Los Cuerpos que Faltan (2)

En exposiciones como “Los desaparecidos”, lo que pone en duda la operación ética y política que sostiene su cometido es el fuerte desafío emocional que instala, desde la complacencia de una catarsis que a estas alturas, en nuestra transición interminable, no puede sino manifestarse como un humanitarismo neutralizador de toda diferencia formal. Resulta que es en el terreno de la “razón curatorial” que esta exposición naufraga. Estas obras, con estos mismos artistas, en otro contexto expositivo, pueden poner en riesgo la misión ilustradora de un humanismo que hace negocio con un nuevo tipo de decoración política.

Sin duda alguna, esta es una exposición armada desde la complacencia institucional universitaria, en un contexto conmemorativo en donde los propios artistas no han sido suficientemente cuidadosos a la hora de pensar en la lectura que habilita la contigüidad de sus obras, el montaje, el “efecto Kulechov” que implica la juntura, desactivando el poder de interlocución que cada obra plantea en su singularidad. En verdad, no puede haber exhibición alguna sino desde la construcción de buena conciencia.

Uno de los artistas, amigo muy querido, me señala que esta exposición ha sido muy importante para los Estados Unidos. Lo creo. Entonces, no debía circular por nuestras tierras. De ahí que nosotros mismos, a través de nuestras instituciones, seamos cómplices de la propagación de las diversas formas de “arte caritativo”.

Así como sostuve que la obra de Iván Navarro, montada en diciembre del 2007 en Matucana 100 desmentía por anticipado el decorativismo político de “Los desaparecidos”, sostengo que esta exhibición cae en Santiago en un momento en que se anuncia la visita de Paul Ardenne, cuyo libro “Un art contextuel” acaba de ser traducido y se vende en la librería Metales Pesados, destinado al público objetivo que ya podemos imaginar. De ahí que a lo menos, a partir de la lectura de “un arte contextual” se podrá entender que mi posición no es arbitraria ni extemporánea, sino que responde a un debate en curso, al que esta exposición llega de modo incómodo.

En filigrana, es posible leer cómo Matucana 100 expande su propia incomodidad curatorial, al conectar “Los desaparecidos” con las intervenciones de Santiago Sierra, en una táctica que podemos calificar como de “dos pasos para atrás, uno para adelante”. El avance sería la exposición de Iván Navarro, en el mismo momento que la intervención de Santiago Sierra regulaba los dos pasos hacia atrás.

¿Cuál es la contradicción principal de esta muestra? Ella se localiza en la puesta en conexión de las obras, determinada por la borradura de las diferencias contextuales de su producción, lo que termina por rebajar el poder expansivo de  sus singularidades. Esta cuestión es crucial: una “colectiva” es siempre reductiva. Ya no es posible hacer “colectivas”. Menos teniendo por “tema” el que aparece indicado. Diré que es una obscenidad “editar” el montaje de estas obras bajo el mismo hilván humanitarista.

Lo que  hay que hacer es re-instalar un debate que apenas tuvo su plataforma en Santiago, hace ya varios años, cuando André Rouillé produjo la exposición Los límites de la fotografía. Lo menciono porque fue quien introdujo una distinción que no tuvo eco alguno entre los comentadores de glosa de ese entonces. Se trataba de hacer la diferencia entre “fotografía humanitaria” y “fotografía humanitarista”.

Una exposición como “Los desaparecidos” re-edita la necesidad de hacer esa misma distinción, hoy día, entre el humanismo y lo humanitario en las exposiciones de este tipo. Digo bien: de este tipo. Porque hay otra manera de hacer exposiciones, partiendo del diagrama de las obras, claro está. Pero en la actualidad, es imperativo  tomarse el trabajo de hacer referencia a ese dossier de la revista La recherche photographique, aparecido en 1993 pero que en Chile fue planteado en 1996.

Recuerdo, en esa misma época, una mesa redonda en un lugar de fotógrafos-fotógrafos, junto a un reconocido sociólogo mediático acostumbrado a escucharse a si mismo, que con una pedantería ingenua descalificaba la distinción haciendo una pregunta en inglés, antes la risotada de la concurrencia: So what? Fue genial. Los fotógrafos-fotógrafos se deslizaron todos hacia el humanitarismo en virtud de la explotación del victimalismo de la transición. Fue el momento en que hubo que hacer negocio con tanta memoria acumulada.

Pero regreso a “Los desaparecidos”, la muestra en Matucana 100, sobre la que habrá un debate el martes 22 de abril, para sostener que se trata de una operación en que el trabajo del duelo es entrabado, en provecho de una estética para la que la ausencia es condición de una presencia verificable como potencia activa que esculpe su ritual de posesión sobre una zona de reparación insostenible.

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