La Bienal de Lieja se desarrolla entre el 14 de febrero y el 31 de marzo. Para esta ocasión, Mónica Bengoa ha montado en el Museo de Arte Moderno y Arte Contemporáneo (MAMAC) una nueva pieza, en la lÃnea de lo que habÃa mostrado en Animal en el 2001.
Entre tanto, en ARCO (Madrid) presento desde el 12 de febrero otra nueva pieza realizada a base de servilletas de papel coloreadas. Esta retoma el tono y la modalidad de las que presentara en Boston y Nueva York durante el 2002, en dos exposiciones que realizara junto a Paz Carvajal, Ximena Zomosa, Claudia Missana y Alejandra Munizaga. El tÃtulo de este proyecto autoproducido era “Project of a boundary”. El cambio de palabra no deja de ser importante: “boundary” en vez de “border”. La primera remite a la condición limÃtrofe, a la periferia, mientras que la segunda reduce el sentido hacia la frontera. La condición limÃtrofe de la producción de obra en una escena de periferia. En ese proyecto, no estaba en juego la cuestión del arte fronterizo, sino antes que nada, la periferizacion formal a la que este tipo de trabajos es sometido. Es asà como el trabajo de Boston era titulado “Ejercicios de resistencia: absorción”, mientras el de Nueva York adquirió el nombre de “Ejercicios de resistencia: roce”. El de ARCO, por su parte, se ha titulado “Ejercicios de traslado”. Entre la absorción y el roce, como estrategia de comportamiento referencial de la materia, el traslado más bien se localiza en el terreno del procedimiento de inscripción gráfica.
¿Cuál es ese procedimiento? Hay que pegar la servilleta en una hoja carta para poder imprimir. Lo que se imprime es la lÃnea de contorno de cada área de color de la fotografÃa original. Entonces, para eso ha tenido que sacar la foto. En seguida, la mete al computador. En photoshop, redibuja cada zona de color. En vez de dibujar las cosas, dibuja el contorno de las áreas de color. Estos dibujos se imprimen sobre las servilletas, que en total llegan a sumar 759, formando una imagen de 322×462 cms. ¿Y qué es lo reproduce? En esta, la toma de un fragmento de espacio doméstico (un living). En las anteriormente, mencionadas habÃa la reproducción de una cocina, en una cocinerÃa de La Vega de Santiago. No es menor este dato. La cocineria es una extensión de la cocina doméstica; es decir, la conversión de la casa en una extensión que ocupa, que invade el espacio laboral. Una cocinerÃa es la imagen de la cocina desplazada que se relocaliza en el trabajo. En este terreno, el desplazamiento llega hasta involucrar el oficio mismo de colorear, ya que esta operación se realiza sobre una superficie que produce la condición de un frottage. Esto enfatiza el hecho de que el color no corresponde al color del objeto, sino al color que sale en pantalla. Lo que está enfatizado es el trabajo de traducción y no la representación del objeto. Pero, ¿qué es la traducción sino una representación de segundo grado?
En términos de segundo grado, hay que decir que el tÃtulo de la bienal es “Chassez le naturel”. Esto tiene dos acepciones. Puede querer decir “perseguir” lo natural, o bien, puede señalar su “expulsión”. Es decir, entre cazar la imagen de lo natural y deportar la imagen de lo natural. Siendo, lo natural, una transformación artificial de la naturaleza, sancionada por el sistema productivo, que hace de ella una propiedad rural o un paisaje. Representar el paisaje, por ejemplo, no tiene que ver con la representación de la ruralidad. Y perseguir lo natural puede indicar el deseo de regresar al mito del “buen salvaje”, que no es más que la proyección de una ficción literaria. Lo que aparece en el horizonte de nuestras preocupaciones tiene que ver con la deportación del mismo mito en provecho de la comprensión de las transformaciones que la naturaleza ha tenido que experimentar para asegurarnos la cultura. Esa es una gran paradoja de modernidad incumplida. AllÃ, PumalÃn, por ejemplo, busca desesperadamente instalar la noción de reserva de un recurso, a un siglo de tardanza de la aparición del término jurÃdico de reserva, aplicado a las reducciones indÃgenas. Pero esa es otra historia demasiado cercana como para que la desestimemos.
La obra de Mónica Bengoa en Lieja, “Persistence and deflection” posee un tÃtulo que se puede traducir por “constancia y variación”. Uno de los errores que cometen los aprendices de la foto es que éstas se les tiñan de verde. Ese es un error de control de la luz y de laboratorio “penca”. Por eso ha escogido ese monocromo, para reproducir una toma lateral de una escena de baño. En una extensión de 400×1000 cms distribuye 7000 flores de cardo teñidas en doce tonos de color verde. Al igual que con las servilletas, lo que se distinguen son las áreas de color y no el contorno de los objetos. Cada flor reproduce el sÃmil de un “pixel” (al chancho), como si intentara reducir su figurabilidad a la unidad mÃnima de representación. La imagen total se arma con toda su eficacia en la distancia que se requiere para que el ojo la recomponga. La imagen es amplificada mediante recursos astuciosos que la fijan parodiando el efecto de una impresión imposible. Cada “grano” reconocido corresponde a una flor de cardo. Mónica Bengoa captura lo natural, pero deportando la imagen fotográfica. Para ello no ha descubierto otra manera que objetualizar las unidades mÃnimas de representación. Ciertamente, su mayor logro consiste en participar en una bienal de fotografÃa con una “fotografÃa que no es fotografÃa”, en que el “revelado” se realiza en seco. Flores secas. Porque en definitiva, esta manera de representar, lo que hace es convertir la representación de lo doméstico, como efecto de deportación de lo natural, en espacio de producción funeraria.
Febrero 2004.