El método de trabajo de la convención de cultura es muy gracioso, porque supone que todos los asistentes son la comparsa de una operación discursiva muy seria. Pero desde la partida, la convención se reconoce como práctica de desatención de los deseos de la ciudadanÃa invitada. Lo primero es la pauta que se debe seguir para rentabilizar la discusión. Es decir, una pauta que permite confirmar lo que los funcionarios que la han redactado ya saben de sobra. De este modo, la pauta es el eje de una operación ceremonial, en que se comenta el Texto Sagrado, referencial; a saber, el documento “Chile quiere más cultura”.
Después de la pauta vienen los tiempos en que, miembros de consejeros regionales de cultura y consejos consultivos, deben “evacuar” una ideas-diagnóstico, a partir de observaciones muchas de las cuáles son abiertamente incorrectas, o simplemente, faltan a la verdad.
Un ejemplo: en un documento se habla de “mesa de trabajo” entre DIRAC y CNCA sobre “polÃtica exterior del arte chileno”. La tal mesa no existe. DIRAC tiene un consejo asesor para cuestiones relativas a la participación chilena en bienales. Y lo que el CNCA entiende por polÃtica internacional, son las relaciones del consejo con otros consejos del ramo, en torno a convenios marco y polÃticas macro. ¿Es eso una “polÃtica exterior de algo”?
Hablando de artes visuales, ¿quién produce el mapeo?, ¿dónde se realiza el estudio del panorama internacional institucional?, ¿quién asume la responsabilidad de fijar prioridades en este terreno?, etc. ¡Y se le pide a los consejeros, con información errónea, hacer diagnóstico! Realmente es poco serio. Y si esto ocurre en un aspecto, en un área, ¿por qué no podemos pensar que se repite en al menos dos, tres, cuatro iniciativas de semejante naturaleza?
Después de los diagnósticos imposibles, venÃa la vigilancia de los supuestos “pesos pesados” del Servicio, instalados en cada comisión, para “orientar” la Verdadera Discusión. No podÃan hablar, pero lo hacÃan en las contadas ocasiones que estimaban necesario hacerlo. ¡De lo más curioso!
En caso más indicativo de esta orientación policial fue cuando uno de estos funcionarios me descalifica porque represento UNA OPINIÓN PERSONAL. En efecto, respondo, pero es la opinión de un ciudadano experto en estas cuestiones, que compromete sus juicios con acciones especÃficas. En cambio, lo grave es que el funcionario convierte en polÃtica de gobierno su opinión desinformada sobre artes visuales.
El drama es que estos encuentros se realicen. En términos estrictos, me pregunto como consejero de la región metropolitana, si lo que se gasta en este evento de autoconfirmación funcionaria, pudiera reorientarse hacia el financiamiento de estudios de campo en regiones, tendientes a producir diagnóstico.
No se puede jugar con las personas al pedir al vuelo “iluminaciones de diagnóstico”, sabiendo que en cada región existe capacidad instalada para producir dicho conocimiento. Toda la polÃtica del CNCA se formula en ausencia de estudios complejos de campo. Quizás el único terreno en que haya estudios sea aquel, ya reticulado, de los consejos del audiovisual, del libro y de la música. No es de extrañar: desarrollo de industria.
En cambio, los “pobladores del territorio”, los regionales, los consejeros cuyo conocimiento de lo real no es recogido en ningún diagnóstico local, asisten a estas convenciones para interpretar un guión en que el maltrato discursivo y la impostura polÃtica son de rigor.
Ahora: El Patrimonio. Dos discursos importantes: Nivia Palma, “la escalona” del patrimonialismo; Lautaro Núñez, el sabio que pone la advertencia simbólica sobre la usura del concepto. El patrimonio está a punto de convertirse en una palabra-valija. Ahà puede caber de todo. Y las mangas que sobren, se las corta a tijeretazos. El que hace “el patrimonio” es el que tiene las tijeras.
Esto de Nivia Palma es clave: le vino a decir al CNCA que la memoria dura del paÃs está en la DIBAM. O sea, la memoria blanda del paÃs es el objeto de trabajo del CNCA.