Nuevo Plan de Desarrollo Museal para Chile

En La Nación del 27 de junio aparece publicada una reseña sobre la presencia de Chile en la Primera Reunión Iberoamericana de Museos en Salvador de Bahía, que reúne a 23 representantes del sector. La presencia del país fue asegurada por una delegación de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (DIBAM), liderada por su directora, Nivia Palma. Según la reseña, finalizada la primera reunión con sus pares, Palma habría explicado: “Nos damos cuenta que estamos enfrentando el mismo desafío, que es la reconceptualización del museo. Antes estaban centrados en sus colecciones, y eso estableció muchas distancia con la gente. Queremos ver al museo como un lugar que contiene la diversidad de relatos del país, y en el caso de los museos de artes, cómo dialoga con las nuevas propuestas”. En la reseña se agrega que la directora de la Dibam ha destacado el acuerdo de esta reunión en una primera idea fuerza: “El museo no se formula desde el escritorio. Tenemos que volver a hacer del museo un espacio querido y deseado por el público”.

No se conoce el contexto en que se desarrolló la generación de la información, de modo que no se puede reducir el discurso de Nivia Palma a lo expresado exclusivamente en la nota. Sin embargo, nada más que a partir de las declaraciones recogidas, quienes sostenemos relaciones de trabajo con los museos de arte en Chile no podemos sino experimentar una preocupación legítima.

En primer lugar, no es necesario que asista una delegación de Dibam a un encuentro iberoamericano de museos para incorporar a la reflexión nacional el tema de la reconceptualización del museo. Desde hace muchos años que circula por la red una cantidad enorme de textos acerca de esta hipótesis y existe un caudal discursivo ya apreciable, que en Chile es suficientemente conocido por la comunidad crítica. Valga señalar que al respecto las reconceptualizaciones planteadas desde plataformas museales ibéricas en crisis de completud, no contemplan la realidad de base de musealidades precarizadas y terminan proponiendo medidas que no se ajustan ni a las realidades regionales ni responden a las demandas efectivas de nuestros públicos. Sobre todo, porque el propio concepto de público ha sido puesto en entredicho, ya que su consistencia depende de la fortaleza de las musealidades en cada formación artística.

Resulta preocupante que la comparación que valida la existencia de esta red de la que se habla, sea la experiencia de Ibermedia, pensada para el desarrollo de la cooperación en la industria audiovisual. Habría que preguntarse por la existencia de líneas ibéricas de cooperación técnica específica, en el terreno de la no-industria museal regional, para pensar si sus propuestas son aportes efectivos a la formulación de políticas de desarrollo para el sector.

Las declaraciones de Nivia Palma serán preocupantes si se toma en cuenta la segunda afirmación que se le atribuye en la reseña: “Antes (los museos) estaban centrados en sus colecciones, y eso estableció muchas distancia con la gente”. Podemos concluir que la reconceptualización del museo estaría definida por la distancia que la gente tiene con éste, ya que éste se ha concentrado en sus colecciones.

En verdad, si de museos de arte se tratara, no sabemos de qué país estaría hablando Nivia Palma. La experiencia empírica señala que los museos públicos de arte se han dedicado principalmente a reducir la distancia con el público, sin contar con medios presupuestarios adecuados para desarrollar programas educativos de mayor envergadura. La preocupación por el estado y el manejo efectivo de colecciones ha sido un objetivo permanente de los museos, pero que no ha tenido eficacia alguna por falta de medios consistentes en la materia. Sin embargo, con los precarios medios de que se dispone, los museos públicos han iniciado proyectos de revalorización de sus colecciones, sin dejar de desarrollar sus relaciones con los públicos. De ahí que resulte sorprendente este tipo de declaraciones, que introducen la existencia de un supuesto antagonismo entre la preocupación por el manejo de colecciones y el trato con los públicos.

En todo caso, ¿de qué museos de arte está hablando la directora? ¿Cuáles son, en sentido estricto, los museos de arte que dependen de la DIBAM? ¿Se estará refiriendo al de artes decorativas? ¿Incluirá los museos de bellas artes de Talca, de La Serena, de Santiago? ¿Acaso los coloca a todos en un mismo plano? En todo caso, si antes estaban centrados en sus colecciones, ahora, es de suponer que Dibam entregará recursos adecuados para implementar iniciativas que reduzcan la distancia del museo con la gente. Eso, en principio, está muy bien. Pero no se entiende por qué habría que desestimar la preocupación por el manejo de colecciones. Por el contrario, se esperaría de parte de la autoridad alguna precisión sobre políticas de coleccionismo público.

Sin embargo, la mayor preocupación que originan las declaraciones de la reseña proviene de una declaración que apuntaría a evaluar de modo insuficiente a los museos, porque éstos serán lugares que no contendrían la diversidad de relatos del país. Damos por supuesto que se refiere a museos de historia, probablemente, o de ciencias naturales. Porque al menos, en lo que a museos de artes se refiere, su apreciación es muy definida, ya que manifestaría que querría ver cómo estos dialogan con las nuevas propuestas. Al parecer, en este punto, estaría poniendo en duda la forma cómo estos museos dialogan con las nuevas propuestas. O bien, estaría confundiendo un museo de arte con un centro de arte. A menos que esté postulando que los museos deban convertirse en centros de arte. Estaríamos frente a un novedoso plan de desarrollo sobre el que quisiéramos tener más información, para poder participar en un debate informado acerca de estas cuestiones que preocupan a la comunidad crítica.

Para terminar, la sorpresa mayor de esta evaluación sobre el estado de la musealidad chilena, estaría en las palabras finales de la reseña, según las cuáles la directora formula un enunciado de proyección programática ineludible: “El museo no se formula desde el escritorio. Tenemos que volver a hacer del museo un espacio querido y deseado por el público”.

Un párrafo como éste debe ser analizado con extremo cuidado, porque estaríamos frente a una evaluación implícita del modo cómo son conducidos los museos en Chile: ¡desde el escritorio! Esto señala la existencia de una fisura institucional que no habríamos percibido, entre el escritorio y el terreno. ¿Qué sería, entonces, lo que habría que entender como el terreno, en el museo? Eso se podría entender como ese espacio en que se produce la relación entre una obra y un público. Esa relación, sin embargo, que sepamos, es amplia y compleja y no depende de modo exclusivo de la presencia directa, sino de una serie de actividades para-operales, tales como la producción editorial, el dispositivo educativo, el diseño de montajes, la política de programación. Y todo eso se diseña desde un escritorio, si por ello entendemos, más que un espacio de disposición mobiliaria, un ámbito de conducción en el sentido más propio del término.

Una frase como “volver a hacer del museo un espacio querido” apunta a señalar el escritorio como el lugar del burócrata que ha desnaturalizado el rol que el museo habría tenido, en algún momento de la historia de nuestro país. Antes, no sabemos cuándo, el museo era querido. Hoy, ya no lo es. Ni siquiera es deseado por el público. Quisiera leer los relatos de ese tiempo pretérito, para saber de qué habría que tener nostalgia.

De todos modos, reseñas como éstas en nada colaboran con la apertura de un debate, sino que hacen estado de la existencia de un plan museal ya elaborado que al parecer la comunidad crítica desconoce y que solo debe acatar como el nuevo plan de desarrollo para los museos (de arte) en Chile.

This entry was posted in escritos de contingencia and tagged , , , , , , . Bookmark the permalink.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *