Capacidad de Resistencia de una Obra

Hay un principio que permite que una obra se defienda. Tiene que impedir que los medios de prensa dispongan de ella. La capacidad de resistencia de una obra podría medirse por la dificultad que les pone a los medios para ser reducida. En el programa El termómetro del día jueves 19 de enero, las operaciones del notero bordearon lo circense. Este es otro dato. Cuando el periodista puede exhibirse como payaso, quiere decir que la obra se lo ha permitido todo. Aunque los periodistas de CHV habían quedado muy picados con la directa interpelación matinal del director del museo.

 


Entonces, decidieron quedar mejor parados. Y fallaron nuevamente. Si tan solo hubieran revisado Google durante el día se hubieran percatado que “obras de participación” similares a ésta ya configuran una academia en el arte contemporáneo. La chica de CHV se escudaba en el hecho de que era noticia. El director del museo les decía que ellos inventaban la noticia. Y no hay cosa que indigne más a la gente de prensa que alguien intente, tan solo, ponerlos en su lugar.  Sin embargo, la gente de prensa de CHV tendrá que convenir que su propia ignorancia en arte contemporáneo los condujo a formular las preguntas de rigor. ¿Es arte? ¿Con qué criterio se escogió esta obra?


 


Lo cierto es que el resto de las obras de la exposición no atrajo la atención de la prensa. Salvo la obra de Camilo Yánez, reproducida en primera página de El Mercurio. Es decir, el decano no iba a caer en la trampa. La gente de televisión, al parecer,  es menos versada. Lo grave es que el artista sabe que puede contar con gente menos versada para lograr un alto impacto mediático y cargarse, de paso, a sus colegas. Si de solidaridad formal se trata, el artista habrá ganado sus minutos de gloria, pero en CHV. En el circuito, eso es menos que nada.


 


Las notas y entrevistas durante El Termómetro eran patéticas. Del artista, ni huella. Aquí hay algo más grave todavía. No es que no ponga la cara, sino que los medios se han apropiado de su trabajo de un modo en el que ya es imposible intervenir apelando a su  sentido original. Lo que ha ocurrido ha sido que los medios han acelerado la descomposición de la obra inicial, pasando a producir y a gestionar una Obra Medial, de otro tipo. Ya pasó a ser una “obra sociológica” sin haberlo querido. Pero resulta evidente que los medios se convierten en los propios constructores de mitología urbana, desplazando al artista en la banalización de la situación.


 


Sorprende que el artista haya cometido este error de concepto, si exhibe la experiencia de haber gestionado durante un año un centro de arte en Calama, con apoyo del Fondart. Esta obra del museo nos hace pensar en la pertinencia de su propio trabajo en región. ¿No obedecerá a la articulación de una política ya conocida, que consiste en montar la ficción de hacerse un nombre como regional para asegurarse un nombre en la capital, llevando proyectos de la capital a regiones para que por efecto de demostración el arte de regiones pueda avanzar? No se sabe hacia adonde podría avanzar, con estas precisiones. Pero estaba avalado por un Fondart: arte de formularios. De este modo, el propio artista terminó formularizándose a si mismo. Es lo que ocurre cuando se carece de “línea política” en la producción de arte.


 


De todos modos, a nivel curatorial, se le debió advertir: todo trabajo que se formula en el “afuera” de la institución, a estas alturas, conociendo la coyuntura internacional, termina siendo un acto ingenuo. Alguien tuvo que habérselo dicho. Hay experiencias suficientes al respecto.


 


Como que hay artistas que hacen de “la puesta en crisis” de la institución una plataforma de producción de obra. Y montan unos trabajos que instalan el “afuera” como modelo. Entonces, el “afuera” se les cae encima y los arrastra. La Realidad siempre es más “interesante” que una obra que, sin mediación, o con un aparato de mediación fallido, se levanta para producir un “efecto contactual”. O sea, para darse a ver como “obra de contacto” que busca redefinir el estatuto del espectador como ciudadano.


 


¡Es que hay algo que fascina a algunos artistas ascendentes! Como que buscan, así, denunciar al museo como si tuvieran que rendir examen ante un jurado de escuela que los vigila, en la lejanía, de acuerdo a una cartilla de infracciones institucionales que tienen que cumplir para obtener la confirmación de su mirada. ¡Que curioso!


 


 

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