EL FONDART QUEDÓ EN SEGUNDO PLANO.
Justo Pastor Mellado.
Octubre 2002

Hace un tiempo ya, cuando me correspondió escribir en Rocinante una nota sobre "la casa de vidrio", mencioné que el Fondart no necesitaba enemigos; que con los amigos que tenía le bastaba. Por cierto, me refería a la responsabilidad primera de los evaluadores en la calificación de los proyectos. Resulta complejo tener que defender obras mediocres o francamente malas, en el paquete general de defensa de la libertad de expresión. Y cuando se sostenga que se trata de obras de jóvenes inexpertos, se plantea la necesidad de disponer de una batería de argumentos destinados a enfrentar la arremetida de los sectores que habitualmente arremeten, cada año, en la época cercana a la votación del presupuesto, o en febrero, cuando hay "sequía" noticiosa.

Si hacemos un estudio de todos los conflictos en que se vió involucrada una decisión del Fondart, desde la tarjeta postal de Dávila reproduciendo la pintura de Bolivar al interior de un proyecto de Duclos, hasta las incidencias de la obra teatral última, pasando por la "casa de vidrio" y "las pinturas de Becerro", sin mencionar otros casos, se puede constatar que en cada uno de ellos, hubo una aproximación diversa, tanto en la consistencia de la defensa como en la intensidad conceptual de la argumentación.

Teniendo una década de experiencia en la administración de un fondo para el desarrollo de la cultura y de las artes, dicha estructura no alcanzó el nivel de producción de una cobertura conceptual de envergadura, al punto que las propuestas contenidas en el llamado "Proyecto Squella", al momento de definir el destino de una política de proyectos consursables, le pasaron "ideológicamente" por encima. La principal responsabilidad del Fondart, en su dirección, consistió, justamente, en el hecho de que fue una eficiente administración, y no una conducción con perspectivas de política que lo proyectara más allá de su permanencia burocrática en la redes de poder y de influencia del Ministerio de Educación. El agotamiento que significó el desarrollo paralelo de un proyecto como Cabildos Culturales, fragilizó la pertinencia con que había que postular la legitimidad de fondos concursables para el desarrollo del campo artístico, subordinandolo ética y conceptualmente al mantenimiento sustituto de programas de desarrollo comunitario. El Fondart se fue fragilizando por la im-pertinencia estructural de su conducción, al interior de un sistema que le tejió las trampas adecuadas para la reproducción de su propia fragilidad institucional. La culpabilización católica de la ideología de la "promoción popular", re-incorporada como cruzada vocacional por la "voluntad vekemansiana" de Claudio di Girolamo, fraguó el destino de los debates sobre el desarrollo de las artes. El culturalismo distributivo ha ganado la partida.

Desgraciadamente, Nivia Palma pagó el costo de su propio respeto al sistema que ella colaboró en montar. Resulta injusto calificar su desempeño solamente a partir de su renuncia, que califico de políticamente inoportuna. Lo que queda es, probablemente, una década de frustraciones, a lo largo de la cual Nivia Palma intentó llevar adelante una "política de Estado". No pudo hacerlo. Apenas implementó una "actitud de Estado". Pero desde la primera polémica grande, en torno a la representación del Simón Bolivar, su administración demostró ser, precisamente, una administración que acarreaba consigo el peso de la subordinación política.

Me explico: cuando el Ministro Figueroa termina pidiendo disculpas al gobierno venezolano, señaló el rango de la debilidad de Nivia Palma para cualquier lucha por validar la autonomía del espacio artístico. ESE FUE UN MOMENTO MÁS GRAVE, CONCEPTUALMENTE HABLANDO, que la "sugerencia" de la Ministra Aylwin que, en su tono de "madre de Chile" desautoriza a Nivia Palma como quien trata a una adolescente que se ha tomado demasiado en serio una simple observación amenazante. La Ministra actuó como una directora de colegio ante una profesora rebelde. Así no puede haber debate. Este está cancelado por la naturaleza de las relaciones jerarquizadas entre los actores en función.

Solo que en el comienzo del gobierno del señor padre de la actual ministra, en un país incestuoso como éste, Nivia Palma no podía aspirar a algo así como a un futuro orgánico sustentable. A condición, claro está, de haber transformado su administración en conducción. Ello hubiese implicado pasar cualitativamente de gestionar un procedimiento a establecer criterios de garantización, tanto del propio procedimiento como de la productividad de las obras involucradas. No basta con producir el gesto de editar una memoria de los diez años, sin haber desarrollado una "política de masas" en el "frente de la concursabilidad". Sobre todo, cuando no se posee un "padre institucional" de envergadura. Nivia Palma intentó desarrollar una política plebeya en el seno de una sociedad que vive con euforia su reoligarquización.

En perspectiva, resulta más vergonzosa la posición del Ministro Figueroa, cuyo gesto se ha inscrito en la memoria artística intercontinental, donde se la cita como un ejemplo de ausencia de mediación e irrespeto de la clase política hacia el campo artístico. En esa ocasión, el Fondart no respondió al Ministro Figueroa. Donde manda capitán, no manda marinero. El peso político de los ministerios no está en juego en esta cuestión. Eso ya ha sido definido. Aparte de algunas declaraciones para el diploma de humanitarismo, los artistas ni polemizaron con él. Existiendo una gran cantidad de argumentos en su favor. Dejaron que ese precedente permitiera la apertura de todas las demás objeciones, a lo largo de una década. No ganaron en el terreno de las ideas. Le dejaron el terreno abierto para todo tipo de cuestionamientos, como si las disputas en torno a ese tipo de situaciones no tuviera antecedentes en otras partes del mundo. Pero allí estuvo el "bajo perfil" de una coordinación ministerial secundaria. Desde esta consideración, resulta extraño que Nivia Palma haya durado tanto tiempo en el cargo. Será preciso reconstruir la historia de las relaciones políticas, en la "internas" del Ministerio de Educación, para comprender el gesto de renuncia de Nivia Palma. Más aún, al hacerse visible el hecho de que con ella se va la "última" representante del PS que quedaba en el "aparataje" de Cultura. Lo que hace pensar que todo este "conflicto" no fue más que otra refriega entre "autoflagelantes" y "complacientes".

Entonces, Nivia Palma no debió renunciar, porque el Fondart solo sería el marco de una lucha en la que se estaban jugando otras cuestiones. Los argumentos de los marinos y de los ciudadanos objetores de derecha nunca fueron suficientemente pesados. La autoridad superior podría haber hecho oídos sordos. Pero en esta ocasión, no lo hizo. Dejó que Nivia Palma se enredara sola. Enfin, en política, nadie se enreda solo. Había que colaborar con unas cuantas "pequeñas traiciones", conducentes a realizar un "pressing" para prolongar los cuestionamientos de los que ya había sido objeto, a propósito de las críticas de la División de Cultura a las observaciones que habían formulado parlamentarios al "Proyecto Squella". ¿No había sido, ya, una ocasión en la que la señora ministra había prohibido a Nivia Palma y Claudio di Girolamo participar en una asamblea de artistas que apoyaban una declaración contra la posición de los parlamentarios? Prohibición no será la palabra, sino tan solo interdicción de que la asamble se realizara en el territorio del ministerio. Cosas de fuerza. ¿Por qué, en esa ocasión, no renunció? ¿No era más grave, todavía, en instancias de que las observaciones parlamentarias desnaturalizaban el destino del Fondart? Había que esperar. ¿Esperar qué? Probablemente, Nivia Palma esperó demasiado y se confió en alianzas políticas que, en su momento, no se hicieron visibles.

Para colmo, la carta de renuncia no sostiene el texto de quien se va por motivos precisos. Estos motivos aparecen recién en el cuarto o quinto párrafo, cuando ya da curso a un relato confuso sobre "el me dijo, le dije yo", que la hace correr el riesgo de ser, lisa y llanamente, desmentida por la ministra, quedando todo en un nivel de "creencia" autoritariamente fundado. ¿Y los agradecimientos a sus colegas? Que se sepa, ninguno de ellos hizo escuchar su voz. En privado se dice que se dicen muchas cosas. Ya en situaciones anteriores había ocurrido lo mismo. ¿Cómo confiarse tanto? Y luego, la hipótesis de El Mercurio: "el segundo grito de Aguiló". Con eso, la suerte estaba saldada. Nivia Palma no tendría autonomía, porque sería utilizada como una plataforma de recibo para una nueva ofensiva de La Moneda en contra del "documento Aguiló". En palacio no se andan con pequeñeces para las indelicadezas. Forman parte de la causa. Entonces, ¿Nivia Palma aspiraba a desencadenar un conflicto en el que se pensaba que debía caer la ministra, ante las protestas concertadas del "mundo de la cultura"? ¿Quién podría haber fraguado semejante interpretación? No pasó nada. ¿Donde están las voces del "mundo de la cultura"? El Fondart quedó en segundo plano. En pleno conflicto del gobierno con el General Ríos, ayer, y hoy día, en la turbia discusión sobre las "presuntas" coimas.

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