad es Carlos Peña, que cada domingo publica en El Mercurio un artículo de análisis  que ejerce una considerable influencia en el debate  político y cultural del país. Este rector ha puesto a la cabeza de la facultad de Arquitectura a Matías Klotz, brillante arquitecto de la joven generación, bajo cuya conducción está la Escuela de Arte de esta universidad, que dirige, Hernán Garfias.  Esta universidad es importante por otra cosa, además: posee una extraordinaria editorial, que dirige Matías Rivas, joven escritor con una visión estratégica sobre el diseño del mapa intelectual chileno. De hecho, prepara en estos momentos una edición sobre textos de arte escritos por escritores y poetas, que han prologado a artistas que no han sido necesariamente recogidos por los discursos de la crítica de arte hegemónica en la escena. A proximidad del Museo Allende y de la Universidad Diego Portales están a distancia cercana del Estadio Chile, en las proximidades del Barrio Meiggs. Este es un lugar que, al igual que el Museo Allende, fueron empleados en actividades represivas durante la dictadura. Así como el museo fue originalmente la sede de un organismo de la represión, el estadio deportivo que alberga una cancha de basket-ball fue utilizado como centro de detención durante varios  meses, a partir de septiembre de 1973. Este fue el lugar al que fueron remitidos muchos de los detenidos en el allanamiento a la Universidad Técnica del Estado, que está emplazada en las proximidades de la Quinta Normal, en el barrio opuesto al de República, divididos por la Alameda y por el sector inmediatamente cercano a la Estación Central. La Estación Central es el punto de unión entre las avenidas Matucana y Exposición, que conforman uno de los límites culturalmente más densos del Proyecto Anillo Interior. Frente a la Estación, hacia el interior del anillo, se ubica el barrio República, incluyendo el sector de Meiggs. En cambio, desde la Estación hacia el exterior del anillo se ubica la Universidad Técnica del Estado, hoy Universidad de Santiago. Desde estos terrenos, en paralelo a Matucana, se extiende la Quinta Normal. Es preciso reparar en la interacción que se produce entre Meiggs y Estadio Chile. Este último, durante la dictadura, se convirtió en un espacio en el que se producían no pocos artistas y cantantes que se identificaban con la oposición democrática. En ocasiones, llegaron a sufrir experiencias de amedrentamiento y de boicot, como cuando a mediados de los ochenta en plena presentación de Charlie García, se produjo un sospechoso apagón eléctrico. El público esperó pacientemente como una media hora hasta que se restableció el sumistro y Charlie García continuó el espectáculo, no sin antes pronunciar una frase que se volvió célebre: “A mí nadie me corta un solo de guitarra…”. A continuación, transcribo un fragmento del Informe de la Comisión Valech: “Campamento de Prisioneros, Estadio Chile (actual Estadio  Víctor Jara). De acuerdo a los antecedentes recogidos por la Comisión, este recinto estuvo a cargo del Ejército y Carabineros. Se trataba de un recinto deportivo cerrado, sin ventanas, con una cancha central y graderías. El mayor número de prisioneros se concentró durante 1973. Hubo detenidos hasta 1974. La Cruz Roja Internacional visitó el Estadio Chile los días 4 y 18 de enero y 1 de febrero de 1974. Informó que el número de prisioneros era 206, al 4 de enero; el 18 de enero fue de 213 y el 1 de febrero, 242. Todos, excepto dos, eran de nacionalidad chilena. Algunos detenidos estaban incomunicados. En las visitas del 18 de enero y 1 de febrero se encontraba un menor de 15 años, según indica la Cruz Roja Internacional en sus Informes. Los testimonios permitieron establecer que, al principio, algunos presos fueron ubicados en la cancha. Al aumentar el número de los detenidos, comenzaron a usarse las graderías. Durante su permanencia, los prisioneros en este recinto eran incomunicados, sometidos a un severo régimen disciplinario. Las luces se mantenían encendidas en forma permanente y existía un deliberado sistema de alimentación a diversas horas, lo que provocaba una pérdida del sentido del tiempo. Existen antecedentes que indican que muchos de los interrogatorios se efectuaron por efectivos del Servicio de Inteligencia Militar. De manera constante y aparentemente arbitraria, los efectivos a cargo del recinto sacaban personas con destino desconocido. Las numerosas declaraciones de detenidos que estuvieron en este recinto dan cuenta de la aplicación permanente de malos tratos y tortura. Los testimonios indican que quienes estuvieron allí sufrieron golpes, amenazas, simulacros de ejecución, colgamientos, quemaduras con cigarrillos, aplicación de electricidad y la violencia de presenciar ejecuciones en el estadio. Las mujeres señalaron haber sufrido vejaciones sexuales y violación”. Una vez iniciada la Transición,  el Estadio Chile tomó el nombre de Estadio Víctor Jara y se convirtió en el lugar de privilegio del gran movimiento de rock nacional, proveniente de sectores marginales de la capital. Desde un punto de vista de recuperación de la memoria activa, el Museo Allende y el Estadio Víctor Jara son dos espacios que están cargados con una densidad inquietante, ya que en esos lugares palpitan recuerdos que son reactivados por subterráneas iniciativas ciudadanas. Están distantes unas diez cuadras el uno del otro. El Estadio Víctor Jara se encuentra ubicado a algunas cuadras del Barrio Meiggs. Este último tiene una importancia a nivel de la ciudad, ya que es en este sector en que se concentra el comercio de juguetería y papelería más barato del mercado. En épocas de Navidad (diciembre) y de ingreso a clases de escolares de enseñanza básica y media (marzo), pueden circular centenares de miles de personas buscando juguetes y útiles y uniformes. El Barrio Meiggs está asociado en el inconsciente colectivo a “precios bajos” en artículos escolares y de escritorio. Es así como en la actualidad son más de 200 las tiendas que se encuentran en el sector, que se suman a 80 puestos establecidos principalmente en la calle Salvador Sanfuentes,  perpendicular a Meiggs, en la que  es posible encontrar varias carnicerías y tiendas de ropa y golosinas. El origen de la popular calle ubicada en el límite de Santiago con Estación Central, se remonta a la década de ‘20, cuando el sector comenzó a ser atractivo debido a su cercanía con el paradero de trenes. Es así que durante más de medio siglo, este barrio estuvo directamente ligado a un tipo de comercio que se denomina “frutos del país” y cuyos almacenes se ubicaban en la cercanía de la Estación de trenes de la red sur. Era la ruta histórica del abastecimiento de la capital. Por esa ruta ferroviaria llegaban centenares de reses, tanto a los mataderos ya establecidos como a las ferias y exposiciones ganaderas que se realizaban en la Quinta Normal. Por esta razón, esta calle colindante a la línea del tren tomó el nombre de Exposición, porque allí eran desembarcados los animales que venían a la feria ganadera. Desde los años setenta en adelante el barrio experimentó severas modificaciones, ya que gran parte de las edificaciones cercanas a la Estación y que estaban vinculadas al servicio de transporte de pasajeros, fueron reemplazadas por nuevas edificaciones comerciales y, en particular, por el gran edificio de clasificación postal perteneciente a Correos de Chile. Sin embargo, no dejó de albergar, en una zona restringida, algunos locales ligados a la comercialización de aves de corral vivas, cueros sin curtir de conejos y corderos, así como alimentación para perros y gatos. Cercano a este comercio de “frutos del país”, se instaló un comercio de compra/venta de sacos de yute y de fibra plástica. Justamente, por la cercanía con el movimiento de papas y cereales, próximos al transporte ferroviario. Este es un dato muy importante para la historia del arte chileno, por eso  estos locales que Eugenio Dittborn recurre a fines de los años setenta, para procurarse sacos de yute paquistaní, que es comercializado solo en esta zona. Se trata de locales en los que se ofrece sacos nuevos, sacos usados y sacos remendados. Es obvio pensar que Dittborn se concentra en la adquisición de sacos remendados, que emplea en las pinturas que realiza en esa época. El remiendo del saco pasa a ser una inversión gráfica encontrada que adquiere una importancia capital en la propuesta de Dittborn. Pues bien: toda la reflexión que el arte chileno desarrolla desde ese momento en adelante, acerca de las sinonimias entre línea de costura y línea de sutura, provienen del trato que Dittborn desarrolla con este comercio. De este modo, el barrio Meiggs comparte un comercio de artículos de consumo popular muy baratos, con residuos de comercios ligados a una ruralidad cuyos productos ingresan a la capital manteniendo antiguas formas de provisión de productos que ya no se encuentran con facilidad en una gran capital. Tal como reconocen los locatarios, este barrio es además un punto de combinación en materia de transporte. No solo por la cercanía de la Estación Central, sino porque a pocos metros de ésta se levanta el Terminal San Borja, que conecta a Santiago con las provincias rurales de Talagante, Melipilla y San Antonio. E, incluso, un poco más abajo se ubica el terminal de buses con dirección al sur de Chile. La paradoja es que precisamente el transporte es el que hoy está complicando al barrio, alega el comerciante Ángel Poblete, del local 53 de Calle Salvador Sanfuentes, quien lleva 51 años en el sector. “El Transantiago ya mató el comercio en la calle Franklin y ahora seguimos nosotros”, se queja, porque los clientes ya no llegan después de las 6 de la tarde ante el temor de quedarse sin micros, y también por “falta de vigilancia policial”, reclama. El dueño de Comercial Payaso’s, Jesús López, confirma esta situación: “Fue demasiado notorio. Veníamos con un crecimiento de 17% en enero y 18% en febrero y caímos 12 puntos en marzo y 13 puntos en abril, en comparación con el año anterior, lo que me demuestra que fue responsabilidad principalmente del Transantiago”. ¿Por qué? “Yo vendo piñatas, pero ahora quién puede viajar en micro con piñatas. A esto se suma que ahora la gente sale de su trabajo y se va. Lo mismo ocurre en el centro, donde también tengo un local, pero la caída más fuerte es en Meiggs”, ejemplifica el empresario que tiene 7 puntos de venta, dos de ellos en la calle cercana a Estación Central. Una situación parecida vive Librería Pinocho. Su dueño, Erwin Haensgen, explica que en los tres puntos de venta que tiene en el barrio ha experimentado un retroceso en la facturación, pero la situación más crítica es en Salvador Sanfuentes porque a los clientes les cuesta más alejarse de la Alameda. “En Meiggs, la caída fue de 10% y en Salvador Sanfuentes es, fácil, de 30%”, constata. Desde su perspectiva, “como los clientes son personas que viven en Maipú, Pudahuel o Cerrillos, prefieren comprar más cerca de donde viven”. Lo anterior describe una situación urbana que ha pasado a desplazar la delimitación territorial de este Informe. Hay que entender que el sistema de transporte urbano es un espacio que excede la división que nos hemos impuesto. Su funcionamiento afecta todos los espacios que hemos descrito. Pero es a propósito de su efecto inmediato en el barrio Meiggs que lo introduzco en este Informe. En cierto sentido, plantea un espacio de intervención diferente para las prácticas de arte, ya que las posibilidades de trabajo pueden ser más complejas de lo que hemos pensado, ya que el sistema de transporte santiaguino resume un estado muy particular de maltrato de la ciudadanía. Es en el funcionamiento efectivo de este sistema que se verifica el maltrato a la corporalidad en la sociedad santiaguina y redefine nuestra relación con la noción que podemos tener de trauma. El comerciante mencionado con anterioridad menciona la imposibilidad de subirse a un vehículo de locomoción colectiva con una piñata. Parece un chiste. Pero ello apunta a la imposibilidad de que el cuerpo exceda al cuerpo; es decir, que la autoridad ha redefinido la proxémica de los chilenos, afectando la concepción que podemos tener acerca de cuál sería “nuestro espacio”. Ya no hay “espacio para el cuerpo”, porque se obliga a este a replegarse en todo el sentido de la palabra. Este repliegue es más que nada simbólico. Obliga a reconsiderar la imagen del “espacio propio” mínimo, al menos en dos espacios: los paraderos y el interior de los vehículos. Sin mencionar, todavía, las graves perturbaciones originadas por los cambios de trayectos y los tiempos invertidos en el traslado. En Meiggs, se han instalado nuevos paraderos que modifican  el flujo de miles de usuarios, que ocupan las veredas para hacer la cola; cuando esas veredas fueron usadas para deambular en actitud de compra. En varios momentos del día, la zona peatonal se convierte en terminal de buses en plena calle. Esto no solo afecta al comercio, sino a la disposición subjetiva de un usuario que no tiene espacio para la “deriva lúdica”, ya que debe estar en la fila bajo la amenaza de no encontrar lugar en los buses troncales. No cabe en este Informe realizar una detallada descripción de la catástrofe social que ha significado, desde hace un año a la fecha, la puesta en marcha de este sistema. A tal punto fue mal implementada, que a estas alturas  no hay analista político que no mencione el hecho que éste ha sido la más grave decisión tomada por el gobierno, llegando a poner en duda su credibilidad política. En términos de lo que nos interesa, más que el sistema puesto en marcha, lo que importa es dar a entender a los artistas invitados que la cuestión de los traslados de población; es decir, la migración cotidiana de centenares de miles de ciudadanos desde sus lugares de vivienda a sus lugares de trabajo configura una superficie social marcada por el malestar, cuya percepción colectiva corresponde a la vivencia de una situación de gran impunidad, que concentra en si el carácter de la  percepción general  que los ciudadanos tienen acerca de la noción de servicio público. Un elemento que no ha sido abordado a nivel de la percepción ciudadana, es que “la gente de a pie” debe soportar las insuficiencias de un sistema de transporte público, mientras la “gente de arriba”, de los sectores altos de la ciudad, que emplean prioritariamente el automóvil, se ven favorecidos por la construcción de vías de “última generación”, concesionadas. De este modo, el privilegio de soluciones viales para el desarrollo “humano” de la ciudad, por sobre soluciones abiertas que favorezcan el intercambio simbólico, define el tipo de trato ciudadano con el espacio público. Este es un tema que atraviesa el conjunto de nuestras preocupaciones al pensar en los lugares susceptibles de acoger una residencia. 4.- BARRIO PATRONATO El barrio Patronato se ubica en el sector limítrofe con la Vega Central (mercado de Abastos). Si se cruza el río Mapocho, el barrio queda frente al parque Forestal, en que se ubica el Museo Nacional de Bellas Artes.  Pero el barrio se valida, no por su cercanía del museo, sino porque convirtió desde comienzos del siglo XX en el lugar de asentamiento de una importante comunidad de origen palestino que se dedicó a la manufactura y comercio de ropa. Los orígenes de Patronato como barrio comercial-textil se remontan a los tiempos de las primeras oleadas  de inmigrantes árabes que llegaron a Chile huyendo  del dominio  Turco Otomano, en 1890. Es por eso que en el lenguaje popular se les denominó “turcos”, porque necesitaban un pasaporte turco para poder viajar.  Estos inmigrantes  se instalan en el antiguo barrio La Chimba, en lo que hoy conocemos como Barrio Patronato. Pero en La Chimba se encuentra también La Vega Central, que está separada de Patronato por la avenida Recoleta. En esta primera etapa los  inmigrantes comienzan a desarrollar la actividad textil, instalando locales comerciales que servían además  de residencia a la familia.  Una segunda etapa se inicia  con una ola migratoria que llega a Patronato tras el término de la Segunda Guerra Mundial, generada por  el retiro británico de los territorios palestinos y la posterior creación del Estado de Israel. Esta segunda migración reforzará  el carácter comercial del lugar a través de la compra de nuevos  terrenos, construcción de viviendas y pequeñas industrias textiles. Es así como los inmigrantes árabes tomaron posición dentro del barrio como pequeños y  medianos industriales, llegando a ser iconos de la industria textil en Chile. Sin embargo, en la década de los años ochenta, favorecidos por la apertura económica promovida por la política económica de la dictadura, se produce en Chile la inmigración coreana que se instala en el  mismo Barrio Patronato. Los nuevos inmigrantes  traen consigo productos importados a bajo costo que modifican la composición comercial del barrio. Pero hay que tomar en cuenta  que  una parte importante de quienes  producían para el mercado interno, como los comerciantes e industriales árabes, deben asistir al desmantelamiento de sus industrias, golpeadas por  la recesión y la apertura indiscriminada al comercio exterior. Muchos estudiosos del tema señalan que la llegada de los  inmigrantes coreanos a nuestro país coincide con la política-económica chilena orientada a acabar  con el modelo de sustitución de importaciones. En el nuevo contexto  neoliberal, los aranceles aduaneros a la importación bajan drásticamente, de modo que uno de los primeros sectores en  resentirse por tales políticas es el de la industria nacional de fabricación textil. En el caso  de Patronato, las tradicionales fábricas tuvieron que sortear un duro período de crisis, en donde las que no  pudieron reacomodarse al nuevo contexto económico simplemente quebraron. Paradojalmente, esta misma situación la experimentaron los primeros inmigrantes coreanos,  algunos de los cuales  se dedicaron a la manufactura textil, importando materia prima y maquinaria desde Corea.  Sin embargo, el costo de producción resultó demasiado elevado para competir con los  productos importados de China. Es así como  los coreanos fueron derivando al comercio e importación de productos de su país, generando en Patronato un  proceso abrupto de densificación de la superficie con fines comerciales. Patronato se convirtió en  un espacio multicultural palestino, coreano, chileno (hispano) no  exento de una hibridación compleja, en que la resistencia es uno de los fenómenos más significativos. Resistencia de los criollos para aceptar a los primeros palestinos, en los primeros años. Posteriormente, resistencia de los coreanos, tanto lingüística como proxémica. Los palestinos aprender rápido el español y desarrollar su vida cotidiana hacia fuera, en contacto con la calle, mientras los coreanos son reticentes a aprender el español y su vida cotidiana está orientada hacia el interior de las vitrinas. Por cierto, no se puede comparar las vivencias y las formas de inserción de comunidades que se insertan en un barrio con casi un siglo de distancia. Lo que hay que ver es qué ha significado el arribo de una comunidad coreana que más que una migración, tiene el comportamiento de una diáspora, que obedece a tendencias y a los movimientos de su propia red étnica de intercambio internacional. Eso los hace poseer un gran sentido de la movilidad, ya que pueden cerrar sus negocios y emigrar a otra ciudad del país o incluso a otro país de la región. Todo lo anterior ofrece un espacio de intervención muy complejo, ya que supone la posibilidad de residencias en una u otra comunidad, guardando relaciones específicas para cada caso. Esta es una situación que debe ser completada con mayor información sobre la comunidad coreana, ya que existe un amplio registro de estudios sobre antropología urbana en torno a la historia de la migración palestina, que ha sido objeto de investigaciones acreditadas por los organismos superiores de investigación científica. En relación a esto, es de rigor  citar la existencia del amplio trabajo desarrollado por Francisca Márquez, profesora de la Universidad Alberto Hurtado, que se ha especializado en el tema “Comunidad e Identidades urbanas”, siendo conductora de un proyecto sobre   historia de barrios del Gran Santiago, entre  1950 y 2000. A título ilustrativo, citaré un fragmento de un correo que he recibido de parte de la artista Claudia Aravena Abugosh, que ha desarrollado un trabajo en torno a las migraciones y que permite comprender el carácter que puede tener el desarrollo de un trabajo de residencia en este sector: “Con respecto a los desplazamientos, a mí también me parece interesante verlo desde lo empírico, político si lo es. La selección palestina de fútbol por ejemplo, a mí no me gusta el fútbol, nunca me gustó, pero yo era hincha del club de fútbol “palestino”, por supuesto. Es ahí y en una multiplicidad de detalles donde se manifiesta la transculturización. A mí no me deja de sorprender a los verduleros chilenos ahuecando zapallitos italianos y berenjenas en la vega para vendérselo a los paisas. Hay que pensarle un poco más, pero me parece que el barrio Patronato y La Vega son terreno fértil para estos “ejercicios”, estos desplazamientos; ya sabes, ahora es terreno de muchos grupos migratorios que se ven allí representados, los peruanos y los bolivianos, etc. Le daré vuelta y te cuento. El otro día me metí a un cyber cerca de Mapocho, los dueños -creo- son peruanos, es de esos cyber con locutorio, donde se escucha todo lo que hablan en las cabinas, un día quedé bien paralizada con una conversación, en la que una mujer trataba de explicarle a alguien al otro lado de la línea, que esto era un “lugar otro”, mucho más otro que el pueblo cercano a su comunidad, mucho más otro decía, un otro país decía… La forma en que ella se refería, en que ella hablaba de este lugar otro era realmente impresionante, por lo menos para mí. Los locutorios son unos no lugares bastante interesantes, yo me he visto muchísimas veces obligada a utilizarlos, como hace un par de días en Madrid, por ejemplo. Siempre están llenos de inmigrantes (extranjeros y no), pobres por lo general. Ese terreno también me interesa mucho, dedicarme un tiempo a “recherchiar” los cyber y locutorios cercanos a Mapocho y Patronato”. 5.- IDENTIDAD PALESTINA En este Informe, la mención al Barrio Patronato no puede dejar de tomar a cargo una cuestión política más visible. Se hace mención preferente al carácter comercial y textil de la colonia palestina, a su número creciente, pero se omite el hecho de que la situación actual del pueblo palestino, en la propia Palestina, es un elemento que está presente de modo evidente. Hace unos años, en una conversación con el padre del artista Jorge Tacla, me vi sorprendido por la emoción por él expresada al referirse al Club de Fútbol Palestino, que milita en la primera división del futbol chileno. La razón, me explicó, es la siguiente: “cada domingo que el equipo juega en una cancha, hay gente que pronuncia la palabra Palestino. Esa es una manera de existir en el lenguaje”. En el año 2003, una selección palestina de fútbol, formada por jóvenes que provenían de diversas partes del mundo, fue inscrita en la Tercera División del futbol chileno. El objetivo era adquirir experiencia deportiva en vistas a consolidar la formación de un equipo de futbol competitivo que pudiera jugar en el mundial de futbol del 2006 en Alemania. El propósito de tener una selección fue alcanzado, pero la selección palestina no logró ganar el cupo a dicho mundial. La experiencia de este equipo fue recogida por la cineasta Maya Sanbar en un documental que está dando la vuelta al mundo, y que retrata el drama de los palestinos a través de una de sus grandes pasiones: el fútbol. El filme “Sueños de gol”, que se estrenó el año pasado en Jerusalén, está siendo mostrado este año en varias localidades en EE.UU. así como en festivales europeos, y su directora espera llevarlo este año a América Latina. El documental sigue los sueños y dificultades de la selección nacional palestina mientras intenta clasificar para el Mundial de Alemania 2006. El equipo está compuesto por jugadores de origen palestino de varias partes del mundo, incluyendo seis chilenos. Adjunto a este Informe, tres documentos que pueden ser extremadamente útiles para redimensionar la rentabilidad conceptual del Barrio Patronato en la perspectiva más amplia de la identidad palestina. El primero es la entrevista a Maya Sanbar, realizadora del film, quien es mitad libanesa mitad palestina, la que se refirió en una conversación  con BBC Mundo sobre su documental en términos  que “la selección nacional es como una metáfora de la identidad palestina”. La segunda entrevista ha sido realizada al jugador chileno Roberto Ketlun. Ambas entrevistas han sido recogidas de la página web de la oficina de Informaciones Palestinas. El tercer documento corresponde al texto que la joven curadora Paz Aburto escribió para Claudia Aravena, en ocasión de su exposición “Proyecto Palestina” realizada en el 2005 en la galería Gabriela Mistral, en Santiago. 1.- ENTREVISTA A MAYA SANBAR: ¿Por qué relacionar el problema palestino con el fútbol? Es que yo hacía mucho tiempo que quería hacer un documental sobre Palestina. Yo soy mitad palestina. Quería contar la historia de la gente de ahí, pero de una manera lo menos política posible. Y un día alguien me dijo que había un equipo de fútbol nacional palestino, y yo no lo sabía, fue como una luz que se encendió y me dije, tengo que contar la historia de este equipo. ¿Qué historias hay detrás de la conformación de este equipo con gente que proviene de diferentes partes del mundo? El equipo es como una metáfora de la identidad palestina. Hay palestinos de Gaza y Cisjordania, pero también hay palestinos que vienen de Nueva York, hay muchos que vienen de Chile, y otros que son refugiados de Líbano. O sea que el equipo reúne también a los palestinos que están en la diáspora. ¿Y en el documental se muestra el proceso de integración de estos jugadores? Seguimos al equipo durante su preparación para la copa del mundo en 2006. Entonces seguimos a los jugadores desde sus casas, en Gaza, en Nueva York, en Chile y en Líbano, y después mostramos la reunión de los jugadores en Egipto, donde entrenan, porque no se pueden reunir en Gaza o Cisjordania, debido a las complicaciones con los retenes. Los de Gaza no pueden ir a Cisjordania, y los de Cisjordania no pueden ir a Gaza, entonces se reúnen en Egipto. Los seguimos durante la preparación para un partido contra Uzbekistán, que era muy importante para la calificación. El partido tiene lugar en Qatar. Ya habían jugado en Uzbekistán, de modo que el partido en Uzbekistán es el partido “de local”, como si su casa fuera Qatar, porque no pueden jugar en Palestina. Juegan en un estadio completamente vacío, sin aficionados, y es como un sentimiento de desarraigo. A pesar de que vienen de muchos lugares del mundo, ¿cuáles son las características comunes de este equipo? Lo que tienen en común es que todos quieren representar un país que no existe oficialmente, entonces están construyendo este país a través del fútbol y el fútbol es un lenguaje internacional que todos hablan. ¿Pero hay alguna similitud? Creo que la similitud es más en el corazón, porque cada uno tiene su cultura distinta, los que son de Gaza la mayoría son musulmanes, los sudamericanos son muy latinos, muy abiertos con las chicas, los de Gaza son más conservadores y son cristianos, las religiones se mezclan, aprenden unos de otros una manera diferente de vivir. ¿Hubo inconvenientes u obstáculos? No, había un ambiente muy positivo en el equipo, pero a veces por la diferencia de lenguaje había problemas de comunicación y de hacer cosas de la misma manera, que se tradujo también a veces en la forma de jugar el fútbol. ¿Qué impacto ha tenido el documental? ¿Qué ha descubierto la gente con el documental? En cada país en que se ha mostrado la reacción de la gente es muy diferente. En algunos países la gente ya sabe sobre Medio Oriente, y conoce la dificultad por ejemplo de atravesar retenes o controles, las dificultades logísticas del equipo, pero también emocionales. Pero en otros países no conocen nada sobre Medio Oriente y no saben que hay problemas con los retenes, que los países no controlan sus fronteras. La película fue hecha para personas que saben mucho sobre Medio Oriente y otras que no sabían nada, entonces la reacción fue muy diferente, pero siempre muy positiva porque siempre se aprendió algo mirando la historia de este equipo. Y además hay dramas humanos detrás de cada historia de estos futbolistas… Hay muchos dramas humanos, especialmente de los que viven en Gaza, que no tienen control sobre su vida, es una cosa que sale muy fuerte en la película, la historia de los jugadores de Gaza que no pueden salir para reunirse con el resto del equipo que está entrenando en Egipto. Los jugadores intentan muchas veces pasar la frontera de Gaza a Egipto, pero tienen que pasar un retén israelí, e intentan una vez, dos veces, tres veces, y sólo en la quinta vez pasan la frontera. Cada mañana dicen adiós a sus familias y piensan que se van a ir y por la tarde vuelven y no han pasado la frontera. ¿Cómo asumieron no llegar al Mundial? ¿Qué pasó cuando no clasificaron? Lo que me sorprendió es que siempre tenían fe de que podían clasificar, porque en las condiciones de entrenamiento que tenían, normalmente no se puede pensar que pasen a la Copa del Mundo. Pero ellos pensaban que podían hacerlo juntos. Cuando no lo hicieron, los auspiciantes se fueron, y ahora el equipo está pobre otra vez. El efecto fue muy dramático. Y también el sentimiento de orgullo, cuando no clasificaron, el orgullo sufrió mucho, y pensaron en reconstruir el equipo, hacer las cosas de una manera diferente y ya están entrenando para el 2010. ¿En qué partes de Latinoamérica se ha mostrado el documental? Todavía no lo hemos mostrado en un cine latinoamericano. Se mostró en el Sundance Channel en EE.UU. en cable, pero en América Latina todavía no. Yo quiero mucho que esta película se muestre en América del Sur porque hay un lado muy importante de la identidad sudamericana y chilena en particular de los palestinos que viven en la diáspora en Chile, donde hay 450.000 palestinos. ¿Por qué no se ha mostrado la película en Chile? ¿No se han encontrado los canales de distribución o ha habido otros obstáculos? Todavía no hemos encontrado los canales. El estreno de la película fue en el muro de Jerusalén, y tuvimos muchos pedidos de mostrarla, la hemos mostrado mucho en EE.UU., Francia, Alemania, Medio Oriente, pero la gente de Sudamérica todavía no la conoce. Así que ahora queremos esforzarnos para que el filme pueda verse en América del Sur. 2.- ENTREVISTA A ROBERTO KETLUN, jugador de la selección palestina El futbolista chileno Roberto Kettlun ya sueña con el Mundial de 2010 y si el sueño se hace realidad llegará a Sudáfrica vistiendo la camiseta palestina. Kettlun es uno de los seis jugadores sudamericanos que integraron la selección palestina que no logró clasificar para Alemania 2006, y su historia es una de las reflejadas en un documental que está dando la vuelta al mundo. “Sueños de Gol”, un filme dirigido por Maya Sanbar, sigue durante 30 a la selección antes de su derrota ante Uzbekistán, un partido clave que costó a los palestinos sus aspiraciones mundialistas. El documental muestra ante todo el difícil proceso de sacar adelante una selección con jugadores de diversas partes del mundo, y la frustración de que a los pocos integrantes de Gaza y Cisjordania ni siquiera se les permite durante días cruzar retenes para integrarse al resto del equipo. Kettlun, quien juega hoy para el club Unión Deportiva en Chile, habló con BBC Mundo del documental, de sus orígenes y de sus esperanzas de “transmitir una alegría al pueblo palestino” ¿Cuándo llegaron tus antepasados desde los territorios palestinos a Chile? El papá de mi abuelo, o sea, mi bisabuelo, llegó de Belén, en Cisjordania, cuando tenía 7 años. Arrancó primero de Palestina a Siria, estuvieron allí dos años y después vinieron a Chile sin un peso en el bolsillo. La situación allá estaba muy, muy mala y buscando mejores horizontes llegaron a Chile. Fue cerca de 1925. Para mi padre fue un orgullo cuando me dieron la nominación. Él me dio impulso cuando en un momento tuve dudas de si ir o no ir. ¿Cuán grande es la comunidad de origen palestino en Chile? Es una de las más grandes fuera de los territorios. Hace tres años éramos 460.000. Ahora debe haber crecido, estamos cerca de los 500.000 Una vez que llegaste a entrenar con el resto de la selección y viviste de cerca algunas de las dificultades experimentadas por los jugadores locales, ¿en qué medida te sentiste más palestino? Cuando llegué allá, con 20 años, me encontré con un grupo humano muy, muy bueno. Tanto los jugadores como los dirigentes nos trataron muy bien. Empezamos a vivir y a ver la realidad que vivían ellos día a día. Con el pasar de los días, los viajes, hemos estrechado los lazos con los palestinos. Cuéntanos más sobre ese proceso de transformación, desde tus dudas en ir, hasta lo que viviste una vez que te integraste a la selección Me tocó vivir realidades a las que estaba ajeno. Por ejemplo, la selección llegó a Chile a hacer la pretemporada y viajamos a Kuwait haciendo escala en Egipto. Y por el hecho de ser palestinos, nos tuvieron cinco horas en el aeropuerto, no pudimos estar en el aeropuerto normal, nos desviaron a un hangar alternativo con guardias de seguridad con armas que nos vigilaban todo el tiempo. El hangar no contaba con ninguna comodidad, importante para nosotros que éramos futbolistas y teníamos que descansar y así a lo largo del proceso siempre nos hemos topado con dificultades por ser palestinos. En el documental se ve que hubo dificultades dentro de la selección a la hora de entrenar, dificultades de comunicación y por los estilos diferentes de juego El idioma sí puede que sea una dificultad, porque lo óptimo es que los jugadores nos entendiéramos a la perfección fuera de la cancha y eso llevarlo a la cancha. En el documental también se ve un proceso especial, porque hubo tanto problema externo, cuando a los jugadores de Gaza no los dejaban salir de Gaza para integrarse a la selección y éramos siete jugadores entrenando, de Sudamérica, EE.UU., y no de la mejor forma. Eso fue agravando la situación y cuando nos juntamos estábamos un poco desgastados de ánimo. Pero la relación con los jugadores de Gaza y EE.UU. es muy buena, con harto compañerismo. ¿Qué sentiste cuando perdieron ante Uzbekistán y quedaron fuera del Mundial de Alemania? Había enormes expectativas en los territorios palestinos Mucha pena. También mucha desilusión, frustración por la ilusión que tenía todo el pueblo palestino, nuestra familia en Chile y creo que todos los palestinos alrededor del mundo. Tenían plena confianza en lo que nosotros podíamos hacer. En los dos primeros partidos le habíamos ganado a Taiwán y empatado con Irak, jugando muy bien. Ojalá que para el próximo proceso mundialista sigan los mismo auspiciadores y se conforme el mismo grupo para tratar de dar la pelea. ¿Tienes esperanza de volver a integrar la selección palestina y pelear la clasificación para el Mundial de Sudáfrica? Sí, tengo todas las esperanzas. Para un jugador de fútbol es lo más lindo estar peleando la clasificación para un Mundial y porque para mí integrar la selección palestina, humanamente, me enriquece mucho. Tengo muchos amigos allá y el compromiso siempre va a estar de enorgullecer a mis padres, a mi familia y a todos los palestinos. Aquí en Chile la comunidad palestina siempre valora mucho que yo vaya a prestar servicios a la selección. Todo dependería entonces de que consigan auspiciantes y vuelvan a convocar una selección Es que la Federación Palestina, salvo cuando llegan los patrocinadores externos, siempre ha tenido problemas de dinero, y traer a los jugadores de todas partes, sobre todo a nosotros de Sudamérica, los que estamos más lejos, les implica un costo bastante grande. ¿En qué medida el fútbol puede servir para lograr objetivos que van más allá del fútbol, como fortalecer la identidad palestina? FIFA es de las pocas entidades que reconoce a Palestina como Estado. Entonces partiendo de esa base nosotros podemos formar un grupo para representar a Palestina de igual a igual con el resto de los países. Estando en esa posición depende de nosotros nomás cómo representemos a Palestina y hasta donde llevemos el nombre de Palestina y difundir todo el pensamiento del pueblo palestino a través del deporte. Nosotros podemos además transmitirle a la gente mucha alegría y felicidad con nuestros triunfos. Sabemos que los palestinos están pendientes de nosotros. Y a lo mejor en momentos no de mucha paz o de dificultad al interior de los territorios necesitan de esta alegría para seguir adelante con su vida. ¿Qué mensaje te gustaría enviar a los palestinos? Muchas gracias a todos los palestinos por el apoyo que nos han dado a lo largo de todo el proceso. Para nosotros es muy importante que esto se sepa con el fin de que algún día se pueda cambiar la situación y podamos tener un tipo de entrenamiento de la selección más normal. Ojalá nos sigan apoyando con el mismo entusiasmo que hasta la fecha, siempre la gente palestina en el mundo nos envía emails. Que mantengan la ilusión, que nosotros mientras podamos vamos a dar la pelea para tratar de llevar el nombre de Palestina lo más alto posible. 3.- IDENTIDAD DEL DEVENIR, texto de Paz Aburto (actualmente realiza un doctorado en Kultur und Kunstwissenschaften Institut, Fakultät Philosophie, Humboldt Universität, Berlin). El Proyecto Palestina de Claudia Aravena Abughosh consiste en tres trabajos: Beitjala (Santiago, 2003), Greetings from Palestina (Santiago y Kassel, 2003) y Out of Place (Santiago, 2005). La autora nace en Chile de padre chileno y madre palestina, filiación doble que emerge como matriz de sus trabajos. I Proceso de obra en Proyecto Palestina Beitjala es la ciudad de origen de la familia materna de Claudia Aravena. Familia, que al igual que muchos otros inmigrantes palestinos, desarrollaron el rubro del vestuario en Santiago y se instalaron en el barrio Patronato, centro del comercio palestino local. Para la obra Beitjala Claudia Aravena entrevistó a miembros de su familia y a otros comerciantes de este barrio, para indagar en el imaginario palestino de estos inmigrados al suelo chileno –qué recuerdan, qué imágenes les quedan. Claudia Aravena emprendió luego su viaje a Beitjala y siguiendo la bitácora de sus entrevistas realizó un archivo de imágenes en video, el que a su vuelta proyectó sobre las vitrinas de la tienda de la familia Aravena Abughosh. Por tres días de abril del año 2003 las vitrinas del negocio familiar suspendieron la exposición de maniquís y piezas de vestuario, por la reposición de algunos fragmentos de la memoria palestina en Chile. Utilizando el género postal, Claudia Aravena envió imágenes desde un territorio a otro: Greetings from Palestina -de Palestina a Chile (6ta Bienal de Video y Nuevos Medios en Santiago [9]). Una sola toma constituye este video: una barricada de concreto ubicada en Belén, construida para impedir el acceso de los palestinos a la ciudad de Jerusalén. En off se escucha el diálogo entre la artista y los soldados isarelíes que vigilaban este puesto, y como pleonasmo del muro queda grabado el intento militar de bloquear la filmación de la autora, su cercanía al muro y, por extensión, su paso a Jerusalem. Sobre bloques de concreto fue proyectado el loop de este video. Tanto la reiteración de la barricada como la infinita repetición de la toma representan el eterno retorno de lo igual como la percepción de lo siniestro (Freud). Tomando el título de las Memorias de Edward Said, Out of Place, Claudia Aravena, realiza un video en base a las fuentes fotográficas de su álbum familiar chileno-palestino, revistas de época y registros audiovisuales, filmados por la autora sobre su familia árabe [10] en Palestina y Chile actual. En este trabajo investiga los procesos de representación de la identidad del sujeto, de la cultura y del medio mismo de la fotografía. Al señalar el viaje y la adaptación de los inmigrantes palestinos en Chile, exhibe el devenir entre una cultura y otra, y la conformación de un proceso de identificación dinámico entre ambas. Este proceso de ’aculturación’ se deja ver en la (im)posibilidad de traducir la totalidad de los códigos culturales de unos a otros; las narrativas incompletas; y la manera hibridante de trabajar el medio del video. Acerca de este trabajo –y en referencia a los dos anteriores y a su contexto con el medio artístico chileno y palestino- es que desarrollaremos este texto. II El problema de la representación En Out of Place la fotografía no opera como documento de lo fotografiado, grafica más bien la imposibilidad de esa captura, lo precario de su revelado. Los retratos y fotografías de grupo no nos representan [11] hechos precisos. Sin pie de foto u otra aclaración exacta los álbumes de Aravena y Abughosh, de Chile y Palestina, se cruzan sin aviso, representando las discontinuidades e islotes de la memoria. El retrato de la familia Abughosh, refugiada fuera de Palestina, seguramente por los disturbios iniciados en los años ’30, no alcanza a constituirse en un ‘hecho probatorio’ de carácter documental, pues Sumaya Abughosh Hussein, madre de la autora, no da con la realidad tras la foto: “Hubo una revuelta, no me acuerdo el año (…) el abuelo nos llevó al Líbano y esa foto para mí que fue sacada allá o fue sacada en Palestina para viajar con los cuatro hijos al Líbano. No me acuerdo por qué está esa foto (…), Siria puede ser (…), el Samy dice que es de Siria, puede ser”. Muchos retratos de grupos, bajo parrones o a campo abierto, ambiguan también el asentamiento en un paisaje árabe o en las zonas del centro y norte de Chile, escapando al ‘color local’. Este ensamblaje de los cuerpos fotográficos exhibe, más que una secuencia de hechos o peripecias de la familia, el deseo de archivar los blancos, las incertezas y las pérdidas propias de una memoria desplazada y constituida ‘entre’ Palestina y Chile. En Out of Place la familia palestina inmigrante y sus hijos nacidos en Chile, se sitúan como sujetos en constante relación entre los códigos árabes y chilenos. Hay una escena donde la madre y tía de Claudia Aravena Abughosh preparan comida árabe en casa y mientras moldean los pequeños bocadillos árabes, se expresan en la lengua de su exilio, el castellano de Chile. Como punto de encuentro entre ambas culturas, la fotografía de aeropuerto nos muestra los primeros pasos de los arribados en territorio chileno. La capacidad de ‘ser otro’, la construcción dinámica e híbrida de estos sujetos cuestiona la ‘identidad’ como algo dado o esencial y exhibe, por el contrario, los procesos de ‘identificación“, a través de los cuales el sujeto se configura incorporando elementos sociales e históricos exteriores [12]. Incluso uno de los aspectos más inherentes a la representación del sujeto: su nombre; se nos cuenta como ‘Claudia’ es la apropiación de ‘Claudia Cardinale’, eco de Hollywood. No sólo el movimiento entre la cultura local palestina y chilena, sino que también el sujeto es penetrado por los signos planetarios de un sistema-mundo, como el nombre de la Cardinale masificado mundialmente en la generación de los ’70: “Los consumidores de todas las clases sociales pueden leer las citas de un imaginario multi-local que la TV y la publicidad agrupan: ídolos del cine de Hollywood y de la música pop (…) componen el repertorio de signos en constante movimiento”[13]. Un constante juego de alteridad, de aculturación, entendido este último como proceso en el cual el sujeto asume otra cultura, da cuenta de la doble captura del sujeto y, de una cultura híbrida y sincrética. La identidad como representación estable y eterna se sitúa sólo en la región de la ficción, en el disfraz. La fotografía del niño palestino sobre alfombras típicamente árabes y con las ropas de paisano y, el otro niño sobre un caballo y vestido como huaso chileno, con poncho y chupalla, son reafirmaciones identitarias desde el disfraz de ‘sí mismos’. La paradoja consiste en que sacado el disfraz se vuelve a la realidad contaminada, móvil y en constante alteración. Al fondo de algunas imágenes de Out of Place se escucha una música típicamente árabe, sometida a un proceso tal de descomposición y desafinación que, finalmente, pierde todas las marcas y estereotipos que la harían reconocible. Su manipulación grotesca deja a la vista el artificio de su invento e inventario [14] y, por tanto, la sospecha de correspondencia entre las representaciones inmutables, cuan disfraz, y las complejidades del contexto real. III Migración y diáspora A causa de distintas ocupaciones comenzó la inmigración palestina. En 1880 arribó la primera oleada de palestinos a Chile, afectados por la crisis económica durante el dominio del Imperio Otomano y provenientes de tres pueblos predominantemente cristianos: Beit Jala, Bethlehem y Beit Sahur, los que hoy pertenecen al llamado distrito de Bethlehem. Inmigración que aumentó en 1912 con la imposición otomana del servicio militar obligatorio, del que escapaban los jóvenes palestinos. La segunda gran oleada de inmigración fue a partir de 1948, tras la formación del Estado de Israel [15]. Una parte de esa inmigración era constituida por deportados políticos del Partido Comunista, principalmente de Beit Jala, la denominada ‘Moscú chica’. Para ese entonces, los inmigrantes palestinos en Chile ya constituían una comunidad: habían establecido en 1917 su primera organización, la Catedral Ortodoxa San Jorge en el barrio Patronato de Santiago, donde se desarrolla hasta hoy una vasta actividad comercial palestina; en 1920 fundaron el Club Palestino, primer club de fútbol en el mundo que lleva el nombre y los colores de Palestina; y en 1947, producto de un debate entre estudiantes sionistas y palestinos de la Universidad de Chile, esta institución pidió al gobierno de Chile que no votase a favor de la partición de Palestina, siendo Chile una de las 29 abstenciones en la sesión de la ONU. Esta adaptación palestina en Chile creó condiciones favorables para las nuevas generaciones de inmigrantes y las mismas familias palestinas asentadas fueron el destino inmediato de los nuevos arribados. Desde la vida rural de Beit Jala, basada en la agricultura de olivares, comienza la migración de la familia Abughosh en el año ’51, con destino a Illapel, un pueblo al norte de Chile: “En esos tiempos todo el mundo tenía su campo. Paramos en Francia y ahí la vida era muy cara (…) y de ahí nos fuimos en tren a España (..) y en Barcelona estuvimos casi tres meses esperando los papeles para entrar a Chile (…) y de Buenos Aires fuimos en tren a Chile, al norte de Chile, a un pueblo llamado Illapel donde vivía la familia”. Arrancados de su origen, los inmigrantes construyen la identidad del ‘Nuevo Mundo’ y desde los periplos del viaje proyectan en el horizonte una utopía. En su desplazamiento arrastran un mundo hacia otro y en el encuentro real con esa alteridad se destruyen no sólo los mitos del viaje, sino que se abandona al sujeto irremediablemente ‘entre’ dos mundos lejanos: “La gente que llegaba de América hablaba de América y de América (…) que las casas eran enteras bonitas, de cristal. Creían que América era otra cosa, que era agarrar la plata en saco. Y cuando llegamos en la noche a Illapel y cuando mi mamá despertó en la mañana y vio los cerros pelados y la casa, se quería morir, se puso a llorar [y dijo]: venir de tan lejos para venir acá, a este pueblo tan feo”. Después del aumento de las inmigraciones, se creó en los ’70 el Estadio Palestino y en los ’80 el Colegio Árabe en Santiago. Hoy existen cinco iglesias ortodoxas y una mezquita (donde se agrupan unas veinte familias palestinas musulmanas, provenientes principalmente de Beit Safafa) y la Universidad de Chile cuenta con un Centro de Estudios Árabes. La inmigración palestina ha tenido como destino distintas regiones del mundo. Su mayor concentración se encuentra en otros países árabes del Medio Oriente y Estados Unidos, pero está mundialmente diseminada, como lo muestra el mapa de “La diáspora palestina en el mundo” de Philippe Rekacewicz, publicado en Le Monde Diplomatique(febrero, 2000). Esta diáspora [16] genera la doble captura entre Palestina-Chile y, Palestina y sus múltiples destinos, desestabilizando la visión homogénea y atemporal de Oriente, que Edward Said criticaba como la mirada colonizadora. Los sujetos de Out of Place se construyen justamente desde ese ’Fuera de Lugar’, desde, como ha dicho el escritor palestino radicado en París, Elías Sanbar, la identidad del devenir: “Dire une identité, dire son identité, consisterait dès lors à identifier puis noter les positions-figures afin de tracer un parcours, un trajet en permanence cinétique. Les recouperements successifs de ces vecteurs de flux forment alors une succession, une chaine de figures d’intensités déformables et c’est à travers ces figures-là que l’identité prend sa consistance. Cette chaîne d’identité, je l’appelle identité de devenir” [17]. IV Indeterminismo Entre códigos de entrada y salida devienen los sujetos de Out of Place. Si bien el orden filológico de las lenguas las articula en dependencia de sus familias, en formas de lenguas troncales y sus hijas-ramas, en este video asistimos al proceso de desfamiliarización y refamiliarización de una lengua a otra; la extrañeza del árabe y la habitualidad del castellano. La imposibilidad del árbol como metáfora de un desarrollo lineal y causal se da por los vacíos, por las partes perdidas que suspenden el diagrama y plantean el problema de la traducción: no todo el árabe se traduce en este video. Las interrupciones de esta lengua, sus cortes y tartamudeos, nos dejan en un punto indeterminado de este cruce, a oídas y silencio, Fuera de Lugar. Los relatos de Out of Place nos llevan a intensidades narrativas –la historia de amor de los padres, el viaje a América, el origen de los nombres, etc.-, enlazadas con zonas no narradas: de la imagen sin personaje, sin acción, sin desenlace, sin traducción. Estas estructuras narrativas incompletas, con zonas mudas, despliegan un relato indeterminado que, en vez de documentar lo real, lo interroga. Y la estructura arbórea, de las familias, las lenguas y la narración, se corta en pedacitos. Y dispersos como las olivas, los hijos-frutos son arrancados y diseminados, como imagen recurrente de Out of Place. V Video El video es trabajado desde la subjetividad del devenir. Su alta reproductibilidad permite su migración múltiple, su simultaneidad en distintos lugares, su diáspora. El acopio de distintos materiales visuales en Out of Place -super 8, film digital y fotografía- se arma a partir de un montaje híbrido, del corte y su otro contiguo, y desde ese ensamblaje se reducen las distancias, se acerca el ‘Fuera de Lugar’. Tras un blanco aparecen y desaparecen gradualmente las imágenes de Out of Place, constituyéndose entre la ausencia y la presencia; la memoria y el olvido; representando también el devenir, la ida y vuelta de los sujetos inmigrantes de Out of Place. A través del uso del video se abisma constantemente a la fotografía [18]: la pose, el encuadre, el registro y el propio fotógrafo permiten un trabajo reflexivo de los materiales fotográficos y, su disposición como archivo y registro. VI Apertura de una discusión Out of Place diseña las conexiones perdidas (‘the missing links’) de la inmigración, entre el lugar de origen, Palestina, y el país de destino, Chile, representando la construcción dinámica de los sujetos y su movimiento de adaptación, diferente a la actitud estática y tradicional que se sostiene desde una perspectiva conservadora. Trabaja, por el contrario, con un proceso de diversidad cultural reciente y sus nuevas condiciones de vivir, modelos sociales y comunidades. Como la misma palabra proyecto dice, Proyecto Palestina se precipita hacia adelante. Hacia la apertura de una discusión desde este catálogo, que más que una miniatura trascendente de la Institución Arte, apela a la inauguración de una discusión contemporánea sobre la inmigración constitutiva de la sociedad local. 6.- LA VEGA CENTRAL. La Vega Central fue fundada en 1895 por don Agustín Gómez García, adinerado vecino del barrio La Chimba. Este es el nombre que adquirió desde la época de la fundación de Santiago, el territorio que se extendía hacia el norte del Mapocho,   convirtiéndose en residencia de servidumbre y artesanos que proveían de mano de obra a la ciudad que estaba instalada en la ribera sur. Este era el barrio que recibía el camino del Inca y por lo tanto, era el acceso norte a la capital. Por aquí ingresó a la ciudad el ejército libertador, después de la batalla de Chacabuco. En este barrio, desde comienzos del siglo XX comenzó a instalarse, paradojalmente,  las comunidades de emigrantes de origen palestino y judío. Aunque en términos de localización, los judíos se instalaron hacia el costado de la calle Maruri, mientras los palestinos lo hicieron en el barrio de Patronato. De todos modos, el territorio en cuestión se extiende desde la salida de la ruta hacia el norte y la calle Loreto, que es la que desemboca en el puente Loreto, frente al Museo Nacional de Bellas Artes. Para una persona de fuera de la ciudad, La Chimba, en la ribera norte, se ubica frente al parque que se extiende, en la ribera sur, entre la Estación Mapocho (antigua estación ferroviaria desde donde partían los trenes hacia Valparaíso y Mendoza) y el Museo Nacional de Bellas Artes. Ambas edificaciones datan de comienzos del siglo pasado y son ejemplos emblemáticos de la arquitectura francesa que fue edificada en ocasión del primer centenario de la República. En un comienzo La Vega fue llamada pomposamente “Gran Mercado de Abastos de la Ciudad”. Sin embargo, con el tiempo el vecindario se acostumbró a llamarla simplemente La Vega. Su extensión original fue de una manzana, en la que se entrelazaban, formando un intrincado laberinto, innumerables callejuelas y cinco grandes patios que se agitaban desde el amanecer con el ruido de los carretones  de hortalizas y  el vocerío destemplado de los pregones. En este ambiente aparentemente desordenado, había una disciplina espacial impuesta por las autoridades: en un patio, por ejemplo solo se vendían carnes, en otro, pescados y mariscos; en el siguiente las verduras; en el cuarto patio, frutas y en el quinto artesanías populares. En La Vega Central de hoy, las zonas siguen diferenciadas  según el tipo de productos comercializados, con algunas modificaciones: la zona de las frutas y verduras, la zona de abarrotes y de limpieza doméstica, la zona de cocinerías y carnicerías. Cada una de éstas posee una configuración espacial diferente, como si las formas de emplazamiento correspondieran a modelos de comportamiento humano, de tal modo que el tipo de comercio define los modos de trato con el público. El denominador común, sin embargo, es el modo del trato directo, de viva voz, en que tiene lugar una gran inversión “lenguajera”. Lo no tiene nada de especial, puesto que ésta suele ser una de las características de todo mercado. Du Marsais, el famoso retórico francés del siglo XVIII, advertía en la introducción a su Tratado de los Tropos que en diez minutos de mercado se producían más combinaciones retóricas que en muchas reuniones de académicos de la lengua. Esto define un modo de trato en que los excesos del lenguaje están presentes como un soporte cultural del intercambio de bienes. El espacio del comercio es un espacio de intercambio intersubjetivo complejo, en el que el énfasis, la ostentación, las declaraciones de confianza están vinculadas a comparaciones jocosas destinadas a montar la ilusión de un trato personalizado, en el curso del cual todos quedan satisfechos, como su hubiesen cumplido a cabalidad unos roles que ya estaban asignados en una pieza de teatro que reproduce el juego de seducción entre el “casero” (comerciante) y la “caserita” (público). La Vega es un espacio de inversión “lenguajera” en que se debe tener en cuenta el valor de dos sectores: por un lado, el de las cocinerías, que organizan un espacio culinario donde se encuentra lo que podemos denominar el mayor referente de la “cocina criolla”; por otro lado, el espacio del “baratillo”, que es un par de pasillos que concentra puestos de venta de elementos de limpieza doméstica, pero principalmente, objetos que provienen de  artesanías cuya manufactura se desarrolla en los alrededores de la capital, tales como utensilios de cerámica utilitaria (platos de barro cocido) y objetos de cestería (canastos, maletas, arcones, etc.). Las cocinerías están destinadas, en primer lugar, a proporcionar alimentación a los propios trabajadores de La Vega, quienes comienzan su jornada hacia las cuatro de la mañana, en la descarga de los camiones de verdura. Esta situación obligó a los locatarios a disponer de una zona de comidas donde se caracteriza el consumo de suculentos desayunos y almuerzos, vinculados a la recuperación de la energía invertida en el traslado de sacos y de trozos de reses. Entre el espacio de las cocinerías y el “baratillo” se ha instalado un nuevo corredor, caracterizado por la comercialización de productos que emplea la comunidad peruana en su producción culinaria. De este modo, un corredor con nuevos aromas y nuevos productos, traídos directamente del Perú, expresa la dimensión que ha adquirido la migración peruana, sobre todo en el barrio de Recoleta e Independencia, que son colindantes a La Vega. De hecho, La Vega pertenece jurisdiccionalmente a la Municipalidad de Recoleta. Curiosamente, la primera cuadra de la avenida Recoleta, que separa La Vega del Barrio Patronato, alberga en sus inmediaciones dos grandes centros patrimoniales, a saber: el Convento de la Recoleta Domínica y el Centro Nacional de Restauración. En el “baratillo” así como en la zona de abarrotes, se instalan puestos de utensilios domésticos de latón, de aluminio, de plástico, de barro cocido, alternados con chucherías chinas y coreanas, que hacen de estos emplazamientos unas “instalaciones encontradas”, respecto de las cuáles corre entre los artistas el chiste de que más vale no aparecerse por La Vega porque siempre se encontrará ejemplos de mayor combinación y mixtura objetual que las que se puede encontrar en las instalaciones exhibidas en las galerías y los museos de la capital. O bien, que es necesario ir a La Vega para aprender el secreto de las combinaciones objetuales  adecuadas. Sobre todo cuando se trata de artistas que “trabajan” muy de cerca con elementos de la “cultura popular”. El principio articulador de la curatoría es el de las migraciones internas. No solo me refiero a los desplazamientos de población que diariamente tienen lugar en la ciudad de Santiago, sino al establecimiento de una población de migrantes de origen peruano, ecuatoriano, boliviano y argentino cada vez mayor. La primera migración se refiere a la experiencia de traslados de grandes contingentes de población, de un sector a otro de la ciudad. Por eso, en la sección destinada al barrio República, de este Informe, hago mención a los estragos que ha dejado en la ciudadanía la puesta en marcha del nuevo sistema de transporte público: Transantiago. La segunda migración involucra a poblaciones que localizan sus viviendas en espacios urbanos depreciados, al borde de la tugurización, en barrios colindantes a La Vega y al borde del río Mapocho, en las proximidades del Parque de los Reyes, en sectores cercanos al Barrio Matucana y a la Quinta Normal. Estos constituyen dos elementos de información importantes a la hora de definir comunidades susceptibles de acoger una residencia. Siempre me ha resultado evidente que la migración peruana no puede no constituir un espacio de acogida de una residencia. El reconocimiento   de un corredor nuevo cercano al “baratillo”, de aromas proveniente de productos de la culinaria peruana no es indiferente. El espacio culinario presenta rasgos de regulación procesual  similares a las de las prácticas artísticas. Es en las “maneras de la mesa” que se puede establecer lazos de intercambio que comprometan la hospitalidad de las comunidades, cuando los modos de convivencia determinados por las condiciones de vivienda y de trabajo suelen ser de gran hostilidad. El corredor peruano de La Vega puede ser un vector de trabajos de intervención que pueden llegar a comprometer un trabajo más global a nivel de la comunidad peruana en su conjunto. Lo anterior obliga a abandonar el espacio definido de modo estricto por el Anillo Interior y entrar a considerar la localización de espacios de reunión de la comunidad peruana fuera de éste, principalmente ligados al ocio y a la práctica religiosa; me refiero a lugares como “Perú Gigante” (espacio deportivo y de baile) y la Parroquia Italiana (donde se reúne la comunidad peruana  proveniente de distintos sectores de la ciudad). La Parroquia Italiana, sin embargo, puede ser considerada cercana al Anillo, pues se ubica en una avenida paralela a Vicuña Mackena, tan solo dos cuadras de ésta, a un costado de lo que fuera el trazado ferroviario que se iniciaba a un costado de Plaza Italia, en dirección a San José de Maipo (pueblo cordillerano). La Vega ha sido objeto de proyectos de artistas. Es necesario mencionar  “Fruto de los libros”, proyecto financiado por el Fondo Nacional de las Artes (Fondart 2005) que fue inaugurado la segunda semana de noviembre de ese año. La idea consistía en instalar una biblioteca para los locatarios y sus familiares. En “Fruto de los libros” participaron María Fernanda Bezmalinovic, titular del proyecto y licenciada en literatura, María de los Ángeles Burr, licenciada en arte, y Max Echeverría, arquitecto. La biblioteca nació a partir de una experiencia de intervención anterior en la misma Vega Central. Una de las integrantes; María de los Angeles BURR, ya había llevado a cabo un proyecto personal en el lugar. Esta experiencia y  el magnetismo que el lugar ejercía en ella y sus colegas los hizo montar un proyecto de esta naturaleza, que se proponía entregar algo “más concreto” que la realización de un trabajo específico de artes visuales. Es así como la propia María de los Ángeles Burr, en una entrevista en el diario la nación, explica su propósito: “El amor por los libros y la real necesidad de un servicio como este fueron las principales motivaciones. Las cosas se fueron dando y ahí estaba la opción de los fondos de cultura. Postulamos y el proyecto resultó ganador”. Una de las finalidades del proyecto, no sólo fue que la biblioteca permaneciera, sino que además fuese creciendo, actuando como un centro de distintas actividades literarias y culturales. De este modo, el Fondo Nacional del Libro entregó financiamiento por seis meses más, por lo que el grupo se propuso para después de este período conseguir que la iniciativa quedara en manos de la propia comunidad de la Vega, o, eventualmente,  sería la Municipalidad de Recoleta la entidad responsable. Para desarrollar el proyecto los integrantes del grupo realizaron una encuesta previa en la Vega, en la que descubrieron con gran sorpresa que  muchos de los entrevistados demostraron tener un gran interés por la historia.  Luego, apareció  apareció la necesidad de ayuda escolar. Es así como mantuvieron un criterio inicial de fomento de la lectura, que se fue puliendo a partir de los gustos y necesidades del sector. Hay bastante literatura infantil, de apoyo escolar, autoayuda, libros técnicos, de arte, historia, y literatura clásica. La biblioteca estará ubicada en el corazón de la Vega, un sector bastante central, en la Casa de Flores (calle Rucaray con Lastra). “Se eligió un lugar estratégico de flujo de público y comerciantes, un poco inspirado en lo que ha sucedido con los exitosos bibliometros, esperando tener la misma suerte”, señala Burr. El sistema de préstamo es automatizado, ya que se compró un moderno programa para reducir al mínimo las pérdidas. El quiosco estará abierto de martes a domingo. El horario de atención será de 10:00 a 16:00 durante la semana, y de 10:00 a 14:00 los fines de semana. Consultada la artista acerca de las relaciones entre ambos trabajos, ésta señaló epistolarmente lo siguiente: “Con respecto al proyecto de las piedras, te cuento que fue ese trabajo el que dio paso a la Biblioteca. Se financió con una beca de creación de la Fundación Andes y me permitió recorrer Chile buscando piedras de un río de cada región. Más allá de los colores o formas recolectadas lo que se trasladaba eran kilos…un total de 300kg aprox. Instalé el puesto de piedras en el Galpón Chacareros por un mes, pagando la mitad del arriendo o menos del valor normal después de un acuerdo con el administrador de la época y el dueño del puesto. Las piedras se exponían en cajas comunes de madera, al igual que frutas y verduras, con la diferencia de que el cartel de venta indicaba el lugar de donde provenían (río o región) y la cantidad de kilos trasladados y no el precio por kilo que es lo habitual en el mercado. Una relación interesante era que mi producto al igual que frutas y verduras (consumo básico) también tenía una relación directa con la tierra y el agua. Ahí comenzó el asunto…estuve un mes en La Vega y conocí a todo tipo de gente. Primero que nada a mis vecinos,  quienes entre broma y broma también gritaban haciéndole propaganda a las piedras (piedras para la ensalada, sopa de piedras, etc.), a las vez que me comentaban lo privilegiada que yo era ya que sus verduras a diferencia de mi piedras solo duraban como máximo una semana…. En las mañanas todos arreglábamos nuestros carteles, les echábamos agua a nuestras mercancías para que se vieran brillantes y saludables. Todos los días tenía visitas nuevas y muchas otras que se repetían como el vendedor de loto, el vendedor de paños de cocina que  me conversaba sobre cuanto vendía a la semana o qué hacía con la plata que ganaba, etc; gente que en general provenía o había estado en el psiquiátrico, además de la gente común que iba a comprar. El puesto era bastante surrealista, ya que tenía carteles por todas partes con refranes, además de tres monitores con la imagen de los ríos o secuencias de piedras que saltaban de una pantalla a otra, con un pequeño relato de cómo se pesaba o se establecían las medidas antiguamente. Las personas no entendían si el asunto era verdad o no. Las piedras estaban a la venta sin precio establecido solo por acuerdo entre las partes o por trueque, por lo que generalmente había que negociar o entrar en una discusión del valor en relación al traslado, la distancia, la cantidad, el peso, la forma, el color, la utilidad etc. Lo más sorprendente es que la gente compró por todo tipo de cosas, comprar por comprar, para la pecera, sostenedor de papeles y puertas, mortillo, gusto, etc. Quizá más interesante que eso fueron los diálogos que se produjeron con visitantes que se reconocían a través de las piedras y recordaban lugares de origen, vacaciones o niñez. La gente empezó a llegar cada día más… sobre todo después de que apareció en el diario. Ahí la cosa me sobrepasó un poco… Muchas personas me preguntaron si el puesto iba a continuar;  muchas personas estaban interesadas en contribuir a la colección. En fin eso fue… una gran experiencia. Con respecto a la biblioteca, ésta acaba de cumplir dos años de funcionamiento; pero  más que biblioteca se entiende como punto de préstamo. Se encuentra entre la calle Lastra y Rucaray y está en el sector Antiguo de la Vega. La entrada más fácil es por Recoleta, estación de metro Patronato. Si quieres ir a visitarla, la encuentras abierta de martes a domingo de 10:00 a 14:00 hrs. y va a estar cerrada por vacaciones hasta el 2 de marzo. Cualquier cosa, llama a Francisca Araneda que es una de las personas que también está a cargo (cel: 0993923021). Ella está los domingos y el bibliotecario que está normalmente se llama Víctor. Si te embalas más con este tema o con otro relacionado a La Vega te recomiendo que converses con Arturo Guerrero, ya que él fue una de las personas que me apoyó con las piedras y la biblioteca…me entregó una carta tanto como locatario, así como Presidente de la Junta de Padres y Apoderados de los Liceos de Santiago; él es del Galpón Chacareros que se encuentra en el mismo sector antiguo. Todo el mundo lo conoce en La Vega.  También puedes hablar  con Roberto Villarroel, que es más viejo; a él casi siempre lo encuentras al lado de la Biblioteca jugando cartas en el sector Rucaray”. Ahora bien: he señalado la existencia del corredor de los peruanos en La Vega. Este se ubica en el sector bajo techo, cercano al “baratillo”. Pero hay otros lugares, en la misma Vega,  en que también se comercializan  verduras e ingredientes para la elaboración de comida peruana, en que las vendedoras entregan indicaciones y recetas, a un público chileno seducido por ésta. Lo cierto es que estos puestos son visitados por las propias comunidades de emigrantes peruanos, entre ellas, aquella que habita en el barrio de Recoleta e Independencia. En esta zona se ubican las familias de peruanos de más bajos recursos y configuran una comunidad que sostiene complejas relaciones con el resto del barrio. La artista Andrea Goic ha desarrollado un proyecto en la calle Maruri, que toma a cargo la aptitud eventual del barrio para sostener una experiencia de residencia dura. Recupero, para los propósitos de este Informe, el texto de presentación que la propia artista incluyó en un proyecto que no fue aprobado por Fondart. Sin embargo, me parece significativo solo citar el proyecto, como un ejemplo posible de intervención: PROYECTO COMUNAL DE LA CALLE MARURI, ANDREA GOIC: Objetivos Ocupar una casa o una antigua fábrica de maletas que después de cien años está en venta, transformándola en una suerte de museo del barrio. Estos lugares se encuentran en el barrio de Independencia, viejo barrio de La Chimba, en la calle Maruri. Abrir el lugar a la comunidad con la participación de los habitantes de esta calle y de las autoridades comunales correspondientes. Descripción Recolectar información incorporando a los habitantes de esa histórica calle de migrantes y reunir en un solo espacio todos los sucesos residuales coleccionables ocurridos en la calle Maruri, trabajados objetual y audiovisualmente. Como por ejemplo: 1. Rastros del barrio La Chimba 2. Rastros propios del siglo XX 3. Migración estudiantil de provincia, años 20 4. De la construcción del Policlínico 1938 5. Federación Sindicatos Industriales del Metal 6. Las casas de tortura años 70 7. Sra. Marta antigua habitante 8. Migración actual peruana 9. Antigua Fábrica de maletas “El Viajante”. 7.- LA CALLE MARURI. La calle Maruri está ubicada en el antiguo barrio La Chimba, (vocablo quechua que significa “más allá del río”) el que fue alguna vez, un vertedero semioficial. “Fue por esas mismas fechas, fines de 1800, que se comenzó a quemar basura en la ribera norte del río Mapocho, en el sector La Chimba, convirtiendo a la zona en un inmenso crematorio al aire libre y en foco de grandes emisiones de gases y hedores cada vez más desagradables…” La calle Maruri comienza o termina en el río Mapocho, siendo este “corte” un estigma ancestral, por cuanto al estar “al otro lado del río”, también está “del otro lado” del relato oficial, hecho que determina su exclusión del progreso, en todas las épocas. Ubicada al norte de Santiago, al otro lado del Río Mapocho, hoy La Chimba pierde su nombre y sus antiguos límites son compartidos por la Comuna de Independencia y la Comuna de Recoleta. Aunque siguen siendo barrios de la marginalidad urbana, donde históricamente han predominado los movimientos migratorios. Los textos señalan que a fines del 1800 y principios del 1900 era éste, un distrito explosivo. Las atracciones para las multitudes se llevaban a cabo en el llamado “Corral de Maruri”, donde actuaban cantores de contrapunte y bailarinas populares, se efectuaban riñas de gallo, y los políticos arengaban a las masas para partir a la guerra. Poco a poco estos “bajos fondos” se fueron convirtiendo en barrios residenciales. Entre 1905 y 1915, arriban a Maruri los primeros inmigrantes de origen judío, que vienen huyendo de la persecución y los progroms en Ucrania y Polonia. En un principio trabajaban como semaneros (vendedores puerta a puerta, que cobraban la mercadería en cuotas una vez a la semana) y, producto de sus ahorros y una vida modesta, muchos de ellos se adjudican locales comerciales en La Vega. Los hijos de éstos, se convertirán en profesionales o comerciantes y cambiarán el barrio de sus padres por los nacientes barrios de clase media. En la década de los 20, emigran a la capital una gran cantidad de jóvenes de origen humilde que vienen a estudiar a la Universidad de Chile. Arriendan piezas en las casas de la calle Maruri y sus alrededores. Entre otros están Pablo Neruda, José Domingo Gómez Rojas, Juan Egaña, Alberto Rojas Jiménez, Alberto Valdivia (el “cadáver Valdivia”), Romeo Murga y Pedro Gandolfo. Éstos jóvenes, en su mayoría militantes del Partido Comunista, estudian Pedagogía, Medicina o Derecho, y fundan la Federación de Estudiantes de Chile, revistas universitarias y realizan actividades culturales. La vida bohemia se desarrolla entre la Universidad y la calle Maruri, a la cual Neruda le escribe el poema “Crepúsculos de Maruri”. Con los años, a pesar de que en la calle Maruri se eliminan las acequias y se construye un alcantarillado, los habitantes que progresan con el comercio se mudan a barrios en la parte alta de la ciudad. En los sesenta, algunas de las amplias casas de Maruri, son ocupadas como centrales de trabajadores que van organizándose y creciendo, movimiento que acabaría fatalmente en los setenta. A partir de 1974, en plena dictadura, llegan a Maruri agentes pertenecientes a la Inteligencia de la Fuerza Aérea, los que ocupan dos viviendas en centros de torturas y retención temporal. Esas casas se convertirían después en habitaciones para los agentes solteros del llamado Comando Conjunto. En 1987, con la llegada del Metro, resurgen las esperanzas de los habitantes de ver renacer su barrio. Los locales comerciales pintan sus muros y letreros; entre otros la mueblería Las siete puertas, la panadería Pinto, la ferretería El Mono y la fábrica de Mote con Huesillos.  Lamentablemente, el resurgimiento no se produce y los propietarios, en su mayoría ancianos que han quedado solos, no pueden mantener las casas…  y por su parte los locales comerciales, al constatar que los clientes no llegan, terminan por vender o arrendar las propiedades a comerciantes coreanos que instalan tiendas de géneros sintéticos a bajo precio. En los comienzos del siglo XXI, han arribado a Chile numerosas familias peruanas, empobrecidas por la crisis económica que vive su país.  En la calle Maruri se concentra la mayoría de los 8.000 peruanos ilegales, donde arriendan piezas e incluso casas enteras que subarriendan por cuartos. El alto grado de hacinamiento  en las casas de los inmigrantes (a veces 25 en cada casa) hace que colapse su forma de vida: disputas familiares, precariedad higiénica, produciéndose un fuerte choque cultural con los residentes chilenos. A pesar del desgaste y abandono, el paisaje urbano continúa reconociéndose como una ruta fija de migraciones, no así el paisaje humano, que parece un continuo tránsito sin destino por un mismo trayecto que se resiste a desaparecer. 8.- PLAZA LOS MOTEROS A unos pasos de la calle Maruri se encuentra la plaza de “Los Moteros”, que fuera el escenario de un conflicto urbano entre una organbización de residentes y la autoridad ministerial (Ministerio de obras Públicas). Como lo establece Verónica Tapia en  su tesis para optar al título de antropólogo social, “La Costanera Norte y el Barrio Los Moteros: crónica de un conflicto urbano” (Universidad de Chile, Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Antropología), de octubre del 2005, los vecinos de la plaza Los Moteros recuerdan que circulaba el rumor de la expropiación y construcción de una autopista a lo menos a partir de 1990.  Desde 1995 comienza a tomar cuerpo el proyecto Costanera Norte. Esta vía buscaba conectar las comunas del sector oriente de Santiago con una zona definida como de “gran potencial industrial” y con las “principales rutas urbanas”. Al mismo tiempo permitiría una vía rápida desde la ciudad hacia el aeropuerto y los caminos que llevan a la costa. Un proyecto de estas características implicaba una serie de expropiaciones de terrenos tanto públicos como privados. En este caso, era necesario expropiar sectores residenciales, como el barrio “Los Moteros” en el barrio Independencia, a unas cuadras de Maruri. El barrio de “Los Moteros” era y es denominado de esa manera debido a la plaza ubicada en su interior. En ella era común ver varios carros de mote con huesillos que ofrecían su refrescante producto a los vecinos del lugar. En la actualidad, esta plaza es el registro cuasi arqueológico del desaparecido barrio. Resulta difícil apreciar la vida que se daba en las cinco manzanas expropiadas y que hoy están ocupadas por el trazado de la Costanera Norte. El barrio se componía de 84 casas de edificación continua, de ladrillo y adobe, de uno o dos pisos y con una superficie de terreno que variaba desde los 46 a los 100 mts cuadrados. Como señala el presidente de la Asociación de Propietarios N 15 de Independencia, el día 21 de diciembre del 2001, en una carta dirigida a la Comisión Nacional del Medio Ambiente: “Los principales afectados por las expropiaciones son los propietarios residentes, los que, son mayoritariamente mujeres, de escasos recursos, y que han vivido la mayor parte, sino toda su existencia en estos barrios, y que por consiguiente, tienen una gran identidad social territorial que lleva a un fuerte sentimiento de arraigo. Es por lo demás, un grupo humano que interactúa permanentemente, pues vive en pequeños cités y tiene una buena calidad de vida determinada principalmente por su cercanía al centro y a todos los servicios que él representa. Además hay lazos familiares entre varios de los propietarios residentes, lo que acentúa la cohesión”. Esta asociación de propietarios se acoge a la ley de junta de vecinos, que exige que haya comisiones, directiva, asambleas y votaciones. Pero se trató de una organización que no solo incluyó a los futuros expropiados sino también a propietarios de sectores aledaños y tuvo como característica fundamental el agrupar a residentes no propietarios, sino que hizo primar el carácter de residente, siendo éste un elemento definitorio en el conflicto. Los objetivos de la organización se definieron en relación al proceso expropiatorio derivado del proyecto Costanera Norte. Lo primero fue organizarse contra la desinformación. La conquista de la información fue la actualización de un derecho real que les permitió plantear la negativa a la política del ministerio de obras públicas. En este primer momento, la municipalidad prometió su apoyo, sin embargo la primera decepción que experimentó la organización fue la de constatar que ésta también tenía sus propios intereses en el asunto. De este modo, estaban en contra de un ministerio y de su propia autoridad municipal. Estaban solos. Sin embargo, en 1997, al conocer el estudio de impacto ambiental que el ministerio presenta a la comisión de medio ambiente, la asociación decide hacer sus descargos. Ya en esa fecha habían tomado contacto con todas las organizaciones de defensa que a lo largo de la ribera del Río Mapocho se habían organizado para oponerse a los proyectos del ministerio. Esto implicaba los barrios desde Pedro Valdivia Norte hasta la Plaza de “Los Moteros”, pasando por Bellavista, Patronato y La Vega Chica. ¿Por qué interesa a la Trienal el caso de la plaza de “Los Moteros”? Uno, porque se encuentra en la Chimba, al lado de calle Maruri y la Vega. Dos, porque retraza la historia de una organización de residentes que reaccionan ante un proyecto que destruye su barrio. Tres, porque relata las dificultades de negociación con la autoridad. Más bien, no hay negociación, sino autoritarismo tecnocrático y político. Una de las cuestiones claves de las luchas urbanas, en este nivel, es la cuestión de  la información.  Los residentes se organizan, primero, para obtener información, que les es negada desde los organismos públicos. La primera lucha es por la autonomía del conocimiento. Eso define el grado de desconfianza que la ciudadanía mantiene respecto de las autoridades. Situación que es replicable a otros conflictos urbanos en la región metropolitana, donde la autoridad entiende que la negociación es sinónimo de aceptación por parte de los ciudadanos de sus decretos. La autoridad no concibe la polémica, ni el conflicto, sino en función de la “producción de la fatiga” de los ciudadanos en la defensa de sus derechos. El caso de la plaza de “Los Moteros” tiene el valor de un síntoma. La percepción que elaboran los pobladores se instala entre el abandono y la discriminación autoritaria. Los textos oficiales no consignan las iniciativas de los ciudadanos más que como relato de dificultades de implementación de los proyectos. Los residentes del barrio se convierten de plano en relatores de una lucha que tiene lugar en asambleas, en salas de espera, en oficinas de funcionarios, en la calle. A corto andar se transforman en expertos en leyes y reglamentos y aprenden muy rápido a sacar ventajas de los vacíos, de las lagunas que descubren en los textos oficiales. Es así como en un comienzo, la lucha se concentra en buscar formas que aseguren el respeto de la letra y del espíritu de los decretos, como es el caso de una resolución de la comisión nacional de medio ambiente, que plantea “construir y/o financiar viviendas equivalentes mejoradas, en los mismos barrios o sectores donde se generen las expropiaciones, a las actuales solo podrán optar los propietarios que habiten los predios expropiados y que prefieren esta alternativa a la de recibir el pago en dinero de la indemnización por el inmueble expropiado”. Este fue el punto que estaría en discusión durante el desarrollo del conflicto y sería el principal argumento en pos de la defensa del barrio de “Los Moteros”. La expropiación significó, obviamente, la destrucción del barrio y el consecuente “exilio” de sus residentes. El tema de las migraciones internas es clave en este Informe. Las casas han sido demolidas, los árboles talados, las calles destruidas. Sin embargo, a tres años (en 2005) de la salida definitiva del barrio los vecinos aún mantienen contacto, a pesar de lo alejados que se encuentran. Debido a limitaciones financieras, la mayoría de los habitantes tuvieron que radicarse en otras comunas. Solo unos pocos pudieron encontrar vivienda en la propia comuna de Independencia. Como señala la autora de la tesis, “los recuerdos y los vínculos son fuertes y la nostalgia de una vida pasada ha marcado la existencia de las personas que recorrieron toda una vida en ese lugar; pareciera que al retroceder en el tiempo y al poder evocar tiempos pretéritos algo se puede recuperar, se tiene la certeza que a pesar de la demolición algo se mantiene firme en su lugar”. Tenemos un caso de migración forzada urbana. No es el único. La construcción discriminatoria de la ciudad supone el exilio interior de sus habitantes. La situación planteada en “Los Moteros” posee otras versiones, no ya en relación a la demolición de un barrio, sino a los traslados de pobladores. Me refiero a los éxodos masivos de personas desde asentamientos irregulares a viviendas sociales, que dan lugar a una verdadera colonización de la periferia urbana por ciudadanos trasplantados desde viviendas precarias, patios traseros y campamentos. Diversos autores lo han señalado en estudios sobre las políticas de vivienda. Ciertamente este es un fenómeno que excede el análisis que he realizado del barrio Maruri y la plaza de “Los Moteros”, sin embargo delimita el sentido de nuestro trabajo en la Trienal. Un investigador como Juan Carlos Skewes, de la Universidad Austral de Chile, en la obra colectiva editada por Ediciones SUR (Corporación de Estudios Sociales y Educación), que ha circulado con el título “Los con techo. Un desafío para la política de vivienda social”, sostiene que “se trata de un éxodo de proporciones, comparable a una migración de mediana escala. Pero no es sólo un flujo espacial, es también el tránsito desde una forma de sociedad a otra, que se expresa de modo irregular, impreciso y matizado por las vicisitudes de historias personales desarraigadas de sus mundos de vida y trasplantadas a nuevos escenarios”. Y agrega: “La historia de pobladoras y pobladores urbanos acumula nuevos ingredientes: lo que una vez fue el movimiento de migrantes rurales al mundo urbano, corresponde a los flujos  y reflujos de poblaciones que a diario se ven expuestas al desempleo y cuyas vidas se sostienen en el mercado informal de la economía”. En la obra ya mencionada, Alfredo Rodríguez, editor de “Los con techo”, plantea que el gobierno, los académicos y las ONG siguen mirando el tema habitacional desde la perspectiva de lo que fue en 1987, el Año Internacional de los Sin Techo: los allegados, las tomas de terreno, el tema de los “sin casa”. Para muchos el problema sigue siendo cómo dar techo; y la solución, seguir construyendo más viviendas sociales. La gran comprobación empírica de este libro señala que, hoy en Santiago, el gran problema social habitacional es el de las familias “con techo”. Lo que podemos advertir en el mapa del Anillo Interior es que en sus límites, no hay prácticamente vivienda social. Según el mapa de localización de los conjuntos de vivienda social construidos entre 1980 y 2000, no es posible encontrar este tipo de conjuntos nuevos en los límites de la comuna de Santiago y, por lo tanto, en el Anillo Interior. Más que nada, el propósito de Informe ha puesto el énfasis en zonas de depreciación de viviendas clásicas, ya sea por tugurización o por acción de megaproyectos viales. Estos dos elementos focalizan nuestro interés en investigar aquellos lugares en los que se ha puesto en crisis la condición de la habitabilidad. Es decir, supone un entorno “con techo” muy distinto al que se ha configurado en los conjuntos de vivienda social, donde la condición de diseño y mantención de las viviendas es crítica. En definitiva, en el Anillo Interior no hay vivienda social. Existen, más bien, conjuntos habitacionales que han experimentado merma significativa en el marco de situaciones barriales vulnerables. 9.- SALUD MENTAL Y MIGRACIÓN EN RECOLETA E INDEPENDENCIA. En el número 272 de la calle Maruri se levanta el edificio del Policlínico Maruri del Servicio de Salud Metropolitana. La edificación construida en 1938 posee las características típicas de la arquitectura pública de ese entonces. Pero mi interés dista no es el de hacer valer una pieza del patrimonio arquitectónico, sino a propósito de su existencia como centro de atención de salud, enclavado en el barrio Maruri, colindante con la plaza de “Los Moteros” y La Vega Central, se ha convertido en un lugar de relación compleja con la comunidad peruana que habita en esa zona. En los momentos en que redacto este Informe, tiene lugar la “amnistía” otorgada a peruanos, bolivianos y otros extranjeros que hasta ahora estaban ilegales en Chile. Esta situación  amenaza con una presión explosiva a hospitales y consultorios a contar del 5 de febrero, cuando finaliza la regularización. Pero si los funcionarios del sistema público reclaman por la recarga de trabajo que se les viene encima, los inmigrantes se quejan de lo que acá siempre se niega: discriminación, racismo, malos tratos y negación del derecho a la salud. El Ministerio de Salud por primera vez está midiendo la magnitud del problema. La cifra que arrojará el “perdonazo” migratorio encendió las alarmas de las autoridades de Salud, pues significará un incremento explosivo de usuarios del sistema de atención primaria y hospitalaria de la zona norte capitalina, allí donde se concentra la mayor cantidad de inmigrantes de Santiago. Este es un fenómeno que solo la agencia de comunicaciones CIPER ha  levantado como problema. Recojo, en este sentido, el resultado de entrevistas que el periodista Pedro Ramírez ha realizado al respecto. La presión que se viene sobre los consultorios preocupa especialmente a sus funcionarios. Hasta ahora han visto incrementarse sin tregua el número de usuarios inmigrantes sin que se modifique ni infraestructura ni personal. De allí la tensión acumulada en esos centros de atención primaria contra los extranjeros de pocos recursos. El conflicto partió en 1998, con la primera “amnistía” migratoria para la oleada de peruanos que llegaron escapando de la guerra interna que sacudió a su país. Cerca de 21 mil inmigrantes resultaron beneficiados -de los cuales 18.500 siguen en Chile-, provocando la primera presión de extranjeros sobre los consultorios, la que no ha cesado de aumentar. Los efectos de esa explosiva situación se conocerán dos semanas antes de que se entregue la cifra definitiva de nuevos extranjeros que obtendrán su residencia en el país. Entonces, el Ministerio de Salud dará a conocer los primeros resultados de un extenso estudio que arrojará el primer diagnóstico serio sobre los problemas relacionados con la atención de inmigrantes –regulares e irregulares- en los centros asistenciales de la zona metropolitana norte. El estudio, desarrollado por la consultora “Demoscópica”, muestra, entre otros factores, que gran parte de las fricciones se deben a que los funcionarios de salud no fueron capacitados para comprender los patrones culturales de los extranjeros, especialmente peruanos, y a la falta de una normativa que estandarice los procedimientos para atenderlos. Pedro Ramírez recoge las declaraciones de un médico chileno de la red pública (más del 46% de los facultativos que trabajan en consultorios de salud primaria son extranjeros), que  entrega otra cara del problema: “Los inmigrantes no cumplen los controles porque son personas que privilegian el trabajo: vienen a Chile a trabajar, a juntar plata, y muchas veces tienen empleos precarios, con problemas para pedir permiso para ir al control. Nos llegan niños de 5 ó 6 años sin sus vacunas y eso es un problema de salud pública. Los que están irregulares no cotizan en Fonasa y atenderlos es pérdida para el consultorio o el hospital, entonces los directores presionan para que no los reciban. Pero, ¿qué pasa si hay un caso de polio o tuberculosis porque el chico no fue vacunado? El Estado debe tener una política para esas personas. Y como no existe, muchas veces uno los atiende así no más, con costo para uno. Depende mucho de la voluntad del personal y hay menos voluntad en los consultorios donde viven más peruanos, porque con ellos ha aumentado mucho la gente que se atiende ahí. Y el personal gana la misma plata atendiendo a más personas”. “Que aparezcan de un día para otro más de 30 mil ciudadanos, con todos sus derechos, es una tremenda presión sobre el aparato público”, explica el ex jefe metropolitano de Extranjería, Esteban Tumba. Y son los sectores de Trabajo, Salud, Vivienda y Educación los que más sufren. Estos problemas, dice Tumba, se deben a que el Estado ha mantenido una política de fronteras abiertas, pero sin declararla formalmente y sin invertir en políticas públicas para absorber las demandas de estos nuevos ciudadanos”. Aunque desde 2003 existe un convenio entre el Ministerio de Salud y el Departamento de Extranjería para que las madres extranjeras, independiente de si están legalmente en Chile, tengan acceso a controles en los consultorios, Melca Pacaya, ciudadana peruana,  afirma  que se le negó la atención en las cuatro oportunidades en que se presentó en el Consultorio Recoleta, que corresponde a su domicilio. Había extraviado su pasaporte y por esa razón no contaba con cédula de identidad chilena: “Yo no tenía papeles, pero todos me decían “anda así no más, te tienen que atender”. Fui cuatro veces y no me atendieron, porque no tenía carné. En la puerta ya me decían “para qué vienes”. Y yo explicaba que había perdido mi pasaporte, que lo estaba pidiendo en el consulado y que sin pasaporte no me daban carné. La segunda vez fui con una constancia del consulado de que ya había pedido el pasaporte. Igual me dijeron “eso no sirve”. Una vez, estaba ahí sentada y una mujer le dice a otra: “Puchas, esta señora está embarazada y no la quieren atender”. Ellas reclamaron hasta que me subieron a una oficina. Ahí me entrevistaron diciendo “para qué vienes, si no tienes nada”. Bajé y entonces, de buena persona, una matrona me revisó –cuenta Melca. El sociólogo Lorenzo Agar coordina el equipo que montó en noviembre de 2006 el Ministerio de Salud para conocer en detalle los problemas que enfrentan los inmigrantes en la red de atención pública. Agar explica que “desde 2003 hay una normativa entre extranjería y el Ministerio de Salud, por la cual la mujer embarazada, aunque esté irregular, tiene derecho a una visa de residencia transitoria y acceso al carné de identidad y, con ese carné, acceso a Fonasa, aunque sea en el nivel A, el de las personas sin recursos”. Esteban Tumba, director de un diplomado sobre inmigración, entrevistado por Pedro Ramírez, ha elaborado  una mirada crítica respecto del proceso de regularización en curso. El especialista sostiene que el proceso de 1998 no fue aprovechado para obtener información que permitiera desarrollar políticas para integrar mejor a los inmigrantes, evitar brotes xenófobos y fomentar el respeto a sus derechos laborales y previsionales. “Como Estado tenemos la opción de tener o no política migratoria, pero no nos podemos equivocar en lo que sí debemos hacer: conocer bien el fenómeno. Y no lo conocemos bien. Debemos dimensionar toda la migración, regular e irregular. No se ha desarrollado un solo estudio para que el Estado pueda ir generando líneas de acción. La mirada que existe es más de extranjería que de migración. Desde el punto de vista de extranjería hablas de procedimientos y estándares que la persona cumple o no. Pero si hablamos de migraciones, son procesos sociales. En 1998 respondimos a una emergencia, actuamos sólo sobre los síntomas y el proceso terminó ahí. Pero no hubo ningún aprendizaje, no supimos cuáles eran las causas de la migración, de dónde venía la gente, por qué venía y por qué se había quedado al margen de la legalidad”. Por su parte, la socióloga Mireya Valdebenito, de la consultora “Demoscópica”, coordina el más exhaustivo levantamiento de información sobre la realidad de salud de los inmigrantes que viven en las comunas del norte de Santiago, allí donde se han asentado mayormente los peruanos. La tarea encomendada por el Ministerio de Salud culmina en julio de 2008. Fruto de una encuesta aplicada a más de 130 familias de inmigrantes (unos 400 individuos), cuatro focus group y entrevistas con todos los actores relevantes (funcionarios de la salud, directores de ONG’s y organizaciones de la sociedad civil, entre otros), Mireya apuesta a que una de las políticas ineludibles será capacitar al personal de salud y administrativo para que comprenda la cultura de los inmigrantes: “Entre las embarazadas peruanas –cuenta Mireya- no existe la necesidad de controlarse en los primeros meses. Así es su cultura. Ellas llegan tardíamente al control y eso, al parecer, molesta en los consultorios porque hay indicadores por los que son evaluados y uno es el mes en que se empieza a controlar el embarazo (…) También, en muchos inmigrantes no existe la cultura de controlar al niño sano y de vacunarlo. Además, se deben entender ciertos hábitos alimenticios, de salubridad y de creencias relacionadas con la salud. Hay gente que cree mucho en las hierbas, en los curanderos, los chamanes y que cuando tiene guaguas se amarra un pañuelo en la cabeza o se pone piedras en el estómago. Y llegan a un sistema de salud que no acoge esos patrones culturales, que no entiende que la persona está acostumbrada a no bañarse durante el período del parto y posparto, por ejemplo”. Cruzando la puerta del Consultorio Recoleta, inmediatamente a mano izquierda está la ventanilla de informaciones. El letrero con los requisitos para ser atendido -pegado en el vidrio- parece hecho con el propósito de ahuyentar a los extranjeros indocumentados: “Previsión al día”, “Certificado de residencia” y “Cédula de identidad”. Cuando se le pregunta a la funcionaria de la ventanilla cuál es el procedimiento para que una embarazada extranjera pueda controlarse, ella muestra el cartel y recita los tres requisitos. Al replicarle que eso excluye a las embarazadas en situación migratoria irregular, lo que contraviene el convenio del año 2003, la funcionaria insiste en que sólo se atiende con cédula de identidad. Se le consulta entonces por los pasos a seguir para acceder al beneficio del convenio. Vuelve a recitar los requisitos –“son las únicas instrucciones que yo tengo de la directora del consultorio”- y da por cerrado el diálogo. La directora del consultorio, María Elisa Miranda, no recibió a CIPER. A través de su secretaria señaló que las razones por las cuales el personal de recepción no maneja información sobre el convenio debían ser respondidas por Genoveva Figueroa, directora del Departamento de Salud municipal. Genoveva Figueroa prometió una entrevista que nunca se materializó. “En ese consultorio yo he llorado para que atiendan a mi hijo”, dice la dueña de casa peruana Ana Centurión. Ella vive en Salas 224, en el corazón de la Vega Central, en los altillos de las bodegas de frutas. Ocho familias habitan en las pequeñas piezas del inmueble. Parada en la puerta de la vivienda, donde le hace el quite al calor, Ana recibe la ayuda de un operativo sanitario organizado por la sede de la Cruz Roja ubicada a un par de cuadras, en Lastra con Independencia. -Mi hijo de 3 años estaba enfermo, mal. Lo llevamos al Consultorio Recoleta, pero no lo atendieron porque no teníamos los papeles. Mi hijo tiene su cédula y estamos en Fonasa, pero no tenemos el certificado de residencia. Acá no hay unidad vecinal, se desunieron. El papel lo da también Carabineros y ellos piden un recibo de luz y el contrato de arriendo… -La verdad es que acá no dan contrato de arriendo –la interrumpe Mónica Contreras, otra ocupante de la casa, también peruana-, tampoco boleta, porque aquí el que está subarrendando también es extranjero, ecuatoriano. Y si tuviéramos alguna queja, lo cogen a él y quedamos todos en la calle. -¿Y no le cuentan eso a la asistente social o a la directora del consultorio? -Pero si le digo que hasta le lloré –responde Ana-, porque mi hijo tenía unos granos por todo el cuerpo que le brotaban y se le hacían más grandes. Esto fue recién hace un mes. Yo al consultorio fui y lloré. Le dije que lo único que quería era que lo viera un médico, porque lo había llevado a urgencias del Hospital Roberto del Río y no dieron con su enfermedad. Pero no me lo atendieron. Les dije que mi esposo y yo estamos en Fonasa, y nada. Una señora se interesó cuando me puse a llorar y una enfermera me dijo “anda con la directora”. Entré y me dijo “no”, que tenía que tener el certificado de residencia. Yo le dije “mi hijo está mal, quisiera que lo vea un médico sólo para que me diga si es grave”, y nada. Me rechazó igual. Al final lo vio el “Dr. Simi”, le encontró lo que tenía y nos dio los medicamentos para el bebé. Así como los inmigrantes le hacen el quite a consultorios como el de Recoleta o el Cruz Melo de Independencia, hay otros centros de atención primaria que han hecho fama por tratarlos bien. Uno de ellos es el Alberto Bachelet. De hecho, siguiendo las instrucciones que le dieron en el Hospital San José después del parto, Melca Pacaya llevó a Dafne a su primer control en el Cruz Melo, pero allí no la recibieron porque su domicilio correspondía a Recoleta. Curiosamente, la enviaron al Consultorio Bachelet, que es de Conchalí. -A mí no me extraña que la hayan enviado para acá. Somos como el Hogar de Cristo de los consultorios. Siempre buscamos una solución para los extranjeros –indica Yessica Aqueveque, jefa del Servicio de Orientación Médico Estadística (SOME), encargado de visar las admisiones del Consultorio Bachelet. Melca Pacaya sale del Consultorio Bachelet con su hija en brazos y con la sensación de que por primera vez desde que está en Chile recibió instrucciones claras y precisas en un centro de salud. Yessica Aqueveque le explicó paso a paso cómo inscribir a Dafne en el Registro Civil y luego en el sistema de salud para que tenga acceso a todas las prestaciones que recibe una niña chilena. Al final, la funcionaria la despide con una frase que ahorra explicaciones: “Mi esposo es extranjero. Nació en Lima”. Tras meses entrevistando extranjeros en la Plaza de Armas o en los barrios de Maruri y la Vega, entre otras zonas, el equipo de Mireya Valdebenito tiene claro que el auge del “Dr. Simi” se debe, en gran parte, a que algo no está funcionando en la red pública: “Hay una serie de alternativas en atención de salud que no han surgido por casualidad. Es porque hay una demanda muy grande de una población inmigrante básicamente no regular. El Hogar de Cristo tiene un consultorio exclusivo para inmigrantes irregulares, la Cruz Roja brinda atención a inmigrantes sin importar su condición de regularidad, a bajo costo y en horarios en los que ellos pueden atenderse, en fines de semana. El famoso “Dr. Simi” ha tenido un boom entre la población inmigrante porque permite acceder a una consulta en un horario mucho más amplio que los centros públicos, a un bajo costo y garantizando el acceso a los medicamentos, lo que no siempre ocurre en los consultorios. Si han surgido estas alternativas, es un indicador de que hay una insuficiencia del sistema. Los horarios de los consultorios no son compatibles con la jornada laboral de un inmigrante común. La mayoría de las mujeres trabaja en servicio doméstico y los hombres en la construcción, con jornadas de 10 a 12 horas y muchas veces ni siquiera pueden salir, porque están puertas adentro. Y los sábados y domingos la atención es súper restringida, sólo para urgencias”. Lorenzo Agar señala que uno de los grupos que tiene garantizada su atención, con independencia de si su situación migratoria es irregular, es el de los menores. De hecho, recientemente se firmó el convenio entre el Ministerio de Salud y el Ministerio del Interior que amplió la cobertura garantizada a todos los extranjeros menores de 18 años. Pero las madres peruanas reclaman que esas garantías no siempre se respetan. La doctora Lina Palma atiende a inmigrantes en la sede de la Cruz Roja de calle Independencia y tiene la certeza de que la atención garantizada a los menores no siempre se cumple. Entre 2002 y 2006 ese local de la Cruz Roja trabajó en conjunto con el Consulado de Perú un programa de atención médica a inmigrantes los días sábado. “El convenio consistía en que el consulado proporcionaba médicos peruanos que prestaban un servicio gratuito y nosotros aportábamos voluntariado e infraestructura”, cuenta la presidenta de la entidad, Ximena Basterrica. En 2007 la cooperación del consulado se diluyó y el programa siguió en marcha sólo por iniciativa de Cruz Roja, que aportó médicos chilenos que cobran 1.500 pesos (US$ 3) o atienden de manera gratuita. Cada sábado por la mañana, cuenta Ximena Basterrica, los médicos reciben hasta 20 extranjeros. Por la tarde, hasta 60 hijos de inmigrantes llegan a esa sede de la Cruz Roja para recibir atención sicológica y apoyar su inserción en Chile: “En general se sienten muy tristes. Sus padres trabajan todo el día, fueron desgarrados de su entorno, separados de sus abuelos. Se han presentado muchas patologías de salud mental, de depresión infantil”, señala Basterrica. -En este momento –dice la voluntaria- estamos trabajando un proyecto para crear un jardín infantil para que las mamás extranjeras puedan salir a trabajar tranquilas. Este proyecto lo estamos presentando a la Cruz Roja española y estadounidense para que nos apoyen con el dinero. La doctora Palma quiere presentar al Ministerio de Salud un proyecto para que el local de la Cruz Roja cercano a la Vega sea considerado como un consultorio público especializado en inmigrantes: “Muchos extranjeros que están ilegales no se atreven a ir a los consultorios y hospitales, porque temen dejar sus datos y que luego los deporten. Pero sí confían en la Cruz Roja, una institución neutral”. Aunque la consultora “Demoscópica” no puede entregar detalles del estudio que le encargó el Ministerio de Salud hasta que esa cartera decida hacerlas públicas, Mireya Valdebenito adelanta algunos aspectos relacionados con la caracterización de los inmigrantes: “En las comunas del Servicio de Salud Metropolitano Norte (donde se desarrolló el estudio), tenemos un 66,6% del total de inmigrantes que son peruanos, versus el 23,3% a nivel país”, comenta la especialista. Y agrega un punto desconocido: los inmigrantes tienen más años de escolaridad que los chilenos. (…) En Chile tenemos un promedio de años de escolaridad para mayores de 15 años de cerca de 10,1 años y la población peruana tiene 12,1 años. Es decir, tienen una mayor educación formal que nosotros. La población argentina también tiene un nivel educacional mayor. En general, todos los inmigrantes tienen niveles educacionales mayores a los que registra la población chilena, excepto el caso de Bolivia, que no alcanza a ser un año menos”. En relación a por qué residen masivamente en los barrios del norte de Santiago, pero cercanos al centro de la ciudad, el estudio también arrojó luces: “La mayoría de los inmigrantes de la zona norte son recientes. Llegaron hace menos de cinco años. Y se instalan en esas comunas porque son parte de una segunda oleada que llega con un contacto, conoce a alguien que ya está acá o al menos tiene una referencia. Pero luego emigran a otras comunas. Se están yendo a Huechuraba o Quilicura, donde incluso han comprado casas. Santiago Centro, Independencia y Recoleta son sólo comunas de llegada”. Dentro de las enfermedades que los afectan, resaltan los problemas de salud mental: “A nivel familiar, emocional y psicosocial, tienen un gran conflicto por haber dejado sus familias y redes de amigos. La mayoría entra con una visa de turista que dura tres meses, entonces la primera gran tensión es superar la dificultad para regularizarse”. La doctora Lina Palma, que atiende inmigrantes en la sede de la Cruz Roja de avenida Independencia, corrobora lo anterior: “El problema más frecuente es el síndrome depresivo o ansioso-depresivo. El 80% de las consultas tiene que ver con sintomatología que lleva a una depresión, como síntomas de estrés, dormir mal, cefalea constante, intestino irritable. Es un conjunto que deriva de lo mismo: falta de apoyo y abuso laboral”. 10.- BARRIO LASTARRIA-BELLAS ARTES ·        Se ubica en el sector oriente del centro histórico de Santiago, configurado por la conjunción de los dos barrios mencionados, asentados en un territorio que está ubicado al interior del triángulo delimitado por el cerro Santa Lucía al poniente, el parque Forestal al norte, la Plaza Italia al oriente, y la Alameda al sur. ·        En un reciente estudio del antropólogo Cristian Matus, la conceptualización de “macrobarrio” ajustaría a la descripción de este territorio o espacio porque “permite  graficar cómo los procesos de cambio y renovación  urbana tienden a consolidar la existencia de un continuo entre ambos sectores, instalando como centro del “nuevo barrio”, lo que anteriormente se concebía como el límite y la frontera que los dividía, la calle José Miguel De la Barra”. Es una confluencia y continuidad espacial que da cuenta de transformaciones morfológicas que a su vez dan lugar a la emergencia a una nueva concepción del barrio como escenario que permite la práctica de nuevos estilos de vida urbanos y de también nuevos actores sociales.

  • La emergencia de una cultura urbana asociada al rescate y resignificación de los centros citadinos configura una tendencia contemporánea que empieza a tener una creciente presencia en Chile, primero a partir de la visibilización  de los  efectos e impactos socio-culturales que generan los procesos de renovación urbana desarrollados en el centro histórico de Santiago (e.j. Barrio Yungay), a partir de comienzos de los noventa. Lo positivo y negativo de los procesos de renovación poblacional y gentrificación [19] en los antiguos centros urbanos son visibles, pero aún constituyen rasgos propios de lo que está en proceso de consolidación; por un lado se revitalizan los barrios, “ayudando a un cambio tanto en la arquitectura como en la planificación urbana, y por otro, se difunden estilos de vida que fomentan la privatización, el abandono de las instituciones públicas, y una demanda estética por coherencia visual, que excluye de los espacios urbanos gentrificados, a quienes no se adapten a los patrones del nuevo estilo de vida”.

·        Una primera forma de dar cuenta de la emergencia de nuevos estilos de vida urbanos, la entrega un análisis de la configuración actual de tres ejes fundamentales que articulan y unen ambos barrios constituyendo los sectores más renovados en cuanto a sus usos. Nos referimos a las calles Lastarria, Merced -entre José Miguel De la Barra y Lastarria-, y José Miguel De la Barra, desde Merced hasta Monjitas (ver plano en: www.barriolastarria.com). Si analizamos las transformaciones territoriales que acontecen en estos ejes producto del desplazamiento de nuevos residentes al barrio Lastarria/Bellas Artes nos encontraremos con que en ellos desde 2000 en adelante se comienza a configurar un proceso de “destrucción creativa”, que adquiere, a lo menos, dos modalidades. Una que intenta desarrollar una mayor continuidad con los usos y la morfología previa,  re-significando antiguos espacios barriales conciliando su estructura e identidad patrimonial con nuevos usos, y otra que coloca mayor acento en la destrucción del espacio previo re-emplazándolo por nuevas estructuras arquitectónicas que rompen con la continuidad del espacio barrial.

  • Todos estos procesos coinciden con un período de declive del barrio histórico asociado a la vida intelectual, el que es re-descubierto por un sujeto mono-familiar, que articula su subjetividad en torno a lo público y no a lo íntimo. Ese sería el principal actor social que está repoblando el sector; parejas jóvenes sin hijos, profesionales que viven solos, alianza de ellos que arriendan a extranjeros, entre otros.
  • También es posible visibilizar la consolidación de una nueva lógica empresarial que articula la rehabilitación de espacios para la cultura con la articulación de una lógica de “empresariamiento cultural” que da cuenta de cómo los estilos de vida también forman parte de un nueva economía simbólica que tiene como usuarios tanto al turista como al público urbano que opera como un turista interno cuyo consumo cultural de elementos distintivos como comida, libros, vinos y obras, lo conecta con una experiencia cultural de lo global. Este último punto plantea la interrogante de qué forma esta resignificación de la autenticidad de lo barrial, urbano, y lo local en códigos de lo global responde a una particular demanda de identidad por parte de nuestra nueva clase media emergente que producto del modelo modernizador surge y se establece requiriendo identificarse y distinguirse mediante el uso y apropiación de nuevos significantes que respondan a la imagen que proyecta lo chileno en el imaginario de lo global.
  • Todas estas prescripciones que operan y determinan la elección de un modo de vida céntrico por parte del nuevo residente, sumadas a la estabilidad del crecimiento económico que garantiza el acceso al consumo de las nuevas elites de la economía de servicios, plantean la posible continuidad de estos estilos de vida  en el centro urbano y su probable permanencia en el barrio, y su expansión a otros espacios del centro de Santiago. Más allá de la exploración vivencial asociada a la vivencia de una expandida juventud por parte del tramo más ilustrado y pudiente de la nueva clase media, el retorno de las nuevas generaciones al centro de la ciudad pareciera ser una realidad a considerar como una oportunidad para la ciudad, para acoger y crear una nueva y más diversa cultura urbana.
  • Asimismo, es posible distinguir ciertas tendencias de cambio subjetivo que se articulan a la construcción de estilos de vida cuyos patrones  espaciales se imbrican al rescate del centro urbano. En primer lugar, la emergencia y protagonismo que asumen nuevos actores urbanos. Tanto los migrantes, las  minorías étnicas y sexuales, y los jóvenes constituyen nuevos sujetos urbanos visibles tanto a nivel de los espacios públicos como en el campo de la cultura del centro urbano, tendiendo a concentrarse en mayor número en los antiguos centros urbanos, espacio desde donde elaboran  una gran variedad de “estilos de vida alternativos” que aportan a dar movimiento a la vida cotidiana de las grandes ciudades.

·        En el caso de calle Lastarria encontramos la génesis del proceso de transformación del barrio que se remonta a un primer período o ciclo de renovación que se activa hace más de dos décadas atrás. En efecto, quizá si el primer hito en la renovación urbana del barrio lo constituya la creación de la Plaza Mulato Gil de Castro, en 1981. Esta intervención financiada por la iniciativa privada, a partir de la acción de los empresarios Manuel Santa Cruz y Hugo Yaconi, quienes compran el inmueble ocupado por una antigua casa, perteneciente a la familia Campos Larenas, ubicada en calle José Victorino Lastarria en los números 305 y 307, constituye la primera experiencia de readecuación y reciclaje de un inmueble de carácter patrimonial. Al interior de la Plaza Mulato Gil se instalarán junto con talleres para artistas y cafés, el Museo Arqueológico de Santiago y que hoy es el Museo de Artes Visuales (MAVI). En la Plaza se concentran en la actualidad los restaurantes Erre Punto, manteniéndose el Café La Pérgola de la Plaza, la tienda de indumentaria Caldo, y algunas oficinas de arquitectos [20].

  • Otro hito en la revitalización del barrio lo constituyó la creación, en la segunda mitad de los ochenta, del Cine El Biógrafo, que emplazado en Lastarria 181, va a dar espacio en Lastarria con Villavicencio al Café del Biógrafo que ya no existe [21].

·        Esta primera generación de acciones de renovación urbana va a marcar la identidad de barrio cultural de Lastarria durante todos los noventa dando paso a un segundo ciclo de renovación urbano de nuevo tipo, propio de comienzos del dos mil del cual tres inmuebles emplazados en calle Lastarria constituyen ejemplos emblemáticos; el Edificio de Lastarria 60,  la casona de Lastarria 90, y la casa Flaño ubicada en Lastarria con Villavicencio. Corresponden  a la nueva lógica de construcción del barrio por parte de la inversión inmobiliaria y “cultural”. ·        Por un lado, el nuevo edificio Lastarria que construye en la actualidad la inmobiliaria Ad Portas, cuya entrada por la calle Lastarria conserva la antigua fachada de la casona de Lastarria 60, apelando a configurar una imagen sincrética que concilia “identidad con modernidad”, articulando la oferta genérica de “los departamentos más amplios, en el mejor lugar del centro” con el concepto del “barrio a pié”. No obstante, si bien la estrategia de promoción del proyecto apela a una continuidad no intrusiva con la vida del barrio -incluyendo incluso la instalación dentro del proyecto de talleres para la exposición de artistas-, en la práctica inserta la lógica del condominio y la comunidad cerrada en un barrio caracterizado por su carácter abierto y cosmopolita. ·        Por otro lado, el caso del actual Teatro Lastarria 90 y la Casa Flaño , constituyen un ejemplo de otro tipo de emprendimientos de economía simbólica, que tiene relación con el empleo del nuevo modelo de inversión cultural que incorpora técnicas de empresariamiento a la gestión de espacios culturales emblemáticos del barrio. En el caso del Teatro se trata de un emprendimiento privado de dos conocidos actores de teatro joven que invierten en la rehabilitación de una vieja casona que antes albergara al Teatro de Ensayo de la Pontificia Universidad Católica y más tarde, a la compañía de teatro franco-chilena El Aleph [22]. En la actualidad la metodología de financiamiento del teatro tiene relación con el trabajo de “gestión cultural” por parte de los actores-empresarios que movilizan el apoyo por parte de la empresa privada, acogiéndose a la Ley Valdés [23] que promueve la donación de las empresas privadas a organizaciones que se declaren con fines culturales. ·        Por su parte, un tercer ejemplo lo encontramos en la rehabilitación de la Casa Flaño, de Lastarria con Villavicencio, antigua casa construida en 1912 por el arquitecto Ernesto Reid, con ayuda de Pedro Prado del “Grupo de los Diez”, recinto que es restaurado recientemente como sede de El Observatorio de Lastarria. El Observatorio plantea en la narrativa electrónica de su web [24] una genealogía que encuentra en el pasado del barrio y en el simbolismo de la construcción en donde se emplaza un referente para su proyecto de futuro, es así como rescata el criollismo cósmico de la “primera vanguardia chilena” –a la que pertenecía Reid y el estilo arquitectónico neo-colonial de la casa- evocándolo para dar sustento a la puesta en escena actual de una nueva épica vanguardista que se propone como misión ser “un lugar para mirar Chile”. La Casa es administrada por la Fundación Observatorio presidida por un directorio de reconocidos arquitectos, escritores, diseñadores, entre otros profesionales que gestionan su financiamiento como espacio cultural donde se desarrollan exposiciones y editan publicaciones a partir de la inversión de la empresa privada, acogiéndose al igual que el caso de Lastarria 90 a la Ley Valdés. Este nuevo espacio articula en un mismo lugar la concentración de diferentes tipos de usos, que conjugan una mezcla entre economía y cultura característica de las nuevas modalidades de consumo urbano que propone como plus al acto mismo de consumir un valor agregado de “experiencia cultural” (Lyons, 2005). Como ejemplo de esto el denominado  espacio del “Almacén” ubicado en el piso zócalo de piedra del edificio, cuya descripción ofrece un muestrario de cómo los condimentos de la cocina chilena se reinsertan como significantes locales en la nueva lógica de la cultura global, se constituye en un “emporio turístico” que oferta: “…los mejores productos de nuestra tierra, condimentos y mieles de distintas zonas, aguas minerales y variadas harinas, hierbas medicinales y quínoa, mermeladas y mariscos patagónicos. Los sabores de Chile junto a libros de receta, todo asociado a eventos de la nueva cocina chilena para su incorporación y difusión. Todos orgánicos, de pequeños productores y con origen territorial, que son los requisitos internacionales para fomentar “el comercio justo” en el mundo global” (en www.elobservatorio.cl) [25].

  • Finalmente, otro prototipo de espacio de consumo cultural emplazado en Calle Lastarria, que re-significa lo “barrial estilizado”, lo configura el Patagonia Café, local que define -a pesar de su denominación cafetera- su identidad como la de un almacén restaurant que ocupando el antiguo espacio de un emporio de barrio incorpora una propuesta estética elaborada en donde se mezcla la puesta en escena de un almacén con la venta de un local estilo gourmet, y con la presentación de una cava de vinos. Este concepto de mezcla de tipos de espacios es “leído” dependiendo el usuario, como un espacio cool o como un espacio “demasiado producido” que no logra generar la distinción deseada, la connotación de consumo adecuado que connota “lo cool”.
  • En la vía pública destaca la organización y formación de una Agrupación de Anticuarios y Libreros, que desde el 2000 a la fecha cuentan con stand de antigüedades y  libros usados. Desde entonces, pasaron a ocupar el espacio a la salida del la Plaza del Mulato Gil, siempre con el importante apoyo de los museos del lugar, vecinos del barrio, y la supervisión permanente de la Municipalidad de Santiago. Dentro de las antigüedades se puede encontrar: platería, munismática, cuadros, etc… Y entre los libros, pueden ser usados, antiguos, de historia, filosofía, ciencias, poesías, literatura chilena y universal, entre otros.

·        Por su parte, entre los cambios y transformaciones en Calle Merced, junto con la m ás reciente emergencia de boutiques y tiendas de moda, está la presencia de un prototipo de espacio urbano postmoderno que encarna la propuesta de resignificación posmoderna de la imagen universal del “almacén de barrio”. El “Emporio la Rosa ”  ubicado en la punta de diamante en donde confluyen Merced con Santo Domingo, fue inaugurado seis años por su dueña Teresa Undurraga, en el lugar que antes ocupara una antigua farmacia de barrio, constituyendo uno de los primeros espacios de la nueva economía simbólica que se instala en el centro de Santiago, representando en la actualidad un punto de encuentro estratégico y central en la vida cotidiana del nuevo residente y consumidor del “macro-barrio” que configuran los cada vez más indistintos escenarios urbanos de Lastarria y Bellas Artes:

  • “Yo uso el Emporio como si fuera el almacén para mí pero si estoy conciente de que es “El Emporio”…por eso cuando yo doy mi dirección digo frente al emporio…” (Claudia, 40 años, residente Lastarria, Calle Merced).
  • “el emporio…esa es como la definición de lo cool en este barrio…porque ahí tu veís gente como de hartas edades, yo creo que está como super legitimado… el uso es como de cabros jóvenes, he visto como cabros de dieciseis años tomándose un helado rico, hasta señoras de ochenta años con sus nietos y toda la gama que hay entremedio tanto de gente homo, de otros países…” (Rodrigo, 31 años, psicólogo propietario departamento Barrio Lastarria).
  • No obstante, la cualidad de ser un espacio cool que se adjudica al emporio va a tener que ver con un ejercicio reflexivo del nuevo residente y usuario barrial este  verdadero “consumidor urbano” que compara la puesta en escena del emporio con la de otros locales que aspiran al mismo reconocimiento que éste. Es así como el concepto de mezclar diferentes tipos de espacios y temporalidades (lo antiguo y lo posmoderno) es “leído” dependiendo del usuario, como un “espacio cool” o como un espacio “demasiado producido” que no logra generar la distinción deseada, la connotación de consumo adecuado que connota “lo cool” [26].
  • La propuesta inicial del Emporio La Rosa fue el instalar una tienda o puesto de venta de productos estilo gourmet o delicatesen enfocada a los nuevos residentes del barrio, particularmente al sector de arrendatarios o propietarios que se ubican en frente al Forestal en la glamorosa calle Ismael Valdés Vergara. No obstante, es la venta de helados artesanales de curiosos sabores la que logra configurar la identidad  de marca del emporio constituyendo a este en un polo de encuentro de “la gente del barrio” particularmente en la temporada de primavera y verano, y los  fines de semana. El emporio, a pesar de su aparente selectividad, en la práctica atrae a un público diverso de diferentes grupos etáreos y estilos que de algún modo recoge la heterogeneidad/homogeneidad de un barrio sujeto a fuertes procesos de transformación en donde conviven tanto las generaciones de gente adulta mayor, en su mayoría mujeres solas presumiblemente viudas, que se quedaron en el barrio y no migraron al sector oriente de la ciudad, con los nuevos grupos de residentes jóvenes y adultos jóvenes, que protagonizan el “regreso al centro urbano”.
  • A partir del rescate de la estética y las imágenes de los primeros almacenes de las culturas urbanas de comienzo de siglo XX hay también una búsqueda de autenticidad, un volver a las raíces y los inicios de la cultura urbana. No obstante, lo que se esperan sean signos distintivos son también imágenes estandarizadas, ya que se trata de afiches y posters que circulan en el mercado de las imágenes de lo auténtico y de lo antiguo y que pueden ser hoy fácilmente adquiridos  y comprados on-line por Internet [27].
  • Se trata de la reproducción serial de imágenes que si bien denotan una visión cosmopolita y en cierto modo elitista del diseño, a la vez constituyen un cliché, ya que se trata de un universo de imágenes que son relativamente accesibles para todos los diseñadores, siendo parte de la decoración de un gran número de locales que como La Rosa buscan reivindicar o actualizar en el presente los resabios de las primeras culturas del consumo modernas. En definitiva, todos estos cuadros representan signos de un imaginario de una cultura de consumo urbana a escala barrial, cara a cara. Estas marcas de distinción a su vez desmarcan al Emporio de la estética y diseño de lo masivo  como podría ser el de otro tipo de negocio que en oposición a la escala barrial asume una imagen de masividad y despersonalización como el del supermercado o el del Mc Donald’s.
  • Otro elemento que destaca es la contraposición de temporalidades que plantea las condiciones de trabajo de este negocio. Por un lado la atención personalizada cara a cara concepto central en la propuesta del emporio contrasta con la presencia solapada de elementos que pertenecen al imaginario de otros espacios de consumo posteriores al consumo a escala barrial. Por ejemplo el concepto de atención en serie que demarca un tablero electrónico proveniente del universo del supermercado es reinstalado en el universo del almacén posmoderno para organizar la atención cuando la demanda de helado y otros productos deviene masiva y rompe el ideal de atención personalizado cara a cara.

·        Así como estos nuevos espacios que reivindican las tradiciones contribuyen a la identidad del barrio, el “redescubrimiento de la cultura de los café” en José Miguel De la Barra,  hace también su contribución.

  • Los “latte coffee” (Brainworks, Café Concepto, y otros) que emergen como parte del paisaje de José Miguel De la Barra a comienzos del dos mil, (re)instalan en la ciudad un hábito urbano popularizado y masificado por los mass media globales como parte de las prácticas urbanas propias de las elites urbanas cosmopolitas de las grandes metrópolis tanto europeas como norteamericanas. Es así como los locales  y tiendas de anticuarios que caracterizaron el sector dejan paso a estos nuevos locales de venta de café cuya estética y diseño imita en parte la estética gentrificada  de otras culturas urbanas como la neoyorquina. Es en ese contexto que se desarrolla el expendio de un café estilizado en donde se ofrece una amplia carta de cafés desde el capuccino a cafés internacionales o mezclas de chocolate con café.
  • La rutina que establecen los cafés tiene relación con los cánones de la vida urbana que marcan el carácter actual de la vida del barrio, que determinan que éste también sea en sí mismo un escenario de flujo y consumo cultural.  Los días de semana su uso frecuente tiene relación con los oficinistas y trabajadores que atraviesan el centro, junto con los residentes, no obstante también se encuentran asociados a un uso distintivo por parte de otros grupos urbanos, de los cuales es posible distinguir la apropiación diferenciada  de  una elite de artistas junto con el uso que hacen de ellos la población gay que vive y se desplaza en tanto usuaria hacia el barrio los días de fin de semana.
  • En ese contexto uno de los cafés distintivos que marca una frontera identitaria particular es el Café Brainworks, ya que partiendo de un proyecto de tienda de diseño evoluciona a ser un lattee coffee que es reconocido como un espacio de consumo cultural que es apropiado por la cultura gay que reside o visita recurrentemente los fin de semana el Barrio Bellas Artes.
  • BW o Brainworks es un local que parte en 2002 como un proyecto cultural más amplio. Creado por tres socios licenciados en arte, con el interés de recuperar mobiliario moderno y “re-funcionalizarlo” para su uso contemporáneo o posmoderno, lo que en un comienzo constituye una tienda de diseño de muebles se convierte poco a poco en un café. Como plantea la declaratoria de principios de brainworks: “El interés inicial del que surge BW DI proviene de la investigación realizada por sus fundadores en torno a las producciones artísticas y culturales de la modernidad del siglo XX, particularmente en Arte Contemporáneo Chileno, con la intención de establecer las relaciones necesarias entre modernidad y racionalidad, así como entre vanguardia y contemporaneidad. Bajo esta perspectiva, tanto el mobiliario moderno como los objetos industriales son parte de las definiciones de los contextos culturales de representación de un sistema social determinado”  (web www.brainworks.cl).
  • Como plantean algunos de los usuarios del café su producción como espacio híbrido que mixtura una tienda de diseño con un café estilizado reúne a un público particular que conjuga y artículo en sí un mismo perfil profesional asociado al diseño y el arte,  con similares gustos musicales, indumentarios y estéticos.
  • Otros conceptos distintos al Brainworks lo plantean los “cafés culturales” como el Café de las Artes y el Café  De la Barra ubicado al lado de la tienda de merchandising de la revista The Clinic.  En el caso del Café De la Barra hay una aspiración de ser un café que connota un estilo más asociado al mundo progresista e intelectual, sensibilidad que de una forma más exclusiva también se encuentra presente en el Café de Las Artes, ubicado al frente del De la Barra, al otro lado de la calle, en la esquina de José Miguel De la Barra con Monjitas.
  • En el caso del café De la Barra en términos de diseño se reiteran ciertos motivos patrimoniales que a diferencia del Emporio La Rosa radican en fotos antiguas de edificios y esquinas emblemáticas del Barrio Bellas Arte como el edificio Santa Lucía – o “ la Nave”  como coloquialmente se denomina al antiguo edificio construido por el destacado arquitecto Sergio Larraín, que ubicado frente al cerro Santa Lucía  en Merced con José Miguel De la Barra, es denominado así por su forma que asemeja un barco. También “decora” el café otro edificio de corte patrimonial, reseñado en la declaratoria de Zona típica que se encuentra ubicado entre Monjitas y Santo Domingo.

·        Otros referente de distinción dentro de esta construcción de diferencias en torno al consumo del espacio cultural del café tiene relación con las oposiciones entre lo cool y lo recargado, lo kitsch y lo sobrio. Es así como en el caso de los cafés algunos usuarios  distinguen y asocian  al “latte coffee” a  “espacios recargados” en cuanto a su diseño, optando por espacios que representan un modelo más sobrio, como Café Mosqueto, oponiendo en su distinción estilos o tipos cafés que tendrían como referente  culturas urbanas y temporalidades distintas, contraponiendo la imagen del café barcelonés al café porteño de Buenos Aires o aun café parisino, confrontando espacios de consumo postmoderno a espacios de consumo propios de la primera modernidad, y de las primeras décadas del siglo XX. ·        Finalmente, el otro hito fronterizo hacia el norte de esta triangulación Lastarria-Merced, es el Parque Forestal donde se emplazan el Museo Nacional de Bellas Artes y el Museo de Arte Contemporáneo. ·        El primero, atrae en los últimos 6 años un promedio de 340.000 visitantes anuales y tiene una relevancia arquitectónica y presencial que acompaña la historia republicana haciéndose parte de las celebraciones del centenario de la independencia de España, puesto que su inauguración en el lugar que actualmente ocupa, corresponde al año 1910 [28].  Es de estilo neoclásico, fuertemente reforzado con detalles de Art Nouveau y toques estructurales de arquitectura en metal y la fachada principal reproduce la del Petit Palais de París. El edificio, a través de su historia, ha sufrido varias modificaciones que han afectado su arquitectura, pero además en su fundación fue concebido como un museo-escuela de arte y posteriormente se le incorporó un anfiteatro al costado norte, el que en distintos momentos de su historia y con grados mayores o menores de impacto, ha permitido la realización de actividades más ligadas a las artes escénicas, convocando como espacio al consumo de actividades culturales que hoy sobrepasan con creces el exclusivo uso del edificio. De hecho, en las zonas contiguas y en el parque que rodea el edificio, se realizan todo tipo de actividades callejeras que convocan a un público juvenil y familiar que los fines de semana circula en torno al edificio, transformándolo en un referente de distensión y recreación y no sólo de consumo de artes visuales. Por ejemplo, el teatro callejero o los mercadillos de ventas, los pic-nics, son parte habitual de este paisaje. ·        Por su parte, el Museo de Arte Contemporáneo (MAC), funciona desde el año 1974 en la parte poniente del edificio del Museo de Bellas Artes, no obstante su creación y funcionamiento comienza el año 1947 como parte de una iniciativa de apoyo a la expansión y desarrollo de la formación artística profesional que la Universidad de Chile promovía en esa década, institución de la cual depende hasta la actualidad. Su ubicación original estuco en el edificio Partenón del Parque Quinta Normal, al igual que la del Bellas Artes. Hoy, ambas instituciones, conforman un referente para el sector que como emplazamiento arquitectónico, constituye un todo. ·        En la explanada del frontis del MAC, las artes circenses urbanas se han tomado el espacio cada fin de semana de la última década y generan en torno a ella, actividades musicales, de encuentro y socialización, que superan con creces la funcionalidad del edificio y su oferta programática habitual. Son públicos mucho más amplios y diversos que el que frecuenta el Museo y establecen con los vecinos y con la oferta comercial del sector, un vínculo de visitante flotante, pero habitual. ·        Haciendo un pequeño giro en el relato de los espacios y sus usos, pondremos el foco ahora en los ocupantes barriales del “macrobarrio”.

  • Uno de los factores que perfilan a los nuevos residentes es que son parte muestral de los cambios que acontecen en las modalidades de vínculo, unión o construcción de pareja de las generaciones más jóvenes. Se plantean un nuevo modelo de relacionarse, profundamente urbano, articulado en torno a la vida en pareja en sí, y  no en relación a la reproducción y construcción de una familia extensa como planteaba el modelo tradicional asociado al matrimonio. Estas nuevas modalidades de vínculo que tienden a establecer opciones residenciales tanto provisorias como estables en viviendas que se ubican en el centro histórico de la ciudad, espacios que comparten ciertos atributos de distinción como su mayor espacialidad, y su valor arquitectónico y patrimonial.
  • Otro tipo de cambios que se destacan, ocurren en la significación  del trabajo y el ocio. Por un lado, el valor estético del trabajo se transforma en factor de estratificación para las clases altas y medias altas que tienen mayor acceso al consumo, borrándose en sus prácticas laborales la distinción entre la vocación y la ausencia de vocación, entre el trabajo y el hobby y la diferencia entre las tareas productivas y las prácticas de recreación, emergiendo una elite minoritaria de jóvenes trabajadores, y de trabajos asociados a “lo creativo” que son considerados “afortunados” y “exitosos”. El modo de relacionarse con el trabajo, dado por la sumatoria de flexibilización laboral con el proceso de estetización del trabajo, el “tiempo libre” o de ocio festivo, se constituye en un campo privilegiado para el ensayo de experiencias festivas que tienden a ensanchar  su temporalidad más allá de la división tradicional del tiempo de ocio opuesto a lo tiempo productivo, contribuyendo a configurar nuevas prácticas de cultura urbana que forman parte de la “neo-bohemia”. Que circula porque vive o porque opta por este barrio para compartir esta no distinción entre ámbitos que antaño eran posible sólo disociados espacialmente.

11.-  LA PUESTA EN VALOR DE UN BARRIO: EL CASO DE LA POBLACIÓN HUEMUL. En el mapa del Anillo Interior, respecto de lo que he presentado a propósito de La Vega, Maruri, Recoleta, la población Huemul se localiza en el límite sur de éste, en la proximidad del Mercado Persa Bío-Bío. He recurrido a un breve texto, escrito por la alumna Natalia Moreno, para un seminario en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Central, dirigido por el profesor Marco Valencia. Su título es “Barrios de Santiago: ¿ruptura o continuidad?”. En este texto, Natalia Moreno tipifica distintos barrios de Santiago, tomando en consideración el barrio colonial, el barrio clásico, el barrio industrial, el barrio moderno: unidad vecinal. Esto es nada más que un antecedente para formular la existencia de una crisis del propio concepto de barrio, amenazado por la emergencia de un nuevo “paradigma”: el barrio-condominio. Su preocupación apunta a postular una política de revalorización de los barrios clásicos, claramente identificados, pero que han experimentado un proceso de depreciación. Quizá esta sea una característica de todos los barrios que han sido abordados por el proyecto Anillo Interior. De modo que, en este caso, transcribiré de manera íntegra el relato que hace Natalia Moreno de la Población Huemul. La idea es comenzar a emprender una serie de acciones que permitan la recuperación de estos  antiguos barrios, algunas de ellas van en la participación ciudadana, debido a que la gente al  sentirse parte de su barrio crea lazos de pertenencia y por lo tanto cuida lo suyo, el que se  declaren derechos y deberes de estos frente al tema estaría contribuyendo al recate de los  antiguos barrios. Las distintas acciones que se emprendan a nivel local, desde los mismos  barrios, tienen que tener acogida en los entes que manejan la planificación, los barrios deben  abrirse a la ciudad, de manera que pertenezcan a ella. Estas han sido las diversas posturas que se han manifestado en pro de la salvación de los  antiguos barrios, y las que se oponen tajantemente a la producción  de los nuevos barrios-condominios, en todo caso nada de eso indica que este sea el camino a seguir, porque como se  puede  comprobar existen diversos autores que tienen visiones globales que los apoyan, lo  interesante es tener presente que existen diversas posturas frente al concepto de BARRIO. En Chile poco se ha hecho por los barrios, puesto que la aparición de los nuevos barrios-condominios  se han convertido en la preferencia de los habitantes de esta ciudad, por lo que los  lugares llenos de significados, hasta hace un buen tiempo habían sido olvidados.    De manera que se puede corroborar, de alguna manera, la hipótesis de la crisis del barrio y que  es necesario aplicar medidas que lo rescaten, necesitamos de su continuidad. Luego  de  haber  conocido  el  concepto  de  barrio,  y  haberlo  entendido  desde  la  actualidad,  comprobando su crisis y su eventual ruptura a través de los nuevos barrios- condominios, es que  se pretende llevar esta teoría a la ciudad de Santiago y comprobar en situ la manera en que  podemos provocar la continuidad del concepto a través de la puesta en valor de los antiguos  barrios.    Para ello se ha escogido al barrio Huemul, de entre una serie de barrios de la ciudad de  Santiago, al que se pretende revalorizar y elevar en su calidad de barrio. Se ha escogido al barrio Huemul por ser un barrio que reúne una serie de condiciones que lo  ponen a manera de ejemplo. De alguna manera  es uno de los antiguos barrios que responde  mayormente a las definiciones físicas, sociales y psicológicas que se han establecido en esta  investigación , además de ser uno de los barrios que está más amenazado por su posible ruptura  y eventual desaparición.    Es  por  eso  que  se  hace  necesario  poner  en  valor  a  este  tipo  de  barrios,  para  evitar  su  desaparición y la pérdida tangible de parte de la historia. Ahora, se debe entender cuáles son las  cualidades específicas del barrio Huemul, que lo hacen merecedor de su puesta en valor, estas  cualidades  obedecerían  a  patrones  tanto  tangibles  como  intangibles,  y  que  sólo  quedarán  mencionadas en esta investigación para su posterior desarrollo. Antes de mencionar las cualidades del barrio Huemul que se pondrán en valor y que provocarían  su continuidad, es necesario entender el contexto histórico en donde surge este tipo de barrio.  Entender que este barrio pertenecería a los llamados barrios obreros, en una época en donde  existía  una fuerte preocupación por darle casa a los más pobres. Esta población se caracterizó  por ser un conjunto habitacional que pretendía  darle una mejor calidad de vida a los sectores  bajos  de  la  ciudad,  siendo    creado  por  la  Ley  de  Habitaciones  Obreras  de  1906:  “La  ley  contemplo la creación de los Consejos de habitaciones para Obreros entre cuyas atribuciones  estaba la de favorecer la construcción de viviendas  higiénicas y baratas destinadas a  ser  arrendadas o vendidas, tomar medidas conducentes al saneamiento de las habitaciones obreras  existentes, fijar las condiciones de las nuevas viviendas destinadas a los grupos proletarios y  fomentar la creación de sociedades de construcción”. Bajo este contexto histórico es en el que se sitúa la población Huemul, un barrio que se emplazó:  “en  un  sector  en  la  periferia  Sur  de  Santiago  ubicado  cerca  de  la  línea  del  ferrocarril  de  circunvalación. Este lugar se había caracterizado por una baja densidad habitacional, ya que  estaba  conformado  principalmente  por  chacras  y  ranchos.  Sin  embargo,  a  partir  de  1895  comienzan a instalarse en este sector distintas fábricas como la de vidrios y una refinería de  azúcar lo que produjo la creación de algunas viviendas y conventillos para sus trabajadores.  Es en esta zona donde la Caja de Crédito Hipotecario decide comprar unos terrenos, hecho que  consta en la escritura del Registro de Propiedades del Conservador de Bienes Raíces. Este  terreno se encontraba entre la Fabrica de Vidrios por el Oriente y la refinería de Azúcar por el  Ubicación del Barrio Huemul en el contexto de Santiago Poniente, mientras que por el Norte limitaba con la calle Franklin y por el Sur con la calle  Placer”. La población Huemul se caracteriza por ser un conjunto que: “involucró la edificación de 166  casas y se construyó en una superficie de 25.434 m2; el diseño contempló áreas de servicios con  escuela, capilla, caja de ahorros y plazas. Desde el punto de vista arquitectónico el conjunto está  caracterizado por ‘una gran uniformidad formal en sus fachadas, que conforman diversas calles  corredor, las que desembocan en una plaza, donde se destacan sus edificios de equipamiento.  Las casas corresponden a una tipología con patios centrales y corredores exteriores, con los  servicios ubicados al fondo del terreno y sus habitaciones abiertas a los corredores y hacia la  calle’”. De esta manera  se crea el barrio Huemul, en una ciudad en conformación y con una necesidad  urgente de dar solución a los problemas de habitación. Lo más interesante de esta ley es como  responde a las necesidades del sujeto, la calidad de vida que se le ofrece al habitante de este  tipo de barrios, y que los hacen vigentes hasta nuestros días.                      Ahora la idea es poder descubrir los valores tangibles e intangibles que construyen al barrio  Huemul, los tangibles  están íntimamente relacionados con la definición física que ese estableció  de  barrio  en  este  artículo,  y  que  de  alguna  manera  se  puede  comprobar  con  la  simple  observación del  barrio Huemul. Primeramente se podría definir como una cualidad del barrio, su conformación  como una zona  morfológica homogénea, identificable como una unidad. Esta homogeneidad esta dada por la  continuidad y uniformidad que brindan las fachadas de las viviendas, que a pesar de responder a  distintas topologías interiores, externamente todas se muestran iguales, armónicas y con una  buena imagen urbana de conjunto.    También se podría señalar que el barrio queda contenido dentro de límites identificables, estos  corresponderían a la calle San Diego por el oriente, la Autopista central por el poniente, la calle  Franklin por el norte y el parque Isabel Riquelme por el sur. El que sus límites sean identificables  y claros le permite al barrio reafirmarse como unidad y por lo tanto valores intangibles como el  sentido de identidad y comunidad. Los limites del barrio lo diferencian del resto de la ciudad, así  como también lo integran a la trama citadina. Otra de las cualidades rescatables es que dentro del barrio Huemul, existe un orden, es decir,  aparecen  elementos  jerárquicos,  como  hitos  (parroquia,  teatro)  y  espacios  públicos  nodales  (plaza Huemul, plaza Hnos. Matte). Estos elementos urbanos permiten al habitante del barrio o al simple peatón de la ciudad orientarse fácilmente, el espacio urbano se presenta ante el sujeto  claramente, no hay confusión, por lo tanto, es agradable estar dentro de él.    Sus medidas hacen que sea un barrio absolutamente caminable, permitiendo la movilidad del  peatón. Las pocas cuadras que lo comprenden y la cantidad de equipamiento que lo circundan  permite que el habitante tenga todo a mano, por lo tanto, que sus movilidades sean menores y su  tiempo sea mejor aprovechado, aumentando su calidad de vida. Ahora es esta última cualidad la que se ve más afectada en este barrio, y que tiene que ver con  la capacidad de llegada a los diversos equipamientos. La ruptura tangible del barrio se ve  afectada directamente por su programa, que con el paso del tiempo ha ido quedando obsoleto, es  aquí donde  se debe poner especial relevancia porque si no se realiza una actualización de este,  se  puede  provocar  la  total  desaparición  del  barrio.  Puede  que  la  enorme  cantidad  de  equipamientos  que  tuvo  el  barrio  (teatro,  biblioteca,  escuelas,  caja  de  ahorros,  parroquia,  maternidad, etc.), y que lo convirtieron en uno de los mejores ejemplos, en términos de calidad de  vida barrial, provoque su misma obsolescencia. La puesta en valor del barrio no sólo responde a términos tangibles, también tiene que ver con  todas las cualidades intangibles que pertenecen al barrio y que están relacionadas con las  definiciones sociológicas e históricas que se construyen en torno a este. El establecer si el barrio  Huemul responde a los valores intangibles establecidos es un factor mucho más difícil de ser  comprobado, puesto que está en directa relación con el sujeto, por lo tanto,  pertenecería a otras  ramas de las ciencias hacerse cargo. Pero, a pesar de ser un factor difícil de ser cuantificado se puede establecer a través de la  observación,  algunas  cualidades  intangibles,  que  quedan  aquí  mencionadas  sólo  como  elementos  descriptivos  para  su  posterior  investigación.  Una  de  esas  cualidades  intangibles   correspondería  a  la  sociabilidad,  que  dentro  del  barrio  Huemul  se  observa  a  través  de  la  constitución de diversos agentes representantes de la participación ciudadana. El “Comité de  Adelanto” del barrio Huemul vendría a ser una representación patente de la red social del barrio,  constituyéndose como un organismo que identifica necesidades comunes y  despliega acciones  conjuntas para el mejoramiento de  la calidad de  vida  del barrio. Este comité  se encuentra  actualmente  organizado  y  funcionando  ,y  ha  realizado  diversas  acciones  barriales  como  lo  constituyen la restauración del teatro Huemul, la remodelación de platabandas, la pintura de  fachadas, el estudio del seccional y  la gestión para promover la actividad gastronómica del  barrio. Otra de las cualidades intangibles que son importantes de ser mencionadas en torno a este barrio  tienen que ver con la memoria colectiva que se construye sobre este, más específicamente con  los hechos históricos que se construyeron  a lo largo del tiempo y que hacen que el barrio  Huemul sea un barrio importante de ser revalorado para evitar la desaparición de parte de la  historia tangible que pertenece a los santiaguinos. El poner en valor la memoria histórica del  barrio  sería una alternativa para evitar su obsolescencia y pondría al barrio Huemul dentro del  circuito histórico patrimonial de Santiago. 12.- ESPACIOS DE RESISTENCIA. El abordamiento del tema de las ferias libres en el marco de la Trienal, lo realizaré a través de tres textos. Por una parte, la presentación que el arquitecto Alfredo Rodríguez –de Corporación SUR- hizo del libro del historiador –Premio Nacional de Historia 2006- Gabriel Salazar. Por otra parte, el artículo del periodista Mauricio Becerra, en Revista Punto Final (izquierda extra parlamentaria), bajo el título “Al patíbulo”.  En tercer lugar, la entrevista al propio Gabriel Salazar, realizada por revista www.critica.cl a) Presentación de Alfredo Rodríguez: Las feria/s libres de hoy —esos espacios de comercio que semanalmente irrumpen ordenadamente en las calles de la ciudad— son también, como los rayados en los muros o las viviendas erigidas más allá de las políticas, gestos residuales de soberanía popular. Así las muestra Gabriel Salazar, y su mirada es también un gesto subversivo. Después de leer su texto, si uno recorre la ciudad, empieza a ver que los personajes que antes aparecían como aisladas anécdotas, son en verdad muchedumbre articulada. Una muchedumbre cuyas huellas se pueden encontrar no sólo en veredas, esquinas y explanadas, sino en la historia misma de la ciudad capitalista occidental. He visto en internet, por ejemplo, que las ferias libres, con el mismo nombre, no sólo existen en muchos países de América latina, sino que se puede seguir sus rastros en los decretos reales de las ferias de las ciudades españolas y, en las cercanías del siglo doce, por los mercados libres de las ciudades de Europa central. Todo esto se agolpa en los ojos cuando uno mira, ya no sólo a los feriantes, sino a vendedores ambulantes, cuidadores de autos, malabaristas en los semáforos, cantantes de micro, actores callejeros, fotógrafos de plaza, vendedores de superocho, limpiadores de parabrisas, cartoneros, los últimos organilleros y chinchineros que van quedando, las estatuas vivas y los músicos en las esquinas, siempre ahí, arreglándose la vida en los márgenes de la economía de la ciudad. Lo que vemos en esa muchedumbre es un proyecto de supervivencia popular que necesita de la ciudad, y que se apropia de lugares de ellas. En palabras de Salazar, no es “la soberanía en sí, ni la razón política o histórica en sí la que lleva a los ‘regatones’ a inundar como una avalancha el espacio público y las bases del gran comercio global, sino, simplemente, la pobreza. Pero no la pobreza como conjunto de carencias, déficit y necesidades, sino como permanente iniciativa social creadora y soberanía residual potenciada al máximo”. Llegamos, así, al punto central del argumento de Salazar: lo importante que es, para los pobres, el espacio público (lo público) de la ciudad. Weber, en The City, cuenta que al final del medievo, en Europa central comenzó a aparecer en las puertas de las ciudades un letrero que decía: “El aire de la ciudad te hace libre”. Salazar dice: “…‘la pobreza’ fue capaz de generar su propio espacio público, el cual, al menos en lo que se refiere al comercio de los elementos básicos y mínimos para la subsistencia cotidiana, controló soberanamente ella misma, tanto en terreno propio como en territorio ajeno”. Controlar una parte del espacio público, sin embargo, no es un regalo. Como hace ver Salcedo,* el espacio público en la ciudad es un terreno siempre en disputa. No hay un espacio público “mítico”, sino lugares de cuyo uso se apropian algunos actores sociales, expropiando a otros. Pero mientras unos controlan, otros compiten por ese control, o lo resisten. De esto trata la historia del comercio ‘regatón’ en la ciudad de Santiago. Como dice Salazar, es “una guerrilla cívica que el comercio informal ha mantenido por siglos con el sistema central”, a lo largo de más de trescientos años, en una lógica de poder que cíclicamente transita entre la aceptación y represión del otro. Mirando este libro desde la discusión que Salcedo hace del espacio público, nos encontramos con un relato entre la microfísica del poder (Foucault) y la microfísica de la resistencia (De Certau). Nunca la autoridad ha cejado en sus intentos de vigilar y castigar, normar y cercar al comercio informal; y éste nunca ha dejado de resistir e insistir, “alterando alterando los sentidos y usos espaciales”. Lo hace “sin constituir discursos totalizantes” (como diría Salcedo), o (como dice Salazar) “sin proyección política ni revolucionaria”, pero como residuo de soberanía popular que quizá constituye “la matriz vital de los nuevos movimientos sociales”. Quizá, entonces, el gesto con que el vendedor callejero despliega cada día en la vereda el paño sobre el cual coloca sus mercancías, subvierte en muchos sentidos el orden que lo expulsa. Día tras día regresa, está ahí y vuelve a estar, en el margen de la economía urbana. Hay algo en él de Fast Eddie, el buscavidas, una vez más ante la mesa de pool: “¡Estoy de vuelta!” b) Artículo de Mauricio Becerra, Revista Punto Final: Desde que trasladaron la feria libre de la calle Taitao a una multicancha en Estación Central, la clientela se redujo a la mitad. La medida fue un ensayo de quienes, desde hace tiempo, vienen planificando la modernización de las ferias libres que se desparraman por las ciudades de Chile. El aliento de frutas al sol, los cachureos  o las ancianas recogiendo verduras, no se condicen con la imagen que algunos feriantes y políticos quieren darles. El proyecto de ley de ferias libres, impone una serie de condiciones que en la práctica podrían terminar estos espacios de comercio urbano que, según cálculos del Ministerio de EconomÃŒa, transan anualmente 2.700 millones de dólares. El artículo 1 del proyecto establece que las ferias sólo podrán funcionar en un lugar especialmente habilitado para tal efecto, lo que implica que las que funcionan en algunas calles deberían arrendar otros espacios para instalarse. A juicio del dirigente de la Coordinadora Nacional de Ferias Libres, Persas y Cachureos de Chile, Marcelino Lorca es la muerte de las ferias libres. La columna vertebral del proyecto apunta a erradicarlas de las calles. Algunos personeros de gobierno han argumentado que las calles son un bien escaso. Al instalar el concepto de concesión, podrían hasta licitarse los servicios que hoy ofrecen las ferias libres. María Ruminot, presidenta del sindicato de la feria San Luis de Maipú dice que de aprobarse la normativa “nos disminuirían el número de puestos”. Hoy la feria ocupa seis cuadras y tiene más de mil puestos. Como el proyecto obligaría a cada feriante a tener una concesión municipal indivisible y unipersonal que no podría ser transferida, en las ferias la tradición familiar se pierde. Las ferias libres que uno o dos días a la semana se instalan en casi todos los barrios del país tienen un permiso que las define como bien nacional de uso público. El proyecto en su artículo 7, dispone que el alcalde será quien autorice el funcionamiento de las ferias libres por un período de diez años renovables, “a menos que la municipalidad manifieste su voluntad de ponerle término con dos años de anticipación”. Oscar Alvarez, dirigente de los feriantes de San Bernardo, sostiene que “detrás de esto están los grandes grupos económicos, que quieren manejar los millones de pesos que acá se transan. Hay cuarenta mil patentes para ferias en la Región Metropolitana, y un número similar en el resto del país. El 74 por ciento de la fruta y verdura que se vende en el país se transa en estos espacios. Y nada nos asegura que luego las cadenas de supermercados o los grandes grupos económicos no van a postular a las concesiones. ORIGEN DEL PROYECTO José Medel, dirigente de la Asociación Nacional de Ferias Libres, partidario del proyecto, señala que en 1998 se tomaron medidas para impedir la venta de carnes rojas y productos del mar en las ferias libres. Por ello, junto a cien feriantes de La Florida reposicionaron a las ferias libres, mejorando la organización para hacerlas competitivas y asegurar su permanencia. Según Medel, un seminario los encaminó a “profesionalizar la actividad, a cambiar la imagen corporativa, crear alianzas con privados, el Estado, municipios, pequeña agricultura, pesca artesanal, pequeñas y micro empresas”. Medel sostiene que “el proyecto en ninguna parte dice que debamos dejar las calles. Eso es una interpretación. Es demencial creer que estemos propiciando eso, considerando que el 97 por ciento de las ferias están en las calles y que no existen plazas y otros lugares donde se puedan trasladar, excepto casos muy especiales. Héctor Tejada, presidente de la Asociación de Ferias Libres, señala que con la nueva normativa se persigue “el progreso de las ferias, elevar su competitividad, con puestos en buen estado, sistema de baños químicos públicos, tratamiento de la basura y seguridad. La feria modelo, por lo tanto, exige un cambio cultural profundo”. SINDICATOS O ASAMBLEAS El proyecto también establece que las ferias deberán tener una asamblea general y un directorio de administración. Para María Ruminot esto persigue debilitar a los actuales sindicatos. “Los sindicatos no podríamos asociarnos, como ocurre hoy. ¿Para qué, si en la mayoría de las ferias actuales hay sindicatos que funcionan?”, se pregunta. También los feriantes rechazan las prerrogativas que se le otorgarían a los alcaldes. Víctor Caniuqueo, feriante de Maipú, sostiene que “nos afectan las concesiones y las atribuciones que le dan al alcalde. El proyecto en el artículo 5, dice que habrá concesiones de acuerdo a territorialidad. Y ocurre que muchos feriantes de Maipú trabajan en otras comunas, y viceversa”. En Peñalolén el alcalde, Claudio Orrego, ya inició su propia “modernización”. Se ha reunido con feriantes anunciándoles que pronto se empezará a exigir uniformes y toldos de un mismo color. Hermes Sandoval, feriante, sostiene que “hay familias que dependemos de esto, es una tradición”. Obviamente si piden uniforme, habrá más gasto, como también si nos obligan a instalar baños para los clientes y, de aprobarse la ley, los feriantes de calle Consistorial deberían arrendar otro espacio. María Ruminot agrega que “terminaríamos pagando por áreas complementarias, por juegos o baños. Y esa alza de costos influirá en los precios”. En tanto, Caniuqueo sostiene que “la feria siempre ha funcionado en la calle, y eso a los caseros les gusta. Con la excusa de la modernización lo que quieren es privatizar las ferias”. ESPACIOS DE ENCUENTRO Cada miércoles y domingo la feria de Brisas con Industrias, en La Cisterna, congrega no sólo a feriantes y clientes, sino que a personas que hacen de ese espacio su lugar de socialización. “Siempre que voy a la feria -cuenta Audolia Rebolledo- me sirve para distraerme, para pasear y conversar con gente del barrio. Además de que se puede negociar el precio de las frutas o verduras”. Se podrÃŒa comparar las ferias con los mall, espacios de intercambio abiertos, frente a lugares de comercio cerrados. Las primeras son rezagos históricos de formas comerciales del mundo popular. “Son lo que ha ido quedando frente al capital monopólico” -observa el arquitecto Alfredo Rodríguez, de la Corporación Sur-. Para Rodríguez las ferias libres “son formas de resistencia popular, como los malabaristas de las esquinas, el comercio ambulante y otras formas de economía popular”. c) Entrevista a Gabriel Salazar en www.critica.cl La historia la escribe la gente: Entrevista a Gabriel Salazar, premio Nacional de historia de Chile, 2006 Hace algún tiempo, el historiador y sociólogo Gabriel Salazar llamaba la atención sobre la actual concurrencia de sus pares —los historiadores—, quienes son cada vez más requeridos en foros y debates sobre actualidad. Lo que a primera vista parece obvio, no lo es tanto, ya que la historia tradicional, la que aprendimos en la escuela, enfocaba su objeto de estudio puntualmente en el pasado. Como mínimo 30 a 50 años de distancia con respecto a la actualidad, era la exigencia para ponerse a analizar los fenómenos sociales, económicos y políticos que iban entramando el destino nacional. Y no sólo eso. Los protagonistas y los contenidos de esa historia, provenían exclusivamente del ámbito más visible de lo que los mismos discursos tradicionales han llamado “Estado”. La historia eran las decisiones y hazañas políticas, religiosas, económicas, militares; los protagonistas eran presidentes, ministros, autoridades marciales y eclesiásticas, héroes, caudillos y, en último caso, los grandes empresarios. Pero en forma acelerada, desde hace unos veinte años, se ha venido desarrollando en Chile una disciplina más abarcadora de la realidad. Esla Historia Social, también denominada Nueva Historia e incluso Historia Total, porque desde los tópicos de sociedad y cultura, necesariamente se abordan variadas dimensiones de la vida humana. Junto con posibilitar una mirada científica a los asuntos contemporáneos y asumir una metodología interdisciplinaria, la Historia Social incluye como objeto de estudio a los más desposeídos, a las mujeres, a los niños, a los jóvenes, a los trabajadores informales, a los inmigrantes, etc. Todos sujetos históricos que fueron por siglos aglutinados -política y estadísticamente-, como una masa uniforme y que sin embargo pueden generar movimientos y cambios sociales que, hoy en día, vale la pena tener en cuenta. Gabriel Salazar ha hecho de estos individuos su principal modelo de investigación y en su ya prolongada trayectoria, ha logrado difundir este enfoque a generaciones de nuevos profesionales, ya sea en la Maestría en Ciencias Sociales de la Universidad Arcis —que él mismo dirige—, ya sea como docente del Instituto de Historia de la Universidad de Chile. “El tomar como centro la historicidad de los sujetos vivos, amplía el campo historiográfico y permite el uso de nuevas técnicas, como las entrevistas, la historia oral, las historias de vida, entre otras. Centrarse en el presente ayuda a profundizar en la memoria de los sujetos, sus temores y sus proyecciones; y al mismo tiempo a analizar situaciones del estado general, las condiciones de vida en que estamos. Integrar al individuo-masa y transformarlo en sujeto histórico real, también ayuda a cambiar las condiciones de ciudadanía, un gran tema en estos tiempos”, asegura Salazar. La cercanía temporal y espacial con el objeto de estudio, exige del historiador una investigación participante, es decir, ir mucho más allá del archivo, saliendo a trabajar a terreno, como lo ha hecho Salazar, acompañado de equipos de psicólogos sociales, antropólogos, sociólogos e incluso, investigadores en salud mental. Uno de los focos de atención en el caso de Salazar, han sido los jóvenes, a quienes define como “los actores sociales más interesantes en el Chile actual”. Y particularmente aquellos que provienen de sectores populares: “El hecho de que en su mayoría están desempleados (un 30% de cesantía), que provengan de familias no integradas (56% de jóvenes “huachos”) y que muy pocos de ellos pueden llegar a la universidad, genera una juventud al margen, que además no se siente atraída por ningún partido político. Así surge una auto-construcción de identidades al margen, y de todo tipo, que no se juntan en grandes movimientos masivos, sino que en pequeños círculos y tribus locales, estableciendo un profundo intercambio a través del nuevo rock, el hip hop, el capoeira, la educación popular y otras expresiones que ellos asimilan para hablar y pensar sobre sí mismos, y sobre las angustias de su gente. Esto es una especie de hervidero comunitario y cultural que curiosamente está dirigido a sus propios vecinos, “a los viejos de la pobla…”, lo que deviene en una expresión literaria, lingüística y discursiva digna de examinar. Sus mensajes son críticos, contestatarios, revolucionarios y revelan cómo los jóvenes de hoy entienden la asociación de una manera muy distinta, cómo estas actividad los cautivan y los hacen estar contentos con lo que son y no hacer juicios de las seducciones que les llegan del sistema para incorporarse a él”. Pese a todo, estas expresiones no son bien vistas por la institucionalidad, según explica el historiador: “el estado y el sistema globalizado mira con sospecha a esta juventud, pues ven en ellos una voluntad de retraerse de los grandes proyectos, por lo tanto desde esa perspectiva son grupos definidos como despolitizados, que viven en subculturas “anarquistas”, por lo mismo se los reprime y se los cataloga “en riesgo social”. Pero si miramos el fenómeno desde la perspectiva de los movimientos sociales -que es un concepto más amplio-, estas expresiones son positivas y esperanzadoras porque son procesos autónomos de construcción de identidad, que se traducen en un factor energético. Allí hay una cultura acumulada e inédita en Chile, porque ahora los movimientos surgen a partir de sus propias culturas, mientras en los años 50 y 60, obedecían a los instructivos del partido o del Estado, se movían por ideologías. La izquierda tradicional no ha logrado encajar con este nuevo fenómeno. Y eso es un gran desafío”. En este sentido, Gabriel Salazar advierte que la auto-organización sería una de las alternativas de desarrollo en nuestros tiempos y, en su rol de Decano de la Facultad de Humanidades de la Universidad Arcis, examina la nomenclatura juventud-educación: “Se han configurado cordones populares de educación, donde se mezclan los estudiantes de la universidad con los cabros pobladores. Hace falta darle contenido político a este movimiento, sin incurrir en la vieja política. La educación pública que hoy entrega el sistema, te enseña a competir para el mercado, respetar la ley… Y la gran mayoría de los estudiantes no está contento con eso, por eso se genera la auto-educación popular. El problema es quién la potencia? Las grandes universidades no, las ONG están colapsadas, la Iglesia está en otra. La pregunta es qué hace la intelectualidad de izquierda en este nuevo escenario. Las universidades deben autofinanciarse; la Universidad de Chile, por ejemplo, recibe apenas un 23% de financiamiento desde el Estado. Está todo el mundo preocupado de autofinanciarse y para eso hay que adaptarse al mercado por lo tanto nadie está trabajando sistemáticamente en los temas de hoy. La Universidad Arcis ha logrado concentrar a una intelectualidad que sí quisiera trabajar en la línea de los jóvenes. Allí se da el caso curioso de que, pese a ser una universidad privada en cuanto a financiamiento, trata de ser universidad pública en las tareas que desarrolla. Por eso siempre tambalea. En los años 60 los intelectuales teníamos pega segura en la Universidad, contrato permanente, nadie exigía, uno podía comprometerse en cualquier cosa, hoy está todo sujeto a evaluación y los empleos no son estables. La intelectualidad de izquierda tiene problemas para encontrar un lugar de trabajo estable que le dé la posibilidad de dedicarse a lo que se le pide: a pensar los asuntos contemporáneos”. Gabriel Salazar ha desplegado gran parte de su planteamiento historiográfico a través de los cinco volúmenes de “Historia Contemporánea de Chile” (Lom Editores), que realizó en colaboración con el también historiador Julio Pinto. Más recientemente publicó, junto a Sur Profesionales, un estudio sobre las ferias libres, como una de las pocas instancias sobrevivientes dentro del agónico ejercicio de la ciudadanía en Chile: “Quisimos rescatar a los ferianos para poner a la vista a un sector social olvidado y que, sin embargo tiene una larguísima tradición y un espíritu ciudadano notable. El libro no es una tesis doctoral, sino una investigación, con entrevistas en terreno y fotografías que recuperan la praxis y la curva histórica de las ferias, que es muy bonita”, explica. “Antes del 1500, antes que apareciera el Estado moderno, liberal y capitalista, hubo un largo período en que las comunidades locales, pueblos y villas fueron centros autónomos de la producción económica y de la reproducción política. La plaza era el centro donde se ejercía el comercio, se tomaban las decisiones soberanamente y se realizaban carnavales. Era un lugar donde todos se encontraban y se sentían iguales. Allí está el origen de la soberanía y de la actividad republicana por excelencia. Pero el estado moderno se construye eliminando toda la soberanía política de estas comunidades locales; se crean grandes centros comerciales donde operan los comerciantes mayoristas. Así se le fue quitando relevancia a toda esa vida comunitaria y quedaron nada más que las ferias libres, que están en todo el mundo, pero no en la plaza principal, sino relegadas a las calles aledañas. En la feria se respira un espíritu de libertad, de conversación directa y camaradería. Es la única parte en Chile donde todos interactúan sin tensiones, donde los precios de pueden regatear, donde vas a comprar y te preguntan cómo está tu familia. Es una tradición que se mantiene a pesar de todo”.


[1] Nos referimos a los barrios de la periferia tanto acomodada como la excluida. [2]Ejemplo de esto es la labor realizada por el Doctor Enrique Sagalde Villela, quien atendía gratuitamente a los desposeídos en su propia casa. [3] Ubicado en la calle Matucana, es un Parque público fundado en 1830 y fue creado con el propósito de albergar, reproducir y aclimatar especie foráneas con una extensión de 40 hectáreas, arboladas con pinos, abetos, castaños, lúcumos y álamos, entre otras especies. [4] Una divulgación parcial de resultados se encuentra en el artículo: “El Barrio Yungay y sus funciones particulares”, publicado en la Revista académica de la Universidad Bolivariana llamada “Polis” y en su número 2 del año 2001. [5] Grupos musicales chilenos con trayectoria internacional. [6] Los precios de corte de pelo varían según el utensilio, el corte a máquina cuesta $2.300 pesos, con navaja lo mismo y tijera $ 2.500. [7] Pesos de la época (2001). Trienal de Chile Manuel Castells Villa Portales (Santiago de Chile) Fernando Castillo Revista Spam_arq Barrio Yungay (Santiago de Chile) Miguel Laborde Ignacio Domeyko Eusebio Lillo Domingo Faustino Sarmiento Jaime Aymerich Hegnauer Universidad Bolivariana Emilio Lavaud Lamothe Municipalidad de Santiago Teatro Novedades (Santiago de Chile) Museo de Arte Popular Americano Museo de la Solidaridad Salvador Allende Oscar Roberto Liendo Palma SERNATUR Instituto Geográfico Militar Comité de Adelanto del Barrio Yungay Eugenio Heiremans Unidad Popular Brigada Ramona Parra José Balmes Salvador Allende Museo Oscar Niemeyer (Brasil) Fundación Allende DIBAM Barrio Meiggs (Santiago de Chile) Barrio Club Hípico (Santiago de Chile) Palacio Piwonka (Santiago de Chile) Universidad Diego Portales Diario El Mercurio Carlos Peña Matías Klotz Hernán Garfias Matías Rivas Universidad Técnica del Estado Charlie García Comisión Valech Estadio Víctor Jara Eugenio Dittborn Transantiago Barrio Patronato Museo Nacional de Bellas Artes Francisca Márquez Universidad Alberto Hurtado Claudia Aravena Abugosh Jorge Tacla Maya Sanbar Roberto Ketlun Claudia Aravena Abughosh Bienal de Video y Nuevos Medios (Santiago de Chile) Paz Aburto Galería Gabriela Mistral Roberto Kettlun Claudia Cardinale Universidad de Chile Philippe Rekacewicz Elías Sanbar La Vega Central (Santiago de Chile) Agustín Gómez García Du Marsais Centro Nacional de Restauración Fondart María Fernanda Bezmalinovic María de los Ángeles Burr Max Echeverría Fundación Andes Andrea Goic Barrio La Chimba (Santiago de Chile) Pablo Neruda José Domingo Gómez Rojas Juan Egaña Alberto Rojas Jiménez Alberto Valdivia Romeo Murga Pedro Gandolfo Partido Comunista Federación de Estudiantes de Chile (Universidad de Chile) Plaza Los Moteros (Santiago de Chile) Comisión Nacional del Medio Ambiente Juan Carlos Skewes Universidad Austral de Chile Ediciones SUR (Corporación de Estudios Sociales y Educación) Alfredo Rodríguez Policlínico Maruri del Servicio de Salud Metropolitana Ministerio de Salud CIPER Pedro Ramírez Lorenzo Agar Esteban Tumba Mireya Valdebenito María Elisa Miranda Genoveva Figueroa Departamento de Salud Municipal (Santiago de Chile) Ximena Basterrica Cristian Matus Barrio Lastarria-Bellas Artes Teatro Lastarria Ley Valdés Pedro Prado Ernesto Reid Sergio Larraín Museo de Arte Contemporáneo Mercado Persa Bío-Bío (Santiago de Chile) Población Huemul (Santiago de Chile) Natalia Moreno Marco Valencia Universidad Central (Chile) Alfredo Rodríguez Corporación Sur Gabriel Salazar Mauricio Becerra Revista Punto Final (Chile) Michel Foucault Michel De Certau María Ruminot Oscar Alvarez José Medel Asociación Nacional de Ferias Libres Héctor Tejada Asociación de Ferias Libres Claudio Orrego Instituto de Historia de la Universidad de Chile Universidad Arcis Julio Pinto Jacques Derrida Néstor García Canclini [8] Vino de factura artesanal, sin filtrar y de bajo costo. [9] Bajo similares condiciones de montaje, fue exhibido este trabajo en el festival “Kasseler Dokumentarfilm und Videofest” en Kassel, año 2003, donde obtuvo el primer premio, el Golden Cube Preize. [10] ‘Árabe’, como ha señalado Catherine David en sus investigaciones de Representaciones Árabes Contemporáneas, no es un término aplicable a todos los territorios de Medio Oriente. Por ejemplo, Israel no se considera parte de la cultura árabe. Otro término que se ha utilizado para agrupar al Medio Oriente ha sido el adjetivo “Islámico” que por ser exclusivamente religioso y excluyente de otros credos de la región, como el cristiano, lo dejamos también por reduccionista. Con esas salvedades nos referiremos a la cultura ‘árabe’ en este texto. Ver: Catherine David: Tamáss 1 Representaciones Arabes Contemporáneas. Beirut/Lebanon y Tamáss 2. Representaciones Arabes Contemporáneas. Cairo. Fundació Antoni Tàpies. Bracelona 2002 y 2004, respectivamente. [11] El concepto de ‘representación’ estética tiene sus orígenes en la mimesis aristotélica, donde el lenguaje es un medio de representación de las acciones humanas. Si bien para Aristóteles el medio de representación debe imitar -de ahí la mimesis– a las acciones, veremos que la función mimética dejará paso a la diferencia e, incluso, el repliegue del lenguaje sobre sí mismo en la época moderna. En este caso lo documental se define por su fidelidad entre la representación y lo representado, fidelidad que se presenta sólo desde su imposibilidad en Out of Place. [12] Desde Derrida, cuyo libro La Hospitalidad es citado en Out of Place en los monólogos de la autora, podemos definir la oposición entre ‘identificación’ e ‘identidad’. Mientras a la identidad podríamos explicarla como una esencia anterior a la existencia del sujeto; la identificación es posterior a la existencia y se construye de manera no autónoma, sino que en relación a elementos sociales e históricos exteriores, por tanto ideológicos. De este modo, Derrida cuestiona que la conciencia sea una experiencia directa, sino mediada y afirma que la identidad se construye sobre una base parasitaria: “Una identidad nunca es dada, recibida o alcanzada; no, sólo se sufre el proceso interminable, indefinidamente fantasmático de la identificación“. (Jacques Derrida, El monolingüismo del otro o la prótesis de origen. Buenos Aires, Manantial, 1997, pp.45-46.) [13] Néstor García Canclini, La globalización imaginada. Buenos Aires, Paidós, 1999. [14] Said ha analizado la difusión de estos estereotipos sobre Oriente como construcciones europeas: “Oriente era casi una invención europea y, desde la antigüedad, había sido escenario de romances, seres exóticos, recuerdos y paisajes inolvidables y experiencias extraordinarias (…) lo principal para el visitante europeo era la representación que Europa tenía de Oriente y de su destino inmediato“. (Edward Said, Orientalismo. Madrid, Libertarias, 1990. p.19.) [15] Las causas de la inmigración palestina no corresponden sólo a problemas políticos o religiosos, sino que también a la incidencia directa en la economía, cuyas crisis constituyen la causa inmediata de las oleadas de inmigración. Gema Martín Muñoz establece las relaciones interdependientes entre política y economía: “La región de Oriente Medio se caracteriza por experimentar profundas convulsiones políticas a consecuencia de una serie de crisis y conflictos prolongados (la invasión iraquí de Kuwait y la guerra que le siguió trastocando profundamente todo el orden regional; la ocupación israelí de los territorios palestinos y la Intifada que ello ha desencadenado; el embargo y las sanciones lideradas por EEUU contra Irán e Irak) que afectan a las capacidades de los regímenes y las economías, contribuyen al proceso general de empobrecimiento de la región y generan unos enormes gastos militares que dificultan el proceso de liberación“. (Gema Martín Muñoz, Después de Manhhattan, qué?. Santander, Editora Límite, 2002. p. 35.) [16] Si bien originalmente el concepto de ‘diáspora’ se utilizó para la diseminación judía por todo el mundo antiguo. Por extensión, puede referirse a la dispersión de individuos humanos que anteriormente vivían juntos o formaban parte de una etnia. [17] Elías Sanbar, Figures du Palestinien: Identité des origines, identité de devenir. París, Gallimard, 2004. p. 15. [18] ‘Puesta en abismo’ es un término original de André Gide y actualizado por Lucien Dällenbach, para determinar la reflectividad especular entre el enunciado de una obra y su enunciación o código. [19] La gentrificación (del inglés, gentrification) es un proceso de transformación urbana en el que la población original de un sector o barrio depauperado y deteriorado es progresivamente desplazada por otra de un mayor nivel adquisitivo a la vez que se renueva y mejora. [20] Habiendo cerrado hace ya algunos años la librería del escritor Enrique Lafourcade. [21] que regentado por el cineasta Douglas Hubner,  encuentra su apogeo, junto a Lastarria mismo, en el contexto de la vuelta a la democracia. En efecto, en la entrada sur de Alameda con Lastarria se instala el Comando del No, y en la antigua casa del arquitecto catalán Antonio Coll y Pi, y a un costado del cine, se ubica el Café de El Biógrafo espacio que es apropiado no sólo por artistas, intelectuales sino también por la nueva clase política concertacionista que aprovechando la cercanía con el Comando del No  confluye al café convirtiéndolo hasta su cierre en 2001, en escenario de proclamaciones y celebraciones, desde el triunfo del No hasta la elección, en 1999, y proclamación, en 2000, de Ricardo Lagos como Presidente. [22] Como difunde un sitio destinado a la promoción turística y urbana de los lugares más atractivos del barrio “el teatro Lastarria 90 surge de la remodelación de una casona construida en 1917 y hoy cuenta con dos salas, cada una con una capacidad de hasta 80 butacas; un foyer en el que se han realizado cóctels con más de 150 personas y una terraza con vista panorámica al cerro Santa Lucía y su entorno, con una capacidad para 300 personas” (sitio webwww.barriolastarria.com). [23] La Ley de Donaciones Culturales o Ley Valdés es el principal incentivo tributario que existe en Chile para que los empresarios privados o profesionales liberales entreguen a artistas, productores y otros agentes de la cultura, donaciones, obteniendo a cambio una franquicia tributaria, que pueden descontar en forma anual de su Impuesto a la Renta. [24] Nos referimos a la página web www.elobservatorio.cl, donde se presenta la propuesta y misión del Observatorio. [25] Acompañando al espacio “Almacén”, el edificio cuenta también con un espacio de “Cava” que contiene una selecta  muestra de vinos en un espacio especialmente habilitado para  catas, degustaciones y talleres etno-gastronómicos. Por su parte en la planta del primer piso encontramos una segunda sucursal del Café Mosqueto, de propiedad del escritor y poeta Cristián Warken cuyo primer local se ubica en la calle homónima del Barrio Bellas Artes[25]. También en el mismo piso que el Café pero más al fondo entrando hacia Villavicencio encontramos “ la Tienda”, un cuidado puesto de venta de artesanías y productos de diseño en donde se ofrece “lo mejor del país para su conocimiento y difusión”, incluyendo en esta oferta una selección que mixtura artesanía artística chilena en diferentes materiales como tejidos y textiles, cerámicas, orfebrería, artículos en crin y papel, con  lámparas y accesorios de vestuario, vestuario, y una selección de textos en donde se mezcla guías y textos turísticos (de parques nacionales, flora y fauna) con textos de literatura nacional. [26] Retomando a Zukin, podríamos señalar que el predominio de una lógica de mercantilización de la cultura inspira nuevos códigos de diferenciación como el de  “lo cool”: “la preeminencia de las industrias culturales también inspiró nuevos lenguajes que negocian con la diferencia.  Estos ofertan codificados sentidos de discriminación, un matiz al dominante discurso de la democratización.  Los estilos que se desarrollan en las calles son incorporados  a través de los mass media, especialmente lo fashion y los magazines de “música urbana” y MTV, donde divorciados de su contexto social, ellos devienen en imágenes de lo cool” (Zukin, 1995: 9) [27] La mayoría de los cuadros aparecen  promocionados para la venta on-line  en sitios como allposters.es promocionado como la tienda de láminas más grande del mundo, o art.com. [28] El Museo Nacional de Bellas Artes de Santiago de Chile como institución realmente se fundó el 18 de septiembre de 1880 y su nombre original fue Museo Nacional de Pinturas, sin embargo y desde el año 1887 -que el gobierno adquirió el edificio conocido como el Partenón construido en la Quinta Normal de Agricultura (poniente de la ciudad)-, funcionó en esa ubicación y sólo en 1910, se instala en la actual locación generando a su vez los jardines que luego darán origen al actual Parque Forestal. Lo que presento a continuación es el ensayo de localización de potenciales residencias de artistas, en el marco de la Trienal, entendida como un “monumento público” de nuevo tipo. Es en este sentido que se juega por habilitar un modelo de trabajo que contempla la relación de un artista con una comunidad determinada de actores sociales. Hemos escogido un proyecto de revalorización urbana (Anillo Interior), pero teniendo claro que las prácticas artísticas que definen la Trienal no están destinadas a configurar un nuevo tipo de estética burocrática, solidaria del exhibicionismo institucional de la decoración urbana neoliberal. Por el contrario, la Trienal es promotora de un arte público  que gestiona en el seno mismo de las instituciones  una transformación crítica de la cultura. Esto significa elevar el nivel de conciencia frente a la experiencia urbana, con la convicción de que todavía es posible establecer un diálogo con la “arquitectura del cotidiano” y los “lugares de memoria”. Las prácticas artísticas poseen una materialidad simbólica, un gran capital analítico, que toma prestados los procedimientos de legitimación de otras disciplinas pero que no se subordina a ellas, porque cuando éstas pretenden reducirlo a su campo de intervención, estos ya se han desplazado hacia nuevas formas de ficción. La arquitectura del cotidiano a la que me refiero está directamente ligada a la existencia de comunidades vulnerables que deben poner en función un plus de energía para impedir ser arrasadas por la “decretalidad” de la autoridad de gestión urbana. Incluso, uno de los propósitos de este Informe es fijar los límites a la “decretalidad” del arte contemporáneo, en que muchas prácticas adquieren un gran estatuto discursivo en el debate actual sobre arte y política, pero que en términos estrictos  forman parte de nuevas estrategias de decoración institucional. Este es un fenómeno que permite desarrollar, sin embargo, proyectos críticos en el seno de las instituciones, como condición de existencia de éstas mismas. 1.- VILLA PORTALES La Villa Portales está ubicada entre las  avenidas Portales y  General Velásquez, en las proximidades de la Estación Central. Si bien no está directamente situada en el trayecto del Proyecto Anillo Interior, ocupa una zona fronteriza, ya que coincide con uno de los extremos de la Quinta Normal. Junto a otros proyectos de vivienda realizados entre los comienzos de los años sesenta y comienzos de los años setenta, como la Remodelación San Borja y la Villa Frei, la Villa Portales presenta características inéditas, que la han convertido en el síntoma de una “modernidad prematuramente arruinada”. Villa Portales es un proyecto urbano que posee un correlato con un proyecto  de sociedad cuya filiación proviene del urbanismo europeo de la re-construcción de post-guerra,  en estrecha relación con un modelo de Estado de Bienestar. Este hecho es de crucial importancia para comprender tanto su  propuesta socio-espacial como su modelo de gestión criolla, sobre todo en relación al tipo de  crisis a la que ingresa por efecto de  las mutaciones de la historia social chilena de mediados de los setenta. El derrumbe del Estado anterior a 1973 resulta clave en esta crisis puesto que el proyecto urbano de la Unidad Vecinal Portales, tiene necesariamente su correlato en una concepción negociación entre demandas de vivienda y posicionamiento ascendente de sectores medios, propios de la coyuntura de comienzos de los sesenta. Se trata, no tanto de vivienda social básica, sino de un concepto de inscripción simbólica de nuevas capas medias profesionales que, después de los años setenta quedan en total estado de indefensión. Su implantación como proyecto significó una brusca ruptura contextual en un enorme paño urbano de  trama ortogonal y fachada continua: Santiago Poniente y Quinta Normal. Según  Fernando Castillo, uno de los arquitectos responsables del proyecto, la Villa Portales diseñó a partir de tres postulados básicos. El primero consistió en un monumental cambio de escala en las estructuras del espacio cotidiano  “cuyas medidas se determinaban por el bloque haciendo abstracción de los anhelos, vida y relaciones  humanas de la gente que habitaría en él”.  El segundo principio fue la ocupación del espacio verde como un capital social, en oposición a la figura  del loteo, que lo privatiza (ante jardín y patio trasero). La cuestión del paisaje fue un elemento clave: por una parte,  en relación al paisaje del valle de Santiago que experimentaría el enmarcado de los bloques de mayor altura; por otra parte, un paisaje en diálogo con el entorno de la  Quinta Normal orientado por los bloques de cuatro pisos; y finalmente, el verde del encuentro en la vida  cotidiana, enmarcado por viviendas unifamiliares de dos pisos. Y el tercer principio general al que apela Fernando Castillo consiste en el acceso controlado del automóvil. En cuanto a la vivienda, el proyecto se proponía ofrecer departamentos de dos pisos bien  equipados y de gran tamaño, buscando montar un espacio residencial de calidad. La novedad del proyecto despertó un gran interés en los medios de arquitectos de ese entonces que no trepidaron en tildarlo de vanguardista, mereciendo la portada de un número de Architecture d´aujourdhui. Sin embargo, la unidad vecinal experimentó desde mediados de los años setenta un deterioro importante de sus condiciones de habitabilidad, que la convirtieron durante los ochenta y los noventa en un lugar estigmatizado. En los últimos años, la Villa Portales se ha convertido en el objeto de estudio de numerosas iniciativas académicas y de arquitectos independientes, que buscan reconstruir las condiciones de un deterioro que alcanzó rasgos preocupantes. De este modo, sus moradores han sido puestos una vez más bajo la “mirada vigilante”, esta vez desde iniciativas que buscan regenerar los lazos de vida comunitaria. Colectivos de arquitectos y artistas reunidos por las iniciativas de la revista Spam_arq y Aparición Pública, han tomado la Villa Portales como un objeto paradigmático en una estrategia de recuperación de identidad arquitectónica y social. Al mismo tiempo, Villa Portales ha sido incorporada a un programa especial de recuperación de barrio, gestionado por el Ministerio de la Vivienda. Estas tres menciones anteriores hacen de Villa Portales un lugar de intervención posible en el marco de la Trienal. Existe, por un lado, la necesidad de reconstruir la historia de las  incongruencias entre el proyecto y su realidad. Sin embargo, las reconstrucciones son planteadas desde modelos de habitabilidad que no contemplan la especificidad generativa del proyecto original, que funcionaba en el seno de otra episteme de la ciudad. Resulta fácil en el día de hoy recurrir a las proporciones de la operación,  que la hacen difícilmente controlable o apropiable por parte de sus habitantes.  En una superficie de  terreno de 31 has., ocupada sólo en un 20% por la edificación de 1890 viviendas, sus 11.000 habitantes no  logran organizarse para asegurar condiciones mínimas de administración, haciendo  con ello abandono del espacio público. Por lo demás, no era posible prever   el cambio de modelo de gestión urbana del Estado en el Chile de comienzos de los años sesenta. Como todos los estudiosos señalan, el supuesto que asignaba la administración de este tipo de conjuntos habitacionales de gran tamaño a las instituciones  públicas, en el contexto del estado benefactor, pasará en 1973  a ser cuestionado y abandonado,  transfiriéndola a sus propietarios sin mediar estrategias realistas que la hicieran efectiva. Si bien la Villa Portales sigue  siendo vista por los jóvenes arquitectos y urbanistas  como un emblema de “arquitectura moderna adecuada”, desde los relatos de sus propios habitantes  es percibida y vivenciada como un lugar estigmatizado. Las razones van desde una cierta inadaptación social al  proyecto por la  referencia campesina de su población original, hasta la inmovilidad social profundizada por  la dictadura, hasta el envejecimiento y deterioro de la situación económica de su  población. Todo esto permite concebir una creciente disociación y contraste crecientes entre los progresos del entorno y el deterioro de las  condiciones de vida en su interior. No cabe duda que el proyecto de sociedad que sustentaba su viabilidad como proyecto fue profunda y drástica modificado a mediados de los años setenta. Muchos estudios coinciden en que Villa Portales no es ajena a todo lo anterior. Ni siquiera se puede sostener  que se trata de un “hermano pequeño” de lo que fueron sus  grandes referencias en la arquitectura internacional. Por el contrario, en el contexto de su deterioro social, verificable a nivel de la vida cotidiana, la edificación ha resistido dignamente y puede ser reivindicada todavía como una de las mejores expresiones de la arquitectura chilena. Sin embargo, en la actualidad, el habitante, frente al  abandono del  Estado e incapaz de identificarse al lugar, resiste  y construye  espacios intermedios apropiables para producir lugares. Este es el gran potencial para un programa de residencia de la Trienal. No tanto la Villa Portales como un emblema de modernidad frustrada, sino como espacio de reconstrucción de ciudadanía. Aquí se encuentra una clave  de gran valor: las estrategias que desarrollan los  vecinos para activar lugares de vida  dentro de este universo deteriorado. Las primeras observaciones, levantamientos y entrevistas de terreno que han realizado numerosos investigadores (arquitectos, urbanistas, antropólogos) sugieren  la existencia de micro-estrategias organizativas y de acondicionamiento del espacio, que se alojan en  sus intersticios dando forma y estructura a las relaciones entre lo público, lo colectivo y lo privado en  la micro-escala de proximidad. 2.- BARRIO YUNGAY En la actualidad, el Barrio Yungay se inscribe; por el norte en La Avenida San Pablo, por el sur en la Alameda Bernardo O´Higgins, por el este, la Avenida Ricardo Cumming y por el oeste, la Avenida Matucana. El Barrio Yungay incluye el Parque Quinta Normal que se encuentra al Poniente de la Avenida Matucana que es el espacio público más importante, no sólo del barrio, sino de todo el sector poniente de la ciudad. Este barrio puede ser considerado como un espacio pericentral de Santiago, concepto que refiere a las zonas que se despliegan  alrededor de “centro céntrico” y que configuran espacios de transición entre aquel y la periferia urbana [1]. Su surgimiento en el año 1841, es producto de la iniciativa del Presidente de la República de la época, quien la erigió como una nueva población en el centro poniente de Santiago y cuya denominación se da en conmemoración de una célebre batalla contra la confederación Perú-Boliviana. Es uno de los más antiguos barrios de Santiago y constituye la primera instalación humana planificada, después de la creación del Barrio Cívico de la Ciudad de Santiago. Junto con las calles y casas se construyó un ágora en el centro del barrio, conocida como Plaza Portales. En 1888 se inauguró en el centro del ágora una figura esculpida por Virginio Arias, a la que se llamó “El defensor de la Patria”, pero años más tarde fue bautizada como El roto chileno, en honor a los soldados chilenos que pelearon en la guerra de 1839. Desde un comienzo esta plaza fue un centro de reunión vecinal, donde las señoras y caballeros salían a pasear durante las tardes o para discutir sobre la actividad política. A partir de esto, comenzó a expandirse el sector, hasta llegar a los límites actuales. Las familias más acomodadas de la época instalaron allí grandes casonas, algunas de las cuales aún siguen en pie, otras sucumbieron a la “modernidad” representada en grandes edificios que rompen con la tradición arquitectónica del lugar. Incluso en la época de mayor auge del sector tuvo su estación de tren. Posteriormente, el sector fue habitado por la clase media y familias de escasos recursos, quienes originaron alrededor de 65 cités. En palabras de Miguel Laborde se trata de un barrio con  “una historia particular (…) Campesinos, vino tinto y casas de remolienda crearon todo un ambiente al exaltar las tradiciones y costumbres criollas propias del bajo pueblo, de cultura bohemia, pintoresca y repleta de diversidad. En torno a esto se creó una personalidad propia con fuertes raíces nacionalistas, contrastando con el Santiago oligárquico y arribista que habitaba en los alrededores del centro, al que sólo le interesaba transformarse en un pequeño París y en donde lo proveniente de Europa era considerado de culto y digno de imitación. Este ambiente atrajo a varios artistas e intelectuales que encontraron aquí el escenario perfecto para las aventuras de sus personajes literarios, la inspiración para su poesía y los paisajes para sus pinturas”. Muchos extranjeros se enamoraron de este lugar y permanecieron aquí durante su estadía en Chile o hasta su muerte. El intelectual argentino Domingo Faustino Sarmiento -quien se refirió al barrio Yungay como un “pueblito de las afueras de Santiago”-, el científico polaco Ignacio Domeyko, el poeta y creador del himno nacional Eusebio Lillo, son sólo algunos de tantos que hallaron el lugar ideal para las interminables tertulias con sabor a vino tinto que se realizaban cada noche en alguna casa de puertas abiertas. Este pluralismo y la heterogénea mezcla de gente, razas y credos, logró respetar la libertad de religión entre católicos y grupos laicos, estos últimos menospreciados por la aristocracia terrateniente, por lo que Yungay se llenó de Iglesias, conventos y casas de acogida, muchas de las cuales eran subvencionadas por vecinos para que a nadie le faltara comida y un lugar donde dormir [2]. Su importancia y desarrollo se debe a varios factores, entre ellos su vecindad con el camino Real –hoy calle San Pablo- y el gran tráfico hacia el puerto de Valparaíso, la subdivisión de terrenos y su incorporación a la creciente demanda inmobiliaria de la ciudad capital, la creación de la Quinta Normal [3], como campo de experimentación agrícola y, entre otras, la instalación en el nuevo barrio de parte de la aristocracia de la época y algunos intelectuales contratados por el gobierno para ayudar al desarrollo cultural y científico de la república.  Recordamos que la Quinta Normal albergó al Museo de Bellas Artes antes de  su traslado a su actual ubicación en el Parque Forestal. El barrio también empezó a experimentar un fuerte crecimiento demográfico, es así como a las pocas décadas de su creación ya superaba las 6.000 personas consolidando su función residencial, la que va apoyada por la creación de varios servicios, como iglesias, hospederías, establecimientos educacionales y otros. Sin embargo en muchos rubros continuaba dependiendo del abastecimiento desde el centro cívico y el entorno de la Plaza de Armas. La década de 1930, marca el término del auge del Barrio Yungay, cuando las familias ahí establecidas lo abandonan en busca de mejores condiciones medio ambientales. Sectores de las actuales comunas de Ñuñoa y Providencia emergen bajo el lema de ciudad jardín, y ofrecen mejor equipamiento, clubes deportivos y parques tales como el Parque Bustamante y el Japonés. A partir de ese momento, el Barrio Yungay y todo el sector poniente de Santiago comienza un paulatino proceso de deterioro. Las familias de clase media y posteriormente las más modestas comienzan a ocupar las residencias que son dejadas por los grupos de mayores ingresos que emigran. De esta forma se descuida la mantención de las viviendas, se les subdivide y se transforman ignorando el valor patrimonial de muchas de ellas. Esto ocasiona una disminución de las inversiones, desvalorización de las viviendas, el precio del suelo y la instalación de numerosas pequeñas empresas del tipo productivo. En un estudio de Jaime Aymerich Hegnauer [4], de la Universidad Bolivariana –la que ha hecho varios aportes investigativos respecto del sector-, señala que del total de edificaciones del barrio, el 70% corresponde  a una función principalmente residencial y tiene equipamiento micro comercial muy bien evaluado por los vecinos. Sin embargo, combina esta característica con comercial e industrial que alcanza el restante 30%, más algunas instalaciones que sin ser mayoritarias en número, instalan una población flotante diaria, de relevancia para el paisaje urbano, como es el caso de las universidades privadas que hace un par de décadas se ubican en el  sector.  Esta distinción en cuanto a las funciones de las edificaciones, también tienen una distribución espacial; en el norte del barrio el 83% es residencial y en el sur en cambio, es sólo un 63%.  En el sub-barrio Estación, se ubican la mayor cantidad de edificaciones destinadas a actividad económica. La forma de hábitat urbano  en el barrio es una textura  compuesta por un sector antiguo predominante, con casas pareadas de uno a tres pisos, de variada antigüedad y estado de conservación. Su valor urbanístico radica en que hay zonas donde las construcciones del XIX aún se conservan muy bien. En la actualidad hay construcciones más modernas de no mucha altura y no se puede hablar de una sola que no mixture arquitectura de época y estilos variados (“estructura heterogénea y abigarrada”). Según informes de expertos, en las edificaciones  del sector sur poniente, existe un estado de conservación aceptable, salvo en la zona norte (San Pablo) donde el deterioro de las casas antiguas es visible y es justamente una de las zonas de mayor inversión inmobiliaria reciente. Entre las áreas verdes y además de la ya mencionada Quinta Normal y la plaza Yungay, se encuentran pequeñas plazas: Chacabuco, Rozas, Maipú, Cueto, San Pablo y Cautín. El aniversario del Barrio, en homenaje a la victoria sobre la Confederación Perú – Boliviana, se celebra el día 20 de Enero en la Plaza Yungay, donde históricamente se han realizado fiestas populares, bailes y ventas de comidas típicas. Todos los años, se reúnen en torno a la Plaza, celebrar esta fecha histórica, un grupo de hombres llamados los “Amigos de la Plaza Yungay”, quienes se caracterizan porque en alguna etapa de sus vidas vivieron en el barrio. La Quinta Normal alberga en su interior al Museo Nacional de Historia Natural En Compañía 2799, está la Peluquería Francesa, icono del sector y lugar de culto de todo aquel que sienta que el corte de barba con navaja en sillas del siglo XIX en manos de Don Manuel, su dueño, es una experiencia inolvidable en el siglo XXI. Está ubicada ahí desde 1925, anteriormente se encontraba en Santo Domingo pero un incendio a principios del 1900 destruyó totalmente sus instalaciones, por lo que Don Emilio Lavaud Lamothe (1896-1988) la trasladó a su ubicación actual. Ahí hay fotos de grupos como La Ley, Pánico y Los tres [5], artistas que en sus comienzos eran asiduos clientes del lugar, el que tiene público de todas las edades y en donde damas y caballeros están en sectores separados, porque antiguamente no era bien visto que estuvieran juntos en una misma habitación [6]. Un poco más arriba, hacia el oriente, se encuentra el Teatro Novedades. Este lugar nació a comienzos de siglo como cine en donde se proyectaban películas mudas acompañadas por un pianista que amenizaba el silencio de las imágenes. Luego de la gloria de los primeros años vino el abandono que durante décadas se apoderó del mítico Novedades. En 1993, la Municipalidad de Santiago tomó el compromiso de su restauración y puso nuevamente en marcha su historia. Desde entonces funciona como Corporación Cultural y está dispuesto para todo aquel que tenga algún proyecto que mostrar por alrededor de $100.000 pesos diarios [7]. Durante el año diversos espectáculos le devuelven una y otra vez la vida al teatro. Por ejemplo los domingos se han dado clases de Tango gratis, o los sábados un grupo de fanáticos proyectaba originales películas de animación japonesa y se venden todo tipo de accesorios. Así, adecuándose a los cambios generacionales, a los gustos y las exigencias de nuevos tiempos, el Novedades continúa siendo parte de la historia vigente de Yungay. Un barrio como este no puede estar exento de las típicas “picadas”. En calle Esperanza n° 33 está “El Huaso Carlos“, en donde la comida chilena es la reina y el pipeño [8] ocupa el trono de honor por una módica suma que alcanza para cualquier bolsillo. Muy recomendable para quienes realicen un “Yungay Tur” en esta fecha. En el sector, se han ido instalando oficinas, universidades, el Museo de Arte Popular Americano, que funciona en calle Compañía 2691, en donde se exhiben expresiones plásticas que realizan personas que carecen de formación artística y que usan materiales propios del lugar de origen. El Barrio Yungay cuenta con una parte importante del patrimonio arquitectónico y urbanístico de la ciudad de Santiago y en mayor medida este patrimonio pertenece a épocas recientes, conservándose incluso algunos inmuebles del pasado colonial; el actual Museo Salvador Allende, varias iglesias de gran valor arquitectónico e histórico, como por ejemplo la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, la Iglesia de Los Capuchinos ubicada en Catedral 2345 que es de construcción de estilo barroco. Por ello, este barrio, que ha sido motivo de preocupación de las autoridades durante varias décadas y empieza a transformarse en un gran recurso y potencial de atracción de nuevos sectores sociales, económicos y culturales. La tranquilidad de sus calles, la belleza de sus edificios patrimoniales, la llegada de modernos sistemas de transporte –metros y ciclovías- y su inserción en el corazón de la ciudad lo han transformado en los últimos años en objeto de interés tanto para vivir en él, como para estimular flujos turísticos desde otras comunas y particularmente de extranjeros. En el libro “Geografía del Barrio Yungay”, su autor Oscar Roberto Liendo Palma de la Universidad Bolivariana señala que el barrio, es un territorio donde se produce interacción entre las personas y su medio y se ha constituido en un espacio geográfico de formación docente y de investigación producto de la instalación de varias sedes universitarias que se han comprometido con el sector. El Barrio, de igual forma ha permitido realizar actividades en conjunto con instituciones como la Municipalidad de Santiago, SERNATUR, el Instituto Geográfico Militar y en forma particular el Comité de Adelanto del Barrio Yungay. Gracias a este acercamiento académico, se han podido definir Zonas y Circuitos Turísticos a partir de los atributos históricos, patrimoniales, urbanísticos, sociales y territoriales, que le puedan dar a los habitantes del barrio sustento, capacidad y gestión económica. En este sentido el libro determina cuatro zonas para realizar circuitos turísticos mediante visitas guiadas por los atractivos del Barrio Yungay: Zona Turística I: Quinta Normal. Corresponde al territorio ocupado por la Quinta Normal cuyo cuadrante tiene 2 manzanas con los siguientes límites: calle Santo Domingo por el norte; Avenida Portales por el sur, calle Matucana por el oriente y Las acacias por el poniente. La zona turística dispone de interesantes atributos turísticos que se pueden visitar y disfrutar. En la Zona se encuentran plazas y parques, museos y establecimientos educacionales de tradición. Zona Turística II: San Juan de Dios. Corresponde al cuadrante de 34 manzanas cuyos límites son: San Pablo por el norte calle; Agustinas por el sur; calle Libertad por el oriente y Avenida Matucana por el poniente. En la zona se encuentran una gran variedad de atractivos turísticos entre los que se destacan Sector y Casas de Conservación Histórico, Monumentos Nacionales, hospitales, establecimientos educacionales, pasajes y cités famosos, museos e industrias con valor histórico. Zona Turística III: Plaza Yungay. Corresponde al cuadrante de 32 manzanas cuyos límites son: calle San Pablo por el Norte; calle Agustinas por el Sur; Ricardo Cumming por el oriente y Calle Esperanza por el Poniente. En la Zona se ubican y se pueden visitar importantes atractivos turísticos como plazas y parques, Inmuebles de personajes famosos, inmuebles de conservación histórico, iglesias. Zona Turística IV: Chacabuco. Corresponde al cuadrante de 37 manzanas cuyos límites son: calle Agustinas por el norte; Alameda Bernardo O’Higgins por el sur; Ricardo Cumming por el oriente y Avenida Matucana por el poniente. En la zona tienen existencia muchos atractivos turísticos que se pueden visitar, entre los que se pueden señalar; colegios, centros culturales, bibliotecas, iglesias, universidades, entre otras. En medio de este renacer del barrio, se debe mencionar la importante e irruptiva  inversión inmobiliaria que ha comenzado a instalar edificios de altura y que implican la destrucción de importantes edificaciones del patrimonio arquitectónico, aún cuando producto de la pauperización del sector, muchos de éstos se encontraban en muy mal estado de conservación. Este es un tema muy sensible y en la actualidad vecinos del sector se han organizado y realizan múltiples gestiones y actividades para resistir a esta tendencia que señalan atenta contra la historia, patrimonio y forma de vida tradicional del barrio. En las últimas décadas, el Barrio Yungay -como el resto de la comuna de Santiago-, había visto reducida su población debido a los factores indicados anteriormente. En efecto, entre 1992 y 2002 la población de la comuna de Santiago pasó de 230.000 a 200.000 habitantes, una reducción del 15% aproximadamente. En el caso del Barrio Yungay, según estimaciones preliminares, la población habría bajado desde 23.000 habitantes a cerca de 19.000 en esos mismos años. Sin embargo, la tendencia es a que este proceso se revierta con la densificación que suponen los edificios de altura. Como ya hemos mencionado, la función residencial dominante determina que los servicios de comercio minorista de alimentación o uso cotidiano (bazares, cordonerías, paqueterías, reparadoras de zapatos y otros) se mantengan y con la densificación es posible advertir que aumenten. Este comercio de barrio, favorece las relaciones informales “cara a cara”. Los servicios de transporte acá son determinantes porque pocos de los vecinos cuentan con movilización propia. En un estudio del año 2001, se reconocía que predominaba un nivel de satisfacción de los vecinos respecto de estos servicios públicos. Asimismo y a pesar del alto tráfico de la zona, sólo el 23% de los vecinos del barrio, mayores de 18 años, dispone de movilización propia. Por ello, el transporte es colectivo y por el sur, es en buses, colectivo y metro y por el norte, sólo buses. Además de todo lo anteriormente nombrado el Barrio presenta algunas características interesantes:

  • Existe aquí, aproximadamente un 10% de población venida de países vecinos, principalmente de Perú, así lo indican las matrículas de los niños en los colegios del sector.
  • En los últimos años se ha producido un creciente interés de sectores profesionales, intelectuales y vinculados al arte y la cultura por trasladarse a un Barrio que les ofrece particulares características.
  • Debido a que la mayoría de quienes deciden vivir en el sector son jóvenes profesionales, estudiantes e inmigrantes, en el Barrio Yungay el número de niños aparece ligeramente inferior a la existente en otros sectores de la ciudad, acentuando su carácter de barrio viejo.
  • También esto se ve apoyado por la existencia de numerosas viviendas ocupadas por gente de edad, muchos de los cuales vieron partir a sus hijos a otros barrios y comunas de Santiago que viven fuertes procesos de expansión –Puente Alto, Maipú, etc.-.

Esto último podría impulsar un cambio significativo de los patrones demográficos y socio-económicos en los próximos años. Sitios que se pueden visitar para ver fotos: http://www.gestartecultura.cl/segundo_recorrido_yungay.htm http://www.elsitiodeyungay.cl/ http://www.mibalcon.cl/reg-met/tur120.htm 3.- REPÚBLICA – MEIGGS. El Museo Allende ocupa una gran mansión que fuera construida a comienzos del siglo XX por la familia Heiremans. Actualmente, Eugenio Heiremans, hijo de la primera familia que habitó esta casa es  un importante empresario que siempre estuvo dedicado a cuestiones de seguridad en el trabajo, al punto de haber montado con gran éxitola Asociación Chilena de Seguridad, que posee hospitales y clínicas para trabajadores a lo largo del país. Durante la Unidad Popular, en un concurso de murales para decorar el interior de la sede principal del Hospital del Trabajador de Santiago, fue miembro del jurado que aceptó el proyecto entregado por la Brigada Ramona Parra. Cuando ocurrió el golpe militar fue el principal defensor del mural, negándose a que fuese objeto de la menor modificación. Su relación desde el mundo empresarial con los trabajadores lo condujo a sostener una curiosa y no menos exitosa gestión al frente de la mencionada Asociación. No hay clínica ni centro de atención de esta Asociación que no ostente en alguno de sus muros un mural, financiado por ella y realizado por un artista nacional. Vale haberse dado una vuelta por este relato, para señalar que en el 2006, el día de la inauguración del Museo de la Solidaridad Salvador Allende en la nueva sede, en calle República, en lo que fue la casa natal de Eugenio Heiremans, éste se encontraba en la ceremonia. Opositor de Allende, ello no le impidió estar ese día, acompañando, si se puede decir de algún modo, a un artista que conoce bien,  José Balmes, director actual del museo. Durante la ceremonia se negó discretamente a  ser fotografiado, porque al día siguiente, de seguro, sus amigos empresarios le reprocharían el haber asistido a esta ceremonia. Esta anécdota indica el nivel de la animosidad que existe contra Allende y lo que su figura representa en medios empresariales chilenos. Lo anterior contrasta con la actitud de los empresarios brasileros del Estado de Sao Paulo, que financiaron la primera gran muestra de la colección del museo en la sala del SESI, de dicha ciudad. Los empresarios chilenos mostraron su disconformidad ante este gesto brasilero, que culminó con el traslado de dicha exposición al Museo Oscar Niemeyer de Curitiba. Deseo señalar, pues, que en medio de este malestar expresado por el empresariado chileno,  es el empresariado brasilero el que hace posible que el museo pueda aspirar a un reconocimiento internacional, como museo, asiento de una colección significativa del arte internacional de los años setenta. Un dato a considerar: el empresariado chileno, para afirmar su vanidad, no colecciona arte contemporáneo, sino que destina sus recursos a proyectos de desarrollo y de educación. En gran parte, porque no está dispuesto a pasar por otro “gran miedo” social que significó para sí el período de la Unidad Popular. El Museo Allende es, pues, un museo de la coyuntura, no solo política, sino artística. ¿Qué hace que un museo de estas características sea tan desconocido?  Más bien, que no esté en el mapa de los museos latinoamericanos con colecciones importantes y  significativamente reconocidas. La principal razón reside en el modelo de gestión que lo ha “manejado” desde el ingreso de la segunda recolección de obras, bajo el nombre de Museo de la Resistencia, entre 1975 y 1982, y su juntura con la colección recuperada, que corresponde a la primera recolección, realizada durante la Unidad Popular, en 1971; modelo que corresponde a una subordinación institucional del Museo respecto de la Fundación Allende, pero que legitima sobre todo un estilo de conducción que cancela la colección en 1971 e impide su desarrollo, como colección, y hace naufragar cualquier intento de convertir al Museo en una entidad activa con incidencia en el contexto de los museos chilenos y regionales, al menos. El traslado e instalación del museo en la sede de calle República colaboró a que hubiese un cambio en la noción de conducción del museo. La presencia de José Balmes a la cabeza ha significado abrir la colección, postulando su ampliación bajo nuevas condiciones de solidaridad. Esto ha significado  la generación de proyectos que permitirán la itinerancia de selecciones de la colección a Turín y a Barcelona, en el curso del 2008 y del 2009. Un asunto complejo tiene que ver con  la propia tradición de la izquierda chilena y su trato con la visualidad. Se trata de una tradición que no asume a cabalidad los avances formales del arte contemporáneo, permaneciendo en la demanda de una posición ilustrativa.  Por otra parte, un gran sector de la izquierda sostiene con el museo una relación de culto, desfavoreciendo el valor de la colección en provecho de la condición memorialista del sitio. Esto, porque no hay un conocimiento acabado de las condiciones de formación de la colección. Actualmente, el museo depende de una corporación en la que participan la Fundación Salvador Allende (la familia, en sentido estricto) y la DIBAM (Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, dependiente del Ministerio de Educación). Pues bien: una vez iniciada la Transición Democrática, el museo tuvo su sede en una casa inadecuada, para conseguir su traslado a un edificio histórico, en que alguna vez funcionó la Escuela Normal de Institutrices. Sin embargo, la Fundación Allende adquirió la casa Heiremans, a fines de los noventa, para albergar de modo definitivo el museo y la sede de la propia Fundación. Esto significó instalarse en un barrio en plena recomposición social. Aunque en un principio, la memoria de la casa Heiremans había sido cubierta por diversos usos y destinos. Después de ser casa familiar fue sucesivamente Embajada de España (Franco) y asiento de una institución universitaria hasta el año 1976, en que fue ocupada como sede del comando de  la Central Nacional de Informaciones. En el momento que  la Fundación Allende ocupó la casa, el arquitecto encargado de la restauración encontró en un subterráneo, restos de lo que había sido una gran central de escuchas telefónicas. En verdad, era una planta telefónica que con toda certeza había sido montada allí por técnicos que emplearon una tecnología que en ese momento no estaba en uso en el país. Las escuchas telefónicas  fueron de gran envergadura y probablemente continuaron durante los primeros años de la Transición. De hecho, el propio comando siguió en funciones hasta que fue desmantelado y sus agentes practicaron la política de tierra arrasada, convirtiendo la mansión en una ruina. Pero cual no sería la sorpresa de los restauradores de la mansión cuando al  remover unos tabiques en un entretecho, los operarios vieron cómo caer centenares de paquetes conteniendo documentación administrativa sobre la rutina institucional de los servicios de represión. Estos  fueron de inmediato remitidos a la Justicia. Lo interesante es que a partir de  estos documentos, el juez encargado de varias causas por DDHH, pudo reconstruir el organigrama del servicio y, a la vez, establecer una lista de miembros, que hasta ese momento habían sido negados por el Ejército. Eran documentos de servicio básico, donde había formularios de prestaciones médicas, de honorarios, de horas extraordinarias, de destinos, etc. En suma, el día a día del servicio. El proyecto de restauración de la mansión contempló desde un comienzo la idea de albergar tres espacios fuertemente connotados: un museo de sitio de la represión, un memorial y una colección de arte contemporáneo. Esta es una articulación compleja que plantea un problema a la musealidad del arte contemporáneo en su relación con la memoria histórica. Se ingresa al museo atravesando la zona del memorial a Salvador Allende, que consiste en una gran “instalación” sonora, un muro de vidrio con orificios del tamaño de pequeños parlantes por los que se escucha la voz de Allende en discursos y declaraciones a la prensa, registradas principalmente durante el período 1970-1973. Pocos en el mundo del arte conocen la historia de la colección. Esto la convierte en un caso único en la historia del arte contemporáneo, en que los artistas se levantan contra el imperialismo de los medios de prensa que en ese momento, coordinados por el Departamento de Estado, instalan un gran cerco informativo en contra del gobierno de Allende. En un gesto político que es común de la época, el gobierno invita a un grupo de connotados artistas e intelectuales europeos y estadounidenses a recorrer el país con el objeto de ponerlos en contacto directo con la realidad del proceso social que se está viviendo en Chile. Estos artistas e intelectuales debían informar a su vez, a los ciudadanos de sus países de origen, sobre la envergadura del boicot informativo. Sin embargo, estos deciden algo más y en ese afán fundan un museo. Es de decir, los artistas se oponen a los monopolios de la prensa montando un museo. En el momento en que la musealidad está siendo puesta en duda por las nuevas formas y las nuevas actitudes del arte contemporáneo, en este caso la formación de un museo adquiere un tono radical, en un país cuyas colecciones de arte internacional es absolutamente deficitaria. El museo es un signo de la distinción entre arte y cultura medial. Es un momento de la acción del arte contra las comunicaciones. Sin embargo, ese es un carácter que no se levanta con fuerza frente a la reproducción de un concepto nostálgico de solidaridad política, en un momento en que el nombre Allende tiene a ser impronunciado por el propio conglomerado que sostiene al gobierno. Allende es una figura mítica que por su sola existencia discursiva e imaginaria plantea un problema “ético” a la actual coalición. El museo está enclavado en un barrio que ha experimentado una fuerte transformación inmobiliaria, a raíz de su ocupación por edificaciones que se han convertido en sedes universitarias. Se encuentra a unas cuadras del Barrio Meiggs y del barrio Club Hípico. Esto puede significar algo en relación a los ejes ECONOMÍAS y HORAS LIBRES. Pero es una institución que apenas es reconocida por la población de estudiantes que se desplaza hasta el barrio, diariamente. Las autoridades del museo estiman que no han desarrollado una política de validación del museo en el contexto del barrio. Es muy probable que el museo no se haya validado, todavía, no solo en el barrio, sino en la “política”, como un lugar de “densidad histórica”. Esta es la historia de un desplazamiento específico del uso de una edificación en el seno de un barrio en plena transformación. En la cercanía de la casa Heiremans restaurada se ubica el Palacio Piwonka, magnífica mansión de comienzos del siglo XX que hoy es sede del rectorado de la Universidad Diego Portales. El rector de esta universidad es Carlos Peña, que cada domingo publica en El Mercurio un artículo de análisis  que ejerce una considerable influencia en el debate  político y cultural del país. Este rector ha puesto a la cabeza de la facultad de Arquitectura a Matías Klotz, brillante arquitecto de la joven generación, bajo cuya conducción está la Escuela de Arte de esta universidad, que dirige, Hernán Garfias.  Esta universidad es importante por otra cosa, además: posee una extraordinaria editorial, que dirige Matías Rivas, joven escritor con una visión estratégica sobre el diseño del mapa intelectual chileno. De hecho, prepara en estos momentos una edición sobre textos de arte escritos por escritores y poetas, que han prologado a artistas que no han sido necesariamente recogidos por los discursos de la crítica de arte hegemónica en la escena. A proximidad del Museo Allende y de la Universidad Diego Portales están a distancia cercana del Estadio Chile, en las proximidades del Barrio Meiggs. Este es un lugar que, al igual que el Museo Allende, fueron empleados en actividades represivas durante la dictadura. Así como el museo fue originalmente la sede de un organismo de la represión, el estadio deportivo que alberga una cancha de basket-ball fue utilizado como centro de detención durante varios  meses, a partir de septiembre de 1973. Este fue el lugar al que fueron remitidos muchos de los detenidos en el allanamiento a la Universidad Técnica del Estado, que está emplazada en las proximidades de la Quinta Normal, en el barrio opuesto al de República, divididos por la Alameda y por el sector inmediatamente cercano a la Estación Central. La Estación Central es el punto de unión entre las avenidas Matucana y Exposición, que conforman uno de los límites culturalmente más densos del Proyecto Anillo Interior. Frente a la Estación, hacia el interior del anillo, se ubica el barrio República, incluyendo el sector de Meiggs. En cambio, desde la Estación hacia el exterior del anillo se ubica la Universidad Técnica del Estado, hoy Universidad de Santiago. Desde estos terrenos, en paralelo a Matucana, se extiende la Quinta Normal. Es preciso reparar en la interacción que se produce entre Meiggs y Estadio Chile. Este último, durante la dictadura, se convirtió en un espacio en el que se producían no pocos artistas y cantantes que se identificaban con la oposición democrática. En ocasiones, llegaron a sufrir experiencias de amedrentamiento y de boicot, como cuando a mediados de los ochenta en plena presentación de Charlie García, se produjo un sospechoso apagón eléctrico. El público esperó pacientemente como una media hora hasta que se restableció el sumistro y Charlie García continuó el espectáculo, no sin antes pronunciar una frase que se volvió célebre: “A mí nadie me corta un solo de guitarra…”. A continuación, transcribo un fragmento del Informe de la Comisión Valech: “Campamento de Prisioneros, Estadio Chile (actual Estadio  Víctor Jara). De acuerdo a los antecedentes recogidos por la Comisión, este recinto estuvo a cargo del Ejército y Carabineros. Se trataba de un recinto deportivo cerrado, sin ventanas, con una cancha central y graderías. El mayor número de prisioneros se concentró durante 1973. Hubo detenidos hasta 1974. La Cruz Roja Internacional visitó el Estadio Chile los días 4 y 18 de enero y 1 de febrero de 1974. Informó que el número de prisioneros era 206, al 4 de enero; el 18 de enero fue de 213 y el 1 de febrero, 242. Todos, excepto dos, eran de nacionalidad chilena. Algunos detenidos estaban incomunicados. En las visitas del 18 de enero y 1 de febrero se encontraba un menor de 15 años, según indica la Cruz Roja Internacional en sus Informes. Los testimonios permitieron establecer que, al principio, algunos presos fueron ubicados en la cancha. Al aumentar el número de los detenidos, comenzaron a usarse las graderías. Durante su permanencia, los prisioneros en este recinto eran incomunicados, sometidos a un severo régimen disciplinario. Las luces se mantenían encendidas en forma permanente y existía un deliberado sistema de alimentación a diversas horas, lo que provocaba una pérdida del sentido del tiempo. Existen antecedentes que indican que muchos de los interrogatorios se efectuaron por efectivos del Servicio de Inteligencia Militar. De manera constante y aparentemente arbitraria, los efectivos a cargo del recinto sacaban personas con destino desconocido. Las numerosas declaraciones de detenidos que estuvieron en este recinto dan cuenta de la aplicación permanente de malos tratos y tortura. Los testimonios indican que quienes estuvieron allí sufrieron golpes, amenazas, simulacros de ejecución, colgamientos, quemaduras con cigarrillos, aplicación de electricidad y la violencia de presenciar ejecuciones en el estadio. Las mujeres señalaron haber sufrido vejaciones sexuales y violación”. Una vez iniciada la Transición,  el Estadio Chile tomó el nombre de Estadio Víctor Jara y se convirtió en el lugar de privilegio del gran movimiento de rock nacional, proveniente de sectores marginales de la capital. Desde un punto de vista de recuperación de la memoria activa, el Museo Allende y el Estadio Víctor Jara son dos espacios que están cargados con una densidad inquietante, ya que en esos lugares palpitan recuerdos que son reactivados por subterráneas iniciativas ciudadanas. Están distantes unas diez cuadras el uno del otro. El Estadio Víctor Jara se encuentra ubicado a algunas cuadras del Barrio Meiggs. Este último tiene una importancia a nivel de la ciudad, ya que es en este sector en que se concentra el comercio de juguetería y papelería más barato del mercado. En épocas de Navidad (diciembre) y de ingreso a clases de escolares de enseñanza básica y media (marzo), pueden circular centenares de miles de personas buscando juguetes y útiles y uniformes. El Barrio Meiggs está asociado en el inconsciente colectivo a “precios bajos” en artículos escolares y de escritorio. Es así como en la actualidad son más de 200 las tiendas que se encuentran en el sector, que se suman a 80 puestos establecidos principalmente en la calle Salvador Sanfuentes,  perpendicular a Meiggs, en la que  es posible encontrar varias carnicerías y tiendas de ropa y golosinas. El origen de la popular calle ubicada en el límite de Santiago con Estación Central, se remonta a la década de ‘20, cuando el sector comenzó a ser atractivo debido a su cercanía con el paradero de trenes. Es así que durante más de medio siglo, este barrio estuvo directamente ligado a un tipo de comercio que se denomina “frutos del país” y cuyos almacenes se ubicaban en la cercanía de la Estación de trenes de la red sur. Era la ruta histórica del abastecimiento de la capital. Por esa ruta ferroviaria llegaban centenares de reses, tanto a los mataderos ya establecidos como a las ferias y exposiciones ganaderas que se realizaban en la Quinta Normal. Por esta razón, esta calle colindante a la línea del tren tomó el nombre de Exposición, porque allí eran desembarcados los animales que venían a la feria ganadera. Desde los años setenta en adelante el barrio experimentó severas modificaciones, ya que gran parte de las edificaciones cercanas a la Estación y que estaban vinculadas al servicio de transporte de pasajeros, fueron reemplazadas por nuevas edificaciones comerciales y, en particular, por el gran edificio de clasificación postal perteneciente a Correos de Chile. Sin embargo, no dejó de albergar, en una zona restringida, algunos locales ligados a la comercialización de aves de corral vivas, cueros sin curtir de conejos y corderos, así como alimentación para perros y gatos. Cercano a este comercio de “frutos del país”, se instaló un comercio de compra/venta de sacos de yute y de fibra plástica. Justamente, por la cercanía con el movimiento de papas y cereales, próximos al transporte ferroviario. Este es un dato muy importante para la historia del arte chileno, por eso  estos locales que Eugenio Dittborn recurre a fines de los años setenta, para procurarse sacos de yute paquistaní, que es comercializado solo en esta zona. Se trata de locales en los que se ofrece sacos nuevos, sacos usados y sacos remendados. Es obvio pensar que Dittborn se concentra en la adquisición de sacos remendados, que emplea en las pinturas que realiza en esa época. El remiendo del saco pasa a ser una inversión gráfica encontrada que adquiere una importancia capital en la propuesta de Dittborn. Pues bien: toda la reflexión que el arte chileno desarrolla desde ese momento en adelante, acerca de las sinonimias entre línea de costura y línea de sutura, provienen del trato que Dittborn desarrolla con este comercio. De este modo, el barrio Meiggs comparte un comercio de artículos de consumo popular muy baratos, con residuos de comercios ligados a una ruralidad cuyos productos ingresan a la capital manteniendo antiguas formas de provisión de productos que ya no se encuentran con facilidad en una gran capital. Tal como reconocen los locatarios, este barrio es además un punto de combinación en materia de transporte. No solo por la cercanía de la Estación Central, sino porque a pocos metros de ésta se levanta el Terminal San Borja, que conecta a Santiago con las provincias rurales de Talagante, Melipilla y San Antonio. E, incluso, un poco más abajo se ubica el terminal de buses con dirección al sur de Chile. La paradoja es que precisamente el transporte es el que hoy está complicando al barrio, alega el comerciante Ángel Poblete, del local 53 de Calle Salvador Sanfuentes, quien lleva 51 años en el sector. “El Transantiago ya mató el comercio en la calle Franklin y ahora seguimos nosotros”, se queja, porque los clientes ya no llegan después de las 6 de la tarde ante el temor de quedarse sin micros, y también por “falta de vigilancia policial”, reclama. El dueño de Comercial Payaso’s, Jesús López, confirma esta situación: “Fue demasiado notorio. Veníamos con un crecimiento de 17% en enero y 18% en febrero y caímos 12 puntos en marzo y 13 puntos en abril, en comparación con el año anterior, lo que me demuestra que fue responsabilidad principalmente del Transantiago”. ¿Por qué? “Yo vendo piñatas, pero ahora quién puede viajar en micro con piñatas. A esto se suma que ahora la gente sale de su trabajo y se va. Lo mismo ocurre en el centro, donde también tengo un local, pero la caída más fuerte es en Meiggs”, ejemplifica el empresario que tiene 7 puntos de venta, dos de ellos en la calle cercana a Estación Central. Una situación parecida vive Librería Pinocho. Su dueño, Erwin Haensgen, explica que en los tres puntos de venta que tiene en el barrio ha experimentado un retroceso en la facturación, pero la situación más crítica es en Salvador Sanfuentes porque a los clientes les cuesta más alejarse de la Alameda. “En Meiggs, la caída fue de 10% y en Salvador Sanfuentes es, fácil, de 30%”, constata. Desde su perspectiva, “como los clientes son personas que viven en Maipú, Pudahuel o Cerrillos, prefieren comprar más cerca de donde viven”. Lo anterior describe una situación urbana que ha pasado a desplazar la delimitación territorial de este Informe. Hay que entender que el sistema de transporte urbano es un espacio que excede la división que nos hemos impuesto. Su funcionamiento afecta todos los espacios que hemos descrito. Pero es a propósito de su efecto inmediato en el barrio Meiggs que lo introduzco en este Informe. En cierto sentido, plantea un espacio de intervención diferente para las prácticas de arte, ya que las posibilidades de trabajo pueden ser más complejas de lo que hemos pensado, ya que el sistema de transporte santiaguino resume un estado muy particular de maltrato de la ciudadanía. Es en el funcionamiento efectivo de este sistema que se verifica el maltrato a la corporalidad en la sociedad santiaguina y redefine nuestra relación con la noción que podemos tener de trauma. El comerciante mencionado con anterioridad menciona la imposibilidad de subirse a un vehículo de locomoción colectiva con una piñata. Parece un chiste. Pero ello apunta a la imposibilidad de que el cuerpo exceda al cuerpo; es decir, que la autoridad ha redefinido la proxémica de los chilenos, afectando la concepción que podemos tener acerca de cuál sería “nuestro espacio”. Ya no hay “espacio para el cuerpo”, porque se obliga a este a replegarse en todo el sentido de la palabra. Este repliegue es más que nada simbólico. Obliga a reconsiderar la imagen del “espacio propio” mínimo, al menos en dos espacios: los paraderos y el interior de los vehículos. Sin mencionar, todavía, las graves perturbaciones originadas por los cambios de trayectos y los tiempos invertidos en el traslado. En Meiggs, se han instalado nuevos paraderos que modifican  el flujo de miles de usuarios, que ocupan las veredas para hacer la cola; cuando esas veredas fueron usadas para deambular en actitud de compra. En varios momentos del día, la zona peatonal se convierte en terminal de buses en plena calle. Esto no solo afecta al comercio, sino a la disposición subjetiva de un usuario que no tiene espacio para la “deriva lúdica”, ya que debe estar en la fila bajo la amenaza de no encontrar lugar en los buses troncales. No cabe en este Informe realizar una detallada descripción de la catástrofe social que ha significado, desde hace un año a la fecha, la puesta en marcha de este sistema. A tal punto fue mal implementada, que a estas alturas  no hay analista político que no mencione el hecho que éste ha sido la más grave decisión tomada por el gobierno, llegando a poner en duda su credibilidad política. En términos de lo que nos interesa, más que el sistema puesto en marcha, lo que importa es dar a entender a los artistas invitados que la cuestión de los traslados de población; es decir, la migración cotidiana de centenares de miles de ciudadanos desde sus lugares de vivienda a sus lugares de trabajo configura una superficie social marcada por el malestar, cuya percepción colectiva corresponde a la vivencia de una situación de gran impunidad, que concentra en si el carácter de la  percepción general  que los ciudadanos tienen acerca de la noción de servicio público. Un elemento que no ha sido abordado a nivel de la percepción ciudadana, es que “la gente de a pie” debe soportar las insuficiencias de un sistema de transporte público, mientras la “gente de arriba”, de los sectores altos de la ciudad, que emplean prioritariamente el automóvil, se ven favorecidos por la construcción de vías de “última generación”, concesionadas. De este modo, el privilegio de soluciones viales para el desarrollo “humano” de la ciudad, por sobre soluciones abiertas que favorezcan el intercambio simbólico, define el tipo de trato ciudadano con el espacio público. Este es un tema que atraviesa el conjunto de nuestras preocupaciones al pensar en los lugares susceptibles de acoger una residencia. 4.- BARRIO PATRONATO El barrio Patronato se ubica en el sector limítrofe con la Vega Central (mercado de Abastos). Si se cruza el río Mapocho, el barrio queda frente al parque Forestal, en que se ubica el Museo Nacional de Bellas Artes.  Pero el barrio se valida, no por su cercanía del museo, sino porque convirtió desde comienzos del siglo XX en el lugar de asentamiento de una importante comunidad de origen palestino que se dedicó a la manufactura y comercio de ropa. Los orígenes de Patronato como barrio comercial-textil se remontan a los tiempos de las primeras oleadas  de inmigrantes árabes que llegaron a Chile huyendo  del dominio  Turco Otomano, en 1890. Es por eso que en el lenguaje popular se les denominó “turcos”, porque necesitaban un pasaporte turco para poder viajar.  Estos inmigrantes  se instalan en el antiguo barrio La Chimba, en lo que hoy conocemos como Barrio Patronato. Pero en La Chimba se encuentra también La Vega Central, que está separada de Patronato por la avenida Recoleta. En esta primera etapa los  inmigrantes comienzan a desarrollar la actividad textil, instalando locales comerciales que servían además  de residencia a la familia.  Una segunda etapa se inicia  con una ola migratoria que llega a Patronato tras el término de la Segunda Guerra Mundial, generada por  el retiro británico de los territorios palestinos y la posterior creación del Estado de Israel. Esta segunda migración reforzará  el carácter comercial del lugar a través de la compra de nuevos  terrenos, construcción de viviendas y pequeñas industrias textiles. Es así como los inmigrantes árabes tomaron posición dentro del barrio como pequeños y  medianos industriales, llegando a ser iconos de la industria textil en Chile. Sin embargo, en la década de los años ochenta, favorecidos por la apertura económica promovida por la política económica de la dictadura, se produce en Chile la inmigración coreana que se instala en el  mismo Barrio Patronato. Los nuevos inmigrantes  traen consigo productos importados a bajo costo que modifican la composición comercial del barrio. Pero hay que tomar en cuenta  que  una parte importante de quienes  producían para el mercado interno, como los comerciantes e industriales árabes, deben asistir al desmantelamiento de sus industrias, golpeadas por  la recesión y la apertura indiscriminada al comercio exterior. Muchos estudiosos del tema señalan que la llegada de los  inmigrantes coreanos a nuestro país coincide con la política-económica chilena orientada a acabar  con el modelo de sustitución de importaciones. En el nuevo contexto  neoliberal, los aranceles aduaneros a la importación bajan drásticamente, de modo que uno de los primeros sectores en  resentirse por tales políticas es el de la industria nacional de fabricación textil. En el caso  de Patronato, las tradicionales fábricas tuvieron que sortear un duro período de crisis, en donde las que no  pudieron reacomodarse al nuevo contexto económico simplemente quebraron. Paradojalmente, esta misma situación la experimentaron los primeros inmigrantes coreanos,  algunos de los cuales  se dedicaron a la manufactura textil, importando materia prima y maquinaria desde Corea.  Sin embargo, el costo de producción resultó demasiado elevado para competir con los  productos importados de China. Es así como  los coreanos fueron derivando al comercio e importación de productos de su país, generando en Patronato un  proceso abrupto de densificación de la superficie con fines comerciales. Patronato se convirtió en  un espacio multicultural palestino, coreano, chileno (hispano) no  exento de una hibridación compleja, en que la resistencia es uno de los fenómenos más significativos. Resistencia de los criollos para aceptar a los primeros palestinos, en los primeros años. Posteriormente, resistencia de los coreanos, tanto lingüística como proxémica. Los palestinos aprender rápido el español y desarrollar su vida cotidiana hacia fuera, en contacto con la calle, mientras los coreanos son reticentes a aprender el español y su vida cotidiana está orientada hacia el interior de las vitrinas. Por cierto, no se puede comparar las vivencias y las formas de inserción de comunidades que se insertan en un barrio con casi un siglo de distancia. Lo que hay que ver es qué ha significado el arribo de una comunidad coreana que más que una migración, tiene el comportamiento de una diáspora, que obedece a tendencias y a los movimientos de su propia red étnica de intercambio internacional. Eso los hace poseer un gran sentido de la movilidad, ya que pueden cerrar sus negocios y emigrar a otra ciudad del país o incluso a otro país de la región. Todo lo anterior ofrece un espacio de intervención muy complejo, ya que supone la posibilidad de residencias en una u otra comunidad, guardando relaciones específicas para cada caso. Esta es una situación que debe ser completada con mayor información sobre la comunidad coreana, ya que existe un amplio registro de estudios sobre antropología urbana en torno a la historia de la migración palestina, que ha sido objeto de investigaciones acreditadas por los organismos superiores de investigación científica. En relación a esto, es de rigor  citar la existencia del amplio trabajo desarrollado por Francisca Márquez, profesora de la Universidad Alberto Hurtado, que se ha especializado en el tema “Comunidad e Identidades urbanas”, siendo conductora de un proyecto sobre   historia de barrios del Gran Santiago, entre  1950 y 2000. A título ilustrativo, citaré un fragmento de un correo que he recibido de parte de la artista Claudia Aravena Abugosh, que ha desarrollado un trabajo en torno a las migraciones y que permite comprender el carácter que puede tener el desarrollo de un trabajo de residencia en este sector: “Con respecto a los desplazamientos, a mí también me parece interesante verlo desde lo empírico, político si lo es. La selección palestina de fútbol por ejemplo, a mí no me gusta el fútbol, nunca me gustó, pero yo era hincha del club de fútbol “palestino”, por supuesto. Es ahí y en una multiplicidad de detalles donde se manifiesta la transculturización. A mí no me deja de sorprender a los verduleros chilenos ahuecando zapallitos italianos y berenjenas en la vega para vendérselo a los paisas. Hay que pensarle un poco más, pero me parece que el barrio Patronato y La Vega son terreno fértil para estos “ejercicios”, estos desplazamientos; ya sabes, ahora es terreno de muchos grupos migratorios que se ven allí representados, los peruanos y los bolivianos, etc. Le daré vuelta y te cuento. El otro día me metí a un cyber cerca de Mapocho, los dueños -creo- son peruanos, es de esos cyber con locutorio, donde se escucha todo lo que hablan en las cabinas, un día quedé bien paralizada con una conversación, en la que una mujer trataba de explicarle a alguien al otro lado de la línea, que esto era un “lugar otro”, mucho más otro que el pueblo cercano a su comunidad, mucho más otro decía, un otro país decía… La forma en que ella se refería, en que ella hablaba de este lugar otro era realmente impresionante, por lo menos para mí. Los locutorios son unos no lugares bastante interesantes, yo me he visto muchísimas veces obligada a utilizarlos, como hace un par de días en Madrid, por ejemplo. Siempre están llenos de inmigrantes (extranjeros y no), pobres por lo general. Ese terreno también me interesa mucho, dedicarme un tiempo a “recherchiar” los cyber y locutorios cercanos a Mapocho y Patronato”. 5.- IDENTIDAD PALESTINA En este Informe, la mención al Barrio Patronato no puede dejar de tomar a cargo una cuestión política más visible. Se hace mención preferente al carácter comercial y textil de la colonia palestina, a su número creciente, pero se omite el hecho de que la situación actual del pueblo palestino, en la propia Palestina, es un elemento que está presente de modo evidente. Hace unos años, en una conversación con el padre del artista Jorge Tacla, me vi sorprendido por la emoción por él expresada al referirse al Club de Fútbol Palestino, que milita en la primera división del futbol chileno. La razón, me explicó, es la siguiente: “cada domingo que el equipo juega en una cancha, hay gente que pronuncia la palabra Palestino. Esa es una manera de existir en el lenguaje”. En el año 2003, una selección palestina de fútbol, formada por jóvenes que provenían de diversas partes del mundo, fue inscrita en la Tercera División del futbol chileno. El objetivo era adquirir experiencia deportiva en vistas a consolidar la formación de un equipo de futbol competitivo que pudiera jugar en el mundial de futbol del 2006 en Alemania. El propósito de tener una selección fue alcanzado, pero la selección palestina no logró ganar el cupo a dicho mundial. La experiencia de este equipo fue recogida por la cineasta Maya Sanbar en un documental que está dando la vuelta al mundo, y que retrata el drama de los palestinos a través de una de sus grandes pasiones: el fútbol. El filme “Sueños de gol”, que se estrenó el año pasado en Jerusalén, está siendo mostrado este año en varias localidades en EE.UU. así como en festivales europeos, y su directora espera llevarlo este año a América Latina. El documental sigue los sueños y dificultades de la selección nacional palestina mientras intenta clasificar para el Mundial de Alemania 2006. El equipo está compuesto por jugadores de origen palestino de varias partes del mundo, incluyendo seis chilenos. Adjunto a este Informe, tres documentos que pueden ser extremadamente útiles para redimensionar la rentabilidad conceptual del Barrio Patronato en la perspectiva más amplia de la identidad palestina. El primero es la entrevista a Maya Sanbar, realizadora del film, quien es mitad libanesa mitad palestina, la que se refirió en una conversación  con BBC Mundo sobre su documental en términos  que “la selección nacional es como una metáfora de la identidad palestina”. La segunda entrevista ha sido realizada al jugador chileno Roberto Ketlun. Ambas entrevistas han sido recogidas de la página web de la oficina de Informaciones Palestinas. El tercer documento corresponde al texto que la joven curadora Paz Aburto escribió para Claudia Aravena, en ocasión de su exposición “Proyecto Palestina” realizada en el 2005 en la galería Gabriela Mistral, en Santiago. 1.- ENTREVISTA A MAYA SANBAR: ¿Por qué relacionar el problema palestino con el fútbol? Es que yo hacía mucho tiempo que quería hacer un documental sobre Palestina. Yo soy mitad palestina. Quería contar la historia de la gente de ahí, pero de una manera lo menos política posible. Y un día alguien me dijo que había un equipo de fútbol nacional palestino, y yo no lo sabía, fue como una luz que se encendió y me dije, tengo que contar la historia de este equipo. ¿Qué historias hay detrás de la conformación de este equipo con gente que proviene de diferentes partes del mundo? El equipo es como una metáfora de la identidad palestina. Hay palestinos de Gaza y Cisjordania, pero también hay palestinos que vienen de Nueva York, hay muchos que vienen de Chile, y otros que son refugiados de Líbano. O sea que el equipo reúne también a los palestinos que están en la diáspora. ¿Y en el documental se muestra el proceso de integración de estos jugadores? Seguimos al equipo durante su preparación para la copa del mundo en 2006. Entonces seguimos a los jugadores desde sus casas, en Gaza, en Nueva York, en Chile y en Líbano, y después mostramos la reunión de los jugadores en Egipto, donde entrenan, porque no se pueden reunir en Gaza o Cisjordania, debido a las complicaciones con los retenes. Los de Gaza no pueden ir a Cisjordania, y los de Cisjordania no pueden ir a Gaza, entonces se reúnen en Egipto. Los seguimos durante la preparación para un partido contra Uzbekistán, que era muy importante para la calificación. El partido tiene lugar en Qatar. Ya habían jugado en Uzbekistán, de modo que el partido en Uzbekistán es el partido “de local”, como si su casa fuera Qatar, porque no pueden jugar en Palestina. Juegan en un estadio completamente vacío, sin aficionados, y es como un sentimiento de desarraigo. A pesar de que vienen de muchos lugares del mundo, ¿cuáles son las características comunes de este equipo? Lo que tienen en común es que todos quieren representar un país que no existe oficialmente, entonces están construyendo este país a través del fútbol y el fútbol es un lenguaje internacional que todos hablan. ¿Pero hay alguna similitud? Creo que la similitud es más en el corazón, porque cada uno tiene su cultura distinta, los que son de Gaza la mayoría son musulmanes, los sudamericanos son muy latinos, muy abiertos con las chicas, los de Gaza son más conservadores y son cristianos, las religiones se mezclan, aprenden unos de otros una manera diferente de vivir. ¿Hubo inconvenientes u obstáculos? No, había un ambiente muy positivo en el equipo, pero a veces por la diferencia de lenguaje había problemas de comunicación y de hacer cosas de la misma manera, que se tradujo también a veces en la forma de jugar el fútbol. ¿Qué impacto ha tenido el documental? ¿Qué ha descubierto la gente con el documental? En cada país en que se ha mostrado la reacción de la gente es muy diferente. En algunos países la gente ya sabe sobre Medio Oriente, y conoce la dificultad por ejemplo de atravesar retenes o controles, las dificultades logísticas del equipo, pero también emocionales. Pero en otros países no conocen nada sobre Medio Oriente y no saben que hay problemas con los retenes, que los países no controlan sus fronteras. La película fue hecha para personas que saben mucho sobre Medio Oriente y otras que no sabían nada, entonces la reacción fue muy diferente, pero siempre muy positiva porque siempre se aprendió algo mirando la historia de este equipo. Y además hay dramas humanos detrás de cada historia de estos futbolistas… Hay muchos dramas humanos, especialmente de los que viven en Gaza, que no tienen control sobre su vida, es una cosa que sale muy fuerte en la película, la historia de los jugadores de Gaza que no pueden salir para reunirse con el resto del equipo que está entrenando en Egipto. Los jugadores intentan muchas veces pasar la frontera de Gaza a Egipto, pero tienen que pasar un retén israelí, e intentan una vez, dos veces, tres veces, y sólo en la quinta vez pasan la frontera. Cada mañana dicen adiós a sus familias y piensan que se van a ir y por la tarde vuelven y no han pasado la frontera. ¿Cómo asumieron no llegar al Mundial? ¿Qué pasó cuando no clasificaron? Lo que me sorprendió es que siempre tenían fe de que podían clasificar, porque en las condiciones de entrenamiento que tenían, normalmente no se puede pensar que pasen a la Copa del Mundo. Pero ellos pensaban que podían hacerlo juntos. Cuando no lo hicieron, los auspiciantes se fueron, y ahora el equipo está pobre otra vez. El efecto fue muy dramático. Y también el sentimiento de orgullo, cuando no clasificaron, el orgullo sufrió mucho, y pensaron en reconstruir el equipo, hacer las cosas de una manera diferente y ya están entrenando para el 2010. ¿En qué partes de Latinoamérica se ha mostrado el documental? Todavía no lo hemos mostrado en un cine latinoamericano. Se mostró en el Sundance Channel en EE.UU. en cable, pero en América Latina todavía no. Yo quiero mucho que esta película se muestre en América del Sur porque hay un lado muy importante de la identidad sudamericana y chilena en particular de los palestinos que viven en la diáspora en Chile, donde hay 450.000 palestinos. ¿Por qué no se ha mostrado la película en Chile? ¿No se han encontrado los canales de distribución o ha habido otros obstáculos? Todavía no hemos encontrado los canales. El estreno de la película fue en el muro de Jerusalén, y tuvimos muchos pedidos de mostrarla, la hemos mostrado mucho en EE.UU., Francia, Alemania, Medio Oriente, pero la gente de Sudamérica todavía no la conoce. Así que ahora queremos esforzarnos para que el filme pueda verse en América del Sur. 2.- ENTREVISTA A ROBERTO KETLUN, jugador de la selección palestina El futbolista chileno Roberto Kettlun ya sueña con el Mundial de 2010 y si el sueño se hace realidad llegará a Sudáfrica vistiendo la camiseta palestina. Kettlun es uno de los seis jugadores sudamericanos que integraron la selección palestina que no logró clasificar para Alemania 2006, y su historia es una de las reflejadas en un documental que está dando la vuelta al mundo. “Sueños de Gol”, un filme dirigido por Maya Sanbar, sigue durante 30 a la selección antes de su derrota ante Uzbekistán, un partido clave que costó a los palestinos sus aspiraciones mundialistas. El documental muestra ante todo el difícil proceso de sacar adelante una selección con jugadores de diversas partes del mundo, y la frustración de que a los pocos integrantes de Gaza y Cisjordania ni siquiera se les permite durante días cruzar retenes para integrarse al resto del equipo. Kettlun, quien juega hoy para el club Unión Deportiva en Chile, habló con BBC Mundo del documental, de sus orígenes y de sus esperanzas de “transmitir una alegría al pueblo palestino” ¿Cuándo llegaron tus antepasados desde los territorios palestinos a Chile? El papá de mi abuelo, o sea, mi bisabuelo, llegó de Belén, en Cisjordania, cuando tenía 7 años. Arrancó primero de Palestina a Siria, estuvieron allí dos años y después vinieron a Chile sin un peso en el bolsillo. La situación allá estaba muy, muy mala y buscando mejores horizontes llegaron a Chile. Fue cerca de 1925. Para mi padre fue un orgullo cuando me dieron la nominación. Él me dio impulso cuando en un momento tuve dudas de si ir o no ir. ¿Cuán grande es la comunidad de origen palestino en Chile? Es una de las más grandes fuera de los territorios. Hace tres años éramos 460.000. Ahora debe haber crecido, estamos cerca de los 500.000 Una vez que llegaste a entrenar con el resto de la selección y viviste de cerca algunas de las dificultades experimentadas por los jugadores locales, ¿en qué medida te sentiste más palestino? Cuando llegué allá, con 20 años, me encontré con un grupo humano muy, muy bueno. Tanto los jugadores como los dirigentes nos trataron muy bien. Empezamos a vivir y a ver la realidad que vivían ellos día a día. Con el pasar de los días, los viajes, hemos estrechado los lazos con los palestinos. Cuéntanos más sobre ese proceso de transformación, desde tus dudas en ir, hasta lo que viviste una vez que te integraste a la selección Me tocó vivir realidades a las que estaba ajeno. Por ejemplo, la selección llegó a Chile a hacer la pretemporada y viajamos a Kuwait haciendo escala en Egipto. Y por el hecho de ser palestinos, nos tuvieron cinco horas en el aeropuerto, no pudimos estar en el aeropuerto normal, nos desviaron a un hangar alternativo con guardias de seguridad con armas que nos vigilaban todo el tiempo. El hangar no contaba con ninguna comodidad, importante para nosotros que éramos futbolistas y teníamos que descansar y así a lo largo del proceso siempre nos hemos topado con dificultades por ser palestinos. En el documental se ve que hubo dificultades dentro de la selección a la hora de entrenar, dificultades de comunicación y por los estilos diferentes de juego El idioma sí puede que sea una dificultad, porque lo óptimo es que los jugadores nos entendiéramos a la perfección fuera de la cancha y eso llevarlo a la cancha. En el documental también se ve un proceso especial, porque hubo tanto problema externo, cuando a los jugadores de Gaza no los dejaban salir de Gaza para integrarse a la selección y éramos siete jugadores entrenando, de Sudamérica, EE.UU., y no de la mejor forma. Eso fue agravando la situación y cuando nos juntamos estábamos un poco desgastados de ánimo. Pero la relación con los jugadores de Gaza y EE.UU. es muy buena, con harto compañerismo. ¿Qué sentiste cuando perdieron ante Uzbekistán y quedaron fuera del Mundial de Alemania? Había enormes expectativas en los territorios palestinos Mucha pena. También mucha desilusión, frustración por la ilusión que tenía todo el pueblo palestino, nuestra familia en Chile y creo que todos los palestinos alrededor del mundo. Tenían plena confianza en lo que nosotros podíamos hacer. En los dos primeros partidos le habíamos ganado a Taiwán y empatado con Irak, jugando muy bien. Ojalá que para el próximo proceso mundialista sigan los mismo auspiciadores y se conforme el mismo grupo para tratar de dar la pelea. ¿Tienes esperanza de volver a integrar la selección palestina y pelear la clasificación para el Mundial de Sudáfrica? Sí, tengo todas las esperanzas. Para un jugador de fútbol es lo más lindo estar peleando la clasificación para un Mundial y porque para mí integrar la selección palestina, humanamente, me enriquece mucho. Tengo muchos amigos allá y el compromiso siempre va a estar de enorgullecer a mis padres, a mi familia y a todos los palestinos. Aquí en Chile la comunidad palestina siempre valora mucho que yo vaya a prestar servicios a la selección. Todo dependería entonces de que consigan auspiciantes y vuelvan a convocar una selección Es que la Federación Palestina, salvo cuando llegan los patrocinadores externos, siempre ha tenido problemas de dinero, y traer a los jugadores de todas partes, sobre todo a nosotros de Sudamérica, los que estamos más lejos, les implica un costo bastante grande. ¿En qué medida el fútbol puede servir para lograr objetivos que van más allá del fútbol, como fortalecer la identidad palestina? FIFA es de las pocas entidades que reconoce a Palestina como Estado. Entonces partiendo de esa base nosotros podemos formar un grupo para representar a Palestina de igual a igual con el resto de los países. Estando en esa posición depende de nosotros nomás cómo representemos a Palestina y hasta donde llevemos el nombre de Palestina y difundir todo el pensamiento del pueblo palestino a través del deporte. Nosotros podemos además transmitirle a la gente mucha alegría y felicidad con nuestros triunfos. Sabemos que los palestinos están pendientes de nosotros. Y a lo mejor en momentos no de mucha paz o de dificultad al interior de los territorios necesitan de esta alegría para seguir adelante con su vida. ¿Qué mensaje te gustaría enviar a los palestinos? Muchas gracias a todos los palestinos por el apoyo que nos han dado a lo largo de todo el proceso. Para nosotros es muy importante que esto se sepa con el fin de que algún día se pueda cambiar la situación y podamos tener un tipo de entrenamiento de la selección más normal. Ojalá nos sigan apoyando con el mismo entusiasmo que hasta la fecha, siempre la gente palestina en el mundo nos envía emails. Que mantengan la ilusión, que nosotros mientras podamos vamos a dar la pelea para tratar de llevar el nombre de Palestina lo más alto posible. 3.- IDENTIDAD DEL DEVENIR, texto de Paz Aburto (actualmente realiza un doctorado en Kultur und Kunstwissenschaften Institut, Fakultät Philosophie, Humboldt Universität, Berlin). El Proyecto Palestina de Claudia Aravena Abughosh consiste en tres trabajos: Beitjala (Santiago, 2003), Greetings from Palestina (Santiago y Kassel, 2003) y Out of Place (Santiago, 2005). La autora nace en Chile de padre chileno y madre palestina, filiación doble que emerge como matriz de sus trabajos. I Proceso de obra en Proyecto Palestina Beitjala es la ciudad de origen de la familia materna de Claudia Aravena. Familia, que al igual que muchos otros inmigrantes palestinos, desarrollaron el rubro del vestuario en Santiago y se instalaron en el barrio Patronato, centro del comercio palestino local. Para la obra Beitjala Claudia Aravena entrevistó a miembros de su familia y a otros comerciantes de este barrio, para indagar en el imaginario palestino de estos inmigrados al suelo chileno –qué recuerdan, qué imágenes les quedan. Claudia Aravena emprendió luego su viaje a Beitjala y siguiendo la bitácora de sus entrevistas realizó un archivo de imágenes en video, el que a su vuelta proyectó sobre las vitrinas de la tienda de la familia Aravena Abughosh. Por tres días de abril del año 2003 las vitrinas del negocio familiar suspendieron la exposición de maniquís y piezas de vestuario, por la reposición de algunos fragmentos de la memoria palestina en Chile. Utilizando el género postal, Claudia Aravena envió imágenes desde un territorio a otro: Greetings from Palestina -de Palestina a Chile (6ta Bienal de Video y Nuevos Medios en Santiago [9]). Una sola toma constituye este video: una barricada de concreto ubicada en Belén, construida para impedir el acceso de los palestinos a la ciudad de Jerusalén. En off se escucha el diálogo entre la artista y los soldados isarelíes que vigilaban este puesto, y como pleonasmo del muro queda grabado el intento militar de bloquear la filmación de la autora, su cercanía al muro y, por extensión, su paso a Jerusalem. Sobre bloques de concreto fue proyectado el loop de este video. Tanto la reiteración de la barricada como la infinita repetición de la toma representan el eterno retorno de lo igual como la percepción de lo siniestro (Freud). Tomando el título de las Memorias de Edward Said, Out of Place, Claudia Aravena, realiza un video en base a las fuentes fotográficas de su álbum familiar chileno-palestino, revistas de época y registros audiovisuales, filmados por la autora sobre su familia árabe [10] en Palestina y Chile actual. En este trabajo investiga los procesos de representación de la identidad del sujeto, de la cultura y del medio mismo de la fotografía. Al señalar el viaje y la adaptación de los inmigrantes palestinos en Chile, exhibe el devenir entre una cultura y otra, y la conformación de un proceso de identificación dinámico entre ambas. Este proceso de ’aculturación’ se deja ver en la (im)posibilidad de traducir la totalidad de los códigos culturales de unos a otros; las narrativas incompletas; y la manera hibridante de trabajar el medio del video. Acerca de este trabajo –y en referencia a los dos anteriores y a su contexto con el medio artístico chileno y palestino- es que desarrollaremos este texto. II El problema de la representación En Out of Place la fotografía no opera como documento de lo fotografiado, grafica más bien la imposibilidad de esa captura, lo precario de su revelado. Los retratos y fotografías de grupo no nos representan [11] hechos precisos. Sin pie de foto u otra aclaración exacta los álbumes de Aravena y Abughosh, de Chile y Palestina, se cruzan sin aviso, representando las discontinuidades e islotes de la memoria. El retrato de la familia Abughosh, refugiada fuera de Palestina, seguramente por los disturbios iniciados en los años ’30, no alcanza a constituirse en un ‘hecho probatorio’ de carácter documental, pues Sumaya Abughosh Hussein, madre de la autora, no da con la realidad tras la foto: “Hubo una revuelta, no me acuerdo el año (…) el abuelo nos llevó al Líbano y esa foto para mí que fue sacada allá o fue sacada en Palestina para viajar con los cuatro hijos al Líbano. No me acuerdo por qué está esa foto (…), Siria puede ser (…), el Samy dice que es de Siria, puede ser”. Muchos retratos de grupos, bajo parrones o a campo abierto, ambiguan también el asentamiento en un paisaje árabe o en las zonas del centro y norte de Chile, escapando al ‘color local’. Este ensamblaje de los cuerpos fotográficos exhibe, más que una secuencia de hechos o peripecias de la familia, el deseo de archivar los blancos, las incertezas y las pérdidas propias de una memoria desplazada y constituida ‘entre’ Palestina y Chile. En Out of Place la familia palestina inmigrante y sus hijos nacidos en Chile, se sitúan como sujetos en constante relación entre los códigos árabes y chilenos. Hay una escena donde la madre y tía de Claudia Aravena Abughosh preparan comida árabe en casa y mientras moldean los pequeños bocadillos árabes, se expresan en la lengua de su exilio, el castellano de Chile. Como punto de encuentro entre ambas culturas, la fotografía de aeropuerto nos muestra los primeros pasos de los arribados en territorio chileno. La capacidad de ‘ser otro’, la construcción dinámica e híbrida de estos sujetos cuestiona la ‘identidad’ como algo dado o esencial y exhibe, por el contrario, los procesos de ‘identificación“, a través de los cuales el sujeto se configura incorporando elementos sociales e históricos exteriores [12]. Incluso uno de los aspectos más inherentes a la representación del sujeto: su nombre; se nos cuenta como ‘Claudia’ es la apropiación de ‘Claudia Cardinale’, eco de Hollywood. No sólo el movimiento entre la cultura local palestina y chilena, sino que también el sujeto es penetrado por los signos planetarios de un sistema-mundo, como el nombre de la Cardinale masificado mundialmente en la generación de los ’70: “Los consumidores de todas las clases sociales pueden leer las citas de un imaginario multi-local que la TV y la publicidad agrupan: ídolos del cine de Hollywood y de la música pop (…) componen el repertorio de signos en constante movimiento”[13]. Un constante juego de alteridad, de aculturación, entendido este último como proceso en el cual el sujeto asume otra cultura, da cuenta de la doble captura del sujeto y, de una cultura híbrida y sincrética. La identidad como representación estable y eterna se sitúa sólo en la región de la ficción, en el disfraz. La fotografía del niño palestino sobre alfombras típicamente árabes y con las ropas de paisano y, el otro niño sobre un caballo y vestido como huaso chileno, con poncho y chupalla, son reafirmaciones identitarias desde el disfraz de ‘sí mismos’. La paradoja consiste en que sacado el disfraz se vuelve a la realidad contaminada, móvil y en constante alteración. Al fondo de algunas imágenes de Out of Place se escucha una música típicamente árabe, sometida a un proceso tal de descomposición y desafinación que, finalmente, pierde todas las marcas y estereotipos que la harían reconocible. Su manipulación grotesca deja a la vista el artificio de su invento e inventario [14] y, por tanto, la sospecha de correspondencia entre las representaciones inmutables, cuan disfraz, y las complejidades del contexto real. III Migración y diáspora A causa de distintas ocupaciones comenzó la inmigración palestina. En 1880 arribó la primera oleada de palestinos a Chile, afectados por la crisis económica durante el dominio del Imperio Otomano y provenientes de tres pueblos predominantemente cristianos: Beit Jala, Bethlehem y Beit Sahur, los que hoy pertenecen al llamado distrito de Bethlehem. Inmigración que aumentó en 1912 con la imposición otomana del servicio militar obligatorio, del que escapaban los jóvenes palestinos. La segunda gran oleada de inmigración fue a partir de 1948, tras la formación del Estado de Israel [15]. Una parte de esa inmigración era constituida por deportados políticos del Partido Comunista, principalmente de Beit Jala, la denominada ‘Moscú chica’. Para ese entonces, los inmigrantes palestinos en Chile ya constituían una comunidad: habían establecido en 1917 su primera organización, la Catedral Ortodoxa San Jorge en el barrio Patronato de Santiago, donde se desarrolla hasta hoy una vasta actividad comercial palestina; en 1920 fundaron el Club Palestino, primer club de fútbol en el mundo que lleva el nombre y los colores de Palestina; y en 1947, producto de un debate entre estudiantes sionistas y palestinos de la Universidad de Chile, esta institución pidió al gobierno de Chile que no votase a favor de la partición de Palestina, siendo Chile una de las 29 abstenciones en la sesión de la ONU. Esta adaptación palestina en Chile creó condiciones favorables para las nuevas generaciones de inmigrantes y las mismas familias palestinas asentadas fueron el destino inmediato de los nuevos arribados. Desde la vida rural de Beit Jala, basada en la agricultura de olivares, comienza la migración de la familia Abughosh en el año ’51, con destino a Illapel, un pueblo al norte de Chile: “En esos tiempos todo el mundo tenía su campo. Paramos en Francia y ahí la vida era muy cara (…) y de ahí nos fuimos en tren a España (..) y en Barcelona estuvimos casi tres meses esperando los papeles para entrar a Chile (…) y de Buenos Aires fuimos en tren a Chile, al norte de Chile, a un pueblo llamado Illapel donde vivía la familia”. Arrancados de su origen, los inmigrantes construyen la identidad del ‘Nuevo Mundo’ y desde los periplos del viaje proyectan en el horizonte una utopía. En su desplazamiento arrastran un mundo hacia otro y en el encuentro real con esa alteridad se destruyen no sólo los mitos del viaje, sino que se abandona al sujeto irremediablemente ‘entre’ dos mundos lejanos: “La gente que llegaba de América hablaba de América y de América (…) que las casas eran enteras bonitas, de cristal. Creían que América era otra cosa, que era agarrar la plata en saco. Y cuando llegamos en la noche a Illapel y cuando mi mamá despertó en la mañana y vio los cerros pelados y la casa, se quería morir, se puso a llorar [y dijo]: venir de tan lejos para venir acá, a este pueblo tan feo”. Después del aumento de las inmigraciones, se creó en los ’70 el Estadio Palestino y en los ’80 el Colegio Árabe en Santiago. Hoy existen cinco iglesias ortodoxas y una mezquita (donde se agrupan unas veinte familias palestinas musulmanas, provenientes principalmente de Beit Safafa) y la Universidad de Chile cuenta con un Centro de Estudios Árabes. La inmigración palestina ha tenido como destino distintas regiones del mundo. Su mayor concentración se encuentra en otros países árabes del Medio Oriente y Estados Unidos, pero está mundialmente diseminada, como lo muestra el mapa de “La diáspora palestina en el mundo” de Philippe Rekacewicz, publicado en Le Monde Diplomatique(febrero, 2000). Esta diáspora [16] genera la doble captura entre Palestina-Chile y, Palestina y sus múltiples destinos, desestabilizando la visión homogénea y atemporal de Oriente, que Edward Said criticaba como la mirada colonizadora. Los sujetos de Out of Place se construyen justamente desde ese ’Fuera de Lugar’, desde, como ha dicho el escritor palestino radicado en París, Elías Sanbar, la identidad del devenir: “Dire une identité, dire son identité, consisterait dès lors à identifier puis noter les positions-figures afin de tracer un parcours, un trajet en permanence cinétique. Les recouperements successifs de ces vecteurs de flux forment alors une succession, une chaine de figures d’intensités déformables et c’est à travers ces figures-là que l’identité prend sa consistance. Cette chaîne d’identité, je l’appelle identité de devenir” [17]. IV Indeterminismo Entre códigos de entrada y salida devienen los sujetos de Out of Place. Si bien el orden filológico de las lenguas las articula en dependencia de sus familias, en formas de lenguas troncales y sus hijas-ramas, en este video asistimos al proceso de desfamiliarización y refamiliarización de una lengua a otra; la extrañeza del árabe y la habitualidad del castellano. La imposibilidad del árbol como metáfora de un desarrollo lineal y causal se da por los vacíos, por las partes perdidas que suspenden el diagrama y plantean el problema de la traducción: no todo el árabe se traduce en este video. Las interrupciones de esta lengua, sus cortes y tartamudeos, nos dejan en un punto indeterminado de este cruce, a oídas y silencio, Fuera de Lugar. Los relatos de Out of Place nos llevan a intensidades narrativas –la historia de amor de los padres, el viaje a América, el origen de los nombres, etc.-, enlazadas con zonas no narradas: de la imagen sin personaje, sin acción, sin desenlace, sin traducción. Estas estructuras narrativas incompletas, con zonas mudas, despliegan un relato indeterminado que, en vez de documentar lo real, lo interroga. Y la estructura arbórea, de las familias, las lenguas y la narración, se corta en pedacitos. Y dispersos como las olivas, los hijos-frutos son arrancados y diseminados, como imagen recurrente de Out of Place. V Video El video es trabajado desde la subjetividad del devenir. Su alta reproductibilidad permite su migración múltiple, su simultaneidad en distintos lugares, su diáspora. El acopio de distintos materiales visuales en Out of Place -super 8, film digital y fotografía- se arma a partir de un montaje híbrido, del corte y su otro contiguo, y desde ese ensamblaje se reducen las distancias, se acerca el ‘Fuera de Lugar’. Tras un blanco aparecen y desaparecen gradualmente las imágenes de Out of Place, constituyéndose entre la ausencia y la presencia; la memoria y el olvido; representando también el devenir, la ida y vuelta de los sujetos inmigrantes de Out of Place. A través del uso del video se abisma constantemente a la fotografía [18]: la pose, el encuadre, el registro y el propio fotógrafo permiten un trabajo reflexivo de los materiales fotográficos y, su disposición como archivo y registro. VI Apertura de una discusión Out of Place diseña las conexiones perdidas (‘the missing links’) de la inmigración, entre el lugar de origen, Palestina, y el país de destino, Chile, representando la construcción dinámica de los sujetos y su movimiento de adaptación, diferente a la actitud estática y tradicional que se sostiene desde una perspectiva conservadora. Trabaja, por el contrario, con un proceso de diversidad cultural reciente y sus nuevas condiciones de vivir, modelos sociales y comunidades. Como la misma palabra proyecto dice, Proyecto Palestina se precipita hacia adelante. Hacia la apertura de una discusión desde este catálogo, que más que una miniatura trascendente de la Institución Arte, apela a la inauguración de una discusión contemporánea sobre la inmigración constitutiva de la sociedad local. 6.- LA VEGA CENTRAL. La Vega Central fue fundada en 1895 por don Agustín Gómez García, adinerado vecino del barrio La Chimba. Este es el nombre que adquirió desde la época de la fundación de Santiago, el territorio que se extendía hacia el norte del Mapocho,   convirtiéndose en residencia de servidumbre y artesanos que proveían de mano de obra a la ciudad que estaba instalada en la ribera sur. Este era el barrio que recibía el camino del Inca y por lo tanto, era el acceso norte a la capital. Por aquí ingresó a la ciudad el ejército libertador, después de la batalla de Chacabuco. En este barrio, desde comienzos del siglo XX comenzó a instalarse, paradojalmente,  las comunidades de emigrantes de origen palestino y judío. Aunque en términos de localización, los judíos se instalaron hacia el costado de la calle Maruri, mientras los palestinos lo hicieron en el barrio de Patronato. De todos modos, el territorio en cuestión se extiende desde la salida de la ruta hacia el norte y la calle Loreto, que es la que desemboca en el puente Loreto, frente al Museo Nacional de Bellas Artes. Para una persona de fuera de la ciudad, La Chimba, en la ribera norte, se ubica frente al parque que se extiende, en la ribera sur, entre la Estación Mapocho (antigua estación ferroviaria desde donde partían los trenes hacia Valparaíso y Mendoza) y el Museo Nacional de Bellas Artes. Ambas edificaciones datan de comienzos del siglo pasado y son ejemplos emblemáticos de la arquitectura francesa que fue edificada en ocasión del primer centenario de la República. En un comienzo La Vega fue llamada pomposamente “Gran Mercado de Abastos de la Ciudad”. Sin embargo, con el tiempo el vecindario se acostumbró a llamarla simplemente La Vega. Su extensión original fue de una manzana, en la que se entrelazaban, formando un intrincado laberinto, innumerables callejuelas y cinco grandes patios que se agitaban desde el amanecer con el ruido de los carretones  de hortalizas y  el vocerío destemplado de los pregones. En este ambiente aparentemente desordenado, había una disciplina espacial impuesta por las autoridades: en un patio, por ejemplo solo se vendían carnes, en otro, pescados y mariscos; en el siguiente las verduras; en el cuarto patio, frutas y en el quinto artesanías populares. En La Vega Central de hoy, las zonas siguen diferenciadas  según el tipo de productos comercializados, con algunas modificaciones: la zona de las frutas y verduras, la zona de abarrotes y de limpieza doméstica, la zona de cocinerías y carnicerías. Cada una de éstas posee una configuración espacial diferente, como si las formas de emplazamiento correspondieran a modelos de comportamiento humano, de tal modo que el tipo de comercio define los modos de trato con el público. El denominador común, sin embargo, es el modo del trato directo, de viva voz, en que tiene lugar una gran inversión “lenguajera”. Lo no tiene nada de especial, puesto que ésta suele ser una de las características de todo mercado. Du Marsais, el famoso retórico francés del siglo XVIII, advertía en la introducción a su Tratado de los Tropos que en diez minutos de mercado se producían más combinaciones retóricas que en muchas reuniones de académicos de la lengua. Esto define un modo de trato en que los excesos del lenguaje están presentes como un soporte cultural del intercambio de bienes. El espacio del comercio es un espacio de intercambio intersubjetivo complejo, en el que el énfasis, la ostentación, las declaraciones de confianza están vinculadas a comparaciones jocosas destinadas a montar la ilusión de un trato personalizado, en el curso del cual todos quedan satisfechos, como su hubiesen cumplido a cabalidad unos roles que ya estaban asignados en una pieza de teatro que reproduce el juego de seducción entre el “casero” (comerciante) y la “caserita” (público). La Vega es un espacio de inversión “lenguajera” en que se debe tener en cuenta el valor de dos sectores: por un lado, el de las cocinerías, que organizan un espacio culinario donde se encuentra lo que podemos denominar el mayor referente de la “cocina criolla”; por otro lado, el espacio del “baratillo”, que es un par de pasillos que concentra puestos de venta de elementos de limpieza doméstica, pero principalmente, objetos que provienen de  artesanías cuya manufactura se desarrolla en los alrededores de la capital, tales como utensilios de cerámica utilitaria (platos de barro cocido) y objetos de cestería (canastos, maletas, arcones, etc.). Las cocinerías están destinadas, en primer lugar, a proporcionar alimentación a los propios trabajadores de La Vega, quienes comienzan su jornada hacia las cuatro de la mañana, en la descarga de los camiones de verdura. Esta situación obligó a los locatarios a disponer de una zona de comidas donde se caracteriza el consumo de suculentos desayunos y almuerzos, vinculados a la recuperación de la energía invertida en el traslado de sacos y de trozos de reses. Entre el espacio de las cocinerías y el “baratillo” se ha instalado un nuevo corredor, caracterizado por la comercialización de productos que emplea la comunidad peruana en su producción culinaria. De este modo, un corredor con nuevos aromas y nuevos productos, traídos directamente del Perú, expresa la dimensión que ha adquirido la migración peruana, sobre todo en el barrio de Recoleta e Independencia, que son colindantes a La Vega. De hecho, La Vega pertenece jurisdiccionalmente a la Municipalidad de Recoleta. Curiosamente, la primera cuadra de la avenida Recoleta, que separa La Vega del Barrio Patronato, alberga en sus inmediaciones dos grandes centros patrimoniales, a saber: el Convento de la Recoleta Domínica y el Centro Nacional de Restauración. En el “baratillo” así como en la zona de abarrotes, se instalan puestos de utensilios domésticos de latón, de aluminio, de plástico, de barro cocido, alternados con chucherías chinas y coreanas, que hacen de estos emplazamientos unas “instalaciones encontradas”, respecto de las cuáles corre entre los artistas el chiste de que más vale no aparecerse por La Vega porque siempre se encontrará ejemplos de mayor combinación y mixtura objetual que las que se puede encontrar en las instalaciones exhibidas en las galerías y los museos de la capital. O bien, que es necesario ir a La Vega para aprender el secreto de las combinaciones objetuales  adecuadas. Sobre todo cuando se trata de artistas que “trabajan” muy de cerca con elementos de la “cultura popular”. El principio articulador de la curatoría es el de las migraciones internas. No solo me refiero a los desplazamientos de población que diariamente tienen lugar en la ciudad de Santiago, sino al establecimiento de una población de migrantes de origen peruano, ecuatoriano, boliviano y argentino cada vez mayor. La primera migración se refiere a la experiencia de traslados de grandes contingentes de población, de un sector a otro de la ciudad. Por eso, en la sección destinada al barrio República, de este Informe, hago mención a los estragos que ha dejado en la ciudadanía la puesta en marcha del nuevo sistema de transporte público: Transantiago. La segunda migración involucra a poblaciones que localizan sus viviendas en espacios urbanos depreciados, al borde de la tugurización, en barrios colindantes a La Vega y al borde del río Mapocho, en las proximidades del Parque de los Reyes, en sectores cercanos al Barrio Matucana y a la Quinta Normal. Estos constituyen dos elementos de información importantes a la hora de definir comunidades susceptibles de acoger una residencia. Siempre me ha resultado evidente que la migración peruana no puede no constituir un espacio de acogida de una residencia. El reconocimiento   de un corredor nuevo cercano al “baratillo”, de aromas proveniente de productos de la culinaria peruana no es indiferente. El espacio culinario presenta rasgos de regulación procesual  similares a las de las prácticas artísticas. Es en las “maneras de la mesa” que se puede establecer lazos de intercambio que comprometan la hospitalidad de las comunidades, cuando los modos de convivencia determinados por las condiciones de vivienda y de trabajo suelen ser de gran hostilidad. El corredor peruano de La Vega puede ser un vector de trabajos de intervención que pueden llegar a comprometer un trabajo más global a nivel de la comunidad peruana en su conjunto. Lo anterior obliga a abandonar el espacio definido de modo estricto por el Anillo Interior y entrar a considerar la localización de espacios de reunión de la comunidad peruana fuera de éste, principalmente ligados al ocio y a la práctica religiosa; me refiero a lugares como “Perú Gigante” (espacio deportivo y de baile) y la Parroquia Italiana (donde se reúne la comunidad peruana  proveniente de distintos sectores de la ciudad). La Parroquia Italiana, sin embargo, puede ser considerada cercana al Anillo, pues se ubica en una avenida paralela a Vicuña Mackena, tan solo dos cuadras de ésta, a un costado de lo que fuera el trazado ferroviario que se iniciaba a un costado de Plaza Italia, en dirección a San José de Maipo (pueblo cordillerano). La Vega ha sido objeto de proyectos de artistas. Es necesario mencionar  “Fruto de los libros”, proyecto financiado por el Fondo Nacional de las Artes (Fondart 2005) que fue inaugurado la segunda semana de noviembre de ese año. La idea consistía en instalar una biblioteca para los locatarios y sus familiares. En “Fruto de los libros” participaron María Fernanda Bezmalinovic, titular del proyecto y licenciada en literatura, María de los Ángeles Burr, licenciada en arte, y Max Echeverría, arquitecto. La biblioteca nació a partir de una experiencia de intervención anterior en la misma Vega Central. Una de las integrantes; María de los Angeles BURR, ya había llevado a cabo un proyecto personal en el lugar. Esta experiencia y  el magnetismo que el lugar ejercía en ella y sus colegas los hizo montar un proyecto de esta naturaleza, que se proponía entregar algo “más concreto” que la realización de un trabajo específico de artes visuales. Es así como la propia María de los Ángeles Burr, en una entrevista en el diario la nación, explica su propósito: “El amor por los libros y la real necesidad de un servicio como este fueron las principales motivaciones. Las cosas se fueron dando y ahí estaba la opción de los fondos de cultura. Postulamos y el proyecto resultó ganador”. Una de las finalidades del proyecto, no sólo fue que la biblioteca permaneciera, sino que además fuese creciendo, actuando como un centro de distintas actividades literarias y culturales. De este modo, el Fondo Nacional del Libro entregó financiamiento por seis meses más, por lo que el grupo se propuso para después de este período conseguir que la iniciativa quedara en manos de la propia comunidad de la Vega, o, eventualmente,  sería la Municipalidad de Recoleta la entidad responsable. Para desarrollar el proyecto los integrantes del grupo realizaron una encuesta previa en la Vega, en la que descubrieron con gran sorpresa que  muchos de los entrevistados demostraron tener un gran interés por la historia.  Luego, apareció  apareció la necesidad de ayuda escolar. Es así como mantuvieron un criterio inicial de fomento de la lectura, que se fue puliendo a partir de los gustos y necesidades del sector. Hay bastante literatura infantil, de apoyo escolar, autoayuda, libros técnicos, de arte, historia, y literatura clásica. La biblioteca estará ubicada en el corazón de la Vega, un sector bastante central, en la Casa de Flores (calle Rucaray con Lastra). “Se eligió un lugar estratégico de flujo de público y comerciantes, un poco inspirado en lo que ha sucedido con los exitosos bibliometros, esperando tener la misma suerte”, señala Burr. El sistema de préstamo es automatizado, ya que se compró un moderno programa para reducir al mínimo las pérdidas. El quiosco estará abierto de martes a domingo. El horario de atención será de 10:00 a 16:00 durante la semana, y de 10:00 a 14:00 los fines de semana. Consultada la artista acerca de las relaciones entre ambos trabajos, ésta señaló epistolarmente lo siguiente: “Con respecto al proyecto de las piedras, te cuento que fue ese trabajo el que dio paso a la Biblioteca. Se financió con una beca de creación de la Fundación Andes y me permitió recorrer Chile buscando piedras de un río de cada región. Más allá de los colores o formas recolectadas lo que se trasladaba eran kilos…un total de 300kg aprox. Instalé el puesto de piedras en el Galpón Chacareros por un mes, pagando la mitad del arriendo o menos del valor normal después de un acuerdo con el administrador de la época y el dueño del puesto. Las piedras se exponían en cajas comunes de madera, al igual que frutas y verduras, con la diferencia de que el cartel de venta indicaba el lugar de donde provenían (río o región) y la cantidad de kilos trasladados y no el precio por kilo que es lo habitual en el mercado. Una relación interesante era que mi producto al igual que frutas y verduras (consumo básico) también tenía una relación directa con la tierra y el agua. Ahí comenzó el asunto…estuve un mes en La Vega y conocí a todo tipo de gente. Primero que nada a mis vecinos,  quienes entre broma y broma también gritaban haciéndole propaganda a las piedras (piedras para la ensalada, sopa de piedras, etc.), a las vez que me comentaban lo privilegiada que yo era ya que sus verduras a diferencia de mi piedras solo duraban como máximo una semana…. En las mañanas todos arreglábamos nuestros carteles, les echábamos agua a nuestras mercancías para que se vieran brillantes y saludables. Todos los días tenía visitas nuevas y muchas otras que se repetían como el vendedor de loto, el vendedor de paños de cocina que  me conversaba sobre cuanto vendía a la semana o qué hacía con la plata que ganaba, etc; gente que en general provenía o había estado en el psiquiátrico, además de la gente común que iba a comprar. El puesto era bastante surrealista, ya que tenía carteles por todas partes con refranes, además de tres monitores con la imagen de los ríos o secuencias de piedras que saltaban de una pantalla a otra, con un pequeño relato de cómo se pesaba o se establecían las medidas antiguamente. Las personas no entendían si el asunto era verdad o no. Las piedras estaban a la venta sin precio establecido solo por acuerdo entre las partes o por trueque, por lo que generalmente había que negociar o entrar en una discusión del valor en relación al traslado, la distancia, la cantidad, el peso, la forma, el color, la utilidad etc. Lo más sorprendente es que la gente compró por todo tipo de cosas, comprar por comprar, para la pecera, sostenedor de papeles y puertas, mortillo, gusto, etc. Quizá más interesante que eso fueron los diálogos que se produjeron con visitantes que se reconocían a través de las piedras y recordaban lugares de origen, vacaciones o niñez. La gente empezó a llegar cada día más… sobre todo después de que apareció en el diario. Ahí la cosa me sobrepasó un poco… Muchas personas me preguntaron si el puesto iba a continuar;  muchas personas estaban interesadas en contribuir a la colección. En fin eso fue… una gran experiencia. Con respecto a la biblioteca, ésta acaba de cumplir dos años de funcionamiento; pero  más que biblioteca se entiende como punto de préstamo. Se encuentra entre la calle Lastra y Rucaray y está en el sector Antiguo de la Vega. La entrada más fácil es por Recoleta, estación de metro Patronato. Si quieres ir a visitarla, la encuentras abierta de martes a domingo de 10:00 a 14:00 hrs. y va a estar cerrada por vacaciones hasta el 2 de marzo. Cualquier cosa, llama a Francisca Araneda que es una de las personas que también está a cargo (cel: 0993923021). Ella está los domingos y el bibliotecario que está normalmente se llama Víctor. Si te embalas más con este tema o con otro relacionado a La Vega te recomiendo que converses con Arturo Guerrero, ya que él fue una de las personas que me apoyó con las piedras y la biblioteca…me entregó una carta tanto como locatario, así como Presidente de la Junta de Padres y Apoderados de los Liceos de Santiago; él es del Galpón Chacareros que se encuentra en el mismo sector antiguo. Todo el mundo lo conoce en La Vega.  También puedes hablar  con Roberto Villarroel, que es más viejo; a él casi siempre lo encuentras al lado de la Biblioteca jugando cartas en el sector Rucaray”. Ahora bien: he señalado la existencia del corredor de los peruanos en La Vega. Este se ubica en el sector bajo techo, cercano al “baratillo”. Pero hay otros lugares, en la misma Vega,  en que también se comercializan  verduras e ingredientes para la elaboración de comida peruana, en que las vendedoras entregan indicaciones y recetas, a un público chileno seducido por ésta. Lo cierto es que estos puestos son visitados por las propias comunidades de emigrantes peruanos, entre ellas, aquella que habita en el barrio de Recoleta e Independencia. En esta zona se ubican las familias de peruanos de más bajos recursos y configuran una comunidad que sostiene complejas relaciones con el resto del barrio. La artista Andrea Goic ha desarrollado un proyecto en la calle Maruri, que toma a cargo la aptitud eventual del barrio para sostener una experiencia de residencia dura. Recupero, para los propósitos de este Informe, el texto de presentación que la propia artista incluyó en un proyecto que no fue aprobado por Fondart. Sin embargo, me parece significativo solo citar el proyecto, como un ejemplo posible de intervención: PROYECTO COMUNAL DE LA CALLE MARURI, ANDREA GOIC: Objetivos Ocupar una casa o una antigua fábrica de maletas que después de cien años está en venta, transformándola en una suerte de museo del barrio. Estos lugares se encuentran en el barrio de Independencia, viejo barrio de La Chimba, en la calle Maruri. Abrir el lugar a la comunidad con la participación de los habitantes de esta calle y de las autoridades comunales correspondientes. Descripción Recolectar información incorporando a los habitantes de esa histórica calle de migrantes y reunir en un solo espacio todos los sucesos residuales coleccionables ocurridos en la calle Maruri, trabajados objetual y audiovisualmente. Como por ejemplo: 1. Rastros del barrio La Chimba 2. Rastros propios del siglo XX 3. Migración estudiantil de provincia, años 20 4. De la construcción del Policlínico 1938 5. Federación Sindicatos Industriales del Metal 6. Las casas de tortura años 70 7. Sra. Marta antigua habitante 8. Migración actual peruana 9. Antigua Fábrica de maletas “El Viajante”. 7.- LA CALLE MARURI. La calle Maruri está ubicada en el antiguo barrio La Chimba, (vocablo quechua que significa “más allá del río”) el que fue alguna vez, un vertedero semioficial. “Fue por esas mismas fechas, fines de 1800, que se comenzó a quemar basura en la ribera norte del río Mapocho, en el sector La Chimba, convirtiendo a la zona en un inmenso crematorio al aire libre y en foco de grandes emisiones de gases y hedores cada vez más desagradables…” La calle Maruri comienza o termina en el río Mapocho, siendo este “corte” un estigma ancestral, por cuanto al estar “al otro lado del río”, también está “del otro lado” del relato oficial, hecho que determina su exclusión del progreso, en todas las épocas. Ubicada al norte de Santiago, al otro lado del Río Mapocho, hoy La Chimba pierde su nombre y sus antiguos límites son compartidos por la Comuna de Independencia y la Comuna de Recoleta. Aunque siguen siendo barrios de la marginalidad urbana, donde históricamente han predominado los movimientos migratorios. Los textos señalan que a fines del 1800 y principios del 1900 era éste, un distrito explosivo. Las atracciones para las multitudes se llevaban a cabo en el llamado “Corral de Maruri”, donde actuaban cantores de contrapunte y bailarinas populares, se efectuaban riñas de gallo, y los políticos arengaban a las masas para partir a la guerra. Poco a poco estos “bajos fondos” se fueron convirtiendo en barrios residenciales. Entre 1905 y 1915, arriban a Maruri los primeros inmigrantes de origen judío, que vienen huyendo de la persecución y los progroms en Ucrania y Polonia. En un principio trabajaban como semaneros (vendedores puerta a puerta, que cobraban la mercadería en cuotas una vez a la semana) y, producto de sus ahorros y una vida modesta, muchos de ellos se adjudican locales comerciales en La Vega. Los hijos de éstos, se convertirán en profesionales o comerciantes y cambiarán el barrio de sus padres por los nacientes barrios de clase media. En la década de los 20, emigran a la capital una gran cantidad de jóvenes de origen humilde que vienen a estudiar a la Universidad de Chile. Arriendan piezas en las casas de la calle Maruri y sus alrededores. Entre otros están Pablo Neruda, José Domingo Gómez Rojas, Juan Egaña, Alberto Rojas Jiménez, Alberto Valdivia (el “cadáver Valdivia”), Romeo Murga y Pedro Gandolfo. Éstos jóvenes, en su mayoría militantes del Partido Comunista, estudian Pedagogía, Medicina o Derecho, y fundan la Federación de Estudiantes de Chile, revistas universitarias y realizan actividades culturales. La vida bohemia se desarrolla entre la Universidad y la calle Maruri, a la cual Neruda le escribe el poema “Crepúsculos de Maruri”. Con los años, a pesar de que en la calle Maruri se eliminan las acequias y se construye un alcantarillado, los habitantes que progresan con el comercio se mudan a barrios en la parte alta de la ciudad. En los sesenta, algunas de las amplias casas de Maruri, son ocupadas como centrales de trabajadores que van organizándose y creciendo, movimiento que acabaría fatalmente en los setenta. A partir de 1974, en plena dictadura, llegan a Maruri agentes pertenecientes a la Inteligencia de la Fuerza Aérea, los que ocupan dos viviendas en centros de torturas y retención temporal. Esas casas se convertirían después en habitaciones para los agentes solteros del llamado Comando Conjunto. En 1987, con la llegada del Metro, resurgen las esperanzas de los habitantes de ver renacer su barrio. Los locales comerciales pintan sus muros y letreros; entre otros la mueblería Las siete puertas, la panadería Pinto, la ferretería El Mono y la fábrica de Mote con Huesillos.  Lamentablemente, el resurgimiento no se produce y los propietarios, en su mayoría ancianos que han quedado solos, no pueden mantener las casas…  y por su parte los locales comerciales, al constatar que los clientes no llegan, terminan por vender o arrendar las propiedades a comerciantes coreanos que instalan tiendas de géneros sintéticos a bajo precio. En los comienzos del siglo XXI, han arribado a Chile numerosas familias peruanas, empobrecidas por la crisis económica que vive su país.  En la calle Maruri se concentra la mayoría de los 8.000 peruanos ilegales, donde arriendan piezas e incluso casas enteras que subarriendan por cuartos. El alto grado de hacinamiento  en las casas de los inmigrantes (a veces 25 en cada casa) hace que colapse su forma de vida: disputas familiares, precariedad higiénica, produciéndose un fuerte choque cultural con los residentes chilenos. A pesar del desgaste y abandono, el paisaje urbano continúa reconociéndose como una ruta fija de migraciones, no así el paisaje humano, que parece un continuo tránsito sin destino por un mismo trayecto que se resiste a desaparecer. 8.- PLAZA LOS MOTEROS A unos pasos de la calle Maruri se encuentra la plaza de “Los Moteros”, que fuera el escenario de un conflicto urbano entre una organbización de residentes y la autoridad ministerial (Ministerio de obras Públicas). Como lo establece Verónica Tapia en  su tesis para optar al título de antropólogo social, “La Costanera Norte y el Barrio Los Moteros: crónica de un conflicto urbano” (Universidad de Chile, Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Antropología), de octubre del 2005, los vecinos de la plaza Los Moteros recuerdan que circulaba el rumor de la expropiación y construcción de una autopista a lo menos a partir de 1990.  Desde 1995 comienza a tomar cuerpo el proyecto Costanera Norte. Esta vía buscaba conectar las comunas del sector oriente de Santiago con una zona definida como de “gran potencial industrial” y con las “principales rutas urbanas”. Al mismo tiempo permitiría una vía rápida desde la ciudad hacia el aeropuerto y los caminos que llevan a la costa. Un proyecto de estas características implicaba una serie de expropiaciones de terrenos tanto públicos como privados. En este caso, era necesario expropiar sectores residenciales, como el barrio “Los Moteros” en el barrio Independencia, a unas cuadras de Maruri. El barrio de “Los Moteros” era y es denominado de esa manera debido a la plaza ubicada en su interior. En ella era común ver varios carros de mote con huesillos que ofrecían su refrescante producto a los vecinos del lugar. En la actualidad, esta plaza es el registro cuasi arqueológico del desaparecido barrio. Resulta difícil apreciar la vida que se daba en las cinco manzanas expropiadas y que hoy están ocupadas por el trazado de la Costanera Norte. El barrio se componía de 84 casas de edificación continua, de ladrillo y adobe, de uno o dos pisos y con una superficie de terreno que variaba desde los 46 a los 100 mts cuadrados. Como señala el presidente de la Asociación de Propietarios N 15 de Independencia, el día 21 de diciembre del 2001, en una carta dirigida a la Comisión Nacional del Medio Ambiente: “Los principales afectados por las expropiaciones son los propietarios residentes, los que, son mayoritariamente mujeres, de escasos recursos, y que han vivido la mayor parte, sino toda su existencia en estos barrios, y que por consiguiente, tienen una gran identidad social territorial que lleva a un fuerte sentimiento de arraigo. Es por lo demás, un grupo humano que interactúa permanentemente, pues vive en pequeños cités y tiene una buena calidad de vida determinada principalmente por su cercanía al centro y a todos los servicios que él representa. Además hay lazos familiares entre varios de los propietarios residentes, lo que acentúa la cohesión”. Esta asociación de propietarios se acoge a la ley de junta de vecinos, que exige que haya comisiones, directiva, asambleas y votaciones. Pero se trató de una organización que no solo incluyó a los futuros expropiados sino también a propietarios de sectores aledaños y tuvo como característica fundamental el agrupar a residentes no propietarios, sino que hizo primar el carácter de residente, siendo éste un elemento definitorio en el conflicto. Los objetivos de la organización se definieron en relación al proceso expropiatorio derivado del proyecto Costanera Norte. Lo primero fue organizarse contra la desinformación. La conquista de la información fue la actualización de un derecho real que les permitió plantear la negativa a la política del ministerio de obras públicas. En este primer momento, la municipalidad prometió su apoyo, sin embargo la primera decepción que experimentó la organización fue la de constatar que ésta también tenía sus propios intereses en el asunto. De este modo, estaban en contra de un ministerio y de su propia autoridad municipal. Estaban solos. Sin embargo, en 1997, al conocer el estudio de impacto ambiental que el ministerio presenta a la comisión de medio ambiente, la asociación decide hacer sus descargos. Ya en esa fecha habían tomado contacto con todas las organizaciones de defensa que a lo largo de la ribera del Río Mapocho se habían organizado para oponerse a los proyectos del ministerio. Esto implicaba los barrios desde Pedro Valdivia Norte hasta la Plaza de “Los Moteros”, pasando por Bellavista, Patronato y La Vega Chica. ¿Por qué interesa a la Trienal el caso de la plaza de “Los Moteros”? Uno, porque se encuentra en la Chimba, al lado de calle Maruri y la Vega. Dos, porque retraza la historia de una organización de residentes que reaccionan ante un proyecto que destruye su barrio. Tres, porque relata las dificultades de negociación con la autoridad. Más bien, no hay negociación, sino autoritarismo tecnocrático y político. Una de las cuestiones claves de las luchas urbanas, en este nivel, es la cuestión de  la información.  Los residentes se organizan, primero, para obtener información, que les es negada desde los organismos públicos. La primera lucha es por la autonomía del conocimiento. Eso define el grado de desconfianza que la ciudadanía mantiene respecto de las autoridades. Situación que es replicable a otros conflictos urbanos en la región metropolitana, donde la autoridad entiende que la negociación es sinónimo de aceptación por parte de los ciudadanos de sus decretos. La autoridad no concibe la polémica, ni el conflicto, sino en función de la “producción de la fatiga” de los ciudadanos en la defensa de sus derechos. El caso de la plaza de “Los Moteros” tiene el valor de un síntoma. La percepción que elaboran los pobladores se instala entre el abandono y la discriminación autoritaria. Los textos oficiales no consignan las iniciativas de los ciudadanos más que como relato de dificultades de implementación de los proyectos. Los residentes del barrio se convierten de plano en relatores de una lucha que tiene lugar en asambleas, en salas de espera, en oficinas de funcionarios, en la calle. A corto andar se transforman en expertos en leyes y reglamentos y aprenden muy rápido a sacar ventajas de los vacíos, de las lagunas que descubren en los textos oficiales. Es así como en un comienzo, la lucha se concentra en buscar formas que aseguren el respeto de la letra y del espíritu de los decretos, como es el caso de una resolución de la comisión nacional de medio ambiente, que plantea “construir y/o financiar viviendas equivalentes mejoradas, en los mismos barrios o sectores donde se generen las expropiaciones, a las actuales solo podrán optar los propietarios que habiten los predios expropiados y que prefieren esta alternativa a la de recibir el pago en dinero de la indemnización por el inmueble expropiado”. Este fue el punto que estaría en discusión durante el desarrollo del conflicto y sería el principal argumento en pos de la defensa del barrio de “Los Moteros”. La expropiación significó, obviamente, la destrucción del barrio y el consecuente “exilio” de sus residentes. El tema de las migraciones internas es clave en este Informe. Las casas han sido demolidas, los árboles talados, las calles destruidas. Sin embargo, a tres años (en 2005) de la salida definitiva del barrio los vecinos aún mantienen contacto, a pesar de lo alejados que se encuentran. Debido a limitaciones financieras, la mayoría de los habitantes tuvieron que radicarse en otras comunas. Solo unos pocos pudieron encontrar vivienda en la propia comuna de Independencia. Como señala la autora de la tesis, “los recuerdos y los vínculos son fuertes y la nostalgia de una vida pasada ha marcado la existencia de las personas que recorrieron toda una vida en ese lugar; pareciera que al retroceder en el tiempo y al poder evocar tiempos pretéritos algo se puede recuperar, se tiene la certeza que a pesar de la demolición algo se mantiene firme en su lugar”. Tenemos un caso de migración forzada urbana. No es el único. La construcción discriminatoria de la ciudad supone el exilio interior de sus habitantes. La situación planteada en “Los Moteros” posee otras versiones, no ya en relación a la demolición de un barrio, sino a los traslados de pobladores. Me refiero a los éxodos masivos de personas desde asentamientos irregulares a viviendas sociales, que dan lugar a una verdadera colonización de la periferia urbana por ciudadanos trasplantados desde viviendas precarias, patios traseros y campamentos. Diversos autores lo han señalado en estudios sobre las políticas de vivienda. Ciertamente este es un fenómeno que excede el análisis que he realizado del barrio Maruri y la plaza de “Los Moteros”, sin embargo delimita el sentido de nuestro trabajo en la Trienal. Un investigador como Juan Carlos Skewes, de la Universidad Austral de Chile, en la obra colectiva editada por Ediciones SUR (Corporación de Estudios Sociales y Educación), que ha circulado con el título “Los con techo. Un desafío para la política de vivienda social”, sostiene que “se trata de un éxodo de proporciones, comparable a una migración de mediana escala. Pero no es sólo un flujo espacial, es también el tránsito desde una forma de sociedad a otra, que se expresa de modo irregular, impreciso y matizado por las vicisitudes de historias personales desarraigadas de sus mundos de vida y trasplantadas a nuevos escenarios”. Y agrega: “La historia de pobladoras y pobladores urbanos acumula nuevos ingredientes: lo que una vez fue el movimiento de migrantes rurales al mundo urbano, corresponde a los flujos  y reflujos de poblaciones que a diario se ven expuestas al desempleo y cuyas vidas se sostienen en el mercado informal de la economía”. En la obra ya mencionada, Alfredo Rodríguez, editor de “Los con techo”, plantea que el gobierno, los académicos y las ONG siguen mirando el tema habitacional desde la perspectiva de lo que fue en 1987, el Año Internacional de los Sin Techo: los allegados, las tomas de terreno, el tema de los “sin casa”. Para muchos el problema sigue siendo cómo dar techo; y la solución, seguir construyendo más viviendas sociales. La gran comprobación empírica de este libro señala que, hoy en Santiago, el gran problema social habitacional es el de las familias “con techo”. Lo que podemos advertir en el mapa del Anillo Interior es que en sus límites, no hay prácticamente vivienda social. Según el mapa de localización de los conjuntos de vivienda social construidos entre 1980 y 2000, no es posible encontrar este tipo de conjuntos nuevos en los límites de la comuna de Santiago y, por lo tanto, en el Anillo Interior. Más que nada, el propósito de Informe ha puesto el énfasis en zonas de depreciación de viviendas clásicas, ya sea por tugurización o por acción de megaproyectos viales. Estos dos elementos focalizan nuestro interés en investigar aquellos lugares en los que se ha puesto en crisis la condición de la habitabilidad. Es decir, supone un entorno “con techo” muy distinto al que se ha configurado en los conjuntos de vivienda social, donde la condición de diseño y mantención de las viviendas es crítica. En definitiva, en el Anillo Interior no hay vivienda social. Existen, más bien, conjuntos habitacionales que han experimentado merma significativa en el marco de situaciones barriales vulnerables. 9.- SALUD MENTAL Y MIGRACIÓN EN RECOLETA E INDEPENDENCIA. En el número 272 de la calle Maruri se levanta el edificio del Policlínico Maruri del Servicio de Salud Metropolitana. La edificación construida en 1938 posee las características típicas de la arquitectura pública de ese entonces. Pero mi interés dista no es el de hacer valer una pieza del patrimonio arquitectónico, sino a propósito de su existencia como centro de atención de salud, enclavado en el barrio Maruri, colindante con la plaza de “Los Moteros” y La Vega Central, se ha convertido en un lugar de relación compleja con la comunidad peruana que habita en esa zona. En los momentos en que redacto este Informe, tiene lugar la “amnistía” otorgada a peruanos, bolivianos y otros extranjeros que hasta ahora estaban ilegales en Chile. Esta situación  amenaza con una presión explosiva a hospitales y consultorios a contar del 5 de febrero, cuando finaliza la regularización. Pero si los funcionarios del sistema público reclaman por la recarga de trabajo que se les viene encima, los inmigrantes se quejan de lo que acá siempre se niega: discriminación, racismo, malos tratos y negación del derecho a la salud. El Ministerio de Salud por primera vez está midiendo la magnitud del problema. La cifra que arrojará el “perdonazo” migratorio encendió las alarmas de las autoridades de Salud, pues significará un incremento explosivo de usuarios del sistema de atención primaria y hospitalaria de la zona norte capitalina, allí donde se concentra la mayor cantidad de inmigrantes de Santiago. Este es un fenómeno que solo la agencia de comunicaciones CIPER ha  levantado como problema. Recojo, en este sentido, el resultado de entrevistas que el periodista Pedro Ramírez ha realizado al respecto. La presión que se viene sobre los consultorios preocupa especialmente a sus funcionarios. Hasta ahora han visto incrementarse sin tregua el número de usuarios inmigrantes sin que se modifique ni infraestructura ni personal. De allí la tensión acumulada en esos centros de atención primaria contra los extranjeros de pocos recursos. El conflicto partió en 1998, con la primera “amnistía” migratoria para la oleada de peruanos que llegaron escapando de la guerra interna que sacudió a su país. Cerca de 21 mil inmigrantes resultaron beneficiados -de los cuales 18.500 siguen en Chile-, provocando la primera presión de extranjeros sobre los consultorios, la que no ha cesado de aumentar. Los efectos de esa explosiva situación se conocerán dos semanas antes de que se entregue la cifra definitiva de nuevos extranjeros que obtendrán su residencia en el país. Entonces, el Ministerio de Salud dará a conocer los primeros resultados de un extenso estudio que arrojará el primer diagnóstico serio sobre los problemas relacionados con la atención de inmigrantes –regulares e irregulares- en los centros asistenciales de la zona metropolitana norte. El estudio, desarrollado por la consultora “Demoscópica”, muestra, entre otros factores, que gran parte de las fricciones se deben a que los funcionarios de salud no fueron capacitados para comprender los patrones culturales de los extranjeros, especialmente peruanos, y a la falta de una normativa que estandarice los procedimientos para atenderlos. Pedro Ramírez recoge las declaraciones de un médico chileno de la red pública (más del 46% de los facultativos que trabajan en consultorios de salud primaria son extranjeros), que  entrega otra cara del problema: “Los inmigrantes no cumplen los controles porque son personas que privilegian el trabajo: vienen a Chile a trabajar, a juntar plata, y muchas veces tienen empleos precarios, con problemas para pedir permiso para ir al control. Nos llegan niños de 5 ó 6 años sin sus vacunas y eso es un problema de salud pública. Los que están irregulares no cotizan en Fonasa y atenderlos es pérdida para el consultorio o el hospital, entonces los directores presionan para que no los reciban. Pero, ¿qué pasa si hay un caso de polio o tuberculosis porque el chico no fue vacunado? El Estado debe tener una política para esas personas. Y como no existe, muchas veces uno los atiende así no más, con costo para uno. Depende mucho de la voluntad del personal y hay menos voluntad en los consultorios donde viven más peruanos, porque con ellos ha aumentado mucho la gente que se atiende ahí. Y el personal gana la misma plata atendiendo a más personas”. “Que aparezcan de un día para otro más de 30 mil ciudadanos, con todos sus derechos, es una tremenda presión sobre el aparato público”, explica el ex jefe metropolitano de Extranjería, Esteban Tumba. Y son los sectores de Trabajo, Salud, Vivienda y Educación los que más sufren. Estos problemas, dice Tumba, se deben a que el Estado ha mantenido una política de fronteras abiertas, pero sin declararla formalmente y sin invertir en políticas públicas para absorber las demandas de estos nuevos ciudadanos”. Aunque desde 2003 existe un convenio entre el Ministerio de Salud y el Departamento de Extranjería para que las madres extranjeras, independiente de si están legalmente en Chile, tengan acceso a controles en los consultorios, Melca Pacaya, ciudadana peruana,  afirma  que se le negó la atención en las cuatro oportunidades en que se presentó en el Consultorio Recoleta, que corresponde a su domicilio. Había extraviado su pasaporte y por esa razón no contaba con cédula de identidad chilena: “Yo no tenía papeles, pero todos me decían “anda así no más, te tienen que atender”. Fui cuatro veces y no me atendieron, porque no tenía carné. En la puerta ya me decían “para qué vienes”. Y yo explicaba que había perdido mi pasaporte, que lo estaba pidiendo en el consulado y que sin pasaporte no me daban carné. La segunda vez fui con una constancia del consulado de que ya había pedido el pasaporte. Igual me dijeron “eso no sirve”. Una vez, estaba ahí sentada y una mujer le dice a otra: “Puchas, esta señora está embarazada y no la quieren atender”. Ellas reclamaron hasta que me subieron a una oficina. Ahí me entrevistaron diciendo “para qué vienes, si no tienes nada”. Bajé y entonces, de buena persona, una matrona me revisó –cuenta Melca. El sociólogo Lorenzo Agar coordina el equipo que montó en noviembre de 2006 el Ministerio de Salud para conocer en detalle los problemas que enfrentan los inmigrantes en la red de atención pública. Agar explica que “desde 2003 hay una normativa entre extranjería y el Ministerio de Salud, por la cual la mujer embarazada, aunque esté irregular, tiene derecho a una visa de residencia transitoria y acceso al carné de identidad y, con ese carné, acceso a Fonasa, aunque sea en el nivel A, el de las personas sin recursos”. Esteban Tumba, director de un diplomado sobre inmigración, entrevistado por Pedro Ramírez, ha elaborado  una mirada crítica respecto del proceso de regularización en curso. El especialista sostiene que el proceso de 1998 no fue aprovechado para obtener información que permitiera desarrollar políticas para integrar mejor a los inmigrantes, evitar brotes xenófobos y fomentar el respeto a sus derechos laborales y previsionales. “Como Estado tenemos la opción de tener o no política migratoria, pero no nos podemos equivocar en lo que sí debemos hacer: conocer bien el fenómeno. Y no lo conocemos bien. Debemos dimensionar toda la migración, regular e irregular. No se ha desarrollado un solo estudio para que el Estado pueda ir generando líneas de acción. La mirada que existe es más de extranjería que de migración. Desde el punto de vista de extranjería hablas de procedimientos y estándares que la persona cumple o no. Pero si hablamos de migraciones, son procesos sociales. En 1998 respondimos a una emergencia, actuamos sólo sobre los síntomas y el proceso terminó ahí. Pero no hubo ningún aprendizaje, no supimos cuáles eran las causas de la migración, de dónde venía la gente, por qué venía y por qué se había quedado al margen de la legalidad”. Por su parte, la socióloga Mireya Valdebenito, de la consultora “Demoscópica”, coordina el más exhaustivo levantamiento de información sobre la realidad de salud de los inmigrantes que viven en las comunas del norte de Santiago, allí donde se han asentado mayormente los peruanos. La tarea encomendada por el Ministerio de Salud culmina en julio de 2008. Fruto de una encuesta aplicada a más de 130 familias de inmigrantes (unos 400 individuos), cuatro focus group y entrevistas con todos los actores relevantes (funcionarios de la salud, directores de ONG’s y organizaciones de la sociedad civil, entre otros), Mireya apuesta a que una de las políticas ineludibles será capacitar al personal de salud y administrativo para que comprenda la cultura de los inmigrantes: “Entre las embarazadas peruanas –cuenta Mireya- no existe la necesidad de controlarse en los primeros meses. Así es su cultura. Ellas llegan tardíamente al control y eso, al parecer, molesta en los consultorios porque hay indicadores por los que son evaluados y uno es el mes en que se empieza a controlar el embarazo (…) También, en muchos inmigrantes no existe la cultura de controlar al niño sano y de vacunarlo. Además, se deben entender ciertos hábitos alimenticios, de salubridad y de creencias relacionadas con la salud. Hay gente que cree mucho en las hierbas, en los curanderos, los chamanes y que cuando tiene guaguas se amarra un pañuelo en la cabeza o se pone piedras en el estómago. Y llegan a un sistema de salud que no acoge esos patrones culturales, que no entiende que la persona está acostumbrada a no bañarse durante el período del parto y posparto, por ejemplo”. Cruzando la puerta del Consultorio Recoleta, inmediatamente a mano izquierda está la ventanilla de informaciones. El letrero con los requisitos para ser atendido -pegado en el vidrio- parece hecho con el propósito de ahuyentar a los extranjeros indocumentados: “Previsión al día”, “Certificado de residencia” y “Cédula de identidad”. Cuando se le pregunta a la funcionaria de la ventanilla cuál es el procedimiento para que una embarazada extranjera pueda controlarse, ella muestra el cartel y recita los tres requisitos. Al replicarle que eso excluye a las embarazadas en situación migratoria irregular, lo que contraviene el convenio del año 2003, la funcionaria insiste en que sólo se atiende con cédula de identidad. Se le consulta entonces por los pasos a seguir para acceder al beneficio del convenio. Vuelve a recitar los requisitos –“son las únicas instrucciones que yo tengo de la directora del consultorio”- y da por cerrado el diálogo. La directora del consultorio, María Elisa Miranda, no recibió a CIPER. A través de su secretaria señaló que las razones por las cuales el personal de recepción no maneja información sobre el convenio debían ser respondidas por Genoveva Figueroa, directora del Departamento de Salud municipal. Genoveva Figueroa prometió una entrevista que nunca se materializó. “En ese consultorio yo he llorado para que atiendan a mi hijo”, dice la dueña de casa peruana Ana Centurión. Ella vive en Salas 224, en el corazón de la Vega Central, en los altillos de las bodegas de frutas. Ocho familias habitan en las pequeñas piezas del inmueble. Parada en la puerta de la vivienda, donde le hace el quite al calor, Ana recibe la ayuda de un operativo sanitario organizado por la sede de la Cruz Roja ubicada a un par de cuadras, en Lastra con Independencia. -Mi hijo de 3 años estaba enfermo, mal. Lo llevamos al Consultorio Recoleta, pero no lo atendieron porque no teníamos los papeles. Mi hijo tiene su cédula y estamos en Fonasa, pero no tenemos el certificado de residencia. Acá no hay unidad vecinal, se desunieron. El papel lo da también Carabineros y ellos piden un recibo de luz y el contrato de arriendo… -La verdad es que acá no dan contrato de arriendo –la interrumpe Mónica Contreras, otra ocupante de la casa, también peruana-, tampoco boleta, porque aquí el que está subarrendando también es extranjero, ecuatoriano. Y si tuviéramos alguna queja, lo cogen a él y quedamos todos en la calle. -¿Y no le cuentan eso a la asistente social o a la directora del consultorio? -Pero si le digo que hasta le lloré –responde Ana-, porque mi hijo tenía unos granos por todo el cuerpo que le brotaban y se le hacían más grandes. Esto fue recién hace un mes. Yo al consultorio fui y lloré. Le dije que lo único que quería era que lo viera un médico, porque lo había llevado a urgencias del Hospital Roberto del Río y no dieron con su enfermedad. Pero no me lo atendieron. Les dije que mi esposo y yo estamos en Fonasa, y nada. Una señora se interesó cuando me puse a llorar y una enfermera me dijo “anda con la directora”. Entré y me dijo “no”, que tenía que tener el certificado de residencia. Yo le dije “mi hijo está mal, quisiera que lo vea un médico sólo para que me diga si es grave”, y nada. Me rechazó igual. Al final lo vio el “Dr. Simi”, le encontró lo que tenía y nos dio los medicamentos para el bebé. Así como los inmigrantes le hacen el quite a consultorios como el de Recoleta o el Cruz Melo de Independencia, hay otros centros de atención primaria que han hecho fama por tratarlos bien. Uno de ellos es el Alberto Bachelet. De hecho, siguiendo las instrucciones que le dieron en el Hospital San José después del parto, Melca Pacaya llevó a Dafne a su primer control en el Cruz Melo, pero allí no la recibieron porque su domicilio correspondía a Recoleta. Curiosamente, la enviaron al Consultorio Bachelet, que es de Conchalí. -A mí no me extraña que la hayan enviado para acá. Somos como el Hogar de Cristo de los consultorios. Siempre buscamos una solución para los extranjeros –indica Yessica Aqueveque, jefa del Servicio de Orientación Médico Estadística (SOME), encargado de visar las admisiones del Consultorio Bachelet. Melca Pacaya sale del Consultorio Bachelet con su hija en brazos y con la sensación de que por primera vez desde que está en Chile recibió instrucciones claras y precisas en un centro de salud. Yessica Aqueveque le explicó paso a paso cómo inscribir a Dafne en el Registro Civil y luego en el sistema de salud para que tenga acceso a todas las prestaciones que recibe una niña chilena. Al final, la funcionaria la despide con una frase que ahorra explicaciones: “Mi esposo es extranjero. Nació en Lima”. Tras meses entrevistando extranjeros en la Plaza de Armas o en los barrios de Maruri y la Vega, entre otras zonas, el equipo de Mireya Valdebenito tiene claro que el auge del “Dr. Simi” se debe, en gran parte, a que algo no está funcionando en la red pública: “Hay una serie de alternativas en atención de salud que no han surgido por casualidad. Es porque hay una demanda muy grande de una población inmigrante básicamente no regular. El Hogar de Cristo tiene un consultorio exclusivo para inmigrantes irregulares, la Cruz Roja brinda atención a inmigrantes sin importar su condición de regularidad, a bajo costo y en horarios en los que ellos pueden atenderse, en fines de semana. El famoso “Dr. Simi” ha tenido un boom entre la población inmigrante porque permite acceder a una consulta en un horario mucho más amplio que los centros públicos, a un bajo costo y garantizando el acceso a los medicamentos, lo que no siempre ocurre en los consultorios. Si han surgido estas alternativas, es un indicador de que hay una insuficiencia del sistema. Los horarios de los consultorios no son compatibles con la jornada laboral de un inmigrante común. La mayoría de las mujeres trabaja en servicio doméstico y los hombres en la construcción, con jornadas de 10 a 12 horas y muchas veces ni siquiera pueden salir, porque están puertas adentro. Y los sábados y domingos la atención es súper restringida, sólo para urgencias”. Lorenzo Agar señala que uno de los grupos que tiene garantizada su atención, con independencia de si su situación migratoria es irregular, es el de los menores. De hecho, recientemente se firmó el convenio entre el Ministerio de Salud y el Ministerio del Interior que amplió la cobertura garantizada a todos los extranjeros menores de 18 años. Pero las madres peruanas reclaman que esas garantías no siempre se respetan. La doctora Lina Palma atiende a inmigrantes en la sede de la Cruz Roja de calle Independencia y tiene la certeza de que la atención garantizada a los menores no siempre se cumple. Entre 2002 y 2006 ese local de la Cruz Roja trabajó en conjunto con el Consulado de Perú un programa de atención médica a inmigrantes los días sábado. “El convenio consistía en que el consulado proporcionaba médicos peruanos que prestaban un servicio gratuito y nosotros aportábamos voluntariado e infraestructura”, cuenta la presidenta de la entidad, Ximena Basterrica. En 2007 la cooperación del consulado se diluyó y el programa siguió en marcha sólo por iniciativa de Cruz Roja, que aportó médicos chilenos que cobran 1.500 pesos (US$ 3) o atienden de manera gratuita. Cada sábado por la mañana, cuenta Ximena Basterrica, los médicos reciben hasta 20 extranjeros. Por la tarde, hasta 60 hijos de inmigrantes llegan a esa sede de la Cruz Roja para recibir atención sicológica y apoyar su inserción en Chile: “En general se sienten muy tristes. Sus padres trabajan todo el día, fueron desgarrados de su entorno, separados de sus abuelos. Se han presentado muchas patologías de salud mental, de depresión infantil”, señala Basterrica. -En este momento –dice la voluntaria- estamos trabajando un proyecto para crear un jardín infantil para que las mamás extranjeras puedan salir a trabajar tranquilas. Este proyecto lo estamos presentando a la Cruz Roja española y estadounidense para que nos apoyen con el dinero. La doctora Palma quiere presentar al Ministerio de Salud un proyecto para que el local de la Cruz Roja cercano a la Vega sea considerado como un consultorio público especializado en inmigrantes: “Muchos extranjeros que están ilegales no se atreven a ir a los consultorios y hospitales, porque temen dejar sus datos y que luego los deporten. Pero sí confían en la Cruz Roja, una institución neutral”. Aunque la consultora “Demoscópica” no puede entregar detalles del estudio que le encargó el Ministerio de Salud hasta que esa cartera decida hacerlas públicas, Mireya Valdebenito adelanta algunos aspectos relacionados con la caracterización de los inmigrantes: “En las comunas del Servicio de Salud Metropolitano Norte (donde se desarrolló el estudio), tenemos un 66,6% del total de inmigrantes que son peruanos, versus el 23,3% a nivel país”, comenta la especialista. Y agrega un punto desconocido: los inmigrantes tienen más años de escolaridad que los chilenos. (…) En Chile tenemos un promedio de años de escolaridad para mayores de 15 años de cerca de 10,1 años y la población peruana tiene 12,1 años. Es decir, tienen una mayor educación formal que nosotros. La población argentina también tiene un nivel educacional mayor. En general, todos los inmigrantes tienen niveles educacionales mayores a los que registra la población chilena, excepto el caso de Bolivia, que no alcanza a ser un año menos”. En relación a por qué residen masivamente en los barrios del norte de Santiago, pero cercanos al centro de la ciudad, el estudio también arrojó luces: “La mayoría de los inmigrantes de la zona norte son recientes. Llegaron hace menos de cinco años. Y se instalan en esas comunas porque son parte de una segunda oleada que llega con un contacto, conoce a alguien que ya está acá o al menos tiene una referencia. Pero luego emigran a otras comunas. Se están yendo a Huechuraba o Quilicura, donde incluso han comprado casas. Santiago Centro, Independencia y Recoleta son sólo comunas de llegada”. Dentro de las enfermedades que los afectan, resaltan los problemas de salud mental: “A nivel familiar, emocional y psicosocial, tienen un gran conflicto por haber dejado sus familias y redes de amigos. La mayoría entra con una visa de turista que dura tres meses, entonces la primera gran tensión es superar la dificultad para regularizarse”. La doctora Lina Palma, que atiende inmigrantes en la sede de la Cruz Roja de avenida Independencia, corrobora lo anterior: “El problema más frecuente es el síndrome depresivo o ansioso-depresivo. El 80% de las consultas tiene que ver con sintomatología que lleva a una depresión, como síntomas de estrés, dormir mal, cefalea constante, intestino irritable. Es un conjunto que deriva de lo mismo: falta de apoyo y abuso laboral”. 10.- BARRIO LASTARRIA-BELLAS ARTES ·        Se ubica en el sector oriente del centro histórico de Santiago, configurado por la conjunción de los dos barrios mencionados, asentados en un territorio que está ubicado al interior del triángulo delimitado por el cerro Santa Lucía al poniente, el parque Forestal al norte, la Plaza Italia al oriente, y la Alameda al sur. ·        En un reciente estudio del antropólogo Cristian Matus, la conceptualización de “macrobarrio” ajustaría a la descripción de este territorio o espacio porque “permite  graficar cómo los procesos de cambio y renovación  urbana tienden a consolidar la existencia de un continuo entre ambos sectores, instalando como centro del “nuevo barrio”, lo que anteriormente se concebía como el límite y la frontera que los dividía, la calle José Miguel De la Barra”. Es una confluencia y continuidad espacial que da cuenta de transformaciones morfológicas que a su vez dan lugar a la emergencia a una nueva concepción del barrio como escenario que permite la práctica de nuevos estilos de vida urbanos y de también nuevos actores sociales.

  • La emergencia de una cultura urbana asociada al rescate y resignificación de los centros citadinos configura una tendencia contemporánea que empieza a tener una creciente presencia en Chile, primero a partir de la visibilización  de los  efectos e impactos socio-culturales que generan los procesos de renovación urbana desarrollados en el centro histórico de Santiago (e.j. Barrio Yungay), a partir de comienzos de los noventa. Lo positivo y negativo de los procesos de renovación poblacional y gentrificación [19] en los antiguos centros urbanos son visibles, pero aún constituyen rasgos propios de lo que está en proceso de consolidación; por un lado se revitalizan los barrios, “ayudando a un cambio tanto en la arquitectura como en la planificación urbana, y por otro, se difunden estilos de vida que fomentan la privatización, el abandono de las instituciones públicas, y una demanda estética por coherencia visual, que excluye de los espacios urbanos gentrificados, a quienes no se adapten a los patrones del nuevo estilo de vida”.

·        Una primera forma de dar cuenta de la emergencia de nuevos estilos de vida urbanos, la entrega un análisis de la configuración actual de tres ejes fundamentales que articulan y unen ambos barrios constituyendo los sectores más renovados en cuanto a sus usos. Nos referimos a las calles Lastarria, Merced -entre José Miguel De la Barra y Lastarria-, y José Miguel De la Barra, desde Merced hasta Monjitas (ver plano en: www.barriolastarria.com). Si analizamos las transformaciones territoriales que acontecen en estos ejes producto del desplazamiento de nuevos residentes al barrio Lastarria/Bellas Artes nos encontraremos con que en ellos desde 2000 en adelante se comienza a configurar un proceso de “destrucción creativa”, que adquiere, a lo menos, dos modalidades. Una que intenta desarrollar una mayor continuidad con los usos y la morfología previa,  re-significando antiguos espacios barriales conciliando su estructura e identidad patrimonial con nuevos usos, y otra que coloca mayor acento en la destrucción del espacio previo re-emplazándolo por nuevas estructuras arquitectónicas que rompen con la continuidad del espacio barrial.

  • Todos estos procesos coinciden con un período de declive del barrio histórico asociado a la vida intelectual, el que es re-descubierto por un sujeto mono-familiar, que articula su subjetividad en torno a lo público y no a lo íntimo. Ese sería el principal actor social que está repoblando el sector; parejas jóvenes sin hijos, profesionales que viven solos, alianza de ellos que arriendan a extranjeros, entre otros.
  • También es posible visibilizar la consolidación de una nueva lógica empresarial que articula la rehabilitación de espacios para la cultura con la articulación de una lógica de “empresariamiento cultural” que da cuenta de cómo los estilos de vida también forman parte de un nueva economía simbólica que tiene como usuarios tanto al turista como al público urbano que opera como un turista interno cuyo consumo cultural de elementos distintivos como comida, libros, vinos y obras, lo conecta con una experiencia cultural de lo global. Este último punto plantea la interrogante de qué forma esta resignificación de la autenticidad de lo barrial, urbano, y lo local en códigos de lo global responde a una particular demanda de identidad por parte de nuestra nueva clase media emergente que producto del modelo modernizador surge y se establece requiriendo identificarse y distinguirse mediante el uso y apropiación de nuevos significantes que respondan a la imagen que proyecta lo chileno en el imaginario de lo global.
  • Todas estas prescripciones que operan y determinan la elección de un modo de vida céntrico por parte del nuevo residente, sumadas a la estabilidad del crecimiento económico que garantiza el acceso al consumo de las nuevas elites de la economía de servicios, plantean la posible continuidad de estos estilos de vida  en el centro urbano y su probable permanencia en el barrio, y su expansión a otros espacios del centro de Santiago. Más allá de la exploración vivencial asociada a la vivencia de una expandida juventud por parte del tramo más ilustrado y pudiente de la nueva clase media, el retorno de las nuevas generaciones al centro de la ciudad pareciera ser una realidad a considerar como una oportunidad para la ciudad, para acoger y crear una nueva y más diversa cultura urbana.
  • Asimismo, es posible distinguir ciertas tendencias de cambio subjetivo que se articulan a la construcción de estilos de vida cuyos patrones  espaciales se imbrican al rescate del centro urbano. En primer lugar, la emergencia y protagonismo que asumen nuevos actores urbanos. Tanto los migrantes, las  minorías étnicas y sexuales, y los jóvenes constituyen nuevos sujetos urbanos visibles tanto a nivel de los espacios públicos como en el campo de la cultura del centro urbano, tendiendo a concentrarse en mayor número en los antiguos centros urbanos, espacio desde donde elaboran  una gran variedad de “estilos de vida alternativos” que aportan a dar movimiento a la vida cotidiana de las grandes ciudades.

·        En el caso de calle Lastarria encontramos la génesis del proceso de transformación del barrio que se remonta a un primer período o ciclo de renovación que se activa hace más de dos décadas atrás. En efecto, quizá si el primer hito en la renovación urbana del barrio lo constituya la creación de la Plaza Mulato Gil de Castro, en 1981. Esta intervención financiada por la iniciativa privada, a partir de la acción de los empresarios Manuel Santa Cruz y Hugo Yaconi, quienes compran el inmueble ocupado por una antigua casa, perteneciente a la familia Campos Larenas, ubicada en calle José Victorino Lastarria en los números 305 y 307, constituye la primera experiencia de readecuación y reciclaje de un inmueble de carácter patrimonial. Al interior de la Plaza Mulato Gil se instalarán junto con talleres para artistas y cafés, el Museo Arqueológico de Santiago y que hoy es el Museo de Artes Visuales (MAVI). En la Plaza se concentran en la actualidad los restaurantes Erre Punto, manteniéndose el Café La Pérgola de la Plaza, la tienda de indumentaria Caldo, y algunas oficinas de arquitectos [20].

  • Otro hito en la revitalización del barrio lo constituyó la creación, en la segunda mitad de los ochenta, del Cine El Biógrafo, que emplazado en Lastarria 181, va a dar espacio en Lastarria con Villavicencio al Café del Biógrafo que ya no existe [21].

·        Esta primera generación de acciones de renovación urbana va a marcar la identidad de barrio cultural de Lastarria durante todos los noventa dando paso a un segundo ciclo de renovación urbano de nuevo tipo, propio de comienzos del dos mil del cual tres inmuebles emplazados en calle Lastarria constituyen ejemplos emblemáticos; el Edificio de Lastarria 60,  la casona de Lastarria 90, y la casa Flaño ubicada en Lastarria con Villavicencio. Corresponden  a la nueva lógica de construcción del barrio por parte de la inversión inmobiliaria y “cultural”. ·        Por un lado, el nuevo edificio Lastarria que construye en la actualidad la inmobiliaria Ad Portas, cuya entrada por la calle Lastarria conserva la antigua fachada de la casona de Lastarria 60, apelando a configurar una imagen sincrética que concilia “identidad con modernidad”, articulando la oferta genérica de “los departamentos más amplios, en el mejor lugar del centro” con el concepto del “barrio a pié”. No obstante, si bien la estrategia de promoción del proyecto apela a una continuidad no intrusiva con la vida del barrio -incluyendo incluso la instalación dentro del proyecto de talleres para la exposición de artistas-, en la práctica inserta la lógica del condominio y la comunidad cerrada en un barrio caracterizado por su carácter abierto y cosmopolita. ·        Por otro lado, el caso del actual Teatro Lastarria 90 y la Casa Flaño , constituyen un ejemplo de otro tipo de emprendimientos de economía simbólica, que tiene relación con el empleo del nuevo modelo de inversión cultural que incorpora técnicas de empresariamiento a la gestión de espacios culturales emblemáticos del barrio. En el caso del Teatro se trata de un emprendimiento privado de dos conocidos actores de teatro joven que invierten en la rehabilitación de una vieja casona que antes albergara al Teatro de Ensayo de la Pontificia Universidad Católica y más tarde, a la compañía de teatro franco-chilena El Aleph [22]. En la actualidad la metodología de financiamiento del teatro tiene relación con el trabajo de “gestión cultural” por parte de los actores-empresarios que movilizan el apoyo por parte de la empresa privada, acogiéndose a la Ley Valdés [23] que promueve la donación de las empresas privadas a organizaciones que se declaren con fines culturales. ·        Por su parte, un tercer ejemplo lo encontramos en la rehabilitación de la Casa Flaño, de Lastarria con Villavicencio, antigua casa construida en 1912 por el arquitecto Ernesto Reid, con ayuda de Pedro Prado del “Grupo de los Diez”, recinto que es restaurado recientemente como sede de El Observatorio de Lastarria. El Observatorio plantea en la narrativa electrónica de su web [24] una genealogía que encuentra en el pasado del barrio y en el simbolismo de la construcción en donde se emplaza un referente para su proyecto de futuro, es así como rescata el criollismo cósmico de la “primera vanguardia chilena” –a la que pertenecía Reid y el estilo arquitectónico neo-colonial de la casa- evocándolo para dar sustento a la puesta en escena actual de una nueva épica vanguardista que se propone como misión ser “un lugar para mirar Chile”. La Casa es administrada por la Fundación Observatorio presidida por un directorio de reconocidos arquitectos, escritores, diseñadores, entre otros profesionales que gestionan su financiamiento como espacio cultural donde se desarrollan exposiciones y editan publicaciones a partir de la inversión de la empresa privada, acogiéndose al igual que el caso de Lastarria 90 a la Ley Valdés. Este nuevo espacio articula en un mismo lugar la concentración de diferentes tipos de usos, que conjugan una mezcla entre economía y cultura característica de las nuevas modalidades de consumo urbano que propone como plus al acto mismo de consumir un valor agregado de “experiencia cultural” (Lyons, 2005). Como ejemplo de esto el denominado  espacio del “Almacén” ubicado en el piso zócalo de piedra del edificio, cuya descripción ofrece un muestrario de cómo los condimentos de la cocina chilena se reinsertan como significantes locales en la nueva lógica de la cultura global, se constituye en un “emporio turístico” que oferta: “…los mejores productos de nuestra tierra, condimentos y mieles de distintas zonas, aguas minerales y variadas harinas, hierbas medicinales y quínoa, mermeladas y mariscos patagónicos. Los sabores de Chile junto a libros de receta, todo asociado a eventos de la nueva cocina chilena para su incorporación y difusión. Todos orgánicos, de pequeños productores y con origen territorial, que son los requisitos internacionales para fomentar “el comercio justo” en el mundo global” (en www.elobservatorio.cl) [25].

  • Finalmente, otro prototipo de espacio de consumo cultural emplazado en Calle Lastarria, que re-significa lo “barrial estilizado”, lo configura el Patagonia Café, local que define -a pesar de su denominación cafetera- su identidad como la de un almacén restaurant que ocupando el antiguo espacio de un emporio de barrio incorpora una propuesta estética elaborada en donde se mezcla la puesta en escena de un almacén con la venta de un local estilo gourmet, y con la presentación de una cava de vinos. Este concepto de mezcla de tipos de espacios es “leído” dependiendo el usuario, como un espacio cool o como un espacio “demasiado producido” que no logra generar la distinción deseada, la connotación de consumo adecuado que connota “lo cool”.
  • En la vía pública destaca la organización y formación de una Agrupación de Anticuarios y Libreros, que desde el 2000 a la fecha cuentan con stand de antigüedades y  libros usados. Desde entonces, pasaron a ocupar el espacio a la salida del la Plaza del Mulato Gil, siempre con el importante apoyo de los museos del lugar, vecinos del barrio, y la supervisión permanente de la Municipalidad de Santiago. Dentro de las antigüedades se puede encontrar: platería, munismática, cuadros, etc… Y entre los libros, pueden ser usados, antiguos, de historia, filosofía, ciencias, poesías, literatura chilena y universal, entre otros.

·        Por su parte, entre los cambios y transformaciones en Calle Merced, junto con la m ás reciente emergencia de boutiques y tiendas de moda, está la presencia de un prototipo de espacio urbano postmoderno que encarna la propuesta de resignificación posmoderna de la imagen universal del “almacén de barrio”. El “Emporio la Rosa ”  ubicado en la punta de diamante en donde confluyen Merced con Santo Domingo, fue inaugurado seis años por su dueña Teresa Undurraga, en el lugar que antes ocupara una antigua farmacia de barrio, constituyendo uno de los primeros espacios de la nueva economía simbólica que se instala en el centro de Santiago, representando en la actualidad un punto de encuentro estratégico y central en la vida cotidiana del nuevo residente y consumidor del “macro-barrio” que configuran los cada vez más indistintos escenarios urbanos de Lastarria y Bellas Artes:

  • “Yo uso el Emporio como si fuera el almacén para mí pero si estoy conciente de que es “El Emporio”…por eso cuando yo doy mi dirección digo frente al emporio…” (Claudia, 40 años, residente Lastarria, Calle Merced).
  • “el emporio…esa es como la definición de lo cool en este barrio…porque ahí tu veís gente como de hartas edades, yo creo que está como super legitimado… el uso es como de cabros jóvenes, he visto como cabros de dieciseis años tomándose un helado rico, hasta señoras de ochenta años con sus nietos y toda la gama que hay entremedio tanto de gente homo, de otros países…” (Rodrigo, 31 años, psicólogo propietario departamento Barrio Lastarria).
  • No obstante, la cualidad de ser un espacio cool que se adjudica al emporio va a tener que ver con un ejercicio reflexivo del nuevo residente y usuario barrial este  verdadero “consumidor urbano” que compara la puesta en escena del emporio con la de otros locales que aspiran al mismo reconocimiento que éste. Es así como el concepto de mezclar diferentes tipos de espacios y temporalidades (lo antiguo y lo posmoderno) es “leído” dependiendo del usuario, como un “espacio cool” o como un espacio “demasiado producido” que no logra generar la distinción deseada, la connotación de consumo adecuado que connota “lo cool” [26].
  • La propuesta inicial del Emporio La Rosa fue el instalar una tienda o puesto de venta de productos estilo gourmet o delicatesen enfocada a los nuevos residentes del barrio, particularmente al sector de arrendatarios o propietarios que se ubican en frente al Forestal en la glamorosa calle Ismael Valdés Vergara. No obstante, es la venta de helados artesanales de curiosos sabores la que logra configurar la identidad  de marca del emporio constituyendo a este en un polo de encuentro de “la gente del barrio” particularmente en la temporada de primavera y verano, y los  fines de semana. El emporio, a pesar de su aparente selectividad, en la práctica atrae a un público diverso de diferentes grupos etáreos y estilos que de algún modo recoge la heterogeneidad/homogeneidad de un barrio sujeto a fuertes procesos de transformación en donde conviven tanto las generaciones de gente adulta mayor, en su mayoría mujeres solas presumiblemente viudas, que se quedaron en el barrio y no migraron al sector oriente de la ciudad, con los nuevos grupos de residentes jóvenes y adultos jóvenes, que protagonizan el “regreso al centro urbano”.
  • A partir del rescate de la estética y las imágenes de los primeros almacenes de las culturas urbanas de comienzo de siglo XX hay también una búsqueda de autenticidad, un volver a las raíces y los inicios de la cultura urbana. No obstante, lo que se esperan sean signos distintivos son también imágenes estandarizadas, ya que se trata de afiches y posters que circulan en el mercado de las imágenes de lo auténtico y de lo antiguo y que pueden ser hoy fácilmente adquiridos  y comprados on-line por Internet [27].
  • Se trata de la reproducción serial de imágenes que si bien denotan una visión cosmopolita y en cierto modo elitista del diseño, a la vez constituyen un cliché, ya que se trata de un universo de imágenes que son relativamente accesibles para todos los diseñadores, siendo parte de la decoración de un gran número de locales que como La Rosa buscan reivindicar o actualizar en el presente los resabios de las primeras culturas del consumo modernas. En definitiva, todos estos cuadros representan signos de un imaginario de una cultura de consumo urbana a escala barrial, cara a cara. Estas marcas de distinción a su vez desmarcan al Emporio de la estética y diseño de lo masivo  como podría ser el de otro tipo de negocio que en oposición a la escala barrial asume una imagen de masividad y despersonalización como el del supermercado o el del Mc Donald’s.
  • Otro elemento que destaca es la contraposición de temporalidades que plantea las condiciones de trabajo de este negocio. Por un lado la atención personalizada cara a cara concepto central en la propuesta del emporio contrasta con la presencia solapada de elementos que pertenecen al imaginario de otros espacios de consumo posteriores al consumo a escala barrial. Por ejemplo el concepto de atención en serie que demarca un tablero electrónico proveniente del universo del supermercado es reinstalado en el universo del almacén posmoderno para organizar la atención cuando la demanda de helado y otros productos deviene masiva y rompe el ideal de atención personalizado cara a cara.

·        Así como estos nuevos espacios que reivindican las tradiciones contribuyen a la identidad del barrio, el “redescubrimiento de la cultura de los café” en José Miguel De la Barra,  hace también su contribución.

  • Los “latte coffee” (Brainworks, Café Concepto, y otros) que emergen como parte del paisaje de José Miguel De la Barra a comienzos del dos mil, (re)instalan en la ciudad un hábito urbano popularizado y masificado por los mass media globales como parte de las prácticas urbanas propias de las elites urbanas cosmopolitas de las grandes metrópolis tanto europeas como norteamericanas. Es así como los locales  y tiendas de anticuarios que caracterizaron el sector dejan paso a estos nuevos locales de venta de café cuya estética y diseño imita en parte la estética gentrificada  de otras culturas urbanas como la neoyorquina. Es en ese contexto que se desarrolla el expendio de un café estilizado en donde se ofrece una amplia carta de cafés desde el capuccino a cafés internacionales o mezclas de chocolate con café.
  • La rutina que establecen los cafés tiene relación con los cánones de la vida urbana que marcan el carácter actual de la vida del barrio, que determinan que éste también sea en sí mismo un escenario de flujo y consumo cultural.  Los días de semana su uso frecuente tiene relación con los oficinistas y trabajadores que atraviesan el centro, junto con los residentes, no obstante también se encuentran asociados a un uso distintivo por parte de otros grupos urbanos, de los cuales es posible distinguir la apropiación diferenciada  de  una elite de artistas junto con el uso que hacen de ellos la población gay que vive y se desplaza en tanto usuaria hacia el barrio los días de fin de semana.
  • En ese contexto uno de los cafés distintivos que marca una frontera identitaria particular es el Café Brainworks, ya que partiendo de un proyecto de tienda de diseño evoluciona a ser un lattee coffee que es reconocido como un espacio de consumo cultural que es apropiado por la cultura gay que reside o visita recurrentemente los fin de semana el Barrio Bellas Artes.
  • BW o Brainworks es un local que parte en 2002 como un proyecto cultural más amplio. Creado por tres socios licenciados en arte, con el interés de recuperar mobiliario moderno y “re-funcionalizarlo” para su uso contemporáneo o posmoderno, lo que en un comienzo constituye una tienda de diseño de muebles se convierte poco a poco en un café. Como plantea la declaratoria de principios de brainworks: “El interés inicial del que surge BW DI proviene de la investigación realizada por sus fundadores en torno a las producciones artísticas y culturales de la modernidad del siglo XX, particularmente en Arte Contemporáneo Chileno, con la intención de establecer las relaciones necesarias entre modernidad y racionalidad, así como entre vanguardia y contemporaneidad. Bajo esta perspectiva, tanto el mobiliario moderno como los objetos industriales son parte de las definiciones de los contextos culturales de representación de un sistema social determinado”  (web www.brainworks.cl).
  • Como plantean algunos de los usuarios del café su producción como espacio híbrido que mixtura una tienda de diseño con un café estilizado reúne a un público particular que conjuga y artículo en sí un mismo perfil profesional asociado al diseño y el arte,  con similares gustos musicales, indumentarios y estéticos.
  • Otros conceptos distintos al Brainworks lo plantean los “cafés culturales” como el Café de las Artes y el Café  De la Barra ubicado al lado de la tienda de merchandising de la revista The Clinic.  En el caso del Café De la Barra hay una aspiración de ser un café que connota un estilo más asociado al mundo progresista e intelectual, sensibilidad que de una forma más exclusiva también se encuentra presente en el Café de Las Artes, ubicado al frente del De la Barra, al otro lado de la calle, en la esquina de José Miguel De la Barra con Monjitas.
  • En el caso del café De la Barra en términos de diseño se reiteran ciertos motivos patrimoniales que a diferencia del Emporio La Rosa radican en fotos antiguas de edificios y esquinas emblemáticas del Barrio Bellas Arte como el edificio Santa Lucía – o “ la Nave”  como coloquialmente se denomina al antiguo edificio construido por el destacado arquitecto Sergio Larraín, que ubicado frente al cerro Santa Lucía  en Merced con José Miguel De la Barra, es denominado así por su forma que asemeja un barco. También “decora” el café otro edificio de corte patrimonial, reseñado en la declaratoria de Zona típica que se encuentra ubicado entre Monjitas y Santo Domingo.

·        Otros referente de distinción dentro de esta construcción de diferencias en torno al consumo del espacio cultural del café tiene relación con las oposiciones entre lo cool y lo recargado, lo kitsch y lo sobrio. Es así como en el caso de los cafés algunos usuarios  distinguen y asocian  al “latte coffee” a  “espacios recargados” en cuanto a su diseño, optando por espacios que representan un modelo más sobrio, como Café Mosqueto, oponiendo en su distinción estilos o tipos cafés que tendrían como referente  culturas urbanas y temporalidades distintas, contraponiendo la imagen del café barcelonés al café porteño de Buenos Aires o aun café parisino, confrontando espacios de consumo postmoderno a espacios de consumo propios de la primera modernidad, y de las primeras décadas del siglo XX. ·        Finalmente, el otro hito fronterizo hacia el norte de esta triangulación Lastarria-Merced, es el Parque Forestal donde se emplazan el Museo Nacional de Bellas Artes y el Museo de Arte Contemporáneo. ·        El primero, atrae en los últimos 6 años un promedio de 340.000 visitantes anuales y tiene una relevancia arquitectónica y presencial que acompaña la historia republicana haciéndose parte de las celebraciones del centenario de la independencia de España, puesto que su inauguración en el lugar que actualmente ocupa, corresponde al año 1910 [28].  Es de estilo neoclásico, fuertemente reforzado con detalles de Art Nouveau y toques estructurales de arquitectura en metal y la fachada principal reproduce la del Petit Palais de París. El edificio, a través de su historia, ha sufrido varias modificaciones que han afectado su arquitectura, pero además en su fundación fue concebido como un museo-escuela de arte y posteriormente se le incorporó un anfiteatro al costado norte, el que en distintos momentos de su historia y con grados mayores o menores de impacto, ha permitido la realización de actividades más ligadas a las artes escénicas, convocando como espacio al consumo de actividades culturales que hoy sobrepasan con creces el exclusivo uso del edificio. De hecho, en las zonas contiguas y en el parque que rodea el edificio, se realizan todo tipo de actividades callejeras que convocan a un público juvenil y familiar que los fines de semana circula en torno al edificio, transformándolo en un referente de distensión y recreación y no sólo de consumo de artes visuales. Por ejemplo, el teatro callejero o los mercadillos de ventas, los pic-nics, son parte habitual de este paisaje. ·        Por su parte, el Museo de Arte Contemporáneo (MAC), funciona desde el año 1974 en la parte poniente del edificio del Museo de Bellas Artes, no obstante su creación y funcionamiento comienza el año 1947 como parte de una iniciativa de apoyo a la expansión y desarrollo de la formación artística profesional que la Universidad de Chile promovía en esa década, institución de la cual depende hasta la actualidad. Su ubicación original estuco en el edificio Partenón del Parque Quinta Normal, al igual que la del Bellas Artes. Hoy, ambas instituciones, conforman un referente para el sector que como emplazamiento arquitectónico, constituye un todo. ·        En la explanada del frontis del MAC, las artes circenses urbanas se han tomado el espacio cada fin de semana de la última década y generan en torno a ella, actividades musicales, de encuentro y socialización, que superan con creces la funcionalidad del edificio y su oferta programática habitual. Son públicos mucho más amplios y diversos que el que frecuenta el Museo y establecen con los vecinos y con la oferta comercial del sector, un vínculo de visitante flotante, pero habitual. ·        Haciendo un pequeño giro en el relato de los espacios y sus usos, pondremos el foco ahora en los ocupantes barriales del “macrobarrio”.

  • Uno de los factores que perfilan a los nuevos residentes es que son parte muestral de los cambios que acontecen en las modalidades de vínculo, unión o construcción de pareja de las generaciones más jóvenes. Se plantean un nuevo modelo de relacionarse, profundamente urbano, articulado en torno a la vida en pareja en sí, y  no en relación a la reproducción y construcción de una familia extensa como planteaba el modelo tradicional asociado al matrimonio. Estas nuevas modalidades de vínculo que tienden a establecer opciones residenciales tanto provisorias como estables en viviendas que se ubican en el centro histórico de la ciudad, espacios que comparten ciertos atributos de distinción como su mayor espacialidad, y su valor arquitectónico y patrimonial.
  • Otro tipo de cambios que se destacan, ocurren en la significación  del trabajo y el ocio. Por un lado, el valor estético del trabajo se transforma en factor de estratificación para las clases altas y medias altas que tienen mayor acceso al consumo, borrándose en sus prácticas laborales la distinción entre la vocación y la ausencia de vocación, entre el trabajo y el hobby y la diferencia entre las tareas productivas y las prácticas de recreación, emergiendo una elite minoritaria de jóvenes trabajadores, y de trabajos asociados a “lo creativo” que son considerados “afortunados” y “exitosos”. El modo de relacionarse con el trabajo, dado por la sumatoria de flexibilización laboral con el proceso de estetización del trabajo, el “tiempo libre” o de ocio festivo, se constituye en un campo privilegiado para el ensayo de experiencias festivas que tienden a ensanchar  su temporalidad más allá de la división tradicional del tiempo de ocio opuesto a lo tiempo productivo, contribuyendo a configurar nuevas prácticas de cultura urbana que forman parte de la “neo-bohemia”. Que circula porque vive o porque opta por este barrio para compartir esta no distinción entre ámbitos que antaño eran posible sólo disociados espacialmente.

11.-  LA PUESTA EN VALOR DE UN BARRIO: EL CASO DE LA POBLACIÓN HUEMUL. En el mapa del Anillo Interior, respecto de lo que he presentado a propósito de La Vega, Maruri, Recoleta, la población Huemul se localiza en el límite sur de éste, en la proximidad del Mercado Persa Bío-Bío. He recurrido a un breve texto, escrito por la alumna Natalia Moreno, para un seminario en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Central, dirigido por el profesor Marco Valencia. Su título es “Barrios de Santiago: ¿ruptura o continuidad?”. En este texto, Natalia Moreno tipifica distintos barrios de Santiago, tomando en consideración el barrio colonial, el barrio clásico, el barrio industrial, el barrio moderno: unidad vecinal. Esto es nada más que un antecedente para formular la existencia de una crisis del propio concepto de barrio, amenazado por la emergencia de un nuevo “paradigma”: el barrio-condominio. Su preocupación apunta a postular una política de revalorización de los barrios clásicos, claramente identificados, pero que han experimentado un proceso de depreciación. Quizá esta sea una característica de todos los barrios que han sido abordados por el proyecto Anillo Interior. De modo que, en este caso, transcribiré de manera íntegra el relato que hace Natalia Moreno de la Población Huemul. La idea es comenzar a emprender una serie de acciones que permitan la recuperación de estos  antiguos barrios, algunas de ellas van en la participación ciudadana, debido a que la gente al  sentirse parte de su barrio crea lazos de pertenencia y por lo tanto cuida lo suyo, el que se  declaren derechos y deberes de estos frente al tema estaría contribuyendo al recate de los  antiguos barrios. Las distintas acciones que se emprendan a nivel local, desde los mismos  barrios, tienen que tener acogida en los entes que manejan la planificación, los barrios deben  abrirse a la ciudad, de manera que pertenezcan a ella. Estas han sido las diversas posturas que se han manifestado en pro de la salvación de los  antiguos barrios, y las que se oponen tajantemente a la producción  de los nuevos barrios-condominios, en todo caso nada de eso indica que este sea el camino a seguir, porque como se  puede  comprobar existen diversos autores que tienen visiones globales que los apoyan, lo  interesante es tener presente que existen diversas posturas frente al concepto de BARRIO. En Chile poco se ha hecho por los barrios, puesto que la aparición de los nuevos barrios-condominios  se han convertido en la preferencia de los habitantes de esta ciudad, por lo que los  lugares llenos de significados, hasta hace un buen tiempo habían sido olvidados.    De manera que se puede corroborar, de alguna manera, la hipótesis de la crisis del barrio y que  es necesario aplicar medidas que lo rescaten, necesitamos de su continuidad. Luego  de  haber  conocido  el  concepto  de  barrio,  y  haberlo  entendido  desde  la  actualidad,  comprobando su crisis y su eventual ruptura a través de los nuevos barrios- condominios, es que  se pretende llevar esta teoría a la ciudad de Santiago y comprobar en situ la manera en que  podemos provocar la continuidad del concepto a través de la puesta en valor de los antiguos  barrios.    Para ello se ha escogido al barrio Huemul, de entre una serie de barrios de la ciudad de  Santiago, al que se pretende revalorizar y elevar en su calidad de barrio. Se ha escogido al barrio Huemul por ser un barrio que reúne una serie de condiciones que lo  ponen a manera de ejemplo. De alguna manera  es uno de los antiguos barrios que responde  mayormente a las definiciones físicas, sociales y psicológicas que se han establecido en esta  investigación , además de ser uno de los barrios que está más amenazado por su posible ruptura  y eventual desaparición.    Es  por  eso  que  se  hace  necesario  poner  en  valor  a  este  tipo  de  barrios,  para  evitar  su  desaparición y la pérdida tangible de parte de la historia. Ahora, se debe entender cuáles son las  cualidades específicas del barrio Huemul, que lo hacen merecedor de su puesta en valor, estas  cualidades  obedecerían  a  patrones  tanto  tangibles  como  intangibles,  y  que  sólo  quedarán  mencionadas en esta investigación para su posterior desarrollo. Antes de mencionar las cualidades del barrio Huemul que se pondrán en valor y que provocarían  su continuidad, es necesario entender el contexto histórico en donde surge este tipo de barrio.  Entender que este barrio pertenecería a los llamados barrios obreros, en una época en donde  existía  una fuerte preocupación por darle casa a los más pobres. Esta población se caracterizó  por ser un conjunto habitacional que pretendía  darle una mejor calidad de vida a los sectores  bajos  de  la  ciudad,  siendo    creado  por  la  Ley  de  Habitaciones  Obreras  de  1906:  “La  ley  contemplo la creación de los Consejos de habitaciones para Obreros entre cuyas atribuciones  estaba la de favorecer la construcción de viviendas  higiénicas y baratas destinadas a  ser  arrendadas o vendidas, tomar medidas conducentes al saneamiento de las habitaciones obreras  existentes, fijar las condiciones de las nuevas viviendas destinadas a los grupos proletarios y  fomentar la creación de sociedades de construcción”. Bajo este contexto histórico es en el que se sitúa la población Huemul, un barrio que se emplazó:  “en  un  sector  en  la  periferia  Sur  de  Santiago  ubicado  cerca  de  la  línea  del  ferrocarril  de  circunvalación. Este lugar se había caracterizado por una baja densidad habitacional, ya que  estaba  conformado  principalmente  por  chacras  y  ranchos.  Sin  embargo,  a  partir  de  1895  comienzan a instalarse en este sector distintas fábricas como la de vidrios y una refinería de  azúcar lo que produjo la creación de algunas viviendas y conventillos para sus trabajadores.  Es en esta zona donde la Caja de Crédito Hipotecario decide comprar unos terrenos, hecho que  consta en la escritura del Registro de Propiedades del Conservador de Bienes Raíces. Este  terreno se encontraba entre la Fabrica de Vidrios por el Oriente y la refinería de Azúcar por el  Ubicación del Barrio Huemul en el contexto de Santiago Poniente, mientras que por el Norte limitaba con la calle Franklin y por el Sur con la calle  Placer”. La población Huemul se caracteriza por ser un conjunto que: “involucró la edificación de 166  casas y se construyó en una superficie de 25.434 m2; el diseño contempló áreas de servicios con  escuela, capilla, caja de ahorros y plazas. Desde el punto de vista arquitectónico el conjunto está  caracterizado por ‘una gran uniformidad formal en sus fachadas, que conforman diversas calles  corredor, las que desembocan en una plaza, donde se destacan sus edificios de equipamiento.  Las casas corresponden a una tipología con patios centrales y corredores exteriores, con los  servicios ubicados al fondo del terreno y sus habitaciones abiertas a los corredores y hacia la  calle’”. De esta manera  se crea el barrio Huemul, en una ciudad en conformación y con una necesidad  urgente de dar solución a los problemas de habitación. Lo más interesante de esta ley es como  responde a las necesidades del sujeto, la calidad de vida que se le ofrece al habitante de este  tipo de barrios, y que los hacen vigentes hasta nuestros días.                      Ahora la idea es poder descubrir los valores tangibles e intangibles que construyen al barrio  Huemul, los tangibles  están íntimamente relacionados con la definición física que ese estableció  de  barrio  en  este  artículo,  y  que  de  alguna  manera  se  puede  comprobar  con  la  simple  observación del  barrio Huemul. Primeramente se podría definir como una cualidad del barrio, su conformación  como una zona  morfológica homogénea, identificable como una unidad. Esta homogeneidad esta dada por la  continuidad y uniformidad que brindan las fachadas de las viviendas, que a pesar de responder a  distintas topologías interiores, externamente todas se muestran iguales, armónicas y con una  buena imagen urbana de conjunto.    También se podría señalar que el barrio queda contenido dentro de límites identificables, estos  corresponderían a la calle San Diego por el oriente, la Autopista central por el poniente, la calle  Franklin por el norte y el parque Isabel Riquelme por el sur. El que sus límites sean identificables  y claros le permite al barrio reafirmarse como unidad y por lo tanto valores intangibles como el  sentido de identidad y comunidad. Los limites del barrio lo diferencian del resto de la ciudad, así  como también lo integran a la trama citadina. Otra de las cualidades rescatables es que dentro del barrio Huemul, existe un orden, es decir,  aparecen  elementos  jerárquicos,  como  hitos  (parroquia,  teatro)  y  espacios  públicos  nodales  (plaza Huemul, plaza Hnos. Matte). Estos elementos urbanos permiten al habitante del barrio o al simple peatón de la ciudad orientarse fácilmente, el espacio urbano se presenta ante el sujeto  claramente, no hay confusión, por lo tanto, es agradable estar dentro de él.    Sus medidas hacen que sea un barrio absolutamente caminable, permitiendo la movilidad del  peatón. Las pocas cuadras que lo comprenden y la cantidad de equipamiento que lo circundan  permite que el habitante tenga todo a mano, por lo tanto, que sus movilidades sean menores y su  tiempo sea mejor aprovechado, aumentando su calidad de vida. Ahora es esta última cualidad la que se ve más afectada en este barrio, y que tiene que ver con  la capacidad de llegada a los diversos equipamientos. La ruptura tangible del barrio se ve  afectada directamente por su programa, que con el paso del tiempo ha ido quedando obsoleto, es  aquí donde  se debe poner especial relevancia porque si no se realiza una actualización de este,  se  puede  provocar  la  total  desaparición  del  barrio.  Puede  que  la  enorme  cantidad  de  equipamientos  que  tuvo  el  barrio  (teatro,  biblioteca,  escuelas,  caja  de  ahorros,  parroquia,  maternidad, etc.), y que lo convirtieron en uno de los mejores ejemplos, en términos de calidad de  vida barrial, provoque su misma obsolescencia. La puesta en valor del barrio no sólo responde a términos tangibles, también tiene que ver con  todas las cualidades intangibles que pertenecen al barrio y que están relacionadas con las  definiciones sociológicas e históricas que se construyen en torno a este. El establecer si el barrio  Huemul responde a los valores intangibles establecidos es un factor mucho más difícil de ser  comprobado, puesto que está en directa relación con el sujeto, por lo tanto,  pertenecería a otras  ramas de las ciencias hacerse cargo. Pero, a pesar de ser un factor difícil de ser cuantificado se puede establecer a través de la  observación,  algunas  cualidades  intangibles,  que  quedan  aquí  mencionadas  sólo  como  elementos  descriptivos  para  su  posterior  investigación.  Una  de  esas  cualidades  intangibles   correspondería  a  la  sociabilidad,  que  dentro  del  barrio  Huemul  se  observa  a  través  de  la  constitución de diversos agentes representantes de la participación ciudadana. El “Comité de  Adelanto” del barrio Huemul vendría a ser una representación patente de la red social del barrio,  constituyéndose como un organismo que identifica necesidades comunes y  despliega acciones  conjuntas para el mejoramiento de  la calidad de  vida  del barrio. Este comité  se encuentra  actualmente  organizado  y  funcionando  ,y  ha  realizado  diversas  acciones  barriales  como  lo  constituyen la restauración del teatro Huemul, la remodelación de platabandas, la pintura de  fachadas, el estudio del seccional y  la gestión para promover la actividad gastronómica del  barrio. Otra de las cualidades intangibles que son importantes de ser mencionadas en torno a este barrio  tienen que ver con la memoria colectiva que se construye sobre este, más específicamente con  los hechos históricos que se construyeron  a lo largo del tiempo y que hacen que el barrio  Huemul sea un barrio importante de ser revalorado para evitar la desaparición de parte de la  historia tangible que pertenece a los santiaguinos. El poner en valor la memoria histórica del  barrio  sería una alternativa para evitar su obsolescencia y pondría al barrio Huemul dentro del  circuito histórico patrimonial de Santiago. 12.- ESPACIOS DE RESISTENCIA. El abordamiento del tema de las ferias libres en el marco de la Trienal, lo realizaré a través de tres textos. Por una parte, la presentación que el arquitecto Alfredo Rodríguez –de Corporación SUR- hizo del libro del historiador –Premio Nacional de Historia 2006- Gabriel Salazar. Por otra parte, el artículo del periodista Mauricio Becerra, en Revista Punto Final (izquierda extra parlamentaria), bajo el título “Al patíbulo”.  En tercer lugar, la entrevista al propio Gabriel Salazar, realizada por revista www.critica.cl a) Presentación de Alfredo Rodríguez: Las feria/s libres de hoy —esos espacios de comercio que semanalmente irrumpen ordenadamente en las calles de la ciudad— son también, como los rayados en los muros o las viviendas erigidas más allá de las políticas, gestos residuales de soberanía popular. Así las muestra Gabriel Salazar, y su mirada es también un gesto subversivo. Después de leer su texto, si uno recorre la ciudad, empieza a ver que los personajes que antes aparecían como aisladas anécdotas, son en verdad muchedumbre articulada. Una muchedumbre cuyas huellas se pueden encontrar no sólo en veredas, esquinas y explanadas, sino en la historia misma de la ciudad capitalista occidental. He visto en internet, por ejemplo, que las ferias libres, con el mismo nombre, no sólo existen en muchos países de América latina, sino que se puede seguir sus rastros en los decretos reales de las ferias de las ciudades españolas y, en las cercanías del siglo doce, por los mercados libres de las ciudades de Europa central. Todo esto se agolpa en los ojos cuando uno mira, ya no sólo a los feriantes, sino a vendedores ambulantes, cuidadores de autos, malabaristas en los semáforos, cantantes de micro, actores callejeros, fotógrafos de plaza, vendedores de superocho, limpiadores de parabrisas, cartoneros, los últimos organilleros y chinchineros que van quedando, las estatuas vivas y los músicos en las esquinas, siempre ahí, arreglándose la vida en los márgenes de la economía de la ciudad. Lo que vemos en esa muchedumbre es un proyecto de supervivencia popular que necesita de la ciudad, y que se apropia de lugares de ellas. En palabras de Salazar, no es “la soberanía en sí, ni la razón política o histórica en sí la que lleva a los ‘regatones’ a inundar como una avalancha el espacio público y las bases del gran comercio global, sino, simplemente, la pobreza. Pero no la pobreza como conjunto de carencias, déficit y necesidades, sino como permanente iniciativa social creadora y soberanía residual potenciada al máximo”. Llegamos, así, al punto central del argumento de Salazar: lo importante que es, para los pobres, el espacio público (lo público) de la ciudad. Weber, en The City, cuenta que al final del medievo, en Europa central comenzó a aparecer en las puertas de las ciudades un letrero que decía: “El aire de la ciudad te hace libre”. Salazar dice: “…‘la pobreza’ fue capaz de generar su propio espacio público, el cual, al menos en lo que se refiere al comercio de los elementos básicos y mínimos para la subsistencia cotidiana, controló soberanamente ella misma, tanto en terreno propio como en territorio ajeno”. Controlar una parte del espacio público, sin embargo, no es un regalo. Como hace ver Salcedo,* el espacio público en la ciudad es un terreno siempre en disputa. No hay un espacio público “mítico”, sino lugares de cuyo uso se apropian algunos actores sociales, expropiando a otros. Pero mientras unos controlan, otros compiten por ese control, o lo resisten. De esto trata la historia del comercio ‘regatón’ en la ciudad de Santiago. Como dice Salazar, es “una guerrilla cívica que el comercio informal ha mantenido por siglos con el sistema central”, a lo largo de más de trescientos años, en una lógica de poder que cíclicamente transita entre la aceptación y represión del otro. Mirando este libro desde la discusión que Salcedo hace del espacio público, nos encontramos con un relato entre la microfísica del poder (Foucault) y la microfísica de la resistencia (De Certau). Nunca la autoridad ha cejado en sus intentos de vigilar y castigar, normar y cercar al comercio informal; y éste nunca ha dejado de resistir e insistir, “alterando alterando los sentidos y usos espaciales”. Lo hace “sin constituir discursos totalizantes” (como diría Salcedo), o (como dice Salazar) “sin proyección política ni revolucionaria”, pero como residuo de soberanía popular que quizá constituye “la matriz vital de los nuevos movimientos sociales”. Quizá, entonces, el gesto con que el vendedor callejero despliega cada día en la vereda el paño sobre el cual coloca sus mercancías, subvierte en muchos sentidos el orden que lo expulsa. Día tras día regresa, está ahí y vuelve a estar, en el margen de la economía urbana. Hay algo en él de Fast Eddie, el buscavidas, una vez más ante la mesa de pool: “¡Estoy de vuelta!” b) Artículo de Mauricio Becerra, Revista Punto Final: Desde que trasladaron la feria libre de la calle Taitao a una multicancha en Estación Central, la clientela se redujo a la mitad. La medida fue un ensayo de quienes, desde hace tiempo, vienen planificando la modernización de las ferias libres que se desparraman por las ciudades de Chile. El aliento de frutas al sol, los cachureos  o las ancianas recogiendo verduras, no se condicen con la imagen que algunos feriantes y políticos quieren darles. El proyecto de ley de ferias libres, impone una serie de condiciones que en la práctica podrían terminar estos espacios de comercio urbano que, según cálculos del Ministerio de EconomÃŒa, transan anualmente 2.700 millones de dólares. El artículo 1 del proyecto establece que las ferias sólo podrán funcionar en un lugar especialmente habilitado para tal efecto, lo que implica que las que funcionan en algunas calles deberían arrendar otros espacios para instalarse. A juicio del dirigente de la Coordinadora Nacional de Ferias Libres, Persas y Cachureos de Chile, Marcelino Lorca es la muerte de las ferias libres. La columna vertebral del proyecto apunta a erradicarlas de las calles. Algunos personeros de gobierno han argumentado que las calles son un bien escaso. Al instalar el concepto de concesión, podrían hasta licitarse los servicios que hoy ofrecen las ferias libres. María Ruminot, presidenta del sindicato de la feria San Luis de Maipú dice que de aprobarse la normativa “nos disminuirían el número de puestos”. Hoy la feria ocupa seis cuadras y tiene más de mil puestos. Como el proyecto obligaría a cada feriante a tener una concesión municipal indivisible y unipersonal que no podría ser transferida, en las ferias la tradición familiar se pierde. Las ferias libres que uno o dos días a la semana se instalan en casi todos los barrios del país tienen un permiso que las define como bien nacional de uso público. El proyecto en su artículo 7, dispone que el alcalde será quien autorice el funcionamiento de las ferias libres por un período de diez años renovables, “a menos que la municipalidad manifieste su voluntad de ponerle término con dos años de anticipación”. Oscar Alvarez, dirigente de los feriantes de San Bernardo, sostiene que “detrás de esto están los grandes grupos económicos, que quieren manejar los millones de pesos que acá se transan. Hay cuarenta mil patentes para ferias en la Región Metropolitana, y un número similar en el resto del país. El 74 por ciento de la fruta y verdura que se vende en el país se transa en estos espacios. Y nada nos asegura que luego las cadenas de supermercados o los grandes grupos económicos no van a postular a las concesiones. ORIGEN DEL PROYECTO José Medel, dirigente de la Asociación Nacional de Ferias Libres, partidario del proyecto, señala que en 1998 se tomaron medidas para impedir la venta de carnes rojas y productos del mar en las ferias libres. Por ello, junto a cien feriantes de La Florida reposicionaron a las ferias libres, mejorando la organización para hacerlas competitivas y asegurar su permanencia. Según Medel, un seminario los encaminó a “profesionalizar la actividad, a cambiar la imagen corporativa, crear alianzas con privados, el Estado, municipios, pequeña agricultura, pesca artesanal, pequeñas y micro empresas”. Medel sostiene que “el proyecto en ninguna parte dice que debamos dejar las calles. Eso es una interpretación. Es demencial creer que estemos propiciando eso, considerando que el 97 por ciento de las ferias están en las calles y que no existen plazas y otros lugares donde se puedan trasladar, excepto casos muy especiales. Héctor Tejada, presidente de la Asociación de Ferias Libres, señala que con la nueva normativa se persigue “el progreso de las ferias, elevar su competitividad, con puestos en buen estado, sistema de baños químicos públicos, tratamiento de la basura y seguridad. La feria modelo, por lo tanto, exige un cambio cultural profundo”. SINDICATOS O ASAMBLEAS El proyecto también establece que las ferias deberán tener una asamblea general y un directorio de administración. Para María Ruminot esto persigue debilitar a los actuales sindicatos. “Los sindicatos no podríamos asociarnos, como ocurre hoy. ¿Para qué, si en la mayoría de las ferias actuales hay sindicatos que funcionan?”, se pregunta. También los feriantes rechazan las prerrogativas que se le otorgarían a los alcaldes. Víctor Caniuqueo, feriante de Maipú, sostiene que “nos afectan las concesiones y las atribuciones que le dan al alcalde. El proyecto en el artículo 5, dice que habrá concesiones de acuerdo a territorialidad. Y ocurre que muchos feriantes de Maipú trabajan en otras comunas, y viceversa”. En Peñalolén el alcalde, Claudio Orrego, ya inició su propia “modernización”. Se ha reunido con feriantes anunciándoles que pronto se empezará a exigir uniformes y toldos de un mismo color. Hermes Sandoval, feriante, sostiene que “hay familias que dependemos de esto, es una tradición”. Obviamente si piden uniforme, habrá más gasto, como también si nos obligan a instalar baños para los clientes y, de aprobarse la ley, los feriantes de calle Consistorial deberían arrendar otro espacio. María Ruminot agrega que “terminaríamos pagando por áreas complementarias, por juegos o baños. Y esa alza de costos influirá en los precios”. En tanto, Caniuqueo sostiene que “la feria siempre ha funcionado en la calle, y eso a los caseros les gusta. Con la excusa de la modernización lo que quieren es privatizar las ferias”. ESPACIOS DE ENCUENTRO Cada miércoles y domingo la feria de Brisas con Industrias, en La Cisterna, congrega no sólo a feriantes y clientes, sino que a personas que hacen de ese espacio su lugar de socialización. “Siempre que voy a la feria -cuenta Audolia Rebolledo- me sirve para distraerme, para pasear y conversar con gente del barrio. Además de que se puede negociar el precio de las frutas o verduras”. Se podrÃŒa comparar las ferias con los mall, espacios de intercambio abiertos, frente a lugares de comercio cerrados. Las primeras son rezagos históricos de formas comerciales del mundo popular. “Son lo que ha ido quedando frente al capital monopólico” -observa el arquitecto Alfredo Rodríguez, de la Corporación Sur-. Para Rodríguez las ferias libres “son formas de resistencia popular, como los malabaristas de las esquinas, el comercio ambulante y otras formas de economía popular”. c) Entrevista a Gabriel Salazar en www.critica.cl La historia la escribe la gente: Entrevista a Gabriel Salazar, premio Nacional de historia de Chile, 2006 Hace algún tiempo, el historiador y sociólogo Gabriel Salazar llamaba la atención sobre la actual concurrencia de sus pares —los historiadores—, quienes son cada vez más requeridos en foros y debates sobre actualidad. Lo que a primera vista parece obvio, no lo es tanto, ya que la historia tradicional, la que aprendimos en la escuela, enfocaba su objeto de estudio puntualmente en el pasado. Como mínimo 30 a 50 años de distancia con respecto a la actualidad, era la exigencia para ponerse a analizar los fenómenos sociales, económicos y políticos que iban entramando el destino nacional. Y no sólo eso. Los protagonistas y los contenidos de esa historia, provenían exclusivamente del ámbito más visible de lo que los mismos discursos tradicionales han llamado “Estado”. La historia eran las decisiones y hazañas políticas, religiosas, económicas, militares; los protagonistas eran presidentes, ministros, autoridades marciales y eclesiásticas, héroes, caudillos y, en último caso, los grandes empresarios. Pero en forma acelerada, desde hace unos veinte años, se ha venido desarrollando en Chile una disciplina más abarcadora de la realidad. Esla Historia Social, también denominada Nueva Historia e incluso Historia Total, porque desde los tópicos de sociedad y cultura, necesariamente se abordan variadas dimensiones de la vida humana. Junto con posibilitar una mirada científica a los asuntos contemporáneos y asumir una metodología interdisciplinaria, la Historia Social incluye como objeto de estudio a los más desposeídos, a las mujeres, a los niños, a los jóvenes, a los trabajadores informales, a los inmigrantes, etc. Todos sujetos históricos que fueron por siglos aglutinados -política y estadísticamente-, como una masa uniforme y que sin embargo pueden generar movimientos y cambios sociales que, hoy en día, vale la pena tener en cuenta. Gabriel Salazar ha hecho de estos individuos su principal modelo de investigación y en su ya prolongada trayectoria, ha logrado difundir este enfoque a generaciones de nuevos profesionales, ya sea en la Maestría en Ciencias Sociales de la Universidad Arcis —que él mismo dirige—, ya sea como docente del Instituto de Historia de la Universidad de Chile. “El tomar como centro la historicidad de los sujetos vivos, amplía el campo historiográfico y permite el uso de nuevas técnicas, como las entrevistas, la historia oral, las historias de vida, entre otras. Centrarse en el presente ayuda a profundizar en la memoria de los sujetos, sus temores y sus proyecciones; y al mismo tiempo a analizar situaciones del estado general, las condiciones de vida en que estamos. Integrar al individuo-masa y transformarlo en sujeto histórico real, también ayuda a cambiar las condiciones de ciudadanía, un gran tema en estos tiempos”, asegura Salazar. La cercanía temporal y espacial con el objeto de estudio, exige del historiador una investigación participante, es decir, ir mucho más allá del archivo, saliendo a trabajar a terreno, como lo ha hecho Salazar, acompañado de equipos de psicólogos sociales, antropólogos, sociólogos e incluso, investigadores en salud mental. Uno de los focos de atención en el caso de Salazar, han sido los jóvenes, a quienes define como “los actores sociales más interesantes en el Chile actual”. Y particularmente aquellos que provienen de sectores populares: “El hecho de que en su mayoría están desempleados (un 30% de cesantía), que provengan de familias no integradas (56% de jóvenes “huachos”) y que muy pocos de ellos pueden llegar a la universidad, genera una juventud al margen, que además no se siente atraída por ningún partido político. Así surge una auto-construcción de identidades al margen, y de todo tipo, que no se juntan en grandes movimientos masivos, sino que en pequeños círculos y tribus locales, estableciendo un profundo intercambio a través del nuevo rock, el hip hop, el capoeira, la educación popular y otras expresiones que ellos asimilan para hablar y pensar sobre sí mismos, y sobre las angustias de su gente. Esto es una especie de hervidero comunitario y cultural que curiosamente está dirigido a sus propios vecinos, “a los viejos de la pobla…”, lo que deviene en una expresión literaria, lingüística y discursiva digna de examinar. Sus mensajes son críticos, contestatarios, revolucionarios y revelan cómo los jóvenes de hoy entienden la asociación de una manera muy distinta, cómo estas actividad los cautivan y los hacen estar contentos con lo que son y no hacer juicios de las seducciones que les llegan del sistema para incorporarse a él”. Pese a todo, estas expresiones no son bien vistas por la institucionalidad, según explica el historiador: “el estado y el sistema globalizado mira con sospecha a esta juventud, pues ven en ellos una voluntad de retraerse de los grandes proyectos, por lo tanto desde esa perspectiva son grupos definidos como despolitizados, que viven en subculturas “anarquistas”, por lo mismo se los reprime y se los cataloga “en riesgo social”. Pero si miramos el fenómeno desde la perspectiva de los movimientos sociales -que es un concepto más amplio-, estas expresiones son positivas y esperanzadoras porque son procesos autónomos de construcción de identidad, que se traducen en un factor energético. Allí hay una cultura acumulada e inédita en Chile, porque ahora los movimientos surgen a partir de sus propias culturas, mientras en los años 50 y 60, obedecían a los instructivos del partido o del Estado, se movían por ideologías. La izquierda tradicional no ha logrado encajar con este nuevo fenómeno. Y eso es un gran desafío”. En este sentido, Gabriel Salazar advierte que la auto-organización sería una de las alternativas de desarrollo en nuestros tiempos y, en su rol de Decano de la Facultad de Humanidades de la Universidad Arcis, examina la nomenclatura juventud-educación: “Se han configurado cordones populares de educación, donde se mezclan los estudiantes de la universidad con los cabros pobladores. Hace falta darle contenido político a este movimiento, sin incurrir en la vieja política. La educación pública que hoy entrega el sistema, te enseña a competir para el mercado, respetar la ley… Y la gran mayoría de los estudiantes no está contento con eso, por eso se genera la auto-educación popular. El problema es quién la potencia? Las grandes universidades no, las ONG están colapsadas, la Iglesia está en otra. La pregunta es qué hace la intelectualidad de izquierda en este nuevo escenario. Las universidades deben autofinanciarse; la Universidad de Chile, por ejemplo, recibe apenas un 23% de financiamiento desde el Estado. Está todo el mundo preocupado de autofinanciarse y para eso hay que adaptarse al mercado por lo tanto nadie está trabajando sistemáticamente en los temas de hoy. La Universidad Arcis ha logrado concentrar a una intelectualidad que sí quisiera trabajar en la línea de los jóvenes. Allí se da el caso curioso de que, pese a ser una universidad privada en cuanto a financiamiento, trata de ser universidad pública en las tareas que desarrolla. Por eso siempre tambalea. En los años 60 los intelectuales teníamos pega segura en la Universidad, contrato permanente, nadie exigía, uno podía comprometerse en cualquier cosa, hoy está todo sujeto a evaluación y los empleos no son estables. La intelectualidad de izquierda tiene problemas para encontrar un lugar de trabajo estable que le dé la posibilidad de dedicarse a lo que se le pide: a pensar los asuntos contemporáneos”. Gabriel Salazar ha desplegado gran parte de su planteamiento historiográfico a través de los cinco volúmenes de “Historia Contemporánea de Chile” (Lom Editores), que realizó en colaboración con el también historiador Julio Pinto. Más recientemente publicó, junto a Sur Profesionales, un estudio sobre las ferias libres, como una de las pocas instancias sobrevivientes dentro del agónico ejercicio de la ciudadanía en Chile: “Quisimos rescatar a los ferianos para poner a la vista a un sector social olvidado y que, sin embargo tiene una larguísima tradición y un espíritu ciudadano notable. El libro no es una tesis doctoral, sino una investigación, con entrevistas en terreno y fotografías que recuperan la praxis y la curva histórica de las ferias, que es muy bonita”, explica. “Antes del 1500, antes que apareciera el Estado moderno, liberal y capitalista, hubo un largo período en que las comunidades locales, pueblos y villas fueron centros autónomos de la producción económica y de la reproducción política. La plaza era el centro donde se ejercía el comercio, se tomaban las decisiones soberanamente y se realizaban carnavales. Era un lugar donde todos se encontraban y se sentían iguales. Allí está el origen de la soberanía y de la actividad republicana por excelencia. Pero el estado moderno se construye eliminando toda la soberanía política de estas comunidades locales; se crean grandes centros comerciales donde operan los comerciantes mayoristas. Así se le fue quitando relevancia a toda esa vida comunitaria y quedaron nada más que las ferias libres, que están en todo el mundo, pero no en la plaza principal, sino relegadas a las calles aledañas. En la feria se respira un espíritu de libertad, de conversación directa y camaradería. Es la única parte en Chile donde todos interactúan sin tensiones, donde los precios de pueden regatear, donde vas a comprar y te preguntan cómo está tu familia. Es una tradición que se mantiene a pesar de todo”.


[1] Nos referimos a los barrios de la periferia tanto acomodada como la excluida. [2]Ejemplo de esto es la labor realizada por el Doctor Enrique Sagalde Villela, quien atendía gratuitamente a los desposeídos en su propia casa. [3] Ubicado en la calle Matucana, es un Parque público fundado en 1830 y fue creado con el propósito de albergar, reproducir y aclimatar especie foráneas con una extensión de 40 hectáreas, arboladas con pinos, abetos, castaños, lúcumos y álamos, entre otras especies. [4] Una divulgación parcial de resultados se encuentra en el artículo: “El Barrio Yungay y sus funciones particulares”, publicado en la Revista académica de la Universidad Bolivariana llamada “Polis” y en su número 2 del año 2001. [5] Grupos musicales chilenos con trayectoria internacional. [6] Los precios de corte de pelo varían según el utensilio, el corte a máquina cuesta $2.300 pesos, con navaja lo mismo y tijera $ 2.500. [7] Pesos de la época (2001). Trienal de Chile Manuel Castells Villa Portales (Santiago de Chile) Fernando Castillo Revista Spam_arq Barrio Yungay (Santiago de Chile) Miguel Laborde Ignacio Domeyko Eusebio Lillo Domingo Faustino Sarmiento Jaime Aymerich Hegnauer Universidad Bolivariana Emilio Lavaud Lamothe Municipalidad de Santiago Teatro Novedades (Santiago de Chile) Museo de Arte Popular Americano Museo de la Solidaridad Salvador Allende Oscar Roberto Liendo Palma SERNATUR Instituto Geográfico Militar Comité de Adelanto del Barrio Yungay Eugenio Heiremans Unidad Popular Brigada Ramona Parra José Balmes Salvador Allende Museo Oscar Niemeyer (Brasil) Fundación Allende DIBAM Barrio Meiggs (Santiago de Chile) Barrio Club Hípico (Santiago de Chile) Palacio Piwonka (Santiago de Chile) Universidad Diego Portales Diario El Mercurio Carlos Peña Matías Klotz Hernán Garfias Matías Rivas Universidad Técnica del Estado Charlie García Comisión Valech Estadio Víctor Jara Eugenio Dittborn Transantiago Barrio Patronato Museo Nacional de Bellas Artes Francisca Márquez Universidad Alberto Hurtado Claudia Aravena Abugosh Jorge Tacla Maya Sanbar Roberto Ketlun Claudia Aravena Abughosh Bienal de Video y Nuevos Medios (Santiago de Chile) Paz Aburto Galería Gabriela Mistral Roberto Kettlun Claudia Cardinale Universidad de Chile Philippe Rekacewicz Elías Sanbar La Vega Central (Santiago de Chile) Agustín Gómez García Du Marsais Centro Nacional de Restauración Fondart María Fernanda Bezmalinovic María de los Ángeles Burr Max Echeverría Fundación Andes Andrea Goic Barrio La Chimba (Santiago de Chile) Pablo Neruda José Domingo Gómez Rojas Juan Egaña Alberto Rojas Jiménez Alberto Valdivia Romeo Murga Pedro Gandolfo Partido Comunista Federación de Estudiantes de Chile (Universidad de Chile) Plaza Los Moteros (Santiago de Chile) Comisión Nacional del Medio Ambiente Juan Carlos Skewes Universidad Austral de Chile Ediciones SUR (Corporación de Estudios Sociales y Educación) Alfredo Rodríguez Policlínico Maruri del Servicio de Salud Metropolitana Ministerio de Salud CIPER Pedro Ramírez Lorenzo Agar Esteban Tumba Mireya Valdebenito María Elisa Miranda Genoveva Figueroa Departamento de Salud Municipal (Santiago de Chile) Ximena Basterrica Cristian Matus Barrio Lastarria-Bellas Artes Teatro Lastarria Ley Valdés Pedro Prado Ernesto Reid Sergio Larraín Museo de Arte Contemporáneo Mercado Persa Bío-Bío (Santiago de Chile) Población Huemul (Santiago de Chile) Natalia Moreno Marco Valencia Universidad Central (Chile) Alfredo Rodríguez Corporación Sur Gabriel Salazar Mauricio Becerra Revista Punto Final (Chile) Michel Foucault Michel De Certau María Ruminot Oscar Alvarez José Medel Asociación Nacional de Ferias Libres Héctor Tejada Asociación de Ferias Libres Claudio Orrego Instituto de Historia de la Universidad de Chile Universidad Arcis Julio Pinto Jacques Derrida Néstor García Canclini [8] Vino de factura artesanal, sin filtrar y de bajo costo. [9] Bajo similares condiciones de montaje, fue exhibido este trabajo en el festival “Kasseler Dokumentarfilm und Videofest” en Kassel, año 2003, donde obtuvo el primer premio, el Golden Cube Preize. [10] ‘Árabe’, como ha señalado Catherine David en sus investigaciones de Representaciones Árabes Contemporáneas, no es un término aplicable a todos los territorios de Medio Oriente. Por ejemplo, Israel no se considera parte de la cultura árabe. Otro término que se ha utilizado para agrupar al Medio Oriente ha sido el adjetivo “Islámico” que por ser exclusivamente religioso y excluyente de otros credos de la región, como el cristiano, lo dejamos también por reduccionista. Con esas salvedades nos referiremos a la cultura ‘árabe’ en este texto. Ver: Catherine David: Tamáss 1 Representaciones Arabes Contemporáneas. Beirut/Lebanon y Tamáss 2. Representaciones Arabes Contemporáneas. Cairo. Fundació Antoni Tàpies. Bracelona 2002 y 2004, respectivamente. [11] El concepto de ‘representación’ estética tiene sus orígenes en la mimesis aristotélica, donde el lenguaje es un medio de representación de las acciones humanas. Si bien para Aristóteles el medio de representación debe imitar -de ahí la mimesis– a las acciones, veremos que la función mimética dejará paso a la diferencia e, incluso, el repliegue del lenguaje sobre sí mismo en la época moderna. En este caso lo documental se define por su fidelidad entre la representación y lo representado, fidelidad que se presenta sólo desde su imposibilidad en Out of Place. [12] Desde Derrida, cuyo libro La Hospitalidad es citado en Out of Place en los monólogos de la autora, podemos definir la oposición entre ‘identificación’ e ‘identidad’. Mientras a la identidad podríamos explicarla como una esencia anterior a la existencia del sujeto; la identificación es posterior a la existencia y se construye de manera no autónoma, sino que en relación a elementos sociales e históricos exteriores, por tanto ideológicos. De este modo, Derrida cuestiona que la conciencia sea una experiencia directa, sino mediada y afirma que la identidad se construye sobre una base parasitaria: “Una identidad nunca es dada, recibida o alcanzada; no, sólo se sufre el proceso interminable, indefinidamente fantasmático de la identificación“. (Jacques Derrida, El monolingüismo del otro o la prótesis de origen. Buenos Aires, Manantial, 1997, pp.45-46.) [13] Néstor García Canclini, La globalización imaginada. Buenos Aires, Paidós, 1999. [14] Said ha analizado la difusión de estos estereotipos sobre Oriente como construcciones europeas: “Oriente era casi una invención europea y, desde la antigüedad, había sido escenario de romances, seres exóticos, recuerdos y paisajes inolvidables y experiencias extraordinarias (…) lo principal para el visitante europeo era la representación que Europa tenía de Oriente y de su destino inmediato“. (Edward Said, Orientalismo. Madrid, Libertarias, 1990. p.19.) [15] Las causas de la inmigración palestina no corresponden sólo a problemas políticos o religiosos, sino que también a la incidencia directa en la economía, cuyas crisis constituyen la causa inmediata de las oleadas de inmigración. Gema Martín Muñoz establece las relaciones interdependientes entre política y economía: “La región de Oriente Medio se caracteriza por experimentar profundas convulsiones políticas a consecuencia de una serie de crisis y conflictos prolongados (la invasión iraquí de Kuwait y la guerra que le siguió trastocando profundamente todo el orden regional; la ocupación israelí de los territorios palestinos y la Intifada que ello ha desencadenado; el embargo y las sanciones lideradas por EEUU contra Irán e Irak) que afectan a las capacidades de los regímenes y las economías, contribuyen al proceso general de empobrecimiento de la región y generan unos enormes gastos militares que dificultan el proceso de liberación“. (Gema Martín Muñoz, Después de Manhhattan, qué?. Santander, Editora Límite, 2002. p. 35.) [16] Si bien originalmente el concepto de ‘diáspora’ se utilizó para la diseminación judía por todo el mundo antiguo. Por extensión, puede referirse a la dispersión de individuos humanos que anteriormente vivían juntos o formaban parte de una etnia. [17] Elías Sanbar, Figures du Palestinien: Identité des origines, identité de devenir. París, Gallimard, 2004. p. 15. [18] ‘Puesta en abismo’ es un término original de André Gide y actualizado por Lucien Dällenbach, para determinar la reflectividad especular entre el enunciado de una obra y su enunciación o código. [19] La gentrificación (del inglés, gentrification) es un proceso de transformación urbana en el que la población original de un sector o barrio depauperado y deteriorado es progresivamente desplazada por otra de un mayor nivel adquisitivo a la vez que se renueva y mejora. [20] Habiendo cerrado hace ya algunos años la librería del escritor Enrique Lafourcade. [21] que regentado por el cineasta Douglas Hubner,  encuentra su apogeo, junto a Lastarria mismo, en el contexto de la vuelta a la democracia. En efecto, en la entrada sur de Alameda con Lastarria se instala el Comando del No, y en la antigua casa del arquitecto catalán Antonio Coll y Pi, y a un costado del cine, se ubica el Café de El Biógrafo espacio que es apropiado no sólo por artistas, intelectuales sino también por la nueva clase política concertacionista que aprovechando la cercanía con el Comando del No  confluye al café convirtiéndolo hasta su cierre en 2001, en escenario de proclamaciones y celebraciones, desde el triunfo del No hasta la elección, en 1999, y proclamación, en 2000, de Ricardo Lagos como Presidente. [22] Como difunde un sitio destinado a la promoción turística y urbana de los lugares más atractivos del barrio “el teatro Lastarria 90 surge de la remodelación de una casona construida en 1917 y hoy cuenta con dos salas, cada una con una capacidad de hasta 80 butacas; un foyer en el que se han realizado cóctels con más de 150 personas y una terraza con vista panorámica al cerro Santa Lucía y su entorno, con una capacidad para 300 personas” (sitio webwww.barriolastarria.com). [23] La Ley de Donaciones Culturales o Ley Valdés es el principal incentivo tributario que existe en Chile para que los empresarios privados o profesionales liberales entreguen a artistas, productores y otros agentes de la cultura, donaciones, obteniendo a cambio una franquicia tributaria, que pueden descontar en forma anual de su Impuesto a la Renta. [24] Nos referimos a la página web www.elobservatorio.cl, donde se presenta la propuesta y misión del Observatorio. [25] Acompañando al espacio “Almacén”, el edificio cuenta también con un espacio de “Cava” que contiene una selecta  muestra de vinos en un espacio especialmente habilitado para  catas, degustaciones y talleres etno-gastronómicos. Por su parte en la planta del primer piso encontramos una segunda sucursal del Café Mosqueto, de propiedad del escritor y poeta Cristián Warken cuyo primer local se ubica en la calle homónima del Barrio Bellas Artes[25]. También en el mismo piso que el Café pero más al fondo entrando hacia Villavicencio encontramos “ la Tienda”, un cuidado puesto de venta de artesanías y productos de diseño en donde se ofrece “lo mejor del país para su conocimiento y difusión”, incluyendo en esta oferta una selección que mixtura artesanía artística chilena en diferentes materiales como tejidos y textiles, cerámicas, orfebrería, artículos en crin y papel, con  lámparas y accesorios de vestuario, vestuario, y una selección de textos en donde se mezcla guías y textos turísticos (de parques nacionales, flora y fauna) con textos de literatura nacional. [26] Retomando a Zukin, podríamos señalar que el predominio de una lógica de mercantilización de la cultura inspira nuevos códigos de diferenciación como el de  “lo cool”: “la preeminencia de las industrias culturales también inspiró nuevos lenguajes que negocian con la diferencia.  Estos ofertan codificados sentidos de discriminación, un matiz al dominante discurso de la democratización.  Los estilos que se desarrollan en las calles son incorporados  a través de los mass media, especialmente lo fashion y los magazines de “música urbana” y MTV, donde divorciados de su contexto social, ellos devienen en imágenes de lo cool” (Zukin, 1995: 9) [27] La mayoría de los cuadros aparecen  promocionados para la venta on-line  en sitios como allposters.es promocionado como la tienda de láminas más grande del mundo, o art.com. [28] El Museo Nacional de Bellas Artes de Santiago de Chile como institución realmente se fundó el 18 de septiembre de 1880 y su nombre original fue Museo Nacional de Pinturas, sin embargo y desde el año 1887 -que el gobierno adquirió el edificio conocido como el Partenón construido en la Quinta Normal de Agricultura (poniente de la ciudad)-, funcionó en esa ubicación y sólo en 1910, se instala en la actual locación generando a su vez los jardines que luego darán origen al actual Parque Forestal.

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