Panorama del Arte Chileno: Bienal de Lieja.

Ya había mencionado que Alonso Yañez expone su trabajo en la IV Bienal de Fotografía y Artes Visuales de Lieja. Este es un indicio del combate contra la autofagia.

De la Mistral a Animal, de Animal a Balmaceda, de Balmaceda a Mistral, el pequeño triángulo doméstico debe ser superado mediante una política de expansión. Alonso Yañez, proveniente de Valparaíso paso por el triangulo al mismo tiempo que se retraía de sus determinaciones fatales, atribuibles a una cierta vigilancia fatal de colegas que anotan las deudas como si dicha contabilidad formara parte de su trabajo de obra. Pero Alonso Yañez no ha reconocido dichas contabilidades. De este modo, ha sido uno de los articuladores de una escena local porteña cuya legitimación no pasa por el cumplimiento de deberes asignados por la escena metropolitana. Lo que hay que decir es que su trabajo para esta bienal es contemporáneo de la obra que ha montado en una sala circular del MNBA durante la IV Bienal de Arte de Santiago. Esta ultima es una bienal nacional. La primera que he mencionado es una bienal internacional. Aquí hay de que armar una política exterior. Solo porque existe una ficción interior cuya precisión expansiva esta inscrita en la actitud productiva del artista. Hay buenos artistas que solo dan el tono en el armado de pequeñas ficciones nacionales sin implicar en ellas la fuerza expansiva que asegurara su inscripción. Como siempre hemos dicho, solo se viaja para tener que volver, y solo se vuelve para ser reconocido. Los artistas chilenos no viajan suficientemente. O sea, no montan experiencias renovables en unos plazos que permitan sostener una continuidad inscriptiva entre una experiencia de salida y otra. Este es un aspecto a tener en cuenta en la formulación de políticas externas. No basta con exponer fuera del país, sino de mantener una regularidad de salida y de regreso. No se regresa de la misma forma de dos bienales. Y lo que hace falta, muchas veces, es que el galerismo tome el testimonio, como en una posta, y proyecte sobre otra escena la experiencia acumulada en las participaciones institucionales.

Regresemos a Alonso Yañez. Su trabajo de la representación proliferante de la capilaridad, en el MNBA, supone la restitución de las artes decorativas como plataforma de ataque de una estrategia de corte. La proliferación de la imagen se alterna con la instancia de corte del encuadre sobre una zona de partidura, que a su vez, denota la proximidad sustitutiva del vello publico. La saturación de la sala hace que se pierda la noción de lo representado en el área chica de la reproducción de la fisura encubierta. Era solo una partidura ciega sobre el cuero cabelludo. Alonso Yañez, mientras era estudiante en la Universidad de Playa Ancha, se hizo famoso por sus investigaciones sobre la capilaridad. Recorría peluquerías porteñas aprehendiendo los espacios de puesta en escena del corte, al tiempo que realizaba clasificaciones de cortes por estilo y por uso de utensilios propios del ramo, así como un glosario de las enfermedades del pelo y sus tratamientos.

En el MNBA, para la inauguración de Historias de transferencia y Densidad (octubre 2000), Carlos Leppe realizo en la sala circular enfrentada a la que Alonso Yañez ocupa, la performance Los zapatos de Leppe, junto a una acumulación gigantesca de pelo cortado y recogido de los suelos de centenares de peluquerías chilenas. Leppe trabajaba directamente sobre las instancias de corte de la filiación, afirmando la figura reparatoria de la madre, cuya voz reproducida era la secuencia de amarre de la continuidad de su trabajo como artista. Alonso Yañez no trabaja sobre la instancia de corte, sino a condición de reproducirla de manera desplazada, en la representación de una partidura que al separar las direcciones de la capilaridad, produce un efecto grafico que posee caracteres identitarios. Dime como te haces la partidura y te diré quien eres.

En Lieja, Alonso Yañez ha empapelado el espacio de acceso a una galería de arte contemporáneo, con un recubrimiento formado por tomas de fragmentos de piel de diversas personas, reproducidas en una hoja tamaño oficio, formando un mosaico. Mas bien se trata de un muestrario de tonos de carnaciones, en primerísimo plano, de tal modo que se alcanza a percibir la huella de unos pelos separados entre si a distancia suficiente para dar una medida de la dimensión de los poros. Es decir, perturbaciones a nivel de la superficie mas expuesta. En cierto sentido, no pudiendo escapar a la fascinación del desollamiento, que atraviesa toda tentativa de representación de la carne, en una escena plástica, como lo he sostenido con anterioridad, que le tiene fobia a la representación de la corporalidad. Porque si hay algo que fundamenta el tipo de experiencias como las que expone Roberto Edwards, es justamente, dicha fobia, mediante la exhibición histerisada de su encubrimiento a nivel de la conjuración del desnudo por la vía de la banalizacion de su cosmética. La cosmética, siendo, una producción identitaria y formal altamente elaborada. Que en este caso, Alonso Yañez, usando la cosmética capilar como una de sus plataformas, relocaliza para representar la amenaza de la fisura, en la figuración de la partidura como producción cultural. Hacerse la partidura viene a ser un acto de construcción de identidad, a nivel de la disposición capilar y de su fijación por diversos medios externos (lacas, gominas, gel, barro, linaza, etc). A lo menos, el agua solo fija una posición temporal que mantiene la partidura en su momento de mayor nitidez. Cuando el agua se seca se borra el dibujo de la amenaza de separación.

En cambio, para Lieja, Alonso Yañez se desplazo hacia el delirio del encubrimiento, que en su proliferación busca borrar, poner en duda al menos, la visibilidad de los poros como respiraderos del cuerpo. Ciertamente, se cubre (se decora) un espacio con reproducciones de fragmentos de cuerpo que jamás deben ser cubiertos. Aquí, el trauma de la filiación (Leppe) es deslocalizado con el propósito de ser trabajado como amenaza de la continuidad de la piel. En ambos casos, lo amenazado es una cierta y certera idea de la continuidad. En cierta medida, el trabajo de Alonso Yañez clama por la consistencia de las envolturas arcaicas, al tratar la piel como la primera defensa de la subjetividad, pero sabiendo que su puesta en escena de la proliferación de fragmentos que delatan la inestabilidad de la unidad de campo, pudiera estar definida por el deseo de representar una unidad de campo, como si mimara el gesto del grafista de Altamira que representa el animal como su puesta en condición de objeto de caza.

Febrero 2004.

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