¿Qué hicimos en Rosario, además de exponer?

Fuimos a conocer artistas. Lugares de artistas. Obras. Historias. Intensidades locales. Por eso, fuimos a visitar el Museo de la Memoria, instalado en la restaurada Estación del Norte. Fue desde esa estación que se embarcó en el tren la comisión de artistas rosarinos que fue a Tucumán, en octubre de 1968. Es en esta estación que el gobierno de la ciudad abrió un Museo de la Memoria. Este comenzó a funcionar en marzo del 2001 y para su organización siguió los lineamientos propuestos por la UNESCO respecto de los museos de carácter temático. De este modo su trabajo consiste en la recopilación, estudio, análisis y difusión de los ocurridos durante los años de la última dictadura militar que tuvo lugar entre 1976 y 1983. Fuimos a Rosario a pensar en la factibilidad de trabajar a nuestro regreso en contra de la burocracia de la conmemoración. Pensamos que un museo de la memoria puede ser un Monumento Social que sustituya la banalización de la “obra pública”.

Conducidos por Graciela Carnevale, artista rosarina, los artistas penquistas fueron introducidos en la historia de Eduardo Favario. Es decir, en un momento crítico de la historia del arte y de la política argentina. Ser radical es ir a la raíz. O sea, a la fuente, a los documentos. En Chile, como los referentes totémicos hablan demasiado para retocar sus propias historias en función de las conveniencias del presente, hemos tenido que promover este regreso a las fuentes. Para recuperar en el trabajo de campo la dinámica de los acontecimientos. El viaje a Rosario ha sido una lección de regreso a las fuentes. Nuestra visita a la estación tenía que ver con eso.

No fue una visita a una exposición de arte. Fue una visita a un museo de la memoria. Pero en ese museo se exhibía la trayectoria artística de un militante. Es decir, nos planteó la cuestión de la distinción entre la vida del arte y la vida política. Puesto que obliga a pensar en las situaciones institucionales que determinan a cada cual, en el filo de esa coyuntura: septiembre de 1968.

Eduardo Favario, en esta última fecha había participado en la exposición del Ciclo de Arte de Vanguardia. Remito con urgencia a la lectura del libro de Ana Longoni, “Del Di Tella a «Tucumán Arde» (Vanguardia artística y política en el 68 argentino)”, publicado en el 2000 por Ediciones El Cielo por Asalto, Buenos Aires.

Ana Longoni vino al Coloquio Arte y Política, que se realizó en el 2004 en Santiago. Pero consumidos por las peleas de patio chico, nadie le preguntó nada por Tucumán Arde. Es decir, nadie, en Chile, salvo unos pocos, conocíamos la existencia de gente como Eduardo Favario o Ricardo Carreira. El punto es que en esa ocasión, en la hora de los debates le hice una pregunta sobre las relaciones entre arte y militancia. En efecto, en su respuesta abordó la cuestión decisiva: ¿es posible abandonar el campo del arte? ¿Era viable concebir el ingreso a la lucha armada como una forma superior de práctica artística? ¿Cómo podríamos, hoy, abordar este corte? Solo preguntas. Baste con eso. Es preciso reconstruir esos procesos, para dar respuestas a las necesidades actuales de distinción de los problemas. En ello se fundamenta la crítica a la escena actual de producciones.

A propósito de lo anterior, no cabe duda que se impone la siguiente cita, extraída de libro de Ana Longoni: “Eduardo Favario presentó el 9 de septiembre una acción consistente en la clausura de la galería”. Atención en estas dos últimas palabras: clausura, galería. ¿Cómo re-leer, hoy, la clausura? No me refiero a la galería, sino a la expansión del campo del arte. Esta expansión, vivida como reversión del interior. Pero, ¿cuál es el interior del arte? Esa no sería la pregunta, sino en función de una distinción institucional. De todos modos, la noción de institución que funciona en 1968 no es la misma que lo hace en el 2006. Es preciso trabajar sobre su aparición como noción en un debate post-68. Pero hay que ir a los textos, a los documentos, a las experiencias registradas. En Chile hacemos demasiado con muy poco. Es decir, se especula en grado superlativo, basado en elementos prácticos de baja intensidad. En el 68 chileno solo se puede esgrimir la “densidad” de una Feria de Artes Plásticas en el Parque Forestal. Así aparece, al menos en los libros que sabemos. ¡Que maldad!

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