La prensa chilena no ha cubierto la 28ª Bienal de Sao Paulo como ésta amerita. Es decir, relevando lo más significativo de la polémica que ha levantado el proyecto de su curador, Ivo Mesquita. En rigor, solo ha reproducido chismes de crÃticos afectados y artistas decepcionados en sus Cálculos de Carrera. La prensa siempre puede hacer mejor de lo que hace. A nivel de escritura, se entiende.
Resulta curioso constatar que la crónica de arte no comenta textos, solo reduce acontecimientos. Pero bien podrÃa darse el trabajo de recuperar al menos tres textos significativos, que señalan la existencia de una polémica que se ha ido instalando, en forma tenue, y que amenaza con desencadenarse cada vez con mayor virulencia.
Esta es una hipótesis que formulo a partir de la constatación de la ruptura de una especie de pacto de no agresión que me parecÃa que tenÃa la crÃtica brasilera respecto de la bienal. Sin embargo, próximos al cierre, los batallones han comenzado sus redobles de tambores. Bastaba con que algunos comenzaran, de a poco, a formular algunas posiciones que, de todos modos, no satisfacen la demanda de la prensa chilena, la que analiza la polémica a partir de la utilidad interna que le proporciona el ataque implÃcito a quienes en la escena chilena sostienen alguna reflexión curatorial.
La prensa chilena que se ocupa de arte debe leer otra prensa, y sobre todo, otro régimen de textos, para poder superar la dependencia de la recolección directa del habla.
PodrÃa, por ejemplo recuperar tres textos: de Aracy Amaral, de Robert Storr y de Fabio Cypriano. La primera, realizada desde la tradición crÃtica paulista, apareció el 31 de octubre en “O estado de Sao Pauloâ€. La segunda, de quien fuera curador de la Bienal de Venecia, fue publicada en forma de entrevista el 22 de octubre, en la Fohla On Line. La tercera, del crÃtico de arte de la Folha de Sao Paulo, apareció el 29 de noviembre en la edición normal del influyente periódico. Ya con esto habrÃa para redactar un intento de debate local, en torno a lo que fue una producción institucional compleja.
En este recuento serÃa preciso recuperar el propio artÃculo de Robert Storr en la prensa estadounidense acerca de su experiencia en Venecia, porque permitirÃa dimensionar su distancia respecto de Sao Paulo. Todos estos textos no solo ameritan ser citados, sino comentados y puestos en perspectiva en el debate local. Sin dejar, por cierto, de abordar la cuestión teniendo a disposición los términos del debate brasilero, al menos.
¿No parece, en verdad, en extremo curioso que durante dos meses el único texto crÃtico escrito y publicado haya sido el de Aracy Amaral? ¿No da para pensar en las razones del silencio del resto de la crÃtica? Hasta que finalmente apareció hace unos dÃas, antes del cierre, el artÃculo de Fabio Cypriano.
Hay omisiones que son más elocuentes que la más ácida de las crÃticas. Pero tengamos en cuenta que Ivo Mesquita trabajó, en su juventud, en la Bienal, en el equipo de Aracy Amaral. DirÃamos incluso que ella escribe desde la posición de maestra que no se reconoce en el trabajo de su discÃpulo. ¿Duro, no? Sobre todo si la posición de Aracy Amaral aquella que pone en duda de si esta bienal refleja la realidad del arte contemporáneo.
Es de suponer, entonces, que el arte contemporáneo está en otro lugar. A su juicio, la irresponsabilidad del proyecto actual residirÃa en el hecho de que los visitantes incautos se llevarán una pésima impresión de lo que ocurre en el área. Sin embargo, lo central de su crÃtica apunta a las cuestiones decisivas en una bienal: la cuestión del poder.
De eso hay que hablar. Del poder. Del dinero. Porque no hubo falta de dinero. Ese no fue el problema. Según Robert Storr, en Brasil hay dinero suficiente para hacer una buena bienal. Y de paso, no comparte la hipótesis de que el modelo de bienales esté crisis. Lo que puede ocurrir es que haya buenas y malas bienales.
En relación a lo anterior, el texto de Cipriano es radical: “la muestra naufraga en su vacÃoâ€. Y agrega: “Poco se salva de la Bienal que intenta plantear cuestiones institucionales sin haber desarrollado un buen trabajo sobre el temaâ€. Para finalmente terminar su artÃculo sosteniendo que resulta imposible separar la curatorÃa de la dirección de la bienal.
En términos estrictos, no es posible separar el modelo de gestión del modelo curatorial. Cada uno posee la responsabilidad que le corresponde. Y de hecho, ese fue el objetivo de la discusión del encuentro que tuvo lugar el 29 de noviembre, en el auditorio de la bienal, en torno a las tipologÃas de bienales.
El debate en torno a la 28ª Bienal de Sao Paulo recién comienza. El debate de la escena chilena sobre las bienales, también, está por comenzar.