LECTURA POLÍTICA DE LA APARICIÓN DEL LIBRO EL ESTRUCTURALISMO LITERARIO FRANCÉS: LOS APUNTES (1).

1.- Ejemplo francés (F. Wahl): significó un aporte interdisciplinario (poética, lingüística, psicoanálisis, etc.).

Ejemplo chileno (R. Hozven): ha debido elegir una sola disciplina, la poética, pero ha incluido metonímicamente las otras al definir la poética en concomitancia con ellas.

F. Wahl revisa distintos autores “estructuralistas”  (Foucault, Althusser, Lacan, Derrida) desde una perspectiva epistemológica. Wahl se centra en la aparición de un nuevo modo de significar, el cual adquiere distintas dimensiones según el autor estudiado. (Uso de la noción de episteme). Pero esos autores, ¿son estructuralistas? Hay la determinación del punto de vista y el salto a cada una de sus “voces”, como si cada una de ellas “hablara al modo estructural” y su palabra resonara en la caja particular de cada disciplina particularmente considerada. A mi entender, respecto de las “ciencias humanas”, el modo estructural provoca una cierta disolución de las fronteras de sus disciplinas clásicas, poniendo en duda incluso el estatuto epistemológico de algunas de ellas.

2.- Tras una Advertencia se nos propone el Índice, que consta de dos grandes apartados: Introducción (pp.12-79) y Glosario (pp.82-172), más la mención bibliográfica (pp.173-193). Introducción y Glosario se articulan mediante una práctica de re-envío: se representan y significan uno al otro. Dime con quién andas y te diré qué lees.

El texto de Hozven se revela como una estructura significante. Veamos, pues, de qué estructura se trata. Si los refranes no son más que el conjunto de transformaciones de un repertorio estereotipado de la lengua;  si el índice del libro de Hozven  funciona como refrán, en el que un “dicho” se valida por otro “dicho” (una Introducción por un Glosario); veamos cual es aquel conjunto de transformaciones a que Hozven hace referencia, ¿Y qué podremos ver? Un repertorio estereotipado de una lengua-otra, que no es una lengua lingüística, una lengua de comunicación, sino un repertorio de un “ya conocido” presentado bajo el hábito de la novedad total, y que en este sentido, ciertamente el hábito hace al monje. El “ya conocido” es, sin duda alguna, “el estructuralismo literario francés”, presentado de manera ejemplar en el modo de su organización textual a un público que lo des-conoce.

El estatuto de dicha novedad es relativo, puesto que en 1979, el estructuralismo francés ha conquistado en “su país de origen” un sólido derecho de ciudadanía; en cambio, en Chile, si bien ha sido referencia para un cierto discurso crítico, disputa todavía su derecho a constituir una fuerza en el campo de fuerzas estatuido de las Ciencias Humanas en Chile.

Desde el repertorio de los “discursos políticos” es válida aquella concepción de la defensa de la democracia restringida que produce una constitución del Estado en la que no se contempla la existencia legal de ciertos partidos que son excluidos por su carencia de vocación democrática. (Esta frase me hace pensar que su fecha de redacción corresponde al plebiscito para la “Constitución del 80”). El Área de las Ciencias Humanas ha de defenderse de los ataques subversivos de una “doctrina” que se caracteriza por su carencia de vocación humanista, entendiendo, ciertamente, que todo estructuralismo privilegia “la estructura” en vez de tomar en cuenta “al hombre” como centro. (Este tipo de hipótesis se explica por los ataques que desde grupos de arte como el CADA y el Taller de Artes  Visuales –es decir, desde el Mapu-OC y el PC- se levantan en contra de quienes somos acusados de abandonar la categoría de  sujeto histórico). La permanencia del estructuralismo en dicho campo de fuerzas exige pues, una estrategia y un conjunto de tácticas para una política de acumulación de fuerzas que en lo institucional le permita ser reconocido como una teoría científica “à part entière”. Y en Chile, lo institucional “académico” se constituye generalmente en la Universidad. Es un fenómeno normal de transculturación, pensarán algunos, para azuzar al “sentido común intelectual” y patriota en contra de estos cultores de una teoría que se hace tan sospechosa   como otras que ya han sido repudiadas “por las crítica de las armas”.

El libro de Hozven tendría, bajo este aspecto, un carácter fundante, destinado además a regir, a regular la recepción que está por hacerse.

En cuanto a recepción criolla, hay un campo que ya había sido arado; más, por malos trabajadores de la tierra textual, puesto que ninguno de ellos fue capaz de proponer una obra sistemática que hubiera permitido su asunción como “saber crítico”. Pero como de costumbre, las sanciones y aplausos del Viejo Mundo se renuevan con cierto retraso en el Mundo Nuevo, por lo cual se hace necesaria la aclaración de Hozven, no tanto para dar cuenta del retraso mismo como para contribuir a la correcta instalación del estatuto institucional de los “cultores” del estructuralismo francés en Chile.

Podremos decir, para la “petite historire” del estructuralismo chileno, que ya nada es como antes: hay un “avant Hozven” y un  “après Hozven”, como si dijéramos, una etapa irregular y una etapa de regularidad en la instalación de la “teoría” en el campo de fuerzas ya mencionado.

La etapa irregular se remonta a los años 69-70, fecha de la aparición de los “primeros escritos estructuralistas” publicados en Chile; que no eran, ciertamente, escritos por chilenos (No me refería al campo literario, sino al campo de la sociología política y los medios de comunicación de masas). De todos modos, lo importante es que se desarrolla por esos años una “cierta lectura” política que supone el conocimiento, al menos superficial, de ciertas premisas fundamentales de estructuralismo, particularmente presentes en los textos de Althusser, autor leído ávidamente por una fracción heteróclita de jóvenes intelectuales, que en ese entonces se proponen, entre otras cosas, renovar la “tradición marxista” chilena. No será preciso recordar el derecho  de ciudadanía alcanzado por la teoría marxista en el campo de fuerzas de las ciencias humanas; alcance operado más por la conquista electoral de las unidades académicas universitarias que por el ejercicio de un método revolucionario en la ciencia. Por lo menos se debe confesar que el estructuralismo  no posee las ventajas sociales de ascenso de que dispuso otrora  la teoría marxista. Sin embargo, desterrada ésta de las aulas, a raíz de los acontecimientos por todos conocidos, se entronizó en la universidad un tipo de saber dominado por el conductismo americano (en sociología, psicología, pedagogía, etc.) y por el impresionismo literario (filosofía y letras); permitiendo, claro está, la supervivencia de algunas expresiones fenomenológicas y “estructuralistas”, a partir de lo cual se puede afirmar que institucionalmente, la existencia del estructuralismo como carta de presentación de un grupo de intelectuales calificadas, es más bien precaria.

Hozven asume la lectura del discurso de las Ciencias del Signo desde una de sus “voces” (la poética), a partir de un material estético privilegiado (la literatura). Los “marxistas renovadores” de 1969 asumían la lectura del discurso ideológico de las “ciencias humanas” desde una perspectiva “histórico-dialéctica”, en la  que incluían algunas premisas estructuralistas “aplicadas” al nivel jurídico-jurídico, en un intento de comprensión novedosa de la articulación de la “teoría” y de la “práctica”, en el seno de la “práctica social”. No se trata, pues, de “actividad estructuralista”, sino de recuperación de algunas premisas, leídas desde Althusser, para intervenir en el nivel político concreto.

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