historias risibles de la plástica chilena

Todo comenzó con la idea de recolectar historias risibles de la plástica chilena. Historias desopilantes, donde la constitución misma de esta escena se diera a ver como un caso de in/constitución aberrante. No era posible hacerlo de ese modo.  En la historia de la escena plástica no hay nada en ella que sea susceptible de ser tomado como una situación para la risa.  Es decir,  a tal punto todo es para la risa, que no es posible superar la homogeneidad  forzada que satura toda posibilidad de vacío y elimina toda rugosidad de superficie. Incluso, aquello que pudiera  tener visos de risibilidad, tampoco alcanzaba para completar la tasa mínima de existencia de lo cómico.  

Estaba pensando en una foto de los años veinte en la que aparece un artista chileno que vive en París y se jacta de ser un cercano de Picasso. En la foto emerge de manera voluntaria desde un costado, como queriendo estar, a pesar de todos los intentos del fotógrafo por dejarlo fuera. El objeto del encuadre es, obviamente, Picasso, que dirige su mirada sobre una bella mujer que lo acompaña. El artista chileno se agita y se ubica por si mismo en primer plano, disputando el protagonismo de Picasso, cuya actitud es la más cercana al malestar provocado por la presencia intempestiva de este otro que le echó a perder la foto. Risible.

Si deseamos analizar el tipo de relación de los artistas chilenos con los artistas de las vanguardias históricas, esta fotografía nos proporcionaría el modelo de referencia. No solo no los quieren en la foto, sino que aparecen en ella gracias a su  propia insistencia, aunque el modo de comparecer pone en evidencia el deseo de no reconocerlos como tales. Aún así, persisten en ponerse. Ya no es risible, sino patético.

La historia del arte chileno está llena de historias como éstas.

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