Una manera no habitual de abordar la migración consiste en hacer referencia a la corta novela de Balzac, “La obra maestra desconocidaâ€. No es mi interés reconstruir una polémica sobre lo sublime, sino poner la atención en los primeros párrafos, en que un joven pintor de provincia accede al taller de un maestro, buscando aprender las reglas de ingreso a la corte. En este caso, resumamos, lo que importa es declarar a la pintura como una estrategia de ascenso social consistente.
A mediados del siglo XIX, la literatura ya ha construido el modelo de la movilidad extrema, desde los tránsitos sociales hasta las epopeyas coloniales. Diré que el siglo XX ha sido aquel en que han tenido lugar las grandes movilidades traumáticas, en las que sustantivos como deportados y desplazados han convertido el lenguaje común en una cuenca semántica en completa ebullición. No hay tiempo ya para las sedimentaciones polÃticas que aseguraban la apropiación de la noción de Lugar. Lo que viene es el imperio del manejo de las movilidades, mediante la producción de inseguridad como vector de desarrollo humano. La lejanÃa existencial y el sentimiento de extrañeza se ha instalado en el seno de las grandes ciudades, como sÃntomas de un costo simbólico que han tenido que asumir para establecer la definición de la Completud.
¿Es posible que un migrante pueda ser artista? No debiera ser posible, más que como excepción fóbica de una comunidad que no pudo impedir la práctica de la inserción eficaz. La primera condición del migrante es el desarraigo, la pérdida de la lengua, la puesta en suspenso del hogar: el artista como migrante de la “comunidad polÃtica de los signos†pone en escena las imposturas que autorizan la existencia de su propia posición. La segunda condición ha pasado a ser el cumplimiento de procedimientos de acreditación, a través de los cuáles el migrante puede ser reconocido en un marco de aptitudes y de actividades que poseen una exigencia lÃmite: el manejo de la lengua escrita.
La epopeya inscriptiva del migrante, llamémosla asÃ, consistirá en pasar por diversas etapas que reproducen en un espacio extremadamente comprimido, el descenso a los infiernos y el ascenso a la luz de la garantÃa platónica del saber. Los migrantes, en general, leen apenas en su lengua de origen, hacen el amago de olvidarla, confunden las historias y mezclan referentes que no corresponden, con el objeto de proporcionar pistas falsas y asà proteger las filiaciones rotas. En términos estrictos, la vÃa platónica es la menos frecuente, en razón de la construcción formal de la imposibilidad de ser otra cosa que aquello para lo cual han sido recibidos por una sociedad de acogida. El migrante porta en su propio cuerpo las vicisitudes de la traducción incorrecta. Las habilidades de las fuerzas de trabajo se manifiestan primero en la conquista de la oralidad iniciática del dialecto, que a lo menos, da origen a la apropiación de universos léxicos diferenciados por ramas de empleo. La primera migración se realiza en el terreno de la lengua. Es allà donde la de-posición afectiva se hace efectiva.
¿Cuál podrá ser la lengua del migrante que ha devenido artista? ¿Aquella que le permitió entrar por las fisuras que toda fachada bien reproducida puede representar? Ingrid Wildi pone en juego el procedimiento de acreditación fundamental, mediante la exhibición de fotografÃas de las fachadas de establecimientos en los que trabajó como no-artista. En este sentido, formula una “polÃtica de la imagen†que deposita las pruebas cifradas de su habilidad para cumplir con las cuotas de movilidad formal ascendente. Las fachadas involucradas en este trabajo certifican el peso de la “polÃtica de la letra†sobre la que se edifica el poder de la escritura.
(Texto impreso en el muro de la galerÃa Traversee, de München, durante la exposición de Ingrid Wildi).